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sábado, abril 26, 2008

EL VIAJE DE AUGUSTO Y OTRAS HISTORIAS URBANAS -- FRANCISCO PEREZ

El viaje de Augusto y otras historias urbanas


Indice
PROLOGO
MIENTE, MIENTE QUE ALGO QUEDA
PRÓXIMO A JUBILARSE
VACACIONES
ACCIDENTE EN LA AUTOPISTA
LA HISTORIA DE ELI JOSÉ (LAS VUELTAS QUE DA LA VIDA)
EL VIAJE DE AUGUSTO
ARTISTA GÓTICA
UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
ATAQUE TERRORISTA
UN VIAJE DE IDA Y VUELTA
UNA NOCHE DE FIN DE SEMANA

Prologo
Cada cierto tiempo suelo recorrer tus calles, las recorro con la
curiosidad de alguien que nunca ha caminado por ellas.
Y siempre consigo algo que me sorprende, que me llama la atención y es
que para mi todo lo que en ti hay es interesante, tus múltiples ruidos,
tus olores, tus colores, tu gente, ¡tu caos!.....mejor sigo caminando

_
Francisco Pérez
_
Las ciudades son como grandes semilleros de pequeñas historias, tantas como personas habitan
en ellas, algunas pueden ser trágicas, cómicas, de heroísmo y hasta absurdas, En el viaje de
Augusto y otras historias urbanas, quise tomar algunas de ellas y narrarlas sin que estén
necesariamente conectadas entre si y con un solo y único común denominador el cual es la
ciudad.


Miente, miente que algo queda

La mayoría de las cosas, aunque pretendamos lo contrario las hacemos por las mujeres.... esas
eran palabras que venían a mi mente, mientras le decía algunas mentiras a mi ultimo ligue,
permítanme contarles como fue todo.
Estaba en una tienda de esas donde venden artículos “de la nueva era” buscando un incienso,
mientras observaba la extraña mezcla de imágenes que solo se ve en ese tipo de tiendas, por que
en ellas siempre hay: Budas, tigres asiáticos, elefantes, crisnas, imágenes de Jesús Cristo y santos
ó espíritus Africanos; vi a una mujer de aproximadamente unos treinta años, que para su edad
tenia un físico muy bien conservado, podría decir que estaba mejor que muchas de las
veinteañeras que he conocido, permanecí por un par de minutos contemplándola hasta que me
percaté que ella también estaba buscando inciensos.
Así que me acerque a ella disimuladamente, ella me vio, no me prestó atención y solo le preguntó
a la vendedora sobre que fragancia sería la mejor para la armonía, eso era lo que necesitaba para
iniciar una conversación, y por supuesto que me aproveché de ello me voltee y con un tono de
cómo quien conoce de la materia le dije “llévate uno de sándalo” ella me miró de pies a cabeza ó
mejor dicho me examinó y con vos incrédula me dijo “ ¡ah! ¿y tu sabes de esto?”, obviamente no
sabia, pero no iba a desperdiciar la oportunidad que se me presentaba, entonces le dije “claro que
si, es más si quieres que te vaya bien en los negocios prende una varita que tenga aroma a miel” ,
mientras tanto la vendedora que se había percatado mi filtreo y que no sabia nada de nada se
apartó unos pasos, creo que no dijo nada para no perder dos ventas, el hecho de que se hubiera
apartado para mi fue mejor pues así pude seguir diciendo e inventado más cosas, con lo que
proseguí “para la salud es bueno el de naranja” y cosas por el estilo. Al cabo de un rato de mi
charla –ó mejor dicho de mi charlatanería- noté me no apartaba su vista de mis ojos y solo asintió con la cabeza, parecía como si a medida que iba pronunciando palabras ella fuera entrando en un trance.
Al verla en ese estado decidí tomar la por sorpresa, entonces le dije “para el amor nada mejorque
el de miel y rosas” claro al tiempo que hacia esto la tomaba por la cintura y luego la besé, debo
decir que no esperaba nada menos que una tremenda bofetada, pero por el contrario lo que recibí fue un abrazo muy fuerte y un beso más grande y apasionado aun, luego nos fuimos a un sitio más intimo.
Ese fue el inicio de una relación muy intensa y algo tormentosa que duró unos cuatro meses y que terminó en malos términos, pero esa es otra historia
.

Próximo a jubilarse

José Ernesto, cuarenta y cinco años, casado y padre de dos hijos, uno de ellos adolescente y con
veinte y cinco años de servicio en la policía.
Ya en su ultima semana de trabajo antes de jubilarse y este su ultimo turno nocturno de fin de
semana, está muy agradecido, pues en todos estos años de carrera solo recibió una herida menor
en una pierna, pero a su vez está nervioso pues sabe que los fines de semana son muy violentos.
Por eso antes de haber recibido el turno pasó por una iglesia y rezó unas oraciones, es que ahora
que le falta muy poco para retirarse no quiere que nada salga mal.
Estando patrullando reciben un llamado, se trata de un enfrentamiento entre pandillas, el y su
compañero atienden al llamado, se encuentran a unas pocas cuadras lo que hace que sean de los
primeros en llegar.
Los pandilleros al ver las patrullas se dispersan y corren hacia los callejones, José corre tras uno
de ellos, uno de baja estatura con las típicas ropas holgadas y gorro pasamontañas como los
“gansters” Americanos, el chico es rápido, pero José no lo dejará irse tan fácilmente, ambos corren por las calles como si de esta carrera dependiesen sus vidas y esquivan obstáculos como mejor pueden hacerlo.
Luego de unas cuantas cuadras llegan a una calle que está parcialmente cerrada por una cerca y
en penumbra, José grita “¡¡policía alto ó disparo!!” pero el chico no le hace caso y comienza a
trepar la cerca, José le vuelve a gritar “¡¡policía deténgase!!” pero sus palabras no parecen ser
oídas, el chico está a punto de escaparse cuando José grita por tercera y ultima vez, pero el chico
no obedece, por ultimo y no teniendo más opción hala el gatillo, suena un disparo que retumba por toda la manzana y el cuerpo del chico cae inerte en el piso.
José siempre tubo muy buena puntería y este disparo fue certero, le dio en la cabeza lo que lo
mató instantáneamente, se aproxima al cadáver –quizás sea por morbo- pero el quiere ver la cara del cadáver lo voltea y para su sorpresa y desgracia era su hijo mayor.

Vacaciones

Recuerdo que iba en el vagón del metro sentado sin ninguna idea en particular, más bien iba como si fuera una especie de robot ó autómata, también recuerdo que me dirigía al trabajo y que el día era uno común y corriente, sin nada de particular, difícilmente se podría haber distinguido de cualquier otro de la semana.
Todo transcurría de la misma rutinaria y aburrida manera, hasta que me quedé observando un
afiche el cual aparecía una imagen de una playa, eso me hizo caer en cuenta de que tenia tiempo
–tal vez unos cinco años- sin salir de la ciudad, yo que antes no desperdiciaba una oportunidad
para ir a la montaña, a la playa ó a donde fuera pero estar en contacto con la naturaleza, ahora era un ser netamente urbano, con una vida que transcurre entre el estrés y la rutina.
Pensando en todo eso decidí que ya era tiempo de tomar unas vacaciones y las tomaría lo más
pronto posible, eso era en ese mismo instante, no me importaba que me despidieran del trabajo, es más si lo hacían mejor, pues me darían más dinero y además ese trabajo ya me tenia harto.
Así que apenas salí de la estación del metro tomé un taxi y le dije que me llevara a la playa más
cercana, el taxi comenzó a dar vueltas por la cuidad, a mi me parecía que e chofer estaba como
desorientado y le pregunté por que daba tatas vueltas para salir de la cuidad, el me dijo que estaba
buscando las vías menos congestionadas. Eso me pareció normal y no le presté mucha atención.
Mirando por la ventanilla del taxi vi que la cuidad estaba cubierta con una especie de bruma que le daba un toque extraño al ambiente y la hacia ver como atemporal, si no fuese por los relojes uno no sabría decir que hora era –pues podría ser un amanecer ó un ocaso- a demás me percaté que siempre la temperatura era de unos 20°c y que a pesar de que no había llovido en por lomenos cinco años todas las plantas estaban verdes y nunca habíamos tenido escasez de agua.
Todo eso me hizo sentir nervioso, asustado y desorientado, le ordené al chofer que se detuviera, y el me dijo que ya estabamos saliendo de la cuidad, pero a mi me pareció que estabamos dando
vueltas en circulo, e insistí en que detuviera el taxi y así lo hizo.
Me bajé del mismo y comencé a caminar por la carretera, no se que me impulsó a hacerlo pero
estuve en ello como por una hora, luego salí del camino y me interné en una especie de bosque
enano, mientras caminaba por el sentí una mezcla de sentimientos y sensaciones en las cuales las más fuertes eran el miedo y la curiosidad.
Al cabo de un buen rato cansado decidí recostarme a uno de esos pequeños arboles para
descansar y allí viendo ese bosque con plantas a medio crecer fue cuando a mi cabeza vino la idea
de que tal ves nunca pudiese salir de la ciudad por que ella misma no existiese, porlomenos no
como la conocemos, sino que más bien fuese como una especie de maqueta gigante ó peor aún
como una jaula inmensa con los elementos necesarios para mantenernos atrapados en ella con el
único propósito de mantenerla viva, como una especie de parásito gigante que se alimenta de
nosotros, si que debo tomar esas vacaciones me dije y me levanté, seguí caminando, pero la idea
no se iba mas bien aumentaba y se hacía más fuerte, tanto que me provocó un ataque de pánico y comencé a correr, corrí hasta llegar hasta lo que al parecer era el final del bosque, me detuve y
con los ojos bien abiertos contemplé el muro más alto que había visto en mi vida, permanecí
inmóvil unos segundos y luego lancé el grito más fuerte y espantoso había dado jamás.
Esa mañana me desperté empapado en sudor con taquicardias y decidido firmemente a tomarme unas vacaciones.


Accidente En La Autopista

Salió de la casa dándole un gran golpe a la puerta, se subió a su auto y lo sacó a gran velocidad
del garaje, el ruido de los neumáticos despertó a algún que otro vecino, pero eso a e no le importó, lo único que deseaba era salir de aquel lugar lo más rápido posible.
Mientras conducía a gran velocidad por la autopista encendió un cigarrillo, prendió la radio y ¡oh!
Que casualidad estaba sonando la canción con la que la había conocido, esto en un principio le
hizo desear nunca haberlo hecho, ya que con el tiempo su esposa solo se había vuelto más y más
quisquillosa.
Por todo peleaba y el sentía que no la aguantaba, aunque hacia grandes esfuerzos, pero esa
noche fue la gota que derramó el vaso. Si ya lo había decidido esa noche dormiría en cualquier
motel barato, de esos que están en las afueras de la cuidad, y mañana comenzaría a arreglar los
papeles del divorcio.
A medida que el auto se desplazaba a alta velocidad por la autopista y la canción continuaba, el
iba pensando en su relación con su mujer, se preguntaba que había pasado, en que momento ella
había cambiado. Ella que siempre había sido una mujer amorosa y comprensiva, ahora se había
vuelto alguien intolerante y amargada. Buscaba en su cabeza las posibles respuestas, pero estas
no aparecían, el que siempre se partía la espalda para darle lo que ella necesitase, que sacrificaba
vacaciones y fines de semana, solo para poder tener más dinero para darle a ella.
Ella que después de todo era su motivo de vida... estaba absorto en ese pensamiento, cuando
cayó en cuenta que era por eso que ella estaba así. Se percató que por estar siempre pendiente
de aportar económicamente a la casa solo pensaba en el trabajo y el dinero, se sintió mal al darse
cuenta de que el era el único culpable de que su matrimonio estuviera tan mal, ya que para el su
esposa se había convertido en un mueble más de la casa, en algo que daba por sentado que
siempre estaría allí, así que decidió regresar a su casa y ofrecer sus más sinceras aquella mujer
durante mucho tiempo había tenido sentimentalmente abandonada.
Con esto en mente, buscó la próxima rampa de salida de la autopista, con la mala suerte de que
hacía un par de días que habían que estaban reparando ese tramo y unos vándalos habían
arrojado los carteles de precaución a unos matorrales que estaban al borde de la carretera, con lo
que no los pudo ver, y para completar su mala suerte a menos de cien metros había un gran
montículo de tierra que no alcanzo a ver sino hasta el ultimo momento cuando aplicó los frenos,
pero que va a 160 kilómetros por hora no es nada fácil detener un auto, al chocar contra el
montículo el auto dio varias vueltas, lo que le ocasionó la muerte por múltiples golpes.
Entre los bomberos que rescataron el cadáver del amasijo de hierro, se corrió el rumor de que el
hombre sostenía en una de sus manos una foto de su esposa.


La historia de Eli José (las vueltas que da la vida)

Hay personas que al nacer parece que el destino solo les depara un futuro brillante, pero por
caprichos del mismo destino, todo se hecha a perder y terminan teniendo una vida miserable y
desdichada, tal es el caso de Eli.
Eli José Escalona, había nacido en el seno de una familia de calce media alta, desde pequeño fue
un chico bastante listo y precoz, lo que hizo que siempre resaltara en sus estudios, en especial en
los periodos de la escuela básica y en bachillerato, de este ultimo salió graduado con muy buenas
notas lo que facilitó su entrada a la universidad.
Debido a su agilidad para los números, decidió estudiar matemáticas puras, carrera que en sus
últimos años alternaría con economía, ya que le apasionaba todo lo referente a los sistemas
económicos y su comportamiento caótico, lo que se relacionaba mucho con las teorías del caos.
Luego de cuatro años se graduó de licenciado en matemáticas y un año y medio después como
economista.
Luego obtuvo una beca para realizar un postgrado en el área de economía, en el cual conoció a
quien luego se convertiría en su esposa, una chica llamada Dayana, ella era una chica blanca, de
ojos saltones, provinciana, de carácter vivas y muy inteligente, siendo la ultima cualidad lo que
terminó de enamorarlo.
Claro que no se casaron sino un tiempo después de haber terminado el postgrado. Es que Eli era
orgulloso y no iba a aceptar casarse estando desempleado y menos aun cuando su esposa tuviera
un empleo en la gerencia media de una empresa. Por lo que apenas terminó el postgrado comenzó a buscar empleo y como sus notas eran muy buenas y el destino siempre le sonreía consiguió uno como ejecutivo en un gran banco, uno de esos que funcionan con capital multinacional.
Cinco años luego de haber comenzado en el banco ya tenia un alto cargo, una bella e inteligente
esposa y un hijo de aproximadamente un año. Pero resulta que cierto día a Eli le tocó que ir a una
fiesta de ejecutivos bancarios en otra cuidad en representación de su banco, estando en ella
conoció a un rubia despampanante, como esas rubias que salen en las películas, el hasta ese
momento le había sido fiel a su esposa, antes de conocer a esa rubia ni se atrevía siquiera a besar
a otra mujer ¿por qué? pues por que no había tenido tal necesidad, pero quien sabe por que
motivo se le metió en la cabeza la idea de hacer suya esa mujer, así pues que estuvo toda la
noche hablando con ella y entre el intercambio de sonrisas, palabras y una que otra caricia furtiva, logró convencerla de que pasasen la noche juntos.
Ya en el hotel cinco estrella donde se hospedaba – da igual que fuese una simple posada, pero el
era un ejecutivo- la rubia le dijo que antes de hacer cualquier cosa probara algo de coca que ella
tenia, que de esa manera se sentiría casi como un dios y que sería una experiencia que el no
olvidaría, Eli dudó por un instante ya que siempre había sido adverso a las drogas, pero como
ocurre en muchos casos, su deseo de poseerla fue mayor, así que probó un poco y de inmediato
sintió una euforia que nunca había sentido en su vida, fue como si todo ese tiempo hubiese estado
durmiendo y justo en ese instante lo hubiesen despertado. Luego probar otro poco, tuvo sexo con
ella toda la noche, ese fue el mejor sexo de toda su vida.
Al día siguiente ya adentrada la tarde se despertó pensando que todo lo ocurrido la noche anterior
había sido solo cosa de una noche, se sentía seguro, pues ya pasaba los treinta y según el solo los
adolescentes se enganchaban con las drogas, pero al regresar a su ciudad sentía ganas de tomar
un poco más y quiso el destino que un día descubriera a un compañero de trabajo consumiendo la
droga en uno de los baños y gracias a eso se enteró que eran varios los que la usaban.
Por un tiempo todo pareció ir bien, nadie lo notaba, pero a medida que pasaban los días el quería
más y más, mientras que su carácter se hacía muy volátil. Después de unos meses, para sus jefes
se hizo evidente que Eli tenía un problema, pero como seguía rindiendo en su trabajo no le
prestaron atención, hasta el día en que lo descubrieron en un baño con aproximadamente un
gramo de la droga en sus manos, lo que provocó su inmediato despido de la empresa.
Su esposa aunque deprimida lo apoyó y lo ayudó a entrar a un instituto para su rehabilitación, pero
su estadía en el no le ayudó en nada, de allí salió peor que como cuando entró ya que no era solo
la coca sino que se había vuelto adicto al crack. En una ocasión estando en una crisis por la
abstención forzada en la que se encontraba –ya que no tenia como comprar las drogas- trató de
asesinar a su esposa, esto fue la gota que derramó el vaso, de inmediato ella comenzó a hacer
todos los tramites para divorciarse, mientras que el solo se hundía cada vez más en ese oscuro
mundo. Si antes su excusa había sido el éxito, ahora era la depresión que le provocaba haber
perdido su matrimonio y su empleo.
Con el tiempo comenzó a tener alucinaciones y con el tiempo estas aumentaron junto con el
aumento de sus dosis, hasta que terminó por desarrollar esquizofrenia paranoica y perdió toda
conexión con el mundo real.
Ahora Eli es un loco indigente más de los que vagan por las calles de la cuidad.

El Viaje De Augusto

Augusto siempre había sentido cierta atracción por las montañas y los climas templados, cosa que
muy probablemente se deba a que gran parte de su infancia la pasó en un sitio bastante llano y
caluroso. Por eso cuando supo de la oportunidad de conseguir un trabajo Mérida no lo pensó dos
veces, claro el nunca había estado en ella por mas tiempo que una semana, pero al ser esta
bastante pequeña y con un clima que a el le agradaba sabia que no le costaría trabajo
acostumbrase a la cuidad.
Así que empacó las pocas cosas que le pertenecían se despidió de su familia y sus amigos. El
viaje no le iba a resultar tan largo ni tedioso, además estaba feliz de por fin dejar la cuidad donde
siempre había vivido, si es que ese sitio podía ser considerado una cuidad.
Tan pronto llegó a Mérida, buscó un sitio donde albergarse, y llegó a una de esas posadas de las
que abundan en Mérida, una de esas en las que hay que compartir el baño, y que más que posada
parecen una vecindad, Augusto aprovechó que tenia buen dinero y pagó 2 meses más el deposito
“por que uno nunca sabe” ya habiendo desempacado buscó el papel donde tenia anotada la
dirección de su nuevo lugar de trabajo, el no conocía el sitio, ya que todo lo había hecho por
teléfono, gracias a un amigo que le hizo el contacto.
Una vez en el sitio su jefe lo atendió, le explico los pormenores del trabajo, la paga y el horario, en
un principio el sabia que su trabajo básicamente consistía en atender a los turistas. El que había
estudiado turismo en su cuidad natal y pues no pudo sentirse mejor. Con el pasar del tiempo se fue sintiendo cada vez más cómodo con su trabajo y al conocer cada vez mas la cuidad y sus
alrededores también comenzó a hacer caminatas guiadas a las montañas para turistas extranjeros, por aquello de rebuscarse un dinero extra.
En una de estas caminatas guiadas fue que conoció a Herta, una chica Holandesa, como todas o
casi todas las holandesas catira de blanca piel y tamaño medio, cuando el la vio se sintió un poco
atraído por ella pero no como para decir que fue amor a primera vista, más bien todo comenzó
después cuando el grupo decidió salir aquella noche en la que regresaron a la cuidad, así que
fueron a virosca café y pasaron allá la noche entre cervezas canciones y uno que otro porro que
iba y venia. A Augusto no le gustaba mucho eso de los porros, pero viviendo en una cuidad como
Mérida no le quedó más remedio que acostumbrarse, además a estas alturas a el le parecía que
todos o casi todos los que visitan esa ciudad lo hacia. Esa noche en medio del ruido de la música,
el humo dulce de la cannabis y el amargo sabor de la cerveza Augusto y Herta hablaron hasta más no poder, ella era una chica muy comunicativa para ser europea, concordaron que se verían al día siguiente, para así poder ir a un sitio mas calmado y continuar su platica.
Esa noche Augusto, que ya tenia varios meses sin novia, durmió muy plácidamente, pensado en
Herta. Al día siguiente se vieron y decidieron, bueno más bien Augusto decidió, ir a Apartaderos,
que es un pueblo en medio de los andes Venezolano, allí pasaron todo el día, ese día por fin el
tubo la oportunidad de besarla y sentir sus suaves labios. De allí en adelante todo fue como esos
amores que se ven en las películas, Augusto que siempre había sido alguien responsable en su
trabajo, había comenzado a faltar a el. Solo quería estar con Herta más cuando caía en cuenta que
solo faltaba un mes para que ella regresara a su natal Holanda.
Un día pensando en el regreso de Herta a su tierra, y sabiendo que lo más seguro era que se
deprimiese Augusto decidió que se iría con ella a Holanda, el problema era el dinero, el tenia algo
ahorrado pero eso no era suficiente. El le comentó su idea a Herta y ella dijo que conocía a alguien
que lo podía ayudar, el no se preocupo más y comenzó a arreglar sus papeles para el viaje,
pensaba dejarlo todo atrás y comenzar de cero, bueno no de cero tal vez de uno, por que tenia a
su compañera.
El día del viaje, el estaba muy ansioso, esto era algo compresible para el nunca había viajado fuera de Venezuela, tomaron un vuelo de Mérida a la isla de Margarita y de allí a Amsterdam para luego ir a Rotterdam cuidad donde vivía Herta, salieron de Margarita en la tarde sin ningún
inconveniente, durante las 9 horas que duró el vuelo el solo pensaba en como seria su nueva vida
en el viejo continente junto con su amada Herta.
Llegaron al aeropuerto de Amsterdam y justo cuando iban a pasar por la aduana Herta le dijo ya
regreso, el no le dio mucha importancia, pero en el momento que un policía le acerco un perro
antidrogas todas las alarmas se dispararon, pues resulta que su amada Herta le había metido en
su maleta 2 kg. de marihuana sin que el se percatara.


Artista Gótica

Ser una persona con gustos góticos nunca ha sido fácil, las demás personas siempre te ven como
alguien extraño y si a eso le agregamos el hecho de vivir en un pequeño pueblo costero de un país
caribeño todo se complica aún más; es por esta razón que ella siempre se sintió rechazada, casi
no tenia amigos prefería refugiarse en su propio mundo con su música, sus películas y su afición
por la pintura.
Era la pintura una de las cosas que más le causaba placer, hacia sus pinturas para desahogarse,
por eso sus cuadros siempre tenían personas cuyas figuras eran retorcidas ó contrahechas, eso
no era más que una burla a las personas que la criticaban, claro las imágenes de sus cuadros a la
vista de sus paisanos no hacía más que afianzar sus ideas con respecto a ella.
Cierto día en un bar del pueblo conoció a una mujer que trabajaba en una galería de arte en
Londres, ella no desperdició la oportunidad de que alguien que de verdad sabia de arte opinase
sobre su trabajo, así que le mostró sus cuadros y para su sorpresa a la mujer le gustaron y hasta
se ofreció en ayudarla a conseguir una beca para que estudiara arte en una prestigiosa escuela de
Londres. Esto le hacia mucha ilusión, al fin dejaría ese pueblo aburrido en donde su único futuro
era casarse con algún pescador, tener muchos hijo y dedicarse a cuidarlos; además Londres es la
capital de lo gótico, así que lo más probable es que ella en aquella ciudad se sintiese como pez en
el agua.
Pasado algún tiempo le llegó correspondencia de la mujer, donde le decía que le había conseguido
la beca y que no se preocupara por el dinero y la estadía que en un principio eso ya estaba
resuelto. Al recibir esta noticia por primera vez en su vida se sintió realmente feliz y partió a
Inglaterra tan pronto como pudo, dejando atrás al pueblo y la gente para la cual no guardaba más que desprecio.
Una vez estando en aquella cuidad y habiendo entrado a la escuela, se dedicó enteramente a la
pintura, llegando a ser unas estudiante muy aventajada y a graduarse luego con honores. Hoy en
día es una artista muy respetada y conocida, nunca más volvió a su pueblo, pero aveces cuando la tristeza golpea su corazón ella toma un caballete un lienzo y pinta unas escenas muy bellas de
pescadores.

Una Segunda Oportunidad

Se despertó aturdido, tirado al lado de un pedazo de soga y una silla tumbada, con un gran dolor
en el cuello y una quemada. Se trató de parar pero se sintió mareado, así que decidió estarse un
rato más sobre el piso frío, yaciendo sobre el comenzó a recordar como había llegado hasta allí, de
este modo se acordó que había estado deprimido debido a su ultimo y más grande fracaso amoroso.
Recordó que todo era debido a Carolina su ultima novia y la persona con quien el pensaba que
pasaría el resto de su vida. Tan fuertemente creía en ello que se había propuesto pedirle
matrimonio, hasta había comprado el anillo de compromiso. Dicho anillo era de oro 18 con un
pequeño brillante, algo costoso para su ajustado presupuesto, pero eso no importaba ya que
Carolina se merecía eso y más, de hecho el pensaba que todo lo que le pudiese dar era poco para
ella.
Es que Carolina no era solo bella, era además inteligente, bondadosa, compresible, con una gran
sensibilidad tanto artística como social, en conclusión todo lo que el ó cualquier otro hombre podría desear.
Con la firme idea de hacer su propuesta en mente, la llamó un día y le dijo que se vieran esa
tarde luego de que cada quien saliese del trabajo, en el café que solían frecuentar, ella aceptó y
conforme a lo planeado se encontraron.
Estuvieron charlando durante un buen rato, el tomó un par de cervezas para animarse. Cuando
llegó el momento, el se encontraba muy nervioso, las manos le sudaban y sentía un nudo en la
garganta, por un breve instante la pareja hizo silencio, en ese momento el tomó una bocanada de
aire y juntó todas sus fuerzas, y al tiempo en que sacaba de uno de sus bolsillos le dijo: “¿te
casarías conmigo?” el rostro de ella hizo una mueca de sorpresa y cambió de colores, pero de su
boca salió un “NO”, el sintió como se partía su corazón y se paró de la mesa sin esperar
explicación alguna.
Al marcharse del lugar no quiso saber de nada ni de nadie, entonces desconecto su teléfono,
apagó el celular y desarmó su computadora, una vez hecho esto y como es normal cayó en una
depresión, debido a la cual abandonó su trabajo y dejó de ver a sus amigos.
También recordó la decisión de suicidarse, la cual hasta ese momento estaba resuelto a cumplir,
recordó como había buscado por toda la casa la cuerda vieja se ahorcaría.
A su memoria llegó también el recuerdo de cómo la había atado fuertemente a una de las vigas
que sostenían el techo y como se la puso en el cuello y como le dio un puntapié a la silla donde
estaba subido.
Recordó como las imágenes de los momentos más alegres y más significativos de su vida pasaban
por su cabeza y lo más importante recordaba lo estúpido de la decisión que había tomado y como
había pensado en que si dios le daba una oportunidad viviría de otra forma su vida, también de
cómo pensó que ya era muy tarde y que los pataleos que daba solo conseguían asfixiarlo más.
Lo que el no recordaba –ni siquiera supo- fue que por obra de el destino, dios, la providencia ó
como quieran llamarlo en el momento en que su cuerpo inconsciente dejó de patalear la cuerda
falló.

Ataque Terrorista

Suenan las sirenas de las ambulancias, hay cristales rotos por todos lados, escombros entre los
cuales se encuentran restos humanos. Todo apunta a un ataque de algún grupo terrorista, ¿cuál?
Nadie lo sabe.
Mientras los bomberos, policías y demás hacen su trabajo, se van agolpando lo curiosos y alguna
que otra madre preocupada se aproxima al sitio. Unos cuantos metros más allá se ha improvisado un hospital y se está atendiendo los heridos –solo cuyas heridas no so muy graves- quienes tienen lesiones mayores son despachados lo más rápidamente a los hospitales cercanos. Cerca del perímetro de seguridad están los reporteros y fotógrafos a la caza de declaraciones y fotos (de vez en cuando dan la impresión de ser buitres a la espera de próximo cadáver para despedazarlo).
Dentro de este caos, se puede apreciar un cierto orden, es así como se observan a varias
decenas de distintos funcionarios, cada uno haciendo su trabajo y procurando no estorbar a los
otros, por que después de todo mientras más rápido el centro de la cuidad vuelva a su
“normalidad” mejor para todos.
Entre esos funcionarios se ven a los encargados de recoger los cadáveres, cada uno de los cuales
tiene una historia distinta pero un mismo final .
Luisa
Secretaria ejecutiva por diez años en una importante empresa aseguradora, con un gran deseo de formalizar su relación con su novio de hace ya unos cinco años y formar una familia.
Suena el teléfono
Novio: aló ¿Luisa?
Luisa: si, hola amor ¿como estas?
Novio: bien, te llamo para recordarte que hoy vamos a cenar.
Luisa: si, ya lo sé
Novio: bueno, pero te lo digo para que no vayas a dejar que te den trabajo extra
Luisa: tranquilo, yo hablo con el jefe cualquier cosa, de todas formas el es muy buena
gente
Novio: ¡okey!, entonces ¿nos vemos a las seis?
Luisa: si a esa hora, nos vemos, besos.
Novio: besos, ¡chao!
El novio cuelga el teléfono y se guarda en el bolsillo del traje el regalo especial que le ha comprado a Luisa, que no ni más ni menos que un anillo de compromiso.
Mientras tanto Luisa camina hacia la parada del autobús, se siente afortunada por su cita de esta
tarde, para completar el sentimiento, el autobús pasa pronto con lo que no ha tenido que esperar
mucho y además es una de esas extrañas veces en las que hay suficientes puestos disponibles.
Cesar
Joven, recién graduado de diseño gráfico y con unos quince días de haber comenzado a trabajar
en una agencia de publicidad, a la que entró gracias a la ayuda de su amigo y vecino Roberto.
Cesar: Gracias por haberme ayudado a conseguir el trabajo
Roberto: de nada, para eso son los amigos, ¿no?, además si de verdad quieres agradecerme me
puedes invitar una cerveza al final de mes –risas-
Cesar: -risas- ¡si claro!, después de ese gran favor ¿cómo puedo negarme?
Roberto: ya te dije que no es nada. ¡Ah! por cierto tu mamá debe estar muy feliz
Cesar: ¿qué no? Ya le contó a todas sus amigas y a mis tias
Roberto: me lo imaginé
Cesar: claro, además como están las cosas doy gracias a dios por haber conseguido el empleo
Roberto: bueno ya me debo ir, nos vemos el fin de semana, así nos tomamos unas cervezas y
hablamos
Cesar: ¡okey!, ¡ah! gracias de nuevo
Roberto: de nada, ¡adiós!
Cesar: ¡adiós!
Cesar repasa mentalmente todas las cosas que debe hacer hoy en el trabajo, mientras espera el
autobús que pasa cerca de su oficina. Por un instante sale de sus pensamientos y vuelve a la
realidad, se percata de que el colectivo se acerca, le hace una señal con la mano, lo detiene y se
monta.
Andrea y Mariana
Amigas del liceo, recién terminaron el bachillerato y como muchos adolescentes no saben que
estudiar ó que hacer con sus vidas, pero eso poco les importa, prefieren pensar más en fiestas,
novios y modas.
Mariana: ¿supiste que Simón me llamó?
Andrea: ¿si? y ¿qué te dijo?
Mariana: me invitó para el cine el sábado
Andrea: y ¿qué le dijiste?, supongo que aceptases pues...
Mariana: claro que si, pero tu sabes, al principio me hice la dura para que no estuviera
creyendo...
Andrea: bueno amiga tu sabes como es todo, me cuentas luego que tal te fue, ¿ y José?
Mariana: ese bobo, no sé, estuvo llamándome un tiempo pero le saqué el cuerpo
Andrea: ¡ah! ya veo, ....mira allí viene el bus
Mariana: ¡al fin! Avíspate, para que agarremos un buen puesto.
Arturo
Un adulto joven, casi en los treinta, recién acaba de perder su empleo debido a una
reestructuración de la empresa donde laboraba, ahora está buscando empleo. A raíz de la perdida
de su sustento ha tenido que cargar con la crisis por la que está pasando su matrimonio y la
depresión que le produce el hecho de estar desempleado.
Otro día más, odio tener que salir casi a rogar por un empleo, a veces pienso de que han valido
cinco años de quemarme las pestañas en la universidad más dos años de postgrado, pagándolo
con un gran sacrificio. Tanto trabajo para que un buen día te digan “apreciamos lo que ha hecho
por la empresa, pero debido a la situación hemos decidido prescindir de sus servicios” ¡bah! Eso
es solo una forma bonita de decir “estas botado” y lo peor es que uno va de entrevista en entrevista
y no consigue nada ó peor aun quienes tienen plazas vacantes, pareciese que te ven cara de estar
muriéndote de hambre, por que te ofrecen un sueldo, con el que no vive pero ni un colegial. Debí
haberle hecho caso al portu, ahora estaría como el, con un montón de dinero. El condenado hasta
se compro una toyota de agencia. Pedazo de gordo, se está pudriendo en dinero ¡ah! pero yo tenia
que ser universitario, y lo que terminé siendo es un asalariado más, mi situación está tan mal que
hasta tengo que tomar el bus, por que si pagase un taxi me arruinaría y de paso a mi mujer no le
da la gana de entender ... allí viene el dichoso autobús ese, menos mal que me deja cerca, por que
hoy ni ganas de caminar tengo... de hecho lo que quiero hacer es mandar a todos a la ...(en ese
momento el autobús se detiene y Arturo se monta en el).
El autobús continua su recorrido y los pasajeros suben y bajan de el, el trafico, el calor y el ruido,
hacen que el recorrido sea el habitual tan habitual y tan fastidioso como siempre. Luego de cierto
tiempo se monta un hombre –debe tener unos 25 años- nada en el llama la atención, su vestimenta
es muy común, una camiseta blanca, un par de jeans un poco gastados, zapatos deportivos y una
gorra de baseball, con el cabello lo suficientemente largo como para que unos pocos mechones se
escapen por debajo de la gorra. Solo un morral que lleva con sigo podría llamar la atención, pues
parece pesado y lo trata como si dentro de el llevara algo delicado y frágil, pero como cada uno de
los pasajeros va ensimismado nadie se da cuenta.
El hombre permanece unos minutos de pie, hasta que consigue un asiento convenientemente
ubicado en la parte central del autobús. Pasan los minutos y las cuadras, mientras el colectivo se
acerca al centro de la cuidad el tráfico se va haciendo más pesado, el hombre comienza a sudar,
su sudor es el preludio de lo que vendrá, pero nadie lo sospecha, para todos es un día normal de
semana y solo eso, el vehículo avanza lentamente... se aproxima a una intersección de dos
avenidas muy transitadas. El hombre suda ahora copiosamente, duda, pero sabe que debe hacerlo
no puede fallar, no se entrenó para fallar, el bus llega a la intersección, el semáforo cambia de
amarillo a rojo, el chofer mira a los autos que si pudieron pasar tose.
De pronto se escucha un grito seguido de un gran estruendo, por todos lados vuelan vidrios, restos
humanos y fierros retorcidos... en un segundo todo el centro de la cuidad será un caos, sonaran
las sirenas de las ambulancias y todos hablarán del ataque terrorista.
Un viaje de ida y vuelta

Mi nombre es Frank Gugliota, he trabajado para la policía como agente de inteligencia, he estado
en muchos casos, en algunos mi vida ha estado en peligro, pero en ninguno ha sido mas evidente
como en el que les voy a contar.
Por años el departamento trató en vano de infiltrar miembros en la mafia, todos los agentes que lo intentaron tarde o temprano fueron descubiertos y eso es una sentencia de muerte, así que cuando me ofrecieron intentarlo los nervios y las dudas se apoderaron de mi, más aun cuando me
explicaron que iba a ser una operación sin ningún tipo de apoyo, no habrían cámaras, ni
micrófonos, y menos agentes cerca por si se presentaban problemas.
Esto era así por que siempre los mafiosos descubrían los artefactos que se usaban para obtener
las evidencias, por lo que esta vez tenia que confiar solo en mi memoria y en un numero telefónico
al cual debería llamar cuando considerase que tenia algo que sirviera de evidencia en un juicio
futuro.
Lógicamente cuando fui haciendo mi acercamiento a ese mundo estaba sumamente nervioso.
Aunque ya teníamos todo preparado, debía frecuentar cierto bar, en el cual teníamos información
de que se reunían miembros de mediano rango, no debía llamar mucho la atención así que me di
a conocer como un simple ladrón de bancos y ocasionalmente de joyas.
Los primeros meses transcurrieron sin que pasara nada, solo era uno más de los rufianes que
frecuentaban aquel bar, al igual que muchos traficantes de drogas y ladrones de auto, que se
mezclaban con ebrios y buscapleitos de oficio, poco a poco fui conociendo gente y haciéndome un
“nombre” tuve que participar en algún que otro pequeño delito, para no despertar sospechas.
Luego de un tiempo –unos 6 u 8 meses- ya era un habitual más, ya la gente que iba al bar no me
miraba con tanta desconfianza, hasta conocí a unas cuantas personas.
Unas de esas era Vito, no sé si ese era su nombre real o un apodo, lo cierto es que todos lo
conocían por ese nombre, quien no hubiera visto las cosas que yo vi, no creería que el era
miembro de una familia mafiosa, el era un hombre tranquilo, meditabundo, nunca parecía estar
molesto, aunque era realmente cruel y sanguinario con sus enemigos, según el mismo una vez e
contó, otra cualidad que tenia era su memoria, era realmente buena, así que debía cuidarme de lo
que decía delante de el, no fuera que encontrara alguna incongruencia y me descubriera. Al pasar
los meses, entre Vito y yo fue creciendo una amistad, lo cual fue bueno por que se disminuirían las
sospechas, en ese pequeño y complejo mundo, todos sospechan de todos y un mal movimiento
puede costarte la vida.
Gracias a Vito, poco a poco me fui acercando a los jefes, esto fue muy gradual y aveces me ponían
pruebas para asegurarse de que no fuera ningún espía ó peor aun un soplón, las primeras tareas
que me colocaron fueron encargos, del tipo transportar algo ó contactar gente, aveces solo tenia
que hacer de guarda espalda de uno de ellos(los jefes) ya que la operación era secreta no pocas
veces tuve que hacer estos encargos a sabiendas que estaba violando la ley. Una de esas veces
me tocó que acompañar a Vito a una de su reuniones con los capos, para mi eso fue algo casi
increíble, frente a mi y a pocos metros de distancia estaban muchas de las personas que por años
habíamos tratado de meter presos, pero que por una ú otra forma no habíamos podido hacerlo,
muchos de ellos habían viajado de otras ciudades distantes. Ni hablar de los lujos, en esas
reuniones lo que abundaba era el oro, los trajes caros, autos costosos, en fin todo era ostentación,
claro esto no era prueba de nada, ya que todos los jefes ó capos tenían la fachada de ser grandes
empresarios y negociantes, tantos que muchos eran considerados figuras publicas de sus
ciudades, esto también era un problema, ya que sin pruebas concretas sus abogados podrían
alegar que solo se estaba tratando de arruinar la imagen de su clientes.
En esa primera reunión comprendí los alcances que tenían estas familia, se hablaba de políticos,
jueces abogados, policías y hasta religiosos que estaban directa o indirectamente involucrados
así como también de quienes representaban un estorbo ó estaban dado muchos problemas.
Así un día decidieron hacerme miembro oficial de la “familia”, esto implicaba hacer un “trabajito”
para los jefes; pues resulta que había corrido el rumor que Giovani era un soplón y la familia no le
agradan los soplones, así que había que deshacerse de el lo más rápido posible a la vez que había
que mandar un mensaje a quienes estuvieran pensando en dar algún tipo de información a la
policía. Como futuro miembro de la familia me encargaron de esta tarea, me dieron instrucciones
precisas de cómo debía matarle y como disponer del cadáver. Como debía ser un mensaje, no
solo debía “despacharlo” si no que tenia que cortarles las manos y la lengua, y desaparécelas, de
manera que cuando encontrasen el cuerpo, la prensa diera la noticia del hallazgo.
Giovani era un tipo voluminoso, que tenia como fachada una carnicería, era de esas personas
buenagente, quienes lo rodeaban –su familia- ni se imaginaban en la clase de negocios que estaba
metido, los fines de semanas solía llevar a sus sobrinos a los juegos de baseball y a su anciana
madre al servicio religioso, donde el mismo compartía con la gente que asistía habitualmente.
Yo sabía de todo esto, así que al enterarme de la tarea, esto hizo que me sintiera muy mal por
tener que matarlo, no me podía negar a hacerlo –porlomenos no abiertamente- hacerlo seria firmar
mi propia sentencia de muerte –la cual seguramente seria muy dolorosa- así que comencé a hacer
un plan, de manera que no me descubriesen pero tampoco tuviera que cometer un asesinato.
Le dije a Vito que lo secuestraría un viernes en la noche, ya que este era el día en que Giovani
recibía los cargamentos de drogas y a su vez entregaba el dinero de las ventas, el insistió en
acompañarme, traté de convencerlo de que no pero me fue imposible, además como era mi prueba
para convertirme en miembro tenían que supervisarme. Por otra parte le pasé la información a mis
superiores y acordé con ellos que unos minutos antes de que llegase con Vito ellos realizaran una
redada, de esta manera atraparían a varios mafiosos y yo todavía podría tener la confianza de la
familia, pero quiso el destino –o como lo llamen- que la reunión se atraso lo suficiente como para
que cuando se realizó la redada nos encontrásemos Vito y yo en la bodega de la carnicería junto a
los demás gangsters. Así que cuando el tiroteo comenzó yo quedé en medio del fuego cruzado
Giovani murió abaleado, no se si por la policía o por los mafiosos, Vito recibió un tiro en una pierna
y no murió, con lo que fue a parar a la cárcel yo salí totalmente ileso, pero como muchos cayeron
presos, mi cabeza inmediatamente tubo un precio, el cual fue aumentando a medida que se iba
incrementando el numero de mafiosos que iban a cárcel.
De eso han pasado ya muchos años, pero todavía hay veces en las que siento un poco de temor y
no miento si les digo que cada vez que enciendo el auto siento temor por que una bomba este
esperándome.

Una Noche De Fin De Semana

10:00 p.m.
Apagas el televisor y te preparas para tomar una ducha.
10:15 p.m.
terminas de ducharte, te vistes, haces un par de llamadas telefónicas y mandas un sms.
10:30 p.m.
cuadras la salida de la noche con un par de amigos, esta noche saldrán a buscar chicas.
11:20 p.m.
tus amigos te pasan buscando
11:25 p.m.
llegan al sitio nocturno numero 1, entras miras a tu alrededor y si efectivamente está lleno de
chicas, pero en un 90% son menores de edad.
11:35 p.m.
luego de tomarse las cervezas que habían pedido se dirigen al sitio numero 2.
11:45 p.m.
luego de mucho insistir, deciden que ya no le rogarán más al portero, además el sitio esta
totalmente lleno.
12:21 a.m.
después de estar perdiendo el tiempo paseando en el auto, deciden a que sitio irán, lo hacen y
claro hay una cola para entrar, pero no es tan grande y el lugar no está full.
12:40 a.m.
entran, se sientan en una mesa que consiguieron por casualidad, en este momento comienza la
“cacería” de chicas.
12:46 a.m.
ves a una rubia que te llama la atención
1:20 a.m.
luego de varios tragos te decides a hablarle
1:21 a.m.
te le acercas e inicias una conversación, ella resulta ser simpática y habla contigo.
1:23 a.m.
te acercas a ella.
1:24 a.m.
un poco más.
1:25 a.m.
otro poco
1:26 a.m.
ella comienza a poner cara de asqueada.
1:27 a.m.
pides un trago para ti y otro para ella.
1:29 a.m.
te cercas todavía un poco más.
1:29:20 a.m.
piensas en robarle un beso
1:30 a.m.
lo haces.
1:30:20 a.m.
sientes una bofetada que te duerme la cara.
1:30:21 a.m.
tus amigos están que se orinan de la risa, al igual que muchos en el lugar.
1:35 a.m.
continúan riéndose.
1:40 a.m.
en este momento ya sus risas son algo molesto.
2:00 a.m.
llegas a tu casa, solo, sin ligar una chica y con una marca roja en el rostro te vas a dormir.

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jueves, abril 24, 2008

Metzengerstein -- EDGAR ALLAN POE


Metzengerstein
Edgar Allan Poe
Pestis eram vivus - mariens tua mars era. (1)
(Martín Lutero)
***
---
El horror y la fatalidad han aparecido libremente en todas las edades. ¿Por qué atribuir entonces una fecha a la historia
que vaya contar? Baste decir que en la época de que hablo existía en el interior de Hungría una arraigada, aunque oculta,
creencia en las doctrinas de la metempsícosis. De estas doctrinas mismas -esto es, de su falsedad o de su probabilidad-
nada diré. Afirmo, sin embargo, que gran parte de nuestra incredulidad (como dice La Bruyere, de toda nuestra
infelicidad) vient de ne pouvoir etre seuls (2).
Pero en algunos puntos la superstición húngara tendería por completo a lo absurdo. Ellos -los húngaros- diferían
esencialmente de sus autoridades orientales. He aquí un ejemplo: el alma -afirman, y cito las palabras de un agudo e
inteligente parisiense- ne demeure qu'une seule fois dans un corps sensible: au reste un cheval, un chien, un homme meme,
n' est que la ressemblance peu tangible de ces animaux (3).
Las familias de Berlifitzing y Metzengerstein hallábanse enemistadas desde hacía varios siglos. Jamás hubo dos casas tan
ilustres agriadas mutuamente Por una enemistad tan mortal. El origen de la enemistad parecía radicar en las palabras de
una antigua profecía: "Un augusto nombre sufrirá una espantosa caída cuando, como el jinete sobre su caballo, la
mortalidad de Metzengerstein triunfe sobre la inmortalidad de Berlifitzing".
Seguramente estas palabras significan poco o nada en sí mismas. Pero causas más triviales han dado origen -y no hace
falta que nos remontemos mucho- a consecuencias memorables. Además, los dominios de las casas rivales eran contiguos y
ejercían desde largo tiempo una influencia rival en los asuntos de un gobierno bullicioso. Por otra parte, vecinos tan
inmediatos son rara vez amigos y los habitantes del castillo de Berlifitzing podían contemplar desde sus elevados
contrafuertes las ventanas del palacio de Metzengerstein. Y no era en absoluto la magnificencia más que feudal así
ostentada al que intentaba mitigar los irritables sentimientos de los Berlifitzing, menos antiguos y menos ricos. ¿Cómo
extrañarse entonces de que las necias palabras de una predicción lograran hacer estallar y mantener viva la discordia
entre dos familias ya predispuestas al rencor por todas las razones de un orgullo hereditario?. La profecía parecía
entrañar, si es que entrañaba algo, el triunfo final de la casa más poderosa. Y lo más débiles y menos influyentes la
recordaban con amarga animosidad.
Wilhelm,conde de Berlifitzing, aunque de augusta estirpe, era en la época de nuestra narración un anciano achacoso y
chocho, que sólo se hacía notar por una loca e inveterada antipatía personal hacia la familia de su rival y por una
pasión desordenada hacía la equitación y la caza, a cuyos peligros ni su debilidad personal ni su incapacidad mental le
impedían dedicarse a diario.
Frederick, barón de Metzengerstein, no había alcanzado aún la mayoría de edad. Su padre, el ministro G..., había muerto
joven, y su madre, lady Mary, lo siguió muy pronto. Frederick tenía a la sazón dieciocho años, edad que no representa
casi nada en las ciudades; pero en una soledad, y en una soledad tan magnífica como la de aquella vieja soberanía, el
péndulo vibra con un sentido más hondo.
Debido a las peculiares circunstancias derivadas de la administración de su padre, el joven barón heredó, al morir aquél,
sus vastos dominios. Rara vez se había visto a un noble húngaro dueño de un patrimonio semejante. Sus castillos eran
incontables. El más esplendoroso, el más amplio, era el palacio Metzengerstein. La línea fronteriza de sus dominios nunca
había sido claramente definida, pero su parte principal abarcaba un circuito de cincuenta millas.
La herencia de un propietario tan joven, inmensamente rico y dotado de un carácter bien conocido, provocó pocas dudas
sobre su probable línea de comportamiento. En efecto, durante los tres primeros días la conducta del heredero excedió la
de Herodes y superó en magnificencia la expectación de sus admiradores más entusiastas. Vergonzosos libertinajes,
flagrantes felonías, atrocidades inauditas, hicieron comprender rápidamente a sus temblorosos vasallos que ni la servil
sumisión por parte de ellos, ni los escrúpulos de conciencia por parte del amo, les garantizarían de allí en adelante
contra las garras despiadadas del pequeño Calígula. Durante la noche del cuarto día estalló un incendio en las
caballerizas del castillo de Berlifitzing, y la opinión unánime agregó la acusación de incendiario a la ya horrenda lista de delitos y enormidades del barón.
Pero durante el tumulto ocasionado por el accidente, el joven aristócrata se hallaba aparentemente sumido en meditación
en una amplia y desolada estancia enclavada en la parte alta del palacio solariego de Metzengerstein. Las ricas aunque
ajadas colgaduras, que cubrían fúnebremente las paredes, representaban figuras vagas y majestuosas de mil ilustres
antepasados. Aquí sacerdotes revestidos de rico manto de armiño y dignatarios pontificales sentábanse familiarmente con
el autócrata y el soberano, vetaban los deseos de un rey temporal o contenían con el fiar de la supremacía papal el cetro
rebelde del archienemigo. Allí las atenazadas y enormes figuras de los príncipes de Metzengerstein, montados en sus
briosos corceles de guerra, que pisoteaban los cadáveres del enemigo caído, sobrecogían los nervios más firmes con su
vigorosa expresión; y allí también las figuras voluptuosas, como de cisnes, de las damas de antaño flotaban lejos, en el
laberinto de una danza irreal, a los sones de una melodía imaginaria.
Pero mientras el barón escuchaba o fingía escuchar el creciente alboroto en las caballerizas de Berlifitzing o meditaba
quizá algún nuevo acto de audacia aún más osado, sus ojos se volvieron sin querer hacia la figura de un enorme caballo
pintado con un color que no era natural, representado en el tapiz como perteneciente a un sarraceno antepasado de la
familia de su rival. El caballo aparecía en primer plano, inmóvil como una estatua, mientras más allá, hacia el fondo, su
derribado jinete perecía bajo el puñal de un Metzengerstein.
En los labios de Frederick se dibujó una sonrisa diabólica al darse cuenta de lo que sus ojos contemplaban
inconscientemente. No pudo, sin embargo, apartarlos de allí. Antes bien, una ansiedad abrumadora parecía caer sobre sus
sentidos como un paño mortuorio. A duras penas podía conciliar sus soñolientas incoherentes sensaciones con la certeza de
hallarse despierto. Cuanto más lo contemplaba, más absorbente era el encantamiento y más imposible le parecía poder
arrancar su mirada de la fascinación del tapiz. El tumulto del exterior se hizo de repente más violento y Frederick logró
concentrar su atención en los rojizos resplandores que las llameantes caballerizas proyectaban sobre las ventanas de la
estancia.
Su nueva actitud, empero, no duró mucho, y sus ojos volvieron a posarse maquinalmente en el muro. Para su indescriptible
horror y asombro, la cabeza del gigantesco corcel parecía haber cambiado de posición durante aquel intervalo. El cuello
del animal, antes curvado, como si la compasión lo hiciera inclinarse sobre el postrado cuerpo de su amo, se tendía ahora
en dirección al barón. Los ojos, antes invisibles, mostraban una expresión enérgica y humana y brillaban con un extraño
resplandor rojizo, como de fuego; y los abiertos belfos de aquel caballo aparentemente furioso permitían ver sus
sepulcrales y repulsivos dientes.
Estupefacto de terror el joven aristócrata se dirigió tambaleante hacia la puerta. En el momento de abrirla, un relámpago
de luz roja flameó dentro de la habitación proyectando claramente su sombra sobre la trémula tapicería, y Frederick se
estremeció al ver que aquella sombra (mientras él permanecía vacilante en el umbral) asumía la postura exacta y llenaba
completamente el contorno del implacable y triunfante matador del Berlifitzing sarraceno.
Para aliviar la depresión de su espíritu, el barón salió presuroso al aire libre. En la puerta principal del palacio
encontró a tres caballerizos, que con gran dificultad y con riesgo de sus vidas trataban de calmar los convulsivo saltos
de un gigantesco caballo de color de fuego.
-¿De quién es este caballo? ¿Dónde lo habéis encontrado? -preguntó el joven con un tono tan sombrío como colérico, al
reconocer inmediatamente que el misterioso corcel de la tapicería era la réplica exacta del furioso animal que tenía ante
los ojos.
-Es vuestro, señor -contestó uno de los caballerizos-, o al menos no sabemos que nadie lo reclame. Lo capturamos cuando
huía echando humos y espumeante de rabia de las caballerizas incendiadas del conde de Berlifitzing. Suponiendo que era
uno de los caballos extranjeros del conde fuimos a devolverlo, pero los mozos negaron haber visto nunca al animal, lo
cual es extraño puesto que muestra señales evidentes del fuego del que se ha librado de milagro.
-Las letras W. V. B. están cláramente marcadas en su frente -interrumpió el segundo caballerizo-. Como es natural
supusimos que eran las iniciales de Wilhelm van Berlifitzing, pero en el castillo niegan terminantemente que el caballo
les pertenezca.
-¡Es muy extraño! -dijo el joven barón con aire pensativo y sin cuidarse al parecer del sentido de sus palabras-. Como
decís, es un caballo notable, un caballo prodigioso, aunque, como justamente observáis, tan peligroso como intratable...
Pues bien, dejádmelo -agregó luego de una pausa-, quizá un jinete como Frederick de Metzengerstein sepa domar hasta el
mismísimo diablo de las cuadras de Berlifitzing.
-Os engañáis, señor; este caballo, como creo haberos indicado, no proviene de las cuadras del conde, pues, en tal caso,
conocemos muy bien nuestro deber para traerlo a presencia de vuestra familia.
-¡Cierto! -observó secamente el barón.
En aquel momento un ayuda de cámara llegó corriendo desde el palacio todo sofocado. Musitó al oído de su amo para
informarle de la repentina desaparicion de un pequeño trozo de la tapicería de cierto aposento, agregando numerosos
detalles tan precisos como concretos. Pero como comunicó todo aquello en un tono de voz muy bajo no se escapó nada que
pudier satisfacer la excitada curiosidad de los caballerizos.
Mientras duró el relato del paje, el joven Frederick pareció agitado por muy diversas emociones. No obstante, pronto
recobró la calma, y una expresión de resuelta perversidad afloró a su rostro cuando daba órdenes perentorias para que la
estancia en cuestión fuera al punto cerrada y se le entregara inmediatamente la llave.
-¿Habéis oído la noticia de la lamentable mUerte del viejo cazador Berlifitzing? -dijo uno de sus vasallos al barón
cuando, después de marcharse el ayuda de cámara, el enorme corcel, que el noble acababa de adoptar como suyo, redoblaba su furia, mientras lo llevaban por la larga avenida que se extendía desde el palacio hasta las caballerizas de los
Metzengerstein.
-¡No! -exclamó el barón, volviéndose bruscamente hacia el que hablaba-. ¿Que ha muerto, dices?
-Es cierto, señor, y pienso que para un noble de vuestro apellido no será una noticia desagradable.
Una rápida sonrisa cruzó por el rostro del barón.
-¿ Cómo ha muerto?
-Entre las llamas, cuando se esforzaba imprudentemente por salvar una parte de sus caballos de caza favoritos.
-¡Re...al...men...te! -exclamó el barón, pronunciando cada sílaba como si una idea apasionante se apoderara en ese
momento de él.
-¡Realmente! -repitió el vasallo.
-¡Espantoso! -dijo tranquilamente el joven que regresó en silencio al palacio.
Desde aquella fecha, una notable alteración tuvo lugar en la conducta exterior del disoluto barón Frederick von
Metzengerstein. Su conducta defraudó todas las esperanzas y se mostró en completo desacuerdo con las expectativas y
manejos de más de una madre de niña casadera; al mismo tiempo, sus hábitos y maneras siguieron diferenciándose más que
nunca de los de la aristocracia circundante. Jamás se lo veía allende los límites de sus dominios y en su vasto mundo
ocial carecía de compañero, a menos que aquel extraño e impetuoso corcel de ígneo color, que montaba continuamente,
tuviera algún misterioso derecho a ser considerado como su amigo.

A pesar de lo cual y durante largo tiempo llegaron a palacio las invitaciones de nobles vinculados con su casa.
-¿Honrará el barón nuestras fiestas con su presencia?
-¿ Vendrá el barón a cazar con nosotros a una montería de jabalíes?
Las altaneras y lacónicas respuestas eran siempre:
-Metzengerstein no irá a la caza.
-Metzengerstein no concurrirá.
Aquellos repetidos insultos no podían ser tolerados por una aristocracia igualmente arrogante. Las invitaciones se
hicieron menos cordiales, menos frecuentes, hasta que cesaron por completo. Se oyó incluso a la viuda del infortunado
conde de Berlifitzing expresar su esperanza de que «el barón tuviera que quedarse en su casa cuando no deseara estar en
ella, puesto que desdeñaba la compañía de sus iguales, y que cabalgara cuando no quisiera cabalgar, puesto que prefería
la compañía de un caballo».
Estas palabras eran tan sólo el estallido de un rencor hereditario y probaban simplemente el poco sentido que tienen
nuestras palabras cuando queremos que sean especialmente enérgicas.
Los más caritativos, sin embargo, atribuían aquella alteración en la conducta del joven noble al natural dolor de un hijo
por la pérdida prematura de sus padres; ni que decir tiene que olvidaban su atroz y despreocupada conducta durante el
breve período que siguió de cerca a aquellas muertes. No faltaban quienes presumían en el barón un concepto excesivamente altanero de la dignidad. Otros (entre los cuales cabe mencionar al médico de la familia) no vacilaban en hablar de una
melancolía morbosa y mala salud hereditaria; la multitud hacía correr oscuras insinuaciones de naturaleza más equívoca.
Por cierto que el perverso cariño del joven barón por su caballo -cariño que parecía acendrarse a cada nueva prueba que
daba el animal de sus feroces y demoníacas inclinaciones- llegó a ser a la larga, a los ojos de los hombres, un cariño
horrible y contra natura. Bajo el resplandor del mediodía, en la oscuridad nocturna, enfermo o sano, en la calma o en la
borrasca, el joven Metzengerstein parecía estar clavado a la montura de aquel caballo colosal, cuya indomable audacia
armonizaba tan bien con su manera de ser.
Había, por añadidura, circunstancias que unidas a los últimos acontecimientos conferían un carácter extraterreno y
portentoso a la manía del jinete y a las posibilidades del corcel. Habíase medido cuidadosamente la longitud de sus
saltos, que excedían de manera asombrosa las conjeturas más fantásticas. El barón no usaba ningún nombre especial para su caballo pese a que todos los demás de su propiedad lo tenían. Su caballeriza también estaba situada a cierta distancia de
las otras, y sólo su amo osaba penetrar allí y acercarse al animal para darle de comer y ocuparse de su limpieza. Era
además notable que, aunque lo tres mozos que lo habían capturado cuando huía del incendio de Berlifitzing lo habían
contenido por medio de una cadena y de un lazo, ninguno de los tres podía afirmar con certeza que durante aquella
peligrosa lucha o en otro momento posterior hubiesen puesto sus manos sobre el cuerpo de la bestia.
Esas pruebas de una inteligencia especial en la conducta de un caballo lleno de ardor no tiene por qué provocar una
atención fuera de lo común; pero ciertas circunstancias se imponían a los espíritus más escépticos y flemáticos; se
afirmó incluso que, a veces, la asombrada multitud que contemplaba a la bestia había retrocedido horrorizada ante la
profunda e impresionante significación de su terrible apariencia; ciertas ocasiones en que, incIuso el joven
Metzengerstein, retrocedía palideciendo ante la expresión repentina y penetrante de aquellos ojos casi humanos del corcel.
Nadie dudó, sin embargo, del ardiente y extraordinario cariño que sentía el joven por las fogosas cualidades de su
caballo. Nadie, salvo un insignificante pajecillo contrahecho que interponía su fealdad en todas partes y cuyas opiniones
poseían muy poca importancia. Este paje (si es que merece la pena mencionar sus opiniones) tenía el descaro de afirmar
que su amo no saltaba nunca a la silla sin un estremecimiento tan inexplicable como imperceptible y que al regresar de
cada una de sus interminables y habituales correrías, cada rasgo de su rostro aparecía reformado por una expresión de triunfante malignidad.
Cierta tempestuosa noche, al despertar de un pesado sueño, Metzengerstein bajó como un maníaco de su estancia y montando a caballo a toda prisa se precipitó hacia las profundidades de la selva. Un hecho tan corriente no llamó especialmente la
atención, pero sus criados esperaron con intensa ansiedad su regreso; pocas horas después de su partida, los muros del
magnífico y suntuoso palacio de Metzengerstein empezaron a crujir ya temblar hasta sus cimientos bajo la acción de una
masa densa y lívida de indomable fuego.
Cuando fueron vistas aquellas llamas por primera vez era demasiado tarde; habían hecho ya tan terribles progresos que
todos los esfuerzos por salvar una parte cualquiera del edificio eran evidentemente inútiles; la atónita muchedumbre se
concentró alrededor envuelta en un silencio y patético asombro. Pero pronto un nuevo y pavoroso objeto atrajo la atención
de la multitud, demostrando hasta qué punto es más intensa la excitación provocada en ella por la contemplación de una
agonía humana que la causada por los espectáculos más aterradores de la materia inanimada.
Por la larga avenida de añosos robles, que formaba el principio de la floresta y que conducía hasta la entrada del
palacio de Metzengerstein, se vio venir un corcel dando enormes saltos, que llevaba en su silla un jinete sin sombrero y
con las ropas revueltas, semejante al verdadero Demonio de la Tempestad. Indiscutiblemente el jinete no dominaba aquella
carrera. La angustia de su rostro, los esfuerzos convulsivos de todo su cuerpo patentizaban una lucha sobrehumana; pero
ningún sonido, salvo un solo grito, escapó de sus labios desgarrados, que se mordía una y otra vez en la intensidad de su
terror. Por un momento resonó el golpeteo de los cascos, agudo y penetrante, por sobre el mugido de las llamas y el
aullido del viento; un instante después, franqueando de un solo salto el portón y el foso, el corcel se precepitó por la
escalinata del palacio y desapareció con su jinete en aquel torbellino de caótico fuego.
La furia de la tempestad cesó de inmediato, siendo sucedida por una profunda y sorda calma. Una blanca llamarada envolvía
aún el edificio como un sudario, mientras en la serena atmósfera brillaba un resplandor sobrenatural, mientras caía
pesadamente sobre los muros una nube de humo mostrando distintamente la colosal figura de un... caballo.
(1)."En vida era tu azote; muerto será tu muerte"
(2)."Proviene de no poder estar solos"
Mercier, en Lán deux mille quatre cents cuarante, mantiene seriamente las doctrinas de la metempsícosis y J. D´Israeli
afirma que "no hay ningun sistema tan sencillo y que repugne menos a la inteligencia". Se dice asimismo que el coronel
Ethan Allen, "el muchacho de las montañas verdes", era asimismo un adepto de la metempsícosis. (Nota de Edgar Allan Poe)
(3). "Solo permanece una vez en un cuerpo sensible: por lo demas, un caballo, un perro, un hombre mismo, no es sino la
semejanza poco tangible de esos animales".

miércoles, abril 23, 2008

EL HIPNOTIZADOR -- AMBROSE BIERCE


Ambrose Bierce
EL HIPNOTIZADOR

El Hipnotizador
Algunos de mis amigos, que saben por casualidad que a veces me entretengo
con el hipnotismo, la lectura de la mente y fenómenos similares, suelen
preguntarme si tengo un concepto claro de la naturaleza de los principios,
cualesquiera que sean, que los sustentan. A esta pregunta respondo siempre
que no los tengo, ni deseo tenerlos. No soy un investigador con la oreja pegada
al ojo de la cerradura del taller de la Naturaleza, que trata con vulgar curiosidad
de robarle los secretos del oficio. Los intereses de la ciencia tienen tan poca
importancia para mí, como parece que los míos han tenido para la ciencia.
No hay duda de que los fenómenos en cuestión son bastante simples, y de
ninguna manera trascienden nuestros poderes de comprensión si sabemos
hallar la clave; pero por mi parte prefiero no hacerlo, porque soy de naturaleza
singularmente romántica y obtengo más satisfacciones del misterio que del
saber. Era corriente que se dijera de mí, cuando era un niño, que mis grandes
ojos azules parecían haber sido hechos más para ser mirados que para mirar...
tal era su ensoñadora belleza y, en mis frecuentes períodos de abstracción, su
indiferencia por lo que sucedía. En esas circunstancias, el alma que yace tras
ellos parecía -me aventuro a creerlo-, siempre más dedicada a alguna bella
concepción que ha creado a su imagen, que preocupada por las leyes de la
naturaleza y la estructura material de las cosas. Todo esto, por irrelevante y
egoísta que parezca, está relacionado con la explicación de la escasa luz que
soy capaz de arrojar sobre un tema que tanto ha ocupado mi atención y por el
que existe una viva y general curiosidad. Sin duda otra persona, con mis
poderes y oportunidades, ofrecería una explicación mucho mejor de la que
presento simplemente como relato.
La primera noción de que yo poseía extraños poderes, me vino a los catorce
años, en la escuela. Habiendo olvidado una vez de llevar mi almuerzo, miraba
codiciosamente el que una niñita se disponía a comer. Levantó ella los ojos, que
se encontraron con los míos y pareció incapaz de separarlos de mi vista. Luego
de un momento de vacilación, vino hacia mí, con aire ausente, y sin una palabra
me entregó la canastita con su tentador contenido y se marchó. Con inefable
encanto alivié mi hambre y destruí la canasta. Después de lo cual ya no volví a
preocuparme de traer el almuerzo: la niñita fue mi proveedora diaria; y no sin
frecuencia, al satisfacer con su frugal provisión mi sencilla necesidad, combiné
el placer y el provecho, obligándola a participar del festín y haciéndole
engañosas propuestas de viandas que, eventualmente, yo consumía hasta la
última migaja. La niña estaba persuadida de haberse comido todo ella, y más
tarde, durante el día, sus llorosos lamentos de hambre sorprendían a la maestra
y divertían a los alumnos, que le pusieron el sobrenombre de Tragaldabas, y me
llenaban de una paz más allá de lo comprensible.
Un aspecto desagradable de este estado de cosas, en otros sentidos tan
satisfactorio, era la necesidad de secreto: el traspaso del almuerzo, por ejemplo,
debía hacerse a cierta distancia de la enloquecedora muchedumbre, en un
bosque; y me ruborizo en pensar en los muchos otros indignos subterfugios
producto de la situación. Como por naturaleza era (y soy) de disposición franca
y abierta, esto se iba haciendo cada vez más fastidioso, y si no hubiera sido por
la repugnancia de mis padres a renunciar a las obvias ventajas del nuevo
régimen, hubiera vuelto al antiguo, alegremente. El plan que finalmente adopté
para librarme de las consecuencias de mis propios poderes, despertó un amplio
y vivo interés en esa época, aunque la parte que consistió en la muerte de la
niña fue severamente condenada, pero esto no hace a la finalidad de este
relato.
Después, durante unos años, tuve poca oportunidad de practicar hipnotismo; los
pequeños intentos que hice estaban desprovistos de otro premio que no fuera el
confinamiento a pan y agua, y a veces, en realidad, no traían nada mejor que el
látigo de nueve colas. Sólo cuando estaba por abandonar la escena de estos
pequeños desengaños, realicé una hazaña verdaderamente importante.
Me habían llevado a la oficina del director de la cárcel y me habían dado un traje
de civil, una irrisoria suma de dinero y una gran cantidad de consejos que, debo
confesarlo, eran de mucha mejor calidad que la ropa. Cuando atravesaba el
portón hacia la luz de la libertad, me di vuelta de súbito y, mirando seriamente
en los ojos al director, lo puse rápidamente bajo mi control.
-Usted es un avestruz -le dije.
El examen post mortem reveló que su estómago contenía una gran cantidad de
artículos indigestos, la mayor parte de metal o madera. Atragantado en el
esófago, un picaporte, lo que según el veredicto del jurado, constituyó la causa
inmediata de la muerte.
Yo era por naturaleza un hijo bueno y afectuoso, pero, al retornar al mundo del
que tanto tiempo había estado separado, no pude evitar recordar que todas mis
penas surgían como un arroyuelo de la tacaña economía de mis padres en
aquel asunto del almuerzo escolar; y no tenía razón alguna para creer que se
habían reformado.
En el camino entre Succotash Hill y Sud Asfixia hay unas tierras donde existió
una edificación conocida como rancho de Pete Gilstrap, en donde este caballero
solía asesinar a los viajeros para ganarse el sustento. La muerte del señor
Gilstrap y el desvío de casi todos los viajes hacia otro camino ocurrieron tan al
mismo tiempo que nadie ha podido decir aún cuál fue causa y cuál efecto. De
todos modos las tierras estaban ahora desiertas y el pequeño rancho había sido
incendiado hacía mucho. Mientras iba a pie a Sud Asfixia, el hogar de mi niñez,
encontré a mis padres, camino de la colina. Habían atado la yunta y almorzaban
bajo un roble, en medio de la campiña. La vista del almuerzo revivió en mí los
dolorosos recuerdos de los días escolares y despertó el león dormido en mi
pecho. Acercándome a la pareja culpable, que en seguida me reconoció, me
aventuré a sugerir que compartiría su hospitalidad.
-De este festín, hijo mío -dijo el autor de mis días, con la característica
pomposidad que la edad no había marchitado-, no hay más que para dos. No
soy, eso creo, insensible a la llama hambrienta de tus ojos, pero...
Mi padre nunca completó la frase: lo que equivocadamente tomó por llama del
hambre no era otra cosa que la mirada fija del hipnotizador. En pocos segundos
estaba a mi servicio. Unos pocos más bastaron para la dama, y los dictados de
un justo reconocimiento pudieron ponerse en acción.
-Antiguo padre -dije-, imagino que ya entiendes que tú y esta señora no son ya
lo que eran.
-He observado un cierto cambio sutil -fue la dudosa respuesta del anciano
caballero-, quizás atribuible a la edad.
-Es más que eso -expliqué-, tiene que ver con el carácter, con la especie. Tú y la
señora son, en realidad, dos potros salvajes y enemigos.
-Pero, John -exclamó mi querida madre-, no quieres decir que yo...
-Señora -repliqué solemnemente, fijando mis ojos en los suyos-, lo es.
Apenas habían caído estas palabras de mis labios cuando ella estaba ya en
cuatro patas y, empujando al viejo, chillaba como un demonio y le enviaba una
maligna patada a la canilla. Un instante después él también estaba en cuatro
patas, separándose de ella y arrojándole patadas simultáneas y sucesivas. Con
igual dedicación pero con inferior agilidad, a causa de su inferior engranaje
corporal, ella se ocupaba de lo mismo. Sus piernas veloces se cruzaban y
mezclaban de la más sorprendente manera; los pies se encontraban
directamente en el aire, los cuerpos lanzados hacia adelante, cayendo al suelo
con todo su peso y por momentos imposibilitados. Al recobrarse reanudaban el
combate, expresando su frenesí con los innombrables sonidos de las bestias
furiosas que creían ser; toda la región resonaba con su clamor. Giraban y
giraban en redondo y los golpes de sus pies caían como rayos provenientes de
las nubes. Apoyados en las rodillas se lanzaban hacia adelante y retrocedían,
golpeándose salvajemente con golpes descendentes de ambos puños a la vez,
y volvían a caer sobre sus manos, como incapaces de mantener la posición
erguida del cuerpo. Las manos y los pies arrancaban del suelo pasto y guijarros;
las ropas, la cara, el cabello estaban inexpresablemente desfigurados por la
sangre y la tierra. Salvajes e inarticulados alaridos de rabia atestiguaban la
remisión de los golpes; quejidos, gruñidos, ahogos, su recepción. Nada más
auténticaniente militar se vio en Gettysburg o en Waterloo: la valentía de mis
queridos padres en la hora del peligro no dejará de ser nunca para mí fuente de
orgullo y satisfacción. Al final de esto, dos estropeados, haraposos, sangrientos
y quebrados vestigios de humanidad atestiguaron de forma solemne de que el
autor de la contienda era ya un huérfano.
Arrestado por provocar una alteración del orden, fui, y desde entonces lo he
sido, juzgado en la Corte de Tecnicismos y Aplazamientos, donde, después de
quince años de proceso, mi abogado está moviendo cielo y tierra para conseguir
que el caso pase a la Corte de Traslados de Nuevas Pruebas.
Tales son algunos de mis principales experimentos en la misteriosa fuerza o
agente conocido como sugestión hipnótica. Si ella puede o no ser empleada por
hombres malignos para finalidades indignas es algo que no sabría decir.

LA CALLE -- H. P. LOVECRAFT

LA CALLE
H. P. LOVECRAFT
LA CALLE
HAY quienes afirman que las cosas y los lugares poseen un alma, y hay quienes lo
niegan; por mi parte no osaré dar opinión, sino que voy a hablar acerca de la Calle.
La Calle fue edificada por hombres fuertes y honorables; hombres buenos y valientes de
nuestra sangre, llegados de las Islas Benditas, al otro lado del mar. En un principio consistía
en un camino abierto por los aguadores que iban del manantial del bosque al racimo de casas
junto a la playa. Luego, según llegaban más hombres al creciente grupo de casas, buscando un
lugar donde instalarse, construyeron cabañas a lo largo del lado norte; cabañas de recios
troncos de roble con albañilería dando al bosque, ya que había muchos indios acechando en
esa parte con sus flechas incendiarias. Algunos años después, los hombres levantaron cabañas
en el lado sur de la Calle.
Hombres graves de sombreros cónicos iban arriba y abajo por la Calle, casi siempre
empuñando mosquetes o escopetas. Y también estaban sus esposas con sus tocas, así como
sus discretos hijos. Al atardecer, esos hombres, con sus esposas e hijos, se sentaban en torno a
gigantescos hogares a leer y hablar. Sumamente sencillas eran las cosas sobre las que leían y
hablaban, aunque eran cosas que les infundían valor y bondad, y les ayudaban durante el día a
dominar el bosque y transformarlo en campos. Y los niños escuchaban y aprendían sobre
leyes y escrituras de antaño, así como sobre la querida Inglaterra que nunca vieran, o que ya
no podían recordar.
Hubo una guerra y, tras ella, lo indios no volvieron a amenazar a la Calle. Los hombres,
volcados en su trabajo, prosperaron y fueron todo lo felices que pudieron. Los niños crecieron
amparados y más familias llegaron desde la madre patria a vivir en la Calle. Y los hijos de los
hijos, junto con los hijos de los recién llegados, crecieron. El pueblo se transformó en ciudad,
y una tras otra las cabañas fueron dejando paso a casas; casas de madera y ladrillo hermosas y
sencillas, con escaleras de piedra y cristaleras de abanico sobre la puerta. No eran endebles
esas casas, ya que debían servir a más de una generación. Dentro había chimeneas cinceladas
y airosas escaleras, y muebles sensibles y agradables, porcelanas y plata llegada de la madre
patria.
Así la Calle bebió de los sueños de un pueblo joven, regocijándose cuando sus
moradores se tornaron más donosos y felices. Donde una vez hubiera fuerza y honor, ahora
tenían también cabida el buen gusto y la sabiduría. Libros y pinturas y músicas llegaban a esas
casas, y los jóvenes iban a la universidad edificada en la llanura del norte. En vez de
sombreros cónicos y mosquetes usaban sombreros de tres picos y espadas livianos, y lazos y
pelucas blancas como la nieve. Y había empedrados que resonaban al paso de los caballos de
casta y sobre los que traqueteaban multitud de coches dorados, y muros de piedra con anillos
y postes para amarrar caballos.
Había muchos árboles en esta calle, olmos y robles, y arces venerables, así que en
verano el paraje resultaba de un amable verdor, lleno por el gorjeo de los pájaros. Y tras la
casa había rosaledas cercadas, con caminos flanqueados por los setos, y relojes de arena
donde al caer la tarde brillaban de forma encantadora la luna y las estrellas mientras las
fragantes flores brillaban cubiertas de rocío.
Así soñaba la Calle, conociendo guerras, calamidades y cambios. Una vez se fueron
casi todos lo jóvenes y algunos no regresaron. Fue cuando arriaron la vieja bandera y
colocaron en su lugar otra de estrellas y barras. Pero aunque los hombres hablaban de grandes
cambios, la Calle no los notó, ya que sus gentes seguían siendo las mismas, hablando de las
cosas de siempre con la vieja y familiar entonación. Y los árboles aún albergaban pájaros
cantores, y, al caer la tarde, la luna y las estrellas contemplaban flores llenas de rocío en las
rosaledas valladas.
Con el tiempo pasaron las espadas, los sombreros de tres picos y las pelucas. ¡Cuán
extraños resultaban los vecinos con sus bastones de paseo, altas castorinas y cabellos al
descubierto! Nuevos sonidos brotaban en la distancia... primero un extraño resoplar y gritar y
retumbar en el río, como a una milla; luego, muchos años después, otro extraño resoplar y
gritar y retumbar en dirección contraria. El aire no era tan límpido como antaño, pero el
espíritu del lugar no había cambiado. La sangre y el espíritu de la gente era la sangre y el
espíritu de aquellos antepasados que edificaran la Calle. Ni siquiera varió el espíritu cuando
abrieron la tierra para alojar extraños tubos o cuando colocaron altos postes que sustentaban
curiosos cables. Había mucha sabiduría antigua en esa Calle, y el pasado no podía olvidarse
con facilidad.
Entonces llegaron días de maldad, cuando muchos de los que conocieran de antiguo la
Calle ya no la conocieron, y muchos que no la habían conocido antes dieron con ella. Y esos
recién llegados no eran como los que se fueron, ya que sus acentos eran estridentes y
groseros, y sus apariencias y rostros desagradables. Su forma de pensar, también, chocaba con
el espíritu justo y sabio de la Calle, por lo que ésta sufría en silencio mientras sus casas se
sumían en la decadencia y sus árboles morían uno tras otro, y sus rosaledas eran devoradas
por la maleza y la basura. Pero sintió un ramalazo de orgullo el día en que de nuevo partieron
los jóvenes, algunos para no regresar. Esos jóvenes vestían de azul.
Con el paso de los años, la suerte de la Calle fue a peor. Sus árboles se habían
esfumado, y sus rosaledas fueron desplazadas por las zagas de nuevos edificios, feos y
baratos, construidos en calles paralelas. Aunque quedaban las casas, a pesar de los estragos
causados por años y tormentas y gusanos, ya que habían sido levantadas para durar. Muchas
cataduras se vieron en la Calle; rostros morenos y siniestros de ojos furtivos y facciones
extrañas cuyos propietarios hablaban palabras ignoradas y colocaban carteles en caracteres
conocidos y desconocidos sobre la mayoría de las mohosas moradas. Carros de mano
abarrotaban los albañales. Un hedor sórdido e indefinible se impuso sobre el lugar y el viejo
espíritu estaba aletargado.
De nuevo hubo gran excitación en la Calle. Guerra y revolución ardían allende los
mares; cayó una dinastía, y sus degenerados súbditos llegaban en bandadas de dudosas
intenciones hasta la tierra occidental. Muchos de ellos se instalaron en las destartaladas casas
que una vez conocieran el canto de los pájaros y el aroma de las rosas. Entonces la misma
tierra occidental despertó y se unió a la madre patria en su titánica lucha en pro de la
civilización. Sobre las ciudades ondeó una vez más la vieja bandera acompañada de la nueva,
así como por una más modesta aunque gloriosa tricolor. Pero no había muchas banderas en la
Calle, ya que allí no se albergaba sino el miedo, el odio y la ignorancia. De nuevo partieron
los jóvenes, aúnque no como aquellos otros de antaño. Algo faltaba. Y los hijos de aquellos
otros jóvenes, que partieron vestidos de caqui con el mismo espíritu que sus antepasados,
procedían de lugares distantes y nada sabían de la Calle y su antiguo espíritu.
Hubo una gran victoria en ultramar, y la mayoría de los jóvenes regresó en triunfo.
Aquellos que habían carecido de algo lo encontraron, aunque el odio y el miedo y la
ignorancia aún se alojaban en la Calle, ya que eran muchos los que se habían quedado, y una
muchedumbre de extranjeros había llegado desde lejanos lugares a las viejas casas. Y los
jóvenes que regresaron no se demoraron mucho. Los rostros de la mayoría de los extranjeros
eran morenos y siniestos, aunque entre ellos uno podía encontrar algunos semejantes a los de
aquellos que edificaron la Calle y forjaron su espíritu. Parecidos y, sin embargo, diferentes, ya
que lucían en los ojos un brillo salvaje y malsano de avaricia, ambición, rencor y celo mal
llevado. La inquietud y la traición moraban entre unos pocos malvados que planeaban un
golpe de muerte contra la tierra occidental para, sobre las ruinas, hacerse con el poder, tal y
como lo habían alcanzado los asesinos en esa tierra fría y desdichada de donde llegaba la
mayoría. Y el corazón del complot estaba en la Calle, cuyas casas destartaladas rebosaban de
extranjeros cizañadores, resonando con los planes y conjuras de aquellos que esperaban el
prefijado día de sangre, llama y crimen.
La ley señaló mucho pero pudo probar poco acerca de las diversas y extrañas asambleas
habidas en la Calle. Hombres de placas ocultas merodeaban con gran diligencia, prestando
oídos en sitios como la panadería de Petrovitch, la mísera Escuela Rifkin de Economía
Moderna, el Club Círculo Social y el Café Libertad. Se congregaba gran número de hombres
siniestros, aunque siempre hablando comedidamente o en lengua extranjera. Y aún
permanecían las viejas casas, con su perdido recuerdo de siglos más nobles y pretéritos; de
recios habitantes coloniales y rosaledas cubiertas de rocío a la luz de la luna. A veces era
entrevistado por un poeta solitario o un viajero, y trataba de describirla en su desvanecida
gloria, pero tales viajeros y poetas no resultaban demasiado frecuentes.
Corrían ahora tremendos rumores sobre que esas casas albergaban a una gran banda de
terroristas que, el día señalado, desatarían una orgía de matanza encaminada a exterminar
América, así como todas las hermosas tradiciones que la Calle tanto había amado. Folletos y
periódicos revoloteaban sobre sucios albañales; folletos y periódicos impresos en muchas
lenguas y carácteres, pero todos portando mensajes de crimen y rebelión. En tales impresos
se instaba a la gente a destruir las leyes y virtudes que nuestros padres habían enaltecido, a
pisotear el alma de la vieja América... el alma que nos fuera legada tras milenio y medio de
libertad, justicia y moderación anglosajona. Se decía que los hombres morenos que habitaban
la Calle y que se reunían en sus podridas edificaciones eran los cerebros de una espantosa
revolución, que a su orden muchos millones de bestias descerebradas y embrutecidas
sacarían sus garras de las chabolas de un millar de ciudades y se desparramarían quemando,
matando y destrozando hasta aniquilar la tierra de nuestros padres. Y se rumoreaba y repetía,
y muchos esperaban atemorizados la llegada del 4 de julio, acerca del cual los escritos insinuaban
mucho; pero no pudo descubrirse nada que señalara a los culpables. Nadie podía
decir qué arrestos cortarían de raíz el abominable complot. Grupos de policías llegaron
muchas veces a buscar entre las tambaleantes casas, pero al final dejaron de ir, ya que ellos
también se cansaron de la ley y el orden, y abandonaron la ciudad a su suerte. Llegaron los
hombres de caqui con fusiles, hasta parecer que, en sus tristes sueños, la Calle había tenido
uno que recordara aquellos otros días, cuando hombres de mosquetes y sombrero cónicos
iban del arroyo del bosque al racimo de casas en la playa. Sin embargo, nada podían hacer
para parar el inminente cataclismo, ya que aquellos hombres morenos y siniestros eran
avezados en astucias.
Así que la calle dormía intranquila, hasta que una noche se reunieron en la panadería
de Petrovitch y en la Escuela Rifkin de Economía Moderna y en el Club Círculo Social y en
el Café Libertad, y en otros sitios de igual calaña, grandes hordas de hombres con los ojos
desorbitados por un triunfo y una expectación horribles. Los mensajes iban por ocultos hilos
y se habló mucho de mensajes aún más extraños que también debieron circular; pero de casi
todo eso no se supo hasta después, cuando la tierra occidental estuvo a salvo del peligro. Los
hombres de caqui nada supieron de lo que sucedía, o de lo que iba a pasar, ya que los
hombres morenos y siniestros eran duchos en artimañas y disimulos.
Y, sin embargo, los hombres de caqui siempre recordarán esa noche y se hablará de la
Calle por lo que ellos cuentan a sus nietos, ya que casi todos fueron enviados al día siguiente
a una misión muy distinta de la esperada. Se sabe que ese nido de anarquía era viejo, y que
las casas estaban vencidas por el castigo de años y tormentas y gusanos; pero lo ocurrido esa
noche de verano resultó una sorpresa por su extraña uniformidad. Fue, de hecho, un suceso
singularmente extraordinario, aunque bastante sencillo. Sin previo aviso, en la madrugada,
todos los deterioros de años y tormentas y gusanos llegaron a una tremenda culminación, y
tras el cataclismo no quedó en pie en la Calle sino un par de viejas chimeneas y parte de un
recio muro de ladrillos. Ninguno de sus moradores salió con vida de las ruinas.
Un poeta y un viajero, presentes entre la tremenda multitud llegada al lugar, cuentan
cosas extrañas. El poeta dice que en horas previas al amanecer contempló ruinas sórdidas
pero como enturbiadas al resplandor de las luces eléctricas, y que por encima de la catástrofe
se atisbaba otra imagen que podría resumirse en luz de luna y bonitas casas y olmos y robles
y arces venerables. Y el viajero afirma que en aquel lugar, efectivamente, en vez del habitual
hedor surgía una delicada fragancia de rosas en flor. ¿Pero no son los sueños de los poetas y
los cuentos de los - viajeros notoriamente falsos?
Hay quienes afirman que las cosas y los lugares poseen un alma, y hay quienes lo
niegan; por mi parte no osaré dar opinión, sino que os he hablado acerca de la Calle.

lunes, abril 21, 2008

FABULAS FANTASTICAS -- AMBROSE BIERCE

Fábulas Fantásticas
Ambrose Bierce



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EL PRINCIPIO MORAL Y EL INTERÉS
MATERIAL

Un Principio Moral se encontró una vez con un Interés Material, en tren de cruzar
un puente sobre el que sólo había paso para uno.
-¡Arrójate, ruin -tronó el Principio Moral-, y déjame pasar encima de ti!
El Interés Material simplemente miró al otro en los ojos, sin decir palabra.
-¡Ah! -dijo el Principio Moral, vacilante-. Echemos suertes, para ver quién de
nosotros se aparta hasta que el otro haya cruzado.
El Interés Material mantuvo su inquebrantable silencio y su imperturbable
mirada.
-Con el fin de evitar un conflicto -volvió a hablar el Principio Moral, ya un poco
incómodo-, yo mismo me voy a echar, y te permitiré pasar por encima.
Entonces el Interés Material recuperó el habla.
-No creo que seas un buen paseo -dijo-. Soy un poco exigente acerca de lo que
piso. Supongamos que te arrojas al agua.
Y así se hizo.

LA VELA CARMESÍ

Un hombre que yacía en su lecho de muerte llamó a su lado a su esposa, y le dijo:
-Estoy por dejarte para siempre; dame, entonces, una última prueba de tu afecto y
fidelidad. Encontrarás en mi escritorio una vela carmesí, que fue bendecida por el
Gran Sacerdote y tiene un peculiar significado místico. Júrame que mientras esa vela
exista, tú no te volverás a casar.
La Mujer juró y el Hombre murió. En el funeral, la Mujer se mantuvo de pie a la
cabeza del féretro, sosteniendo una vela carmesí ardiente, hasta que esta se consumió
por completo.
LA REPUTACIÓN Y LA TOGA
Reputación Manchada planteó una cuestión de privilegio, y dijo:
-Señor Presidente, deseo hacer un alegato para explicar que las manchas que se
ven sobre mí son las marcas naturales propias de alguien que es descendiente directo
del sol y de una cierva manchada. No provienen de ningún accidente de carácter, sino
que integran el orden divino y la constitución de las cosas.
Cuando la Reputación Manchada volvió a sentarse, una Toga Sucia se levantó y
dijo:
-Señor Presidente, he escuchado con profunda atención y entera aprobación la
explicación del Honorable Miembro, y deseo ofrecer unas pocas observaciones en mi
propio beneficio. Yo también he sido vilmente calumniada por nuestra antigua
enemiga, la Infame Falsedad, y deseo señalar que estoy hecha de la piel de Mustela
maculata, que es sucia de nacimiento.
EL PATRIOTA INGENIOSO

Habiendo obtenido una audiencia del Rey, un Patriota Ingenioso extrajo un papel
del bolsillo, diciendo:
-Espero que esta fórmula que tengo aquí para construir un blindaje que ningún
cañón puede perforar sea del agrado de Su Majestad. Si este blindaje es adoptado en
la Armada Real, nuestros barcos de guerra serán invulnerables, y por consiguiente invencibles.
Aquí, también, están los informes de los Ministros de Su Majestad, certificando
el valor de la invención. Me desprenderé de mis derechos sobre ella por un
millón de tumtums.
Tras examinar los papeles, el Rey los apartó, y le prometió una orden del Tesorero
Mayor del Departamento de Exacción por el valor de un millón de tumtums.
-Y aquí -dijo el Patriota Ingenioso, extrayendo otro papel de otro bolsillo -están
los planos de un cañón de mi invención, que perforarán ese blindaje. El Real hermano
de Su Majestad, el Emperador de Bang, está ansioso por comprarlo, pero mi lealtad al
trono y a la persona de Su Majestad me obliga a ofrecerlo primero a Su Majestad. Su
precio es de un millón de tumtums.
Habiendo recibido la promesa de otro cheque, hundió su mano en otro bolsillo,
diciendo:
-El precio del cañón irresistible hubiese sido mucho mayor, Su Majestad, si no
fuese por el hecho de que sus proyectiles pueden ser efectivamente desviados por mi
peculiar método de tratar las corazas blindadas con un nuevo...
El Rey hizo al Gran Factótum una seña para que se aproximara.
-Revisa a este hombre -le dijo-, e infórmame cuántos bolsillos tiene.
-Cuarenta y tres -dijo el Gran Factótum, tras completar el escrutinio.
-Puede complacer a Su Majestad -exclamó el Patriota Ingenioso, presa del terror-,
saber que uno de ellos contiene tabaco.
-Cuélguenlo de los tobillos y sacúdanlo bien -dijo el Rey-. Después entréguenle
un cheque por cuarenta y dos millones de tumtums y mátenlo. En este acto decreto
que la ingenuidad es un crimen capital.
EL OFICIAL DE POLICÍA Y EL
MALHECHOR

Un Jefe de Policía que vio a un Oficial golpeando a un Malhechor se indignó muchísimo,
y le dijo que no debía volver a hacer algo así, bajo pena de destitución.
-No sea tan duro conmigo, Jefe -dijo el Oficial, sonriendo-. Lo estaba golpeando
con un bastón de paño relleno.
-Así y todo -insistió el jefe de Policía-, usted se tomó una libertad que tiene que
haberle resultado muy desagradable, aunque no le haya hecho daño. Sírvase no
repetirla.
-Pero -dijo el Oficial, todavía sonriente-, era un Malhechor de paño relleno.
Al tratar de expresar su complacencia, el jefe de Policía extendió su brazo derecho
con tanta violencia que la piel se le rasgó en el sobaco y un chorro de arena cayó
de la herida. Era un jefe de Policía de paño relleno.
EL FUNCIONARIO CONSCIENTE

Mientras un Superintendente de División de un ferrocarril estaba cumpliendo con
la mayor aplicación su tarea de poner obstáculos en los rieles y alterar los cambios de
vía, recibió la noticia de que el Presidente de la compañía iba a despedirlo por
incompetente.
-¡Buen Dios! -exclamó-. ¡Si hay más accidentes en mi división que en todo el
resto de la línea!
-El Presidente es muy riguroso -dijo el Hombre que había traído la noticia-; él
piensa que las mismas pérdidas de vidas podrían obtenerse con menos daño a la
propiedad de la compañía.
-¿Espera que arroje a los pasajeros a través de las ventanillas? -exclamó el indignado
funcionario, cruzando un durmiente sobre los rieles-. ¿Me toma por un
asesino?
COMO SE LLEGA AL OCIO

Un Hombre para Quien el Tiempo era Oro, que estaba engullendo su desayuno,
muy apurado por atrapar un tren, había apoyado el periódico contra la azucarera y leía
mientras comía. En su apuro y abstracción, se clavó un tenedor en el ojo derecho, y al
extraer el tenedor, el ojo salió con él. Desde entonces, cada vez que compraba
anteojos, se veía obligado a derrochar inútilmente su dinero en cristales para el ojo
derecho, y este dispendio lo redujo pronto a la pobreza, por lo cual el Hombre para
Quien el Tiempo era Oro se vio obligado a ganarse la vida pescando desde la punta de
un muelle.
EL GUARDIÁN PRECAVIDO

El Guardián de una Penitenciaría estaba un día poniendo cerraduras en las puertas
de todas las celdas, cuando un operario le dijo:
-Usted es muy imprudente... Esas cerraduras pueden abrirse desde adentro.
El Guardián replicó, sin apartar la mirada de lo que hacía:
-Si a esto se lo llama imprudencia, me pregunto cómo se debería denominar a una
precavida disposición contra las vicisitudes de la suerte.
EL TESORO Y LOS BRAZOS

Un Tesoro Público, al advertir que Dos Brazos se alzaban con su contenido, exclamó:
-Sr. Correligionario, propongo una división.
-Usted parece saber un poco acerca
de la forma parlamentaria de hablar -dijo Dos Brazos.
-Sí -replicó el Tesoro Público-. Estoy familiarizado con los acarreos legislativos.
LA SERPIENTE CRISTIANA

Una Víbora de Cascabel regresó a su casa, donde estaban sus crías, y dijo:
-Hijos míos, reuníos para recibir la última bendición de vuestro padre, y ver cómo
muere un cristiano.
-¿Qué ocurre, padre? -preguntaron las Viboritas.
-Me ha mordido el editor de un pasquín partidario -fue la respuesta, seguida por
el ominoso cascabeleo de la muerte.
EL MALHECHOR DESCONTENTO

Un Juez que había condenado a prisión a un Malhechor, procedía a señalarle las
desventajas del crimen y los beneficios de la reforma.
-Su Señoría -dijo el Malhechor, interrumpiéndolo- ¿sería tan amable como para
elevar mi condena a diez años de prisión y nada más?
-¿Por qué? -dijo el juez, sorprendido-. ¡Sólo lo he condenado a tres años!
-Sí, lo sé -asintió el Malhechor-. Tres años de prisión y el sermón. Si no le
molesta, me gustaría que me conmute el sermón.
LOS CAÑONES DE MADERA

Un Regimiento de Artillería de la Milicia Estatal solicitó al Gobernador, cañones
de madera para la práctica.
-Resultarán más baratos que cañones de verdad -explicó.
-No se dirá de mí que sacrifiqué la eficacia a la economía -dijo el Gobernador-.
Tendrán cañones de verdad.
-Gracias, gracias -exclamaron efusivamente los guerreros-. Los cuidaremos
mucho, y en caso de guerra los reintegraremos al arsenal.
EL ASTRÓNOMO LITERARIO

El Director de un Observatorio, que había descubierto la Luna, con un refractor
de treinta y seis pulgadas, fue muy apurado a ver al Editor de un Periódico, con una
extensa narración del evento.
-¿Cuánto? -preguntó sentenciosamente el Editor, sin apartar la mirada de su
ensayo sobre la circularidad de la perspectiva política.
-Ciento sesenta dólares -replicó el hombre que había descubierto la Luna.
-Ni la mitad de eso sería suficiente -fue el comentario del Editor.
-¡Hombre generoso! -exclamó el Astrónomo, ardiendo de cálidos y elevados
sentimientos-. Págueme, entonces, lo que quiera.
-Mi gran y buen amigo -dijo suavemente el Editor, levantando la vista de su
trabajo-. No nos entendemos, parece. El que tiene que pagar es usted.
El Director del Observatorio tomó el manuscrito y se fue, explicando que necesitaba
corrección, que había omitido poner el punto a una m.
EL SINO DEL POETA

Un Objeto que estaba caminando por el Camino Real, envuelto en honda meditación
y en poca cosa más, súbitamente se encontró ante las puertas de una ciudad
extraña. Cuando solicitó ser admitido, fue detenido como indigente y llevado ante el
Rey.
-¿Quién eres -interrogó el Rey-, y cómo te ganas la vida?
-Soy Snouter el descuidista -replicó el Objeto, inventando rápidamente-, carterista.
El Rey estaba por ordenar su liberación, cuando el Primer Ministro sugirió que
examinaran los dedos del prisionero. Se descubrió que estaban muy achatados y encallecidos
en los extremos.
-¡Ja! -exclamó el Rey- ¡Se lo dije! Es adicto a contar sílabas. Un poeta. Llévenlo
con el Gran Señor Disuasor del Hábito de la Cabeza.
-Mi señor -dijo el Inventor Ordinario de Penas Ingeniosas-, me atrevo a sugerir
un castigo más sagaz.
-Dígalo -contestó el Rey. -¡Permitirle que conserve esa cabeza! Eso fue lo que se
ordenó.
EL LEÓN Y LA SERPIENTE DE CASCABEL
Un Hombre encontró en su camino a un León, y se puso a tratar de someterlo
mediante la hipnosis; cerca había una Serpiente de Cascabel dedicada a fascinar a un
pequeño pájaro.
-¿Cómo va lo tuyo, hermano? -el Hombre se dirigió al otro reptil, sin apartar sus
ojos de los del León.
-Admirablemente -replicó la serpiente-. El éxito está asegurado; mi víctima se
acerca y se acerca, a pesar de sus esfuerzos.
-Y la mía -dijo el Hombre- se acerca y se acerca a pesar de los míos. ¿Estás
seguro de que todo marcha bien?
-Si dudas -replicó el reptil lo mejor que pudo, con la boca llena de pájaro-, sería
mejor que abandones.
Un cuarto de hora después, el León, escarbándose pensativamente los dientes
con las garras, le decía a la Serpiente de Cascabel que nunca, en su muy variadas
experiencias al ser hipnotizado, se había encontrado con un hipnotizador tan ansioso
por abandonar su tarea.
-Pero -añadió con una amplia, inteligente sonrisa- yo le sostuve la mirada.
EL LEGISLADOR Y EL JABÓN

Un Miembro de la Legislatura de Kansas que se cruzó con un jabón, pasaba junto
a él sin reconocerlo, pero el jabón insistió en detenerlo y estrecharle las manos.
Pensando que se hallaba en goce de inmunidad parlamentaria, el legislador le dio un
cordial e intenso apretón de manos. Al abandonarlo, advirtió que una parte del Jabón
había quedado adherida en sus dedos, y corriendo muy alarmado hacia un arroyo,
procedió a lavárselos. Para hacerlo, se vio obligado a frotarse ambas manos, y cuando
terminó de lavarlas, quedaron tan blancas, que se metió en cama y mandó llamar a un
médico.
EL HOMBRE QUE NO TENIA ENEMIGOS

Una Persona Inofensiva que paseaba por un lugar público, fue atacada por un
Desconocido, con un Garrote, y severamente golpeada.
Cuando el Desconocido con un Garrote fue sometido a juicio, su víctima dijo al
Juez:
-Ignoro por qué me atacó; no tengo un enemigo en el mundo.
-Esa -dijo el acusado- es la razón por la que lo golpeé.
-El prisionero queda absuelto -dijo el juez-; un hombre que no tiene enemigos, no
tiene amigos. Los tribunales no se hicieron para esta gente.
LA MÁQUINA VOLADORA
Un Hombre Ingenioso construyó una máquina voladora e invitó a una gran concurrencia
a verla funcionar. A la hora señalada, con todo dispuesto, él se introdujo en
el vehículo y puso el motor en marcha. La máquina inmediatamente hizo pedazos la
imponente estructura sobre la que estaba armada, y se hundió en la Tierra hasta
perderse de vista, mientras el aeronauta saltaba afuera, justo a tiempo de salvarse.
-Bien -dijo el Hombre Ingenioso-. He hecho lo suficiente para demostrar la corrección
de los detalles. Los defectos -añadió, echando una mirada al estropeado armatoste-
son meramente básicos y fundamentales.
Ante esta aseveración, el publicó respondió con suscripciones para construir una
segunda máquina.
EL GATO Y EL REY

Un Gato estaba mirando a un Rey, como lo permite el proverbio.
-Bien -dijo el monarca, advirtiendo
su inspección-, ¿cómo me ves?
-Puedo imaginar un Rey -dijo el Gato-, que me gustaría más.
-¿Por ejemplo?
-El Rey de los Ratones.
Tanto complació al Rey el ingenio de esta respuesta, que le dio permiso para
arrancar los ojos de su Primer Ministro.
LA CIUDAD DE LA DISTINCIÓN POLÍTICA

Jamrach el Rico, ansioso de llegar a la Ciudad de la Distinción Política antes de la
noche, encontró una bifurcación de caminos, y estaba indeciso acerca de cuál tomar;
así que consultó a una Persona de Aspecto Sabio, sentada a un lado del camino.
-Tome ese camino -dijo la Persona de Aspecto Sabio-: se lo conoce como la
Carretera Política.
-Gracias -dijo Jamrach, y se dispuso a seguir viaje.
-¿Con cuánto me agradece? -fue la respuesta-. ¿Supone que estoy aquí haciendo
una cura de salud?
Como Jamrach no se había vuelto rico por su estupidez, le dio algo a su guía, y
apresurándose, pronto llegó a una barrera de peaje custodiada por un Caballero Benévolo,
quien lo dejó pasar tras recibir algo. Un poco más allá, halló un puente que
sorteaba un arroyo imaginario, donde un Ingeniero Civil (que había construido el
puente) le exigió algo para permitirle pasar. Ya se estaba haciendo tarde, cuando
Jamrach arribó a la orilla de lo que parecía un lago de tinta negra, donde terminaba el
camino. Viendo a un Barquero en su bote, Jamrach pagó algo por la travesía y estaba
a punto de embarcarse.
-No -dijo el Barquero-. Ponga el cuello en este lazo, y yo lo remolcaré. Es la
única manera de pasar -añadió, al ver que el pasajero estaba por quejarse de las
comodidades.
A su debido tiempo, Jamrach fue arrastrado a través del lago, y llegó medio estrangulado
y atrozmente empapado por las aguas fétidas.
-Bueno -dijo el Barquero, remolcándolo sobre la ribera y soltándolo-, ahora usted
está en la Ciudad de la Distinción Política. Tiene cincuenta millones de habitantes,
y como el color del Pozo Asqueroso no sale con el lavado, todos parecen
exactamente iguales.
-¡Ay de mí! -exclamó Jamrach, llorando y lamentando la pérdida de todas sus
posesiones, gastadas en propinas y peajes-. Volveré con usted.
-No creo que lo haga -dijo el Barquero, desatracando-. Esta ciudad está ubicada
en la Isla de los Que No Vuelven.
LA POETISA DE LA REFORMA

Un hermoso día de la última parte de la eternidad, mientras las Sombras de todos
los grandes escritores reposaban en lechos de asfódelos y molis en los Campos Elíseos,
cada uno de ellos muy feliz al escuchar de labios de todos los otros sólo copiosas
citas de la propia obra (porque a tal efecto Júpiter había hechizado generosamente sus
oídos), llegó allí con aire triunfador una Sombra a la que nadie conocía. Ella (porque
la recién llegada mostraba evidencias de su sexo tales como el cabello cortado corto y
un andar varonil) tomó asiento en medio de ellos, y con sonrisa de superioridad
explicó:
-Tras siglos de opresión arranqué mis derechos de manos de los dioses celosos.
Sobre la tierra yo fui la Poetisa de la Reforma y canté para oídos desatentos. Ahora
canto para una eternidad de honor y de gloria.
Pero no habría de ser así, y muy pronto ella fue la más infeliz de las inmortales,
anhelando vanamente volver a errar en las tinieblas junto a los lagos infernales. Porque
Júpiter no había hechizado su oído, y de los labios de cada Sombra bendita sólo
surgían copiosamente las citas de las obras de los otros. Además, a ella le había sido
negada la felicidad de recitar sus poemas. No recordaba un solo verso suyo, porque
Júpiter había decretado que el recuerdo de sus poemas habitara el penoso dominio de
Plutón, como parte del castigo.
LOS SALVADORES DE VIDAS

Setenta y cinco Hombres se presentaron ante el Presidente de la Sociedad
Humana y solicitaron la gran medalla de oro por haber salvado vidas.
-Vaya, sí -dijo el Presidente-, mediante sus diligentes esfuerzos tantos hombres
deben haber salvado un considerable número de vidas. ¿Cuántas salvaron?
-Setenta y cinco, señor -replicó el Vocero de los Hombres.
-Ah, sí, eso hace una cada uno; muy buen trabajo, muy buen trabajo, por cierto -
dijo el Presidente-. No sólo tendrán la gran medalla de oro de la Sociedad sino,
también, su recomendación para un empleo en las dotaciones de varias estaciones de
botes salvavidas a lo largo de la costa. ¿Pero cómo salvaron tantas vidas?
El Vocero de los Hombres respondió:
-Somos agentes de la ley, y acabamos de abandonar la persecución de dos asesinos
fugitivos.
LA ZARIGÜEYA DEL FUTURO

Un día, una Zarigüeya que se había dormido colgada de la cola, en la rama más
alta de un árbol, despertó y vio una enorme Víbora enroscada cerca de la rama, entre
ella y el tronco del árbol.
-Si me quedo -se dijo-, me engullirá; si me dejo caer me romperé el cuello.
Pero súbitamente se le ocurrió una estratagema.
-Mi perfecto amigo -dijo-, mi instinto paternal reconoce en usted una noble
evidencia e ilustración de la teoría del desarrollo. Usted es la Zarigüeya del Futuro, el
Sobreviviente Mejor Adaptado, último de nuestra especie, el fruto maduro de la
prensilidad progresiva: ¡pura cola!
Pero la Víbora, orgullosa de su antigua superioridad en la historia de las Escrituras,
fue estrictamente ortodoxa y no aceptó el punto de vista científico.
EL PAVIMENTADOR

Un Autor vio a un Trabajador colocando piedras en el pavimento de una calle, y
aproximándose, le dijo:
-Amigo mío, usted parece fatigado. La ambición es un duro capataz.
-Estoy trabajando para el Sr. iones-respondió el Trabajador.
-Bueno, arriba ese ánimo -siguió el Autor-. La fama llega cuando menos se la
espera. Hoy usted es pobre, oscuro y está desanimado, pero mañana su nombre puede
sonar en todo el mundo.
-¿De qué me está hablando? -dijo el Trabajador-. ¿No puede un honesto
pavimentador hacer su trabajo en paz, y ganar con él su dinero, y vivir de él, sin que
otros vengan a decir disparates acerca de la ambición y de la esperanza de fama?
-¿Y no puede hacerlo un honesto escritor? -dijo el Autor.
LOS DOS POETAS

Dos poetas se disputaban la Manzana de la Discordia y el Hueso de la Disputa,
porque ambos estaban muy hambrientos.
-Hijos míos -dijo Apolo-, repartiré los premios entre ustedes. Tú -dijo al Primer
Poeta- sobresales en Arte: toma la Manzana. Y tú -dijo al Segundo Poeta-, en
imaginación: toma el Hueso.
-¡El mejor premio al Arte! -dijo el Primer Poeta, con aire triunfante, y tratando de
devorar su premio se rompió todos los dientes. La Manzana era una obra de arte.
-Eso demuestra el desprecio de nuestro maestro por el mero Arte -dijo el Segundo
Poeta, sonriendo.
Trató de roer su Hueso, pero sus dientes lo atravesaron sin encontrar resistencia.
Era un Hueso imaginario.
EL CORCEL DE LA BRUJA
Un Palo de Escoba, que había servido largo tiempo de montura a una bruja, se
quejaba de la naturaleza de su empleo, que consideraba degradante.
-Muy bien -dijo la Bruja-. Te daré un trabajo en el que te verás asociado con el
intelecto... te pondrás en contacto con cerebros. Te regalaré a una ama de casa.
-¿Qué? -se sorprendió el Palo de Escoba-. ¿Consideras algo intelectual las manos
de un ama de casa?
-Me refería -dijo la Bruja- a la cabeza de sus buenos maridos.
LA RATA SAGAZ
Una Rata que estaba por salir de su madriguera alcanzó a vislumbrar un Gato que
la esperaba, y volviendo al fondo de la cueva invitó a una Amiga a ir con ella de visita
a un depósito de maíz vecino.
-Hubiera ido sola -dijo-, pero no podía negarme el placer de tan distinguida
compañía.
-Muy bien -contestó la Amiga-. Iré contigo. Condúceme.
-¿Conducirte? -exclamó la otra-. ¡Vaya! ¿Preceder yo a una rata grande e ilustre
como tú? No, por cierto... Después de ti, después de ti...
Complacida por esta gran muestra de deferencia, la Amiga abrió la marcha y, dejando
primero la cueva, fue atrapada por el Gato, que se fue con ella. La otra se alejó
sin ser molestada.
UN PUENTE SOBRE EL FANGO
Una Mujer Rica que volvía del extranjero desembarcó al pie de la Calle Hundida
Hasta las Rodillas, y estaba por caminar hasta su hotel a través del barro.
-Señora -dijo un Policía-, no puedo permitir que haga eso; se embarrará los zapatos
y las medias.
-¡Oh, no tiene importancia, realmente! -replicó la Mujer Rica, con encantadora
sonrisa.
-Pero, señora, es innecesario; desde el desembarcadero hasta el hotel, como usted
podrá observar, se extiende una línea ininterrumpida de periodistas postrados que
imploran el honor de que usted camine sobre ellos.
-En ese caso -dijo ella, sentándose en un umbral y abriendo su bolso- tendré que
ponerme mis galochas.
EL PURO PERRO
Un León, viendo a un Perro de Lanas, estalló en carcajadas ante lo ridículo del
espectáculo.
-¿Quién vio alguna vez una bestia tan pequeña? -dijo.
-Es muy cierto -dijo el Perro de Lanas, con austera dignidad- que soy pequeño;
pero le ruego que tome nota, señor, de que soy puro perro.
LOS DOS POLÍTICOS
Dos Políticos cambiaban ideas acerca de las recompensas por el servicio público.
-La recompensa que yo más deseo-dijo el Primer Político- es la gratitud de mis
conciudadanos.
-Eso sería muy gratificante, sin duda -dijo el Segundo Político-, pero es una
lástima que con el fin de obtenerla tenga uno que retirarse de la política.
Por un instante se miraron uno al otro, con inexpresable ternura; luego, el Primer
Político murmuró:
-¡Que se haga la voluntad del Señor! Ya que no podemos esperar una recompensa,
démonos por satisfechos con lo que tenemos.
Y sacando las manos por un momento del tesoro público, juraron darse por satisfechos.
DOS MÉDICOS
Un Viejo Inicuo, sintiéndose enfermo, envió por un médico, que le recetó unas
medicinas y se fue. Entonces el Viejo Inicuo envió en busca de Otro Médico, al que
no le dijo nada del anterior; este nuevo médico le prescribió un tratamiento
completamente diferente. Esto continuó durante unas semanas: los médicos lo visitaban
en días alternados y lo trataban por dos desórdenes distintos, con dosis de
medicina en constante aumento y cuidados cada vez más rigurosos. Pero un día se
encontraron accidentalmente junto a su lecho mientras él dormía, y al salir a luz la
verdad, una violenta disputa se produjo.
-Mis buenos amigos -dijo el paciente, despierto por el ruido de la discusión, y
adivinando su causa-, les ruego que sean más razonables. Si yo pude soportarlos a los
dos a la vez durante semanas, ¿no pueden
soportarse entre ustedes un ratito? Hace diez días que me siento bien, pero
me he quedado en cama con la esperanza de obtener mediante el reposo las fuerzas
que me harían falta para tomar sus medicinas. Hasta ahora no las he tocado.
EL CADI HONESTO
Un bandido que había despojado de mil piezas de oro a un mercader, fue llevado
ante el Cadí, quien le preguntó si tenía algo que decir para salvarse de ser decapitado.
-Su Señoría -dijo el Salteador-. No podía hacer otra cosa que apoderarme del oro,
porque Alá me hizo así.
-Tu defensa es ingeniosa y sólida -dijo el Cadí-, y debo exculparte de criminalidad.
Infortunadamente, Alá también me hizo de modo tal que debo cortarte la cabeza,
a menos a menos -añadió pensativo- que me ofrezcas la mitad del oro; porque
El me hizo débil ante la tentación.
Por consiguiente, el Salteador puso quinientas piezas de oro en manos del Cadí.
-Bien -dijo el Cadí-. Te cortaré ahora sólo una mitad de la cabeza. Para mostrar
mi confianza en tu discreción, dejaré intacta la mitad con la que hablas.
UN FACTOR NO TENIDO EN CUENTA
Un Hombre que poseía un hermoso Perro, y mediante una cuidadosa selección de
sus parejas había criado una cantidad de animales apenas inferiores a los ángeles, se
enamoró de su lavandera, se casó con ella y crió una familia de bobalicones.
-¡Qué lástima! -exclamó una vez, contemplando el melancólico resultado-. Si
hubiera buscado mi pareja con la mitad del cuidado que puse para mi perro, sería
ahora un padre orgulloso y feliz.
-No estoy tan seguro de eso -dijo el Perro, que acertó a escuchar el lamento-. Hay
una diferencia, es verdad, entre tus cachorros y los míos, pero yo me halago pensando
que no se debe completamente a las madres. Tú y yo no nos parecemos del todo.
EL DEPORTISTA Y LA ARDILLA
Un Deportista que había herido a una Ardilla, que estaba haciendo desesperados
esfuerzos para arrastrarse fuera de su alcance, corrió tras ella con un palo, exclamando:
-¡Pobrecita! La sacaré de su miseria.
En ese momento, la Ardilla se detuvo exhausta, y mirando a su enemigo, dijo:
-No me aventuraré a dudar de la sinceridad de tu compasión, aunque llega más
bien tarde, pero pareces carecer de la facultad de observación. ¿No percibes, por mis
acciones, que el deseo más querido de mi corazón es continuar en mi miseria?
Ante esta exposición de su hipocresía, el Deportista se sintió tan vencido por la
vergüenza y el remordimiento, que no liquidó a la Ardilla, sino que, señalándosela a
su perro, se alejó pensativamente.
EL CANGURO Y LA CEBRA
Un Canguro que marchaba a los saltos con un objeto que abultaba oculto en su
bolsa, se encontró con una Cebra, y deseoso de llamar su atención, le dijo:
-Por tu traje parece que acabaras de salir de la penitenciaría.
-Las apariencias son engañosas -replicó la Cebra, sonriendo con plena conciencia
del más insoportable de los ingenios-; si así no fuera, yo tendría que pensar que tú
acabas de salir de la Legislatura.
UN ASUNTO DE MÉTODO
Un Filósofo, al ver a un Tonto golpeando a su Burro, le dijo:
-No lo hagas, hijo mío, no lo hagas, te lo imploro. Quienes recurren a la violencia
sufrirán violencia.
-Precisamente eso -dijo el Tonto, redoblando sus golpes sobre el animal- es lo
que estoy tratando de enseñar a esta bestia, que me ha pateado.
-Sin duda -se dijo el Filósofo, mientras se alejaba-, la sabiduría de los tontos no es
más profunda ni más auténtica que la nuestra, pero ellos tienen realmente un modo
más impresionante de impartirla.
EL CALIFORNIANO RESTITUIDO
Un Hombre fue colgado del cuello hasta que murió. Esto fue en 1893.
-¿De dónde vienes? -preguntó San Pedro cuando el Hombre se presentó a la
puerta del Paraíso.
-De California -replicó el solicitante.
-Entra, hijo mío, entra; traes alegres noticias.
Cuando el Hombre desapareció adentro, San Pedro tomó su libreta de notas y
escribió lo siguiente:
"16 de febrero de 1893. California colonizada por los Cristianos".
EL MÉDICO COMPASIVO
Un Médico de Buen Corazón sentado a la cabecera de un paciente aquejado por
una enfermedad incurable y dolorosa, escuchó un ruido tras él, y volviéndose vio a un
Gato que se reía de los débiles esfuerzos de un Ratón herido, por arrastrarse fuera de
la habitación.
-¡Bestia cruel! -exclamó- ¿Por qué no lo matas de una vez, como una dama?
Levantándose, sacó al Gato a puntapiés de la habitación, y recogiendo al Ratón,
compasivamente lo arrebató a sus sufrimientos retorciéndole el cuello. Requerido
desde el lecho por los gemidos de su paciente, el Médico de Buen Corazón administró
un estimulante, un tónico y un nutriente, y se fue.
LA TRIPULACIÓN DEL BOTE
SALVAVIDAS

La Valiente Dotación de una estación de salvamento estaba por botar su barca
para dar un paseíto a lo largo de la costa, cuando descubrieron a poca distancia, mar
adentro, una embarcación que había zozobrado, con una docena de hombres agarrados
de su quilla.
-Tenemos suerte -dijeron los de la Valiente Dotación-; si no hubiéramos visto eso
a tiempo, nuestro destino podría haber sido el de ellos.
De modo que arrastraron su embarcación a lugar seguro y se reservaron para el
servicio de su país.
LA COLA DE LA ESFINGE
Un Perro de disposición taciturna le dijo a su Cola:
-Cada vez que me enojo, te levantas y pones tiesa; cuando estoy complacido te
meneas; cuando estoy alarmado, te pones entre las patas, fuera de peligro. Eres demasiado
vivaz... descubres todas mis emociones. Mi idea es que las colas fueron
dadas para ocultar el pensamiento. Mi mayor ambición es ser tan impasible como la
Esfinge.
-Mi amigo, debes reconocer las leyes y limitaciones de tu ser -replicó la Cola, con
flexiones apropiadas para los sentimientos que expresaba-, y tratar de ser importante
de alguna otra manera. La Esfinge cumple ciento cincuenta requisitos de la
impasibilidad que a ti te faltan.
-¿Cuáles son? -preguntó el Perro.
-Ciento cuarenta y nueve toneladas de arena en la cola.
-¿Y...?
-Una cola de piedra.
EL LADO OSCURO DEL PERSONAJE
Un Talentoso y Honorable Editor, que mediante la práctica de su profesión había
adquirido riqueza y distinción, solicitó a un Viejo Amigo la mano de su hija.
-¡De todo corazón, y Dios te bendiga! -dijo el Viejo Amigo, tomándolo de ambas
manos-. ¡Es un honor más grande que el que me hubiera atrevido a esperar!
-Sabía que esa sería tu respuesta -replicó el Talentoso y Honorable Editor, y
agregó con una sonrisa-. Sin embargo, me parece que debo transmitirte todo el
conocimiento de la personalidad que yo poseo. Este álbum de recortes contiene todos
los testimonios relativos a mi lado sombrío que he sido capaz de recortar en los
últimos diez años, de las columnas publicadas por mis competidores en el negocio de
elevar a la humanidad a un plano
espiritual y moral más alto... mis "repulsivos contemporáneos".
Dejando el álbum sobre una mesa, se retiró muy animado para hacer los arreglos
de la boda. Tres días después, un mensajero le trajo el álbum, con una nota advirtiéndole
que nunca más volviera a manchar la puerta de su Viejo Amigo.
-¡Vean! -exclamó el Talentoso y Honorable Editor, señalando esa notificación-
¡La calumnia triunfa!
Y fue llevado al Asilo de los Indiscretos.
LA VIUDA DEVOTA
A una Viuda que lloraba sobre la tumba de su esposo, se le aproximó un
Caballero Atractivo que, de manera respetuosa, le aseguró que desde hacía tiempo
abrigaba por ella los sentimientos más tiernos.
-¡Sinvergüenza! -exclamó la Viuda-. ¡Déjeme ya mismo! ¿Es momento para
hablarme de amor?
-Le aseguro, señora, que no pensaba descubrir mis sentimientos -explicó humildemente
el Caballero Atractivo-, pero el poder de su belleza venció a mi discreción.
-Tendría que verme cuando no estoy llorando -dijo la Viuda.
EL DIFUNTO Y LOS HEREDEROS
Un Hombre murió dejando una gran fortuna y muchos apenados parientes que la
reclamaban. Después de unos años, cuando la justicia había fallado contra las
pretensiones de todos, menos uno, este, a quien se le concedió el legado, pidió a su
Abogado que lo hiciera tasar.
-No queda nada para tasar -dijo el Abogado, embolsando sus últimos honorarios.
-Entonces -dijo el Demandante Exitoso-, ¿de qué me sirvieron todos estos
pleitos?
-Usted ha sido un buen cliente para mí -respondió el Abogado, recogiendo sus
libros y papeles-, pero debo decirle que revela una sorprendente ignorancia acerca del
propósito de los pleitos.
LOS POLÍTICOS Y EL BOTÍN
Varias Entidades Políticas estaban dividiendo los despojos.
-Yo tomaré el manejo de las prisiones -dijo un Decente Respeto por la Opinión
Pública-, y haré un cambio radical.
-Y yo -dijo la Reputación Manchada-, conservaré mis actuales conexiones con los
negocios, mientras mi amiga aquí presente, la Toga Corrupta, permanecerá en la
judicatura.
La Olla Política dijo que no herviría nada más, si no la volvían a llenar con líquido
del Pozo Asqueroso.
El Poder Cohesivo del Botín Público observó tranquilamente que las dos candidaturas
principales constituirían, suponía, su parte.
-No - dijo la Más Vil Degradación-, ya cayeron en mis manos.
EL HOMBRE Y LA VERRUGA
Una Persona con una Verruga en Su Nariz se encontró con una Persona Similarmente
Afligida, y le dijo:
-Permítame proponer su nombre como miembro de la Orden Imperial de los
Probóscides Anormales, de la cual soy el Gran Líder Preclaro y Tesorero Subrepticio.
Hace dos meses, yo era el único miembro. Hace un mes éramos dos. Hoy contamos
con cuatro Emperadores de la Proboscis Anormal de importancia... El doble cada
cuatro semanas, ¿ve? Es una progresión geométrica... ya sabe cómo aumenta eso... En
un año y medio cada hombre en este país tendrá una verruga en la nariz. ¡Orden
poderosa! Cuota de ingreso, cinco dólares.
-Amigo mío -dijo la Persona Similarmente Afligida-, aquí tiene cinco dólares.
Mantenga mi nombre fuera de sus libros.
-Le agradezco su amabilidad -replicó el Hombre con una Verruga en su Nariz,
embolsando el dinero-; para nosotros es como si se nos hubiera unido. Adiós.
Se fue, pero al ratito apareció de vuelta.
-Me olvidé de hablarle de la cuota mensual -dijo.
LA DIETA DEL PUGILISTA
El Entrenador de un Pugilista consultó a un Médico, acerca de la dieta del
campeón.
-Las chuletas son demasiado tiernas -dijo el Médico-; que coma carne de cuello
de toro.
-Creía que la otra era más digerible -explicó el Entrenador.
-Eso es muy cierto -dijo el Médico-; pero no ejercita suficientemente la mandíbula.
EL ANCIANO Y EL ALUMNO
Un Hermoso Anciano se encontró con el Alumno de una escuela dominical, y posando
tiernamente su mano en la cabeza del chico, le dijo:
-Hijo mío, escucha las palabras de los sabios y sigue el consejo de los rectos.
-Muy bien -respondió el Alumno de la escuela dominical-. Prosigue.
-Oh, en realidad no tengo nada que decirte -dijo el Hermoso Anciano-. Sólo
estaba observando una de las costumbres de mi edad. Yo soy un pirata.
Y cuando retiró su mano de la cabeza del chico, este advirtió que su cabellera
estaba llena de sangre coagulada. El Hermoso Anciano siguió su camino, instruyendo
a otros jóvenes.
UN OPTIMISTA
Dos Ranas en la barriga de una serpiente estaban considerando su molesta situación.
-Esto es flor de mala suerte -dijo una.
-No saques conclusiones apresuradas -dijo la otra-; estamos a resguardo de la
lluvia, con comida y alojamiento.
-Con alojamiento, sin duda -dijo la Primera Rana-; pero no veo la comida.
-Eres un ave de mal agüero -explicó la otra-. Nosotras somos la comida.
LOS DOS SALTEADORES
Dos Salteadores de caminos estaban sentados tomando un trago, en un refugio a
un costado del camino, comparando sus aventuras nocturnas.
-Yo lo paré al jefe de Policía -dijo el Primer Salteador-, y me fui con todo lo que
tenía.
-Y yo -dijo el Segundo Salteador- paré al Fiscal del Distrito de los Estados
Unidos, y me fui con...
-¡Buen Dios! -interrumpió el otro, colmado de asombro y admiración- ¿Te fuiste
con todo lo que ese tipo tenía?
-No -explicó el infortunado narrador-. Sólo con una pequeña parte de lo que tenía
yo.
UNA VALIOSA SUGERENCIA
Una Gran Nación, que sostenía una disputa con una Pequeña Nación, resolvió
intimidar a su antagonista con una gran demostración naval en el puerto principal de
la última. De modo que la Gran Nación reunió todos sus barcos de guerra dispersos en
todo el mundo, y estaba a punto de hacerlos navegar trescientos cincuenta millas hasta
el lugar del encuentro, cuando el Presidente de la Gran Nación recibió la siguiente
nota del Presidente de la Pequeña Nación:
"Mi gran y buen amigo, me he enterado de que va a exhibirnos su marina con el
objeto de impresionarnos con su poder. ¡Qué innecesario es ese gasto! Para demostrarle
que ya conocemos todo acerca de esta materia, adjunto a esta una lista de
todas las naves y piezas de artillería que ustedes tienen".
Tanto impresionó al gran y buen amigo la sólida sensatez de esta misiva, que
mantuvo su marina en casa, economizando mil millones de dólares. Gracias a esta
economía pudo comprar una decisión satisfactoria cuando la causa de la disputa fue
sometida a arbitraje.
LA MANO TOMADA
Un Exitoso Hombre de Negocios que tuvo oportunidad de escribirle a un Ladrón,
le expresó su deseo de verlo y estrechar su mano.
-No -respondió el Ladrón-, hay algunas cosas que yo no tomo... entre ellas su
mano.
-Usted debe usar un poco de estrategia -dijo un Filósofo a quien el Exitoso
Hombre de Negocios contó la desdeñosa respuesta del Ladrón-. Deje su mano afuera
alguna noche, y él la tomará.
De modo que una noche, el Exitoso Hombre de Negocios dejó su mano fuera del
bolsillo de un vecino y el Ladrón la tomó con avidez.
EL POETA Y EL EDITOR
-Mi querido señor -dijo el Editor al Poeta que lo visitaba para hablar de la publicación
de su poema-, lamento decir que debido a un infortunado altercado en esta
oficina, la mayor parte de su manuscrito es ilegible; se derramó sobre él una botella de
tinta, manchando todo salvo la primera línea, es decir: "Las hojas de otoño caían,
caían". Desafortunadamente, no habiendo leído el poema, fui incapaz de recordar los
incidentes que seguían; de otro modo, podríamos haberlos ofrecido con nuestras
propias palabras. Si la noticia no ha perdido interés y no apareció ya en otros
periódicos, quizás usted tendrá la amabilidad de relatarnos lo ocurrido, mientras yo
tomo notas. "Las hojas de otoño caían, caían". Prosiga.
-¿Qué? -dijo el Poeta-. ¿Espera que yo reproduzca todo el poema de memoria?
-Sólo la sustancia... sólo los hechos conducentes. Nosotros agregaremos lo que
sea necesario para amplificarlo y embellecerlo. Sólo le llevará un momento. "Las hojas
de otoño caían, caían". Adelante.
Se escuchó el sonido de un lento levantarse e irse, mientras el cronista de sucesos
efímeros permanecía inmóvil, con su pluma suspendida; y cuando el movimiento se
completó, la Poesía sólo quedó representada en ese lugar, por un sitio tibio en una
silla.
EL ADMINISTRADOR PARTIDARIO Y EL
CABALLERO

Un Administrador de un Partido le dijo a un Caballero, que estaba ocupándose de
sus propios asuntos:
-¿Cuánto pagará por una candidatura a un cargo?
-Nada -replicó el Caballero.
-Pero contribuirá con algo a los fondos de la campaña para apoyar su elección
¿no? -preguntó el Administrador del Partido, guiñando el ojo.
-Oh, no -dijo seriamente el Caballero-. Si el pueblo desea que trabaje para él debe
emplearme sin que yo lo solicite. Estoy muy bien sin ningún cargo.
-Pero -lo urgió el Administrador del Partido-, un nombramiento es algo deseable.
Es un gran honor ser un servidor del pueblo.
-Si el servicio del pueblo es un gran honor -dijo el Caballero- sería indecente de
mi parte buscarlo; y si lo obtuviera por mi propio esfuerzo, dejaría de ser un honor.
-Bueno -insistió el Administrador del Partido-, espero que al menos endosará la
plataforma partidaria.
El Caballero replicó:
-Es improbable que sus autores hayan expresado fielmente mis puntos de vista sin
consultarme; y si endoso su obra sin aprobarla sería un mentiroso.
-¡Usted es un hipócrita detestable y un idiota! -gritó el Administrador del Partido.
-Ni siquiera su buena opinión acerca de mi idoneidad me convencerá -replicó el
Caballero.
UN IMBÉCIL INCALIFICABLE
Un Juez le dijo a un Asesino Convicto:
-Prisionero en el banquillo: ¿tiene algo que decir que impida el dictado de su senLibrodot
tencia de muerte?
-¿Lo que yo diga marcará alguna diferencia? -preguntó el Asesino Convicto.
-No veo cómo podría hacerlo -respondió reflexivamente el Juez-. No, no lo hará.
-Entonces -dijo el condenado-. Me gustaría señalar que usted es el más incalificable
imbécil en siete Estados y todo el Distrito de Columbia.
EN EL POLO
Tras gran dispendio de vidas y riquezas, un Osado Explorador tuvo éxito y
alcanzó el Polo Norte, donde se le aproximó un Nativo que allí vivía.
-Buenos días -dijo el Nativo-. Estoy muy contento de verlo, pero ¿por qué vino
aquí?
-La gloria -dijo el Osado Explorador, lacónicamente.
-Sí, sí, ya lo sé -insistió el otro-, pero ¿de qué le servirá al hombre su descubrimiento?
¿A qué verdades antes inaccesibles le dará acceso? ¿A qué hechos, quiero
decir, que tengan valor científico?
-Sería adivino si lo supiese -replicó francamente el gran hombre-, tiene que
preguntárselo al Científico de la Expedición.
Pero el Científico de la Expedición explicó que había estado tan enfrascado en
el cuidado de sus instrumentos y el estudio de sus tablas, que no había tenido
tiempo de pensar en el asunto.
UN PARALELO RADICAL
Unos Cristianos Blancos empeñados en expulsar a los Paganos Chinos de una
ciudad americana, encontraron un periódico publicado en Pekín en idioma chino, y
obligaron a una de sus víctimas a traducir un editorial. Resultó ser un llamado al
pueblo de la provincia de Pang Ki, a expulsar a los demonios extranjeros del país, y
quemar sus casas e iglesias. Esta evidencia de la barbarie mongólica encolerizó tanto
a los Cristianos Blancos, que llevaron a la práctica su proyecto original.
EL LEGISLADOR Y EL CIUDADANO
Un ex Legislador le pidió a El Más Respetable Ciudadano, una carta para el Gobernador,
recomendándolo para el puesto de Comisionado de Langostinos y Cangrejos.
-Señor -dijo severamente El Más Respetable Ciudadano- ¿no estuvo usted una
vez en el Senado Estatal?
-No he llegado tan bajo, señor, se lo aseguro -fue la respuesta-. Fui miembro de la
Cámara Más Lenta. Me expulsaron por vender mi influencia.
-¡Y se atreve a pedir la mía! -gritó El Más Respetable Ciudadano-. ¿Tiene la
impudicia? Un hombre que acepta coimas es capaz de ofrecerlas. Quiere decir que...
-No se me ocurriría hacerle una propuesta corrupta, señor; pero si yo fuera
Comisionado de Langostinos y Cangrejos,
tendría cierta influencia sobre la población portuaria, y podría ayudarlo en su
pugna por obtener el puesto de Oficial Instructor.
-En tal caso, no encuentro justificaciones para negarle la carta.
EL PERRO Y EL DOCTOR
Un Perro que había visto a un Doctor concurrir al entierro de un paciente adinerado,
le dijo:
-¿Cuándo vas a desenterrarlo?
-¿Por qué habría de desenterrarlo? -preguntó el Doctor.
-Cuando yo entierro un hueso -dijo el Perro-, es con la intención de desenterrarlo
posteriormente, descarnarlo y sacarle el jugo.
-Los huesos que yo entierro -dijo el Doctor-, son aquellos a los que ya nada
puedo sacar.
EL HOMBRE QUE HACIA LLOVER
Un Funcionario del Gobierno, con una gran dotación de mulas cargadas de globos,
cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos, hizo alto y acampó en medio
de un desierto, en el que no había llovido durante diez años. Después de varios meses
de preparativos y un gasto de un millón de dólares todo estuvo dispuesto, y una serie
de tremendas explosiones se produjeron en el cielo y en la tierra. Todo esto fue
seguido por un enorme diluvio que lavó al infortunado Funcionario y a todo su equipo
de la faz de la creación, y llenó el corazón de los agricultores de una alegría
demasiado honda para traducirla en palabras. Un Cronista de Periódico que acababa
de llegar escapó trepando a una colina cercana, y allí encontró al Unico Sobreviviente
de la expedición -un conductor de mulas- arrodillado detrás de un árbol, orando con,
extremo fervor.
-Oh, no puede pararlo de ese modo -dijo el Cronista.
-Mi compañero de viaje al tribunal de Dios -replicó el Unico Sobreviviente, mirándolo
sobre su hombro-, su entendimiento está hundido en la oscuridad. No estoy
deteniendo a esta gran bendición; con la ayuda de la Providencia, la estoy trayendo.
-Ese sí que es un buen chiste -dijo el Cronista, riendo a más no poder en medio de
la espesa lluvia-: ¡Dios respondiendo a los ruegos de un conductor de mulas!
-Hijo de la superficialidad y el escarnio -replicó el otro-, te equivocas de nuevo,
engañado por estas humildes ropas. Soy el reverendo Ezequiel Thrifft, ministro del
Evangelio, ahora al servicio de la gran firma manufacturera Skinn & Sheer. Fabrican
globos, cometas, bombas de dinamita y aparatos eléctricos.
LA FORTUNA Y EL FABULISTA
Un Escritor de Fábulas marchaba a través de un bosque solitario, cuando se encontró
con la Fortuna. Terriblemente asustado, trató de trepar a un árbol, pero la
Fortuna tiró de él, lo hizo bajar, y se le ofreció con cruel insistencia.
-¿Por qué trataste de escapar? -preguntó la Fortuna, una vez que cesó la resistencia
y se acallaron los chillidos del Fabulista-. ¿Por qué me miras de manera tan
inhospitalaria?
-No sé qué eres -respondió el Escritor de Fábulas, hondamente perturbado.
-Soy la riqueza, soy la respetabilidad -dijo la Fortuna-; soy casas elegantes, un
yate, una camisa limpia todos los días. Soy el ocio, soy los viajes, el vino, un sombrero
brillante y un saco que no brilla. Soy la comida suficiente.
-Muy bien -dijo el Escritor de Fábulas, en un susurro-; ¡pero, por Dios, habla más
bajo!
-¿Por qué? -preguntó la Fortuna, sorprendida.
-Para no despertarme -replicó el Escritor de Fábulas, mientras una increíble calma
se adueñaba de su hermoso rostro.
UNA TRANSPOSICIÓN
Viajando a través del País de la Artemisa, un Asno encontró a un Conejo, que exclamó
muy sorprendido:
-¡Cielos! ¿Cómo creciste tanto? ¡Sin duda eres el más grande conejo viviente!
-No -dijo el Asno-, tú eres el burro más pequeño.
Después de una larga y estéril discusión, el asunto fue sometido a la decisión de
un Coyote que pasó por allí, que tenía algo de demagogo y el deseo de quedar bien
con los dos.
-Caballeros -dijo-, ambos tienen razón, como se podía esperar de personas tan
dotadas de disposición para recibir instrucción de los sabios. Usted, señor -volviéndose
al animal de más tamaño- es, como él ha señalado correctamente, un conejo-
. Y usted -volviéndose al otro- fue correctamente descripto como un asno. Al
transponer los nombres de ustedes, el hombre actuó con increíble locura.
Quedaron tan complacidos por esta decisión que declararon al Coyote su candidato
a Oso Gris; pero si el Coyote consiguió o no este puesto, es algo que la historia
no cuenta.
EL REY SIN HUESOS
Unos Monos que habían depuesto a su rey se hundieron de inmediato en la disenLibrodot
sión y la anarquía. En este trance, enviaron una Diputación a una tribu vecina, para
consultar al Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo.
-Hijos -dijo el Mono Más Viejo y Más Sabio del Mundo, una vez que escuchó a
la Diputación-, hicieron bien en librarse de la tiranía, pero la tribu de ustedes no está
suficientemente adelantada como para pasarla sin la monarquía. Tienten al tirano con
falsas promesas para que vuelva, mátenlo y entronícenlo. Aun el esqueleto del más
ilegal de los déspotas hace un buen soberano constitucional.
Ante estas palabras, la Diputación se mostró muy confundida.
-Eso es imposible -dijeron, alejándose-. Nuestro rey no tiene esqueleto; era un rey
de paño.
EL CIUDADANO HONESTO
Un Ascenso Político, etiquetado con su precio, recorría el Estado en busca de un
comprador. Un día se ofreció a un Hombre Verdaderamente Bueno que, después de
examinar la etiqueta y encontrar que el precio era el doble de lo que él estaba dispuesto
a pagar, expulsó desdeñosamente al Ascenso Político, de su puerta. Entonces,
la Gente dijo:
-¡Miren, este es un ciudadano honesto!
Y el Hombre Verdaderamente Bueno confesó que esto era cierto.
A LA PUERTA DEL PARAÍSO
Irguiéndose de la tumba, una Mujer se presentó a la Puerta del Paraíso, y golpeó
con mano temblorosa.
-Señora -dijo San Pedro, levantándose y acercándose a la ventanilla-, ¿de dónde
viene?
-De San Francisco -respondió la Mujer, avergonzada, mientras grandes gotas de
sudor brillaban en su frente espiritual.
-¡No importa, mi buena muchacha! contestó el Santo, compasivamente- La
eternidad es un tiempo largo; terminarás por olvidar.
-Pero eso no es todo -la Mujer estaba cada vez más turbada-. Yo envenené a mi
esposo... yo descuarticé a mis niños, yo...
-Ah -dijo el Santo, con súbita severidad-, tu confesión sugiere una grave posibilidad.
¿Eras miembro de la Asociación de Mujeres de Prensa?
La mujer se irguió y replicó con entusiasmo:
-No.
Las puertas de madreperla y jaspe giraron sobre sus goznes de oro, produciendo
la música más cautivadora, y el Santo, haciéndose a un lado, hizo una reverencia,
diciendo:
-Entra, entonces, en tu eterno descanso.
Pero la Mujer vacilaba.
-El envenenamiento... el descuartizamiento... el... el... -tartamudeó.
-No tienen importancia, te lo aseguro. No vamos a mostrarnos rigurosos con una
señora que no pertenecía a la Asociación de Mujeres de Prensa. Toma un arpa.
-Pero... yo solicité el ingreso... Me pusieron bolilla negra.
-Toma dos arpas.
EL ANARQUISTA ENGATADO
Un Orador Anarquista a quien cierto Respetuoso de la Ley le arrojó a la cara un
Gato Muerto, hizo detener y llevar ante un magistrado al Gato Muerto.
-¿Por qué recurres a la Ley -dijo el Magistrado-, si tú estás por la abolición de la
ley?
-Eso -replicó el Anarquista- no es asunto suyo; no estoy obligado a ser
consistente. Usted está sentado aquí para hacer justicia entre este Gato Muerto y yo.
-Muy bien -dijo el Magistrado, con expresión solemne, poniéndose el birrete
negro-; como el acusado no se defiende, y es indudablemente culpable, lo condeno a
ser comido por el ejecutor público; y como ocurre que este cargo está vacante, lo
designo a usted, sin contrato.
Uno de los más deleitados espectadores de la ejecución fue el desconocido
Respetuoso de la Ley que había arrojado al con
denado.
EL HONORABLE MIEMBRO DE LA
LEGISLATURA

Un Miembro de una Legislatura que se había comprometido con sus Constituyentes
a no robar, se llevó con él, al terminar la sesión, gran parte de la cúpula del Capitolio.
Por lo tanto, los Constituyentes se reunieron en indignada asamblea y votaron
la resolución de embrearlo y emplumarlo.
-Son muy injustos -dijo el Miembro de la Legislatura-. Es verdad que yo les
prometí a ustedes que no robaría; ¿pero acaso les prometí que no mentiría?
Los Constituyentes dijeron que era un hombre honorable y lo eligieron para el
Congreso de los Estados Unidos, sin embrearlo ni emplumarlo.
UNA REMUNERACIÓN INADECUADA
A un Buey incapaz de salir por sí mismo de la ciénaga en que se hundía, se le
aconsejó que hiciera uso de una Influencia Política. Cuando la Influencia Política
llegó, el Buey dijo:
-Mi buena amiga, le ruego que me amarre con fuerza, y deje que la naturaleza
siga su curso.
De modo que la Influencia Política amarró con fuerza la Cabeza del Buey, y la
naturaleza siguió su curso: el Buey fue arrancado de la ciénaga, primero, y a continuación
de su piel. Entonces la Influencia Política miró por sobre sus hombros la buena
carcasa gorda de carne que estaba arrastrando a su cubil y dijo, con insatisfacción:
-Esto no alcanza a cubrir lo que habitualmente cobro; me llevaré a casa la primera
cuota, y después retornaré por la piel.
EL CACIQUE POLÍTICO EXPATRIADO
Un Cacique Político que había ido a Canadá fue escarnecido por un Ciudadano de
Montreal, que lo acusaba de haber huido para evitar ser procesado.
-Me hace una grave injusticia -dijo el Cacique Político, dejando caer un par de
lágrimas-. Vine a Canadá sólo a causa de sus atractivos políticos; se dice que su
Gobierno es el más corrupto del mundo.
-Le ruego que me perdone -contestó el Ciudadano de Montreal.
Cayeron uno sobre el cuello del otro, y al terminar este tocante rito, el Cacique
Político tenía dos relojes.
UN ESTADISTA
Un Estadista que asistía a una asamblea de la Cámara de Comercio se levantó
para hablar, pero fue objetado, acusándoselo de que nada tenía que ver con el
comercio.
-Señor Presidente -dijo un Antiguo Miembro, levantándose-, opino que esa
objeción no corresponde; la conexión del caballero con el comercio es íntima y estrecha.
Es una mercancía.
LOS TRES RECLUTAS
Un Campesino, un Artesano y un Trabajador se presentaron ante el Rey de su
país, y se quejaron porque se veían obligados a sostener un enorme ejército de
consumidores, que no hacía nada en su beneficio.
-Muy bien -dijo el Rey-, los deseos de mis súbditos son la ley suprema.
Así que disolvió su ejército y los consumidores se volvieron productores. La
venta de sus productos hizo bajar tanto los precios, que los campesinos se arruinaron,
y los artesanos y trabajadores fueron a dar a los asilos y los caminos. En pocos años el
desastre nacional era tan grande, que el Campesino, el Artesano y el Trabajador
elevaron un petitorio al Rey, para que restaurase su ejército.
-¿Qué? -dijo el Rey-. ¿Desean sostener a esos consumidores haraganes otra vez?
-No, su Majestad -contestaron ellos-, deseamos enrolarnos.
UN DESORDEN FATAL
Un Agonizante, a quien le habían disparado, fue apremiado por oficiales de la ley
para que hiciera una rápida declaración.
-Usted fue atacado sin provocación, por supuesto -manifestó el Fiscal del Distrito,
preparándose para asentar la respuesta.
-No -replicó el Agonizante-, yo fui el agresor.
-Sí, entiendo -dijo el Fiscal del Distrito; usted cometió la agresión... fue obligado
a hacerlo. Lo hizo en defensa propia.
-No creo que me hubiera dañado si yo lo hubiese dejado en paz -dijo el moribundo-.
No... creo que era un hombre pacífico, incapaz de matar una mosca. Le hice
soportar tanta presión que él, naturalmente, tenía que sucumbir... no pudo aguantar.
Honestamente, si se hubiera negado a dispararme, no veo cómo yo podría haber
seguido tratándolo.
-¡Santo Cielo! -exclamó el Fiscal del Distrito, arrojando su cuaderno de apuntes y
su lápiz-. Esto es completamente anómalo. No puedo utilizar como declaración
últimas palabras como estas.
-Nunca he visto a un hombre que diga la verdad cuando muere violentamente -
dijo el jefe de Policía.
-¡No hay ninguna violencia! -contestó el Médico Policial, sacando e inspeccionando
la lengua del hombre-. Es la verdad la que lo está matando.
UN TALISMÁN
Habiendo sido designado para cumplir las funciones de jurado, un Prominente
Ciudadano envió un certificado médico donde se declaraba que padecía de reblandecimiento
cerebral.
-El caballero está excusado -dijo el juez, devolviendo el certificado a la persona
que lo había traído-, tiene cerebro.
EL CONGRESO Y EL PUEBLO
Los sucesivos Congresos habían empobrecido enormemente al Pueblo, que estaba
desanimado y lloraba copiosamente.
-¿Por qué lloran? -indagó un Angel que se había posado en un árbol cercano.
-Nos han sacado todo lo que teníamos -fue la respuesta-, excepto -añadió el
Pueblo, al darse cuenta de quién era el llamativo visitante-, excepto nuestra esperanza
del Paraíso. ¡Gracias a Dios que no pudieron quitarnos eso!
¡Pero al fin llegó el Congreso de 1889!
EL JUEZ Y SU ACUSADOR
Un eminente juez de la Corte Suprema de Gowk fue acusado de haber obtenido
su designación fraudulentamente.
-Usted disparata -dijo a su Acusador-; tiene poca importancia cómo obtuve mi
poder; lo único importante es cómo lo he usado.
-Confieso -manifestó el Acusador- que en comparación con la manera ruin en que
usted se condujo en la Corte, el método ruin mediante el cual usted llegó a ella es una
bagatela.
ECONOMIZANDO FUERZA
Un Hombre Débil que iba colina abajo se encontró con un Hombre Fuerte que subía,
y le dijo:
-Vengo en esta dirección porque requiere menos esfuerzo, no porque lo haya
elegido. Le ruego, señor, que me ayude a volver a la cumbre.
-Me alegrará hacerlo -dijo el Hombre Fuerte, con el rostro iluminado por una
gloriosa idea-. siempre he considerado a mi fuerza un don sagrado que se me confió
para bien de mi prójimo. Lo llevaré arriba conmigo. Póngase detrás de mí y empuje.
EL SALTEADOR DE CAMINOS Y EL
VIAJERO

Un Salteador de Caminos enfrentó a un Viajero, y apuntándole con un arma de
fuego, le gritó:
-¡El dinero o la vida!
-Mi querido amigo -dijo el Viajero-, de acuerdo con los términos de su exigencia
mi dinero salvará mi vida, mi vida mi dinero; usted indica que se apoderará de una o
de lo otro, pero no de ambos. Si esto es lo que usted quiere decir le ruego que sea
bueno y tome mi vida.
-No es eso lo que quiero decir -replicó el Salteador-; usted no puede salvar su
dinero renunciando a su vida.
-Entonces, tómela de todos modos -dijo el Viajero-. Si no sirve para salvar mi
dinero, no sirve para nada.
Tanto agradaron al Salteador la filosofía y el ingenio del Viajero, que lo tomó
como socio y esta espléndida combinación de talentos fundó un periódico.
EL BUEN GOBIERNO
-¡Qué territorio feliz eres! -dijo una Forma Republicana de Gobierno a un Estado
Soberano-. Sé bueno y quédate quieto en tanto paseo encima de ti, cantando los
elogios del sufragio universal y disertando sobre las bendiciones de la libertad civil y
religiosa. Mientras, puedes mitigar tus penas maldiciendo al poder unipersonal y a las
decadentes monarquías de Europa.
El Estado replicó:
-Mis servidores públicos han sido tontos y pillos, desde la fecha de tu ascenso al
poder; mis cuerpos legislativos -tanto los estatales como los municipales- son bandas
de ladrones; mis impuestos son insoportables; mis Cortes, corruptas; mis ciudadades,
una desgracia para la civilización; mis corporaciones tienen sus manos en la garganta
de todos los intereses particulares... La totalidad de mis asuntos está en desorden y en
criminal confusión.
-Cuanto dices es muy cierto -respondió la Forma Republicana de Gobierno,
poniéndose sus zapatos claveteados-, pero considera cómo te emociono cada Cuatro
de julio.
EL GUARDA VIDAS
Una Antigua Doncella, parada en el borde de un muelle, cerca de un Amante
Moderno, dejó oír estas palabras:
-¡Noble protector! ¡La vida que has salvado te pertenece!
Tras repetir esto varias veces en diversas entonaciones, se arrojó al agua, donde
murió ahogada.
-Soy un noble protector -dijo el Amante Moderno, alejándose pensativo-, la vida
que he salvado es sin duda la mía.
TRES DE LA MISMA CLASE
Un Abogado fue contratado para defender a un Ladrón, a quien la policía había
logrado detener tras violenta pelea con otro que había huido. En la reunión con su
cliente, el Abogado preguntó:
-¿Tiene cómplices?
-Sí, señor -respondió el Ladrón-. Tengo dos, pero ninguno fue capturado.
Contraté a uno para que me defendiera de la policía, y a usted lo contraté para que me
defienda de una condena.
Esta respuesta impresionó profundamente al Abogado, quien tras verificar que el
Ladrón no había acumulado ningún dinero mediante el ejercicio de su profesión,
abandonó el caso.
EL FABULISTA
Un Ilustre Satírico visitaba un zoológico ambulante, con la idea de recolectar material
literario. Cuando pasó cerca del Elefante, este animal dijo:
-¡Qué triste que un censor tan justamente famoso eche a perder su obra ridiculizando
personajes con narices colgantes, que son la sal de la tierra!
El Canguro añadió:
-Disfruto mucho la crítica de lo ridículo que hace ese gran hombre, particularmente
sus ataques contra los proboscidios; pero ¡cielos!, es irreverente con los
marsupiales, y se ríe de nuestra manera de llevar a nuestros cachorros en una bolsa.
El Camello dijo:
-Si al menos conservara el respeto a la Sagrada Giba, sería impecable. Pero tal
como son las cosas, no puedo permitir que su obra sea leída en presencia de los míos.
El Avestruz, al ver que se aproximaba, hundió su cabeza en la paja, diciendo:
-Si no me oculto, puede ocurrírsele escribir algo desagradable acerca de mi falta
de una cresta, o de mi apetito por la chatarra, y aunque es indeciblemente brillante
cuando se consagra a ridiculizar la locura y la codicia, su estupidez es inigualable
cuando excede los límites del comentario lícito.
-Ese -señaló el Buitre a su pichón- es el autor de esa fábula gloriosa, "El Avestruz
y el barril de clavos crudos". Lamento añadir que también escribió "El festín del
Buitre", en el que la dieta de carroña es insolentemente desacreditada. La dieta de
carroña es el fundamento de la buena salud. Si todo el mundo comiera sólo cadáveres,
la muerte sería desconocida.
Al ver que se aproximaba un asistente, el Ilustre Satírico salió de la tienda y se
mezcló con la multitud. Posteriormente se descubrió que se había colado bajo la
tienda, sin pagar.
UNA PETICIÓN DEFECTUOSA
Un Juez Adjunto de la Suprema Corte estaba sentado a la orilla de un río, cuando
un Viajero se aproximó y le dijo:
-Deseo cruzar. ¿Será legítimo usar este bote?
-Lo será -fue la respuesta-; es mi bote.
El Viajero le dio las gracias, y empujando el bote al agua se embarcó y comenzó
a remar, alejándose. Pero el bote se hundió y él se ahogó.
-¡Hombre cruel! -exclamó un Espectador Indignado-. ¿Por qué no le dijo que su
bote estaba agujereado?
-La cuestión del estado del bote -dijo el gran jurista- no me fue planteada.
LOS HERMANOS DE LUTO
Advirtiendo que estaba por morir, un Anciano convocó a sus dos Hijos junto a su
lecho, y expuso la situación.
-Hijos míos -les dijo-, ustedes no me ofrecieron muchas señales de respeto
durante mi vida, pero darán fe de su pena por mi muerte. Aquel que más tiempo lleve
luto en su sombrero en mi memoria, se quedará con toda mi fortuna. He hecho un
testamento a tal efecto.
De modo que cuando el Anciano murió, los jóvenes pusieron luto en sus
sombreros, y lo llevaron hasta que ellos mismos fueron viejos, cuando,
comprendiendo que ninguno de los dos lo abandonaría, convinieron que el más joven
dejaría de usar luto, y el mayor le daría la mitad de la fortuna. ¡Pero cuando el mayor
solicitó la propiedad, se encontró con que había habido un Albacea!
De este modo, fueron adecuadamente castigadas la hipocresía y la obstinación.
EL PATRIOTA Y EL BANQUERO
Un Patriota que, siendo pobre, había accedido a un puesto en el gobierno, y lo
había abandonado rico, se presentó en un Banco, donde deseaba abrir una cuenta.
-Con mucho gusto -dijo el Banquero Honesto- será un placer para nosotros hacer
negocios con usted; pero primero tiene que convertirse en un hombre honesto,
devolviendo todo lo que robó desde el Gobierno.
-¡Bendito cielo! -exclamó el Patriota-. Si hago eso, no me quedará nada para
depositar en el Banco.
-No me parece -respondió el Banquero Honesto-. Nosotros no somos todo el
pueblo americano.
-Ah, comprendo -contestó el Patriota, reflexionando-. ¿En cuánto estima la
proporción que le corresponde al Banco, del dinero que el país perdió por mí?
-Un dólar -respondió el Banquero Honesto.
Y con orgullosa conciencia de servir a su país con sabiduría y propiedad, cargó
esa suma en la cuenta.
EL ANARQUISTA REFORMADO
Un famoso Anarquista naufragó, y el mar lo arrojó a las playas de la isla de
Gowqueechi, habitada por la antigua y poderosa tribu de los Tumtum. Fue descubierto
y llevado ante el Jamgrogrum, que le preguntó cuál era su fe política.
-Le preguntamos esto a todos los extranjeros -explicó el Jamgrogrum-, con la
esperanza de conocer algún día principios políticos superiores a los nuestros.
-Soy un Anarquista -respondió el recién llegado-. Sostengo que todos los gobiernos
son perversos, todas las leyes opresivas. Enseño que todos los Jamgrogra deberían
ser asesinados.
El monarca llamó al Primer Ministro a su lado, y tras susurrarle ciertas instrucciones,
se retiró.
Al día siguiente, una vez que el Primer Ministro se presentó en palacio, y comió
un puñado de lodo, como la etiqueta de la corte lo exigía, el Jamgrogrum le pidió
noticias del Anarquista.
-Lo hice llevar a los baños, y fue cuidadosamente bañado.
-¿Y entonces?
-Cuando se le preguntó, de acuerdo con las instrucciones de su Majestad, si todavía
era un Anarquista, respondió que ningún tratamiento, por duro y cruel que
fuera, alteraría sus convicciones.
-Entonces -exclamó el Jamgrogrum, con el aire decepcionado de alguien privado
del cumplimiento de una ilusión largamente anhelada- mi teoría acerca de la unidad
de la suciedad y el anarquismo ha sido refutada.
-No, su Majestad -dijo el Primer Ministro-; murió diez minutos después del baño.
LOS DOS HIJOS
Un Hombre tenía Dos Hijos. El mayor era virtuoso y obediente, el más joven perverso
y taimado. Cuando el padre estaba por morir, los llamó ante él y dijo:
-Sólo tengo dos cosas valiosas: mi rebaño de camellos y mi bendición. ¿Cómo los
distribuiré?
-Dame tu bendición -dijo el Hijo Más Joven-, porque puede reformarme. Si me
dieras los camellos, seguramente yo sin duda los vendería y malgastaría el dinero.
El Hijo Mayor, disimulando su júbilo, dijo que trataría de contentarse con los camellos
y un recuerdo piadoso.
Todo se arregló según lo hablado y el Hombre murió. Entonces, el perverso Hijo
Más joven se presentó ante el Cadí y dijo:
-Mira, mi hermano se ha apropiado de mi herencia legítima. Es tan malo que
nuestro padre, como todo el mundo sabe,
le negó su bendición; ¿es verosímil que le haya dado los camellos?
El Hijo Mayor fue obligado a entregar el rebaño y fue correctamente apaleado por
su rapacidad.
EL EXPLORADOR AFORTUNADO
Un Emisario del Presidente de los Estados Unidos ante el Emperador de Abisinia
se despedía de este soberano que, para atestiguar su pesar de acuerdo con las costumbres
de su país, dejó caer un diluvio de lágrimas.
-Mi fama está asegurada -dijo el Emisario-: he descubierto la fuente del Nilo.
EL HIJO RESPETUOSO
Un Millonario había ido a un asilo a visitar a su padre, y se encontró allí con un
Vecino que se mostró enormemente sorprendido.
-¿Qué? -dijo el Vecino-. ¿Usted a veces visita a su padre?
-Estoy seguro de que si nuestras situaciones se invirtieran, él me visitaría a mí -
respondió el Millonario. El viejo siempre estuvo orgulloso de mí. Además -agregó en
voz baja-, tengo que hacerle firmar; estoy asegurando su vida.
LA VIUDA Y EL SOLDADO
Una Viuda cuyo marido había sido colgado encadenado estaba velando el cadáver
la primera noche, y empapada en lágrimas imploraba al Centinela que lo custodiaba,
que le permitiera robarlo.
-Señora -dijo el Centinela-. No puedo resistir más sus ruegos; su belleza se
impone sobre mi sentido del deber. Le entregaré el cuerpo y tomaré su lugar en la
jaula, en la que un golpe de mi puñal confundirá a la justicia y me otorgará la felicidad
de morir por una mujer tan adorable.
-No -dijo la dama-. No puedo aceptar el sacrificio de una vida tan noble. Si es
cierto que usted me mira con buenos ojos, ayúdenos a mí y a mis sirvientes a llevar el
objeto sagrado a mi castillo, donde usted permanecerá oculto hasta que podamos huir
del país.
-No -dijo el Centinela-. Seguramente sería descubierto y arrancado de sus brazos.
En tres días usted puede reclamar el cuerpo de su querido esposo; después podrá
conferir a un honorable soldado toda la felicidad y distinción que a juicio de usted su
devoción merezca.
-¡Tres días! -exclamó la dama-. Eso es mucho para esperar y poco para fugar.
Pero sin llevar carga podemos alcanzar la frontera. Ya el día comienza a romper...
dejemos el cuerpo y partamos.
UNA OFERTA MEZQUINA
Dos Soldados yacían muertos en el campo de honor.
-¿Qué darías por volver a vivir? -le preguntó uno al otro.
-Al enemigo, la victoria -fue la respuesta-; a mi país, una larga vida de servicio
desinteresado como civil. ¿Y qué darías tú?
-El aplauso de mis compatriotas.
-¡Tú sí que eres un pichinchero de lo más tacaño! -dijo el otro.
DIPLOMACIA
-¡Si usted no somete mi reclamo a arbitraje -escribió el Presidente de Omohu al
Presidente de Modugy-, tomaré inmediatas medidas para satisfacerlo por mis propios
medios!
-Señor -contestó el Presidente de Modugy-, puede irse al diablo con su amenaza
de guerra.
-Mi gran y buen amigo -escribió el otro-, usted confunde el carácter de mi
comunicación. Es un antepenultimátum.
LOS DOS ESCÉPTICOS
Ciertos paganos cuyo Idolo estaba muy deteriorado lo arrojaron a un río. Luego,
erigieron uno nuevo y se entregaron a la adoración pública, a sus pies.
-¿Qué significa todo esto? -preguntó el Nuevo ¡dolo.
-Padre del Regocijo y del Coágulo -dijo el Gran Sacerdote-, sé paciente y te
instruiré en las doctrinas y ritos de nuestra santa religión.
Un año después, tras un curso de estudios de teología, el ¡dolo pidió que lo arrojaran
al río, declarándose ateo.
-No permitas que eso te moleste -dijo el Gran Sacerdote-, yo también lo soy.
UNA REPRESENTACIÓN IMPERFECTA
Una Zarigüeya mascota perteneciente a un Gran Crítico, le robó a este su gatito
preferido. Estaba por matarlo y comérselo, cuando vio aproximarse a su dueño, y
temiendo ser descubierta, ocultó al animalito en su bolsa.
-Bueno, mi linda -dijo el Gran Crítico, con condescendencia-, ¿qué nuevas
gracias tienes para hoy?
Antes de que la Zarigüeya pudiera contestar, el gatito lanzó diligentes y persistentes
maullidos. Cuando al fin la música cesó, la Zarigüeya dijo:
-He estado practicando un poco la mímica y la ventriloquia; pensé que le
agradaría, señor.
-El deseo de complacer siempre complace -respondió el Gran Crítico, no sin un
toque de dignidad profesional-, pero tienes mucho que aprender acerca del maullido
de los gatitos.
JUNTÓ A LA MARGEN DEL RIÓ
Viendo que un Político tomaba un baño, un Observador, curioso acerca de los
extraños hábitos de los animales inferiores, exclamó:
-¡Qué! ¿No te queda para tomar nada más valioso que un baño? ¿Por qué haces
eso?
-He estado en manos de mis amigos -respondió el Político.
-Entonces te sugeriría el despellejamiento -dijo el Observador.
-Llegas tarde, amigo; ya alguien se lo sugirió a ellos. Estoy limpiando las marcas
de dedos de mis huesos.
EL ASUNTO PRINCIPAL
Un Poeta que ofrecía su obra a un Editor dijo:
-Este es un poema pequeño, pero el asunto principal es la calidad. Me atrevo a
pensar que usted lo considerará auténtica poesía.
Después de leerlo, el Editor lo puso en un cajón, y extendiéndole al Poeta una
moneda de diez centavos, dijo:
-Esta es una moneda pequeña, pero soy tan temerario como para esperar que
usted quedará encantado con su pureza. Es casi toda de plata.
EL SECRETO DE LA FELICIDAD
Habiéndose enterado por obra de un ángel, que Noreddin Becar era el hombre
más feliz del mundo, el Sultán ordenó que lo trajeran a palacio, y le dijo:
-Impárteme, te lo ordeno, el secreto de tu felicidad.
-Oh, padre del sol y de la luna -respondió Noreddin Becar-, yo no sabía que era
feliz.
-Ese -dijo el Sultán- es el secreto que yo buscaba.
Noreddin Becar se retiró profundamente afligido, temiendo que su recién descubierta
felicidad lo abandonara.
COMPENSACIÓN
Dos Mujeres en el paraíso reclamaban a un Hombre que acababa de llegar.
-Yo fui su esposa -dijo una.
-Yo su amante -señaló la otra. San Pedro le dijo al hombre:
-Baja al Otro Lugar... Ya has sufrido bastante.
LOS DOS LOROS
Un Autor que había hecho una fortuna escribiendo vulgaridades, tenía un Loro.
-¿Por qué no tengo una jaula de oro? -preguntó el ave.
Y le respondió su dueño:
-Porque tú piensas mejor de lo que repites, como lo demuestra tu pregunta. Y
porque no tenemos la misma audiencia.
UNA PARTE DE LA RECOMPENSA
-La nuestra es una vida de autosacrificio -decía un Clérigo-. Mientras otros corren
atrás de la ganancia o el placer, nosotros vemos arder el aceite de medianoche
estudiando cómo cascar las más duras nueces teológicas. Y todo ¿por qué recompensa
terrestre?
-Bueno -dijo su Feligrés, meditativamente-, están las almendras, por ejemplo.
LOS INTOLERABLES GEMELOS
Una Serpiente de Cascabel, observando que se acercaba un Hombre con una Cámara
Fotográfica, se arrastró debajo de una piedra plana, y no dejó expuesta otra cosa
más que la punta de su nariz.
-No iba a fotografiarte -explicó el Hombre de la Cámara, con un toque de tristeza
en su voz-. Poseo la antigua fe en la divina sabiduría de las serpientes, y he venido a
preguntarte por qué soy odiado y evitado por toda la humanidad.
-Cielos -dijo la Serpiente de Cascabel-, los dioses me han negado ese conocimiento.
¿Puedes decirme tú por qué yo no soy muy requerida como compañera?
CONSUELO
Un Gran País había reivindicado su coraje y su bravura a través de quince derrotas
en las cuales las tropas enemigas no sufrieron ninguna baja, y su Primer Ministro
pidió la paz.
-No seré duro con ustedes -dijo el Vencedor-: conservarán todo excepto sus
colonias, su libertad, el crédito y su autoestima.
-Ah -dijo el Primer Ministro-, usted es verdaderamente magnánimo; nos deja
nuestro honor.
DESENGAÑO
Un Perro que había estado persiguiendo su propia cola abandonó la caza y se
echó a reposar, encogido. En su nueva postura, descubrió que su cola estaba al alcance
de sus dientes. La mordió con avidez, pero la soltó de inmediato, respingando por el
dolor.
-Después de todo -dijo-, hay más alegría en la persecución que en la posesión.
EL SANTO Y EL ALMA
San Pedro estaba sentado a la puerta del Paraíso, cuando se aproximó un Alma y,
haciendo una cortés reverencia, le extendió su tarjeta.
-Lo siento mucho, señor -dijo San Pedro, después de leer la tarjeta-, pero
realmente no puedo admitirlo. Usted tiene que ir al Otro Lado. Lo siento, señor, lo
siento mucho.
-No importa -dijo el Alma-; he pasado todo el mes en un balneario, y el cambio
será agradable. Sólo venía a preguntar si mi amigo Elihu Root está aquí.
-No, señor -replicó el Santo-; el Sr. Root no está muerto.
-Oh, eso lo sé -dijo el Alma-. Pensé que podría estar visitando a Dios.
IMPREVISIÓN
Una Persona que había caído de la riqueza a la indigencia pidió limosna a un
Hombre Rico.
-No -dijo el Hombre Rico-, no conservaste lo que tenías. ¿Qué seguridad tengo de
que conservarás lo que yo te dé?
-Pero no quiero conservarlo-explicó el mendigo-. Lo quiero para cambiarlo por
pan.
-Eso es exactamente lo mismo -dijo el Hombre Rico-. No conservarías el pan.
LA OVEJA Y EL LEÓN
-Eres una bestia de guerra -le dijo la Oveja al León-, por eso los hombres te
buscan para matarte. A mí, que soy una creyente en la no resistencia, no me cazan.
-No necesitan hacerlo -replicó el hijo del desierto-; pueden criarte.
LA VIUDA INCONSOLABLE
Una Mujer con lutos de viuda lloraba sobre una tumba.
-Consuélese, señora -dijo un Simpático Desconocido-. La piedad del Cielo es
infinita. En algún lado hay otro hombre, además de su esposo, con quien usted puede
ser feliz.
-Lo había, lo había -sollozó ella-, pero está en esta tumba.
UNA INTRUSIÓN
La Moralidad puso la punta del pie en la política internacional, y rápidamente se
lo cortaron.
-Mil gracias -dijo la Diplomacia, con graciosa reverencia- lo conservaremos
como recuerdo del más distinguido honor.
Y desde aquel día, la Moralidad cojeó un poco.
LA PALABRA MISTERIOSA
El Jefe de un batallón de corresponsales de guerra leyó la crónica escrita de una
batalla.
-Hijo -le dijo a su Autor-, tu historia no sirve para nada. Dices que sólo perdimos
dos hombres en vez de cien; que las pérdidas del enemigo son desconocidas, en vez
de diez mil, y que fuimos derrotados y fugamos. No es manera de escribir.
-Pero considere -objetó el escriba consciente- que mi historia puede ser insípida
con respecto al número de nuestras víctimas, decepcionante en lo que hace a los daños
causados al enemigo y chocante respecto al desenlace, pero tiene la ventaja de ser la
verdad.
-No entiendo del todo -dijo el jefe, rascándose la cabeza.
-Bueno, la ventaja -exclamó el otro-, el mérito... la distinción... la provechosa
excelencia... el...
-Oh -dijo el jefe-, conozco muy bien el significado de "ventaja"; ¿pero qué
demonios quisiste decir con "verdad"?
REVELACIÓN
Un León fue atacado por una manada de Lobos hambrientos, que lo rodearon,
aullando lo más fuerte que podían, aunque ninguno se atrevió a acercársele.
-Estas son criaturas muy útiles -dijo el León, mientras se echaba para su siesta de
la tarde-, me dan parte de mis virtudes. Yo no sabía que era comestible.
UN ÁGUILA ENCADENADA
Un legislador recientemente elegido para el Parlamento de Despotamia, declaró
que presentaría una resolución criticando al rey. Cuando dejó el Parlamento, encontró
a un Desconocido, quien le previno que si persistía en su desleal proyecto, perdería la
cabeza.
-Eso -dijo él-, sería una privación más pequeña que la pérdida de mi libertad.
-No sé qué es eso -respondió el Desconocido-. La libertad es algo que no puedo.
apreciar correctamente, porque nunca la tuve. Yo soy el rey.
EL POETA IMPOTENTE
Un poeta que nunca hacia el correcto escandido de sus versos, fue emplazado a
presentarse ante el Rey, quien le ordenó que dijera algo en su defensa para evitar ser
condenado a muerte.
-Si tu oído es imperfecto -dijo el Rey-, podrías contar tus sílabas con los dedos,
como un trabajador honesto.
-Yo cuento mis sílabas -dijo el Poeta, reverentemente-. Pero observe: a mi mano
izquierda le falta un dedo... lo mordió un crítico.
-Entonces -dijo el Rey-, ¿por qué no los cuentas con la mano derecha?
-¡Cielos! -fue la respuesta del poeta, mientras elevaba su mutilada izquierda-.
¡Eso es imposible... no tengo nada con qué contar! El dedo que me falta es el índice.
-¡Hombre infortunado! -exclamó con simpatía el monarca-. Tenemos que hacer
que tus limitaciones e incapacidad no te pesen. Escribirás para las revistas.
EL LOBO Y LA TORTUGA
Un Lobo se encontró con una Tortuga, y le dijo:
-Amiga, eres la cosa más lenta que anda por el mundo. No veo cómo te las arreglas
para escapar de tus enemigos.
-Como me falta la capacidad para huir -replicó la Tortuga-, la Providencia sabiamente
me proporcionó un caparazón impenetrable.
Tras reflexionar largo, tiempo, el Lobo dijo:
-Me parece que igualmente fácil le hubiera resultado darte patas largas.
DE LO GENERAL A LO PARTICULAR
Un Hombre Sincero le dijo a su Esposa:
-No puedo permitir que me imagines mejor de lo que soy. Tengo muchos vicios y
debilidades.
-Eso es sólo lo natural -dijo ella, sonriendo dulcemente-; ninguno de nosotros es
perfecto.
Envalentonado por su magnanimidad, él le confesó una mentira particular que le
había dicho una vez.
-¡Abominable canalla! -gritó ella, y golpeó tres veces con sus manos.
Apareció un gigantesco esclavo nubio, que despachó al marido con una cimitarra.
UN FILOSOFO DESCONCERTADO
El Rey de Remotia tenía un filósofo favorito, a quien dijo:
-Tú has sido para mí un esclavo tan fiel que deseo premiarte. Pide cualquier cosa
que quieras tener.
-Dame -dijo el Filósofo- un cabello de la cabeza de un hombre que no te haya
lisonjeado nunca.
El Rey le prometió hacerlo y lo despidió. Al día siguiente, lo mandó llamar frente
al trono y le extendió un cabello.
-Estás intentando engañarme -dijo el Filósofo, examinando cuidadosamente el
regalo-. Este pelo es de la cabeza de un adulador que te aseguró que sería un honor
para él ofrecerte también su cabeza.
-No eres tan astuto como crees -replicó el Rey-. Ese cabello es de la cabeza del
único sordomudo del reino.
EL LIMITE
El Rey de las Islas Faraway designó primer ministro a su caballo, y cabalgaba sobre
un hombre. Observando que bajo el nuevo orden de cosas el reino prosperaba, un
Anciano Estadista aconsejó al Rey que se pusiera a pastar y ubicara un buey en el
trono.
-No -dijo el soberano, pensativamente-, un buen principio puede ser llevado a
extremos injuriosos. La verdadera reforma se detiene a un paso de la revolución.
EL ZORRO Y EL PATO
Un Zorro y un Pato habían disputado sobre la propiedad de una rana, y llevaron el
asunto ante un León. Después de oír una enorme cantidad de argumentos de uno y de
otro, el León abrió la boca para emitir juicio.
-Ya sé cuál es tu decisión -dijo el Pato, interrumpiendo-. Es que de acuerdo con
nuestra propia exposición, la rana no pertenece a ninguno de nosotros dos, y que tú te
la comerás. Permíteme decirte que esto es injusto, como lo demostraré.
-Para mí está claro -dijo el Zorro- que tú darás la rana al Pato, y me darás el Pato
a mí, y luego me comerás a mí. No me falta experiencia acerca de la ley.
-Estaba por decirles -dijo el león, bostezando-, que durante la discusión de este
caso, la propiedad en disputa se fue a los saltos. Quizá puedan procurarse otra rana.
EL LADRÓN ARREPENTIDO
Un Muchacho a quien su Madre le había enseñado a robar, creció hasta ser
hombre, y se convirtió en Funcionario Público profesional. Un día fue sorprendido
con las manos en la masa y condenado a muerte. Mientras marchaba al lugar de la
ejecución pasó junto a su Madre, y le dijo:
-¡Contempla tu obra! ¡Si no me hubieras enseñado a robar, yo no habría llegado a
eso!
-¡Claro! -dijo la Madre-. ¿Y quién, dime, te enseñó a que te descubran?
EL LOBO Y EL CORDERO
Un Cordero perseguido por un Lobo, buscó refugio en el templo.
-Si te quedas ahí, el sacerdote te atrapará y te sacrificará -dijo el Lobo.
-Me da igual ser sacrificado por el sacerdote o devorado por ti -respondió el
Cordero.
-Amigo mío -dijo el Lobo-, me apena ver cómo consideras una cuestión tan
importante desde un punto de vista meramente egoísta. No me da igual a mí.
EL PESCADOR Y EL PESCADO
Un Pescador que había atrapado un Pez muy pequeño lo estaba poniendo en su
cesto, cuando el pez le habló:
-Te suplico que me arrojes de vuelta al agua, porque no puedo serte útil; los dioses
no comen peces.
-Yo no soy un dios -dijo el Pescador.
-Es cierto -dijo el Pez-, pero apenas Júpiter se entere de tu proeza te elevará a la
deidad. Eres el único hombre que alguna vez haya pescado un pez pequeño.
EL LOBO Y LOS PASTORES
Un Lobo que pasaba junto al refugio de unos Pastores, miró adentro y vio a los
pastores comiendo.
-Entra -dijo uno de ellos irónicamente-, y sírvete un pedazo de tu plato favorito,
una pata de cordero.
-Gracias -dijo el Lobo, mientras se alejaba-, pero tienen que disculparme: acabo
de comerme un cuarto de pastor.
EL LEÓN, EL GALLO Y EL BURRO
Un León estaba por atacar a un Burro que rebuznaba, cuando un Gallo que estaba
cerca cantó estridentemente y el León huyó.
-¿Qué fue lo que lo asustó? -preguntó el Burro.
-Los Leones tienen un miedo supersticioso de mi voz -respondió con orgullo el
Gallo.
-Bien, bien, bien -reflexionó el Burro, sacudiendo la cabeza-; diría que cualquier
animal que tiene miedo de tu voz y no se asusta de la mía debe poseer un oído de lo
más extraordinario.
LA VÍBORA Y LA GOLONDRINA
Una Golondrina que había construido su nido en una Corte de Justicia crió una
hermosa familia de jóvenes aves. Cierto día, una Víbora salió de una grieta en la pared
y ya estaba por comérselas, pero el juez Justo, de inmediato libró un oficio, y dando
orden de que las golondrinas fueran trasladadas a su propia casa, se las comió él.
LA GALLINA Y LAS VÍBORAS
Una Golondrina se acercó a una Gallina que había empollado pacientemente unos
huevos de víbora, y le dijo:
-Qué estúpida eres al darle vida a criaturas que te premiarán destruyéndote.
-Soy un poquitito destructiva -dijo la Gallina, engullendo tranquilamente a uno de
los pequeños reptiles-, y no es un acto de locura proporcionarse los bocados de la
estación.
EL LEÓN Y LA ESPINA
Un León que vagaba por el bosque se clavó una espina en la pata, y al encontrar
un Pastor, le pidió que se la extrajera. El Pastor lo hizo, y el León, que estaba saciado
porque acababa de devorar a otro pastor, siguió su camino sin hacerle daño. Algún
tiempo después, el Pastor fue condenado, a causa de una falsa acusación, a ser
arrojado a los leones en el anfiteatro. Cuando las fieras estaban por devorarlo, una de
ellas dijo:
-Este es el hombre que me sacó la espina de la pata.
Al oír esto, los otros leones honorablemente se abstuvieron, y el que habló se
comió él solo al Pastor.
EL
MILANO, LAS PALOMAS Y

EL HALCÓN

Unas Palomas expuestas a los ataques de un Milano solicitaron a un Halcón que
las defendiera. El Halcón consintió. Admitido entre ellas, esperó al Milano, se abalanzó
sobre él y lo devoró. Cuando estuvo tan saciado que casi no podía moverse, las
agradecidas Palomas le arrancaron los ojos.

EL LOBO Y EL BEBE
Un Lobo hambriento pasaba cerca de la puerta de una cabaña en el bosque, y oyó
que una Madre le decía a su Bebé:
-Tranquilízate, o te arrojaré por la ventana y te comerán los lobos.
De modo que esperó todo el día al pie de la ventana, sintiendo más y más hambre
a medida que pasaba el tiempo. Pero a la noche, el Padre, al volver del club del
pueblo, arrojó por la ventana tanto al Niño como a la Madre.

EL LOBO Y EL AVESTRUZ
Un Lobo que al devorar a un hombre se había atragantado con un manojo de llaves,
le pidió a un avestruz que introdujera la cabeza a través de su garganta y las extrajera,
lo que el Avestruz realizó.
-Supongo -dijo el Lobo- que esperas una retribución por ese servicio.
-Una buena acción -replicó el Avestruz- es su propio premio; me he comido las
llaves.

EL CABALLO DE GUERRA Y EL
MOLINERO

Habiéndose enterado de que el Estado estaba a punto de ser invadido por un ejército
hostil, un Caballo de Guerra perteneciente a un Coronel de la Milicia ofreció sus
servicios a un Molinero que por ahí pasaba.
-No -dijo el patriota Molinero-, no emplearé a uno que abandona sus posiciones a
la hora del peligro. Es hermoso morir por la propia patria.
Algo en esta opinión le sonó familiar al Caballo de Guerra, y mirando más de cerca
al Molinero, reconoció a su dueño disfrazado.

EL LEÓN Y EL RATÓN

Un León había atrapado a un Ratón y estaba a punto de matarlo, cuando el Ratón
dijo:
-Si me perdonas la vida, otro tanto haré yo por ti algún día.
El León, bondadosamente, le permitió irse. Poco después ocurrió que el León fue
capturado por unos cazadores y atado con cuerdas. El Ratón pasó por el lugar, y viendo
que su benefactor estaba indefenso, se puso a roerle la cola.

EL CORDERO Y EL LOBO

Un Lobo estaba calmando su sed en un arroyo, cuando un Cordero se apartó de su
pastor, bajó hacia la orilla del arroyo, y pasando ostentosamente alrededor del Lobo,
se preparó para beber corriente abajo.
-Le ruego que observe -dijo el Cordero- que por lo común el agua no corre hacia
arriba. Que yo beba acá no puede contaminar el agua que toma usted; de modo que no
tiene el menor pretexto para asesinarme.
-No sabía -replicó el Lobo- que necesitaba un pretexto para que me gusten las
chuletas de cordero.
Fin de ese pequeño lógico.

EL PADRE Y LOS HIJOS

Un Padre afligido por una familia de Hijos pendencieros, les exhibió un atado de
varas y pidió a los jóvenes que lo rompieran. Tras repetidos esfuerzos, admitieron que
les resultaba imposible.
-Vean -dijo el Padre- las ventajas de la unidad; mientras esas varas permanecen
unidas son invencibles; y observen lo débiles que se muestran individualmente.
Sacando una vara del atado, fácilmente la rompió en la cabeza del Hijo mayor, y
repitió el procedimiento hasta que todos fueron servidos.

EL LEÓN Y EL RATÓN
A un juez lo despertó el ruido de un abogado que procesaba a un Ladrón. Rojo de
ira, ya estaba por sentenciar al Ladrón a prisión perpetua, cuando este dijo:
-Le suplico que me libere, y algún día retribuiré su bondad.
Complacido y lisonjeado al ser coimeado, aunque no fuera por nada más que una
promesa hueca, el juez lo dejó irse. Poco después, comprobó que había sido más que
una promesa hueca, porque habiéndose convertido él mismo en Ladrón fue liberado
por el otro, que se había convertido en Juez.

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