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viernes, junio 15, 2007

RESUMEN DE MAXIMAS de FRANÇOIS DE LAROCHEFOUCAULD

Máximas
François de Larochefoucauld



1. Lo que tomamos por virtudes a menudo no es más que un compuesto de
diversas acciones y diversos intereses que el azar o nuestro ingenio
consiguen armonizar, y no es siempre el valor y la castidad lo que hace que
los hombres sean valientes y que las mujeres sean castas.

2. El amor propio es el mayor de los aduladores.

3. Por muchos descubrimientos que hayamos hecho en el país del amor
propio, siempre quedarán muchas tierras desconocidas.

4. El amor propio es más ingenioso que el hombre más ingenioso de este
mundo.

5. La duración de nuestras pasiones depende tan poco de nosotros como la
duración de nuestra vida.

6. La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a
menudo también hace sensatos a los más locos.

7. Esas acciones grandiosas y espléndidas que deslumbran, según los políticos
son efecto de grandes designios, pero por lo común tan solo son efecto del
talante y de las pasiones. Así, la guerra de Augusto con Antonio, que se
atribuye a la ambición de ambos por llegar a ser dueños del mundo, tal vez
no fue más que una consecuencia de la envidia.

8. Las pasiones son los únicos oradores que siempre persuaden. Son como un
arte de la naturaleza cuyas reglas son infalibles; y el hombre más romo
cuando le domina la pasión persuade mejor que el más elocuente que carece
de ella.

9. Las pasiones contienen una injusticia y un interés propio que hace que sea
peligroso seguirlas, y que convenga desconfiar de ellas, incluso cuando
parecen muy razonables.

10. Existe en el corazón humano una generación perpetua de pasiones, de tal
manera que la ruina de una coincide casi siempre con el advenimiento de
otra.

11. Las pasiones engendran a menudo otras que son sus contrarias: la avaricia
produce a veces la prodigalidad, y la prodigalidad la avaricia; a menudo
somos firmes por ser débiles, y audaces por cobardía.

12. Por mucho que nos esforcemos por cubrir las pasiones con apariencias de
piedad y de honor, siempre se manifiestan a través de esos velos.

13. Nuestro amor propio sufre con mayor impaciencia la condenación de
nuestras aficiones que la de nuestras pasiones.

14. No sólo los hombres tienden a perder el recuerdo de los beneficios y de las
injurias, sino que incluso odian a sus benefactores y dejan de odiar a quien
los ofendió. La perseverancia en recompensar el bien y vengarse del mal les
parece una servidumbre demasiado gravosa.

15. La clemencia de los príncipes a menudo no es más que política para ganarse
el afecto de los pueblos.

16. Esa clemencia, de la que se hace una virtud, a veces se practica por vanidad,
otras por pereza, a menudo por miedo, y casi siempre por esas tres razones
juntas.

17. La moderación de las personas felices se debe a la placidez que la buena
fortuna da a su temperamento.

18. La moderación es un temor a caer en la envidia y en el desdén que merecen
los que se embriagan con su dicha; es una vana ostentación de la fuerza de
nuestro ánimo; y finalmente, la moderación de los hombres que se ven muy
encumbrados es un deseo de parecer más grandes aún que su buena fortuna.

19. Todos tenemos fortaleza suficiente para soportar los males ajenos.

20. La fortaleza de los hombres juiciosos no es más que el arte de encerrar el
propio desasosiego dentro del corazón.

21. Aquellos a quienes se condena al suplicio manifiestan a veces una fortaleza
y un desprecio a la muerte que en realidad no es más que el temor a mirarla
cara a cara; de modo que puede decirse que esa fortaleza y ese desprecio son
para su ánimo lo que la venda es a sus ojos.

22. La filosofía triunfa fácilmente de los males pasados y de los males por venir,
pero los males presentes triunfan sobre ella.

23. Pocos son los que conocen la muerte; es algo que no suele aceptarse por
decisión propia, sino por estolidez y por costumbre, y la mayoría de los
hombres mueren porque no hay remedio para la muerte.

24. Cuando los grandes hombres se dejan abatir por la duración de sus
infortunios, demuestran que sólo los soportaban por la fuerza de su
ambición, y no por la de su ánimo, y que, sin más diferencia que una gran
vanidad, los héroes son iguales que los demás hombres.

25. Se necesitan virtudes más grandes para soportar la prosperidad que la suerte
adversa.

26. Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de hito en hito.

27. A menudo se hace ostentación de las pasiones, aunque sean las más
criminales; pero la envidia es una pasión cobarde y vergonzosa, que nadie se
atreve nunca a admitir.

28. En cierto modo los celos son algo justo y razonable, puesto que tienden a
conservar un bien que nos pertenece o que creemos que nos pertenece,
mientras que la envidia es un furor que no puede tolerar el bien de los
demás.

29. El mal que hacemos no nos atrae tanta persecución y tanto odio como
nuestras buenas cualidades.

30. Tenemos más fuerza que voluntad, y a menudo para disculparnos a
nosotros mismos suponemos que las cosas son imposibles.

31. Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de
los demás.

32. Los celos se alimentan de dudas, y se convierten en furor o se extinguen
apenas pasamos de la duda a la certidumbre.

33. El orgullo se resarce siempre y no pierde nada, incluso cuando renuncia a la
vanidad.

34. Si no tuviéramos orgullo no nos quejaríamos del de los demás.

35. El orgullo es igual en todos los hombres, sólo varían los medios y la manera
de manifestarlo.

36. Parece como si la naturaleza, que tan sabiamente dispuso los órganos de
nuestro cuerpo para hacernos felices, hubiera querido darnos también el
orgullo para evitarnos el dolor de conocer nuestras imperfecciones.

37. El orgullo interviene más aún que la bondad en nuestras represiones a
quienes han cometido algún yerro, y les reprendemos más que para
corregirles, para convencerles de que estamos exentos de él.

38. Prometemos según nuestras esperanzas, y cumplimos según nuestros
temores.

39. El interés habla toda suerte de lenguas y representa toda suerte de
personajes, incluso el del desinteresado.

40. El interés, que ciega a unos, ilumina a otros.


41. Los que ponen demasiado empeño en las cosas pequeñas, por lo común se
hacen incapaces de hacer las grandes.

42. Carecemos de fuerza suficiente para seguir toda nuestra razón.

43. Con frecuencia el hombre cree estar conduciéndose a sí mismo cuando es
conducido, y mientras con su mente tiende a una meta, su corazón le
arrastra insensiblemente hacia otra.

44. La fuerza y la flaqueza del ánimo tienen nombres engañosos; en realidad no
son más que la buena o mala disposición de los órganos del cuerpo.

45. El capricho de nuestro humor es aún más arbitrario que el de la suerte.

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