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sábado, junio 12, 2010

Jorge Manrique - (1440-1479) - Coplas por la muerte de su padre




Jorge Manrique

(1440-1479) Coplas por la muerte de su padre Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte 5 tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, 10 cualquiera tiempo pasado fue mejor. Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido y acabado, 15 si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar 20 lo que espera, más que duró lo que vio porque todo ha de pasar por tal manera. Nuestras vidas son los ríos 25 que van a dar en la mar, que es el morir; allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; 30 allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales los que viven por sus manos 35 y los ricos. Invocación: Dejo las invocaciones de los famosos poetas y oradores; no curo de sus ficciones, 40 que traen yerbas secretas sus sabores; A aquél sólo me encomiendo, aquél sólo invoco yo de verdad, 45 que en este mundo viviendo el mundo no conoció su deidad. Este mundo es el camino para el otro, que es morada 50 sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nacemos, 55 andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos. 60 Este mundo bueno fue si bien usáramos de él como debemos, porque, según nuestra fe, es para ganar aquél 65 que atendemos. Aun aquel hijo de Dios, para subirnos al cielo descendió a nacer acá entre nos, 70 y a vivir en este suelo do murió. Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, 75 que en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdamos: de ellas deshace la edad, de ellas casos desastrados 80 que acaecen, de ellas, por su calidad, en los más altos estados desfallecen. Decidme: la hermosura, 85 la gentil frescura y tez de la cara, el color y la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? 90 Las mañas y ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega al arrabal 95 de senectud. Pues la sangre de los godos, y el linaje y la nobleza tan crecida, ¡por cuántas vías y modos 100 se pierde su gran alteza en esta vida! Unos, por poco valer, ¡por cuán bajos y abatidos que los tienen! 105 otros que, por no tener, con oficios no debidos se mantienen. Los estados y riqueza que nos dejan a deshora, 110 ¿quién lo duda? no les pidamos firmeza, pues son de una señora que se muda. Que bienes son de Fortuna 115 que revuelven con su rueda presurosa, la cual no puede ser una ni estar estable ni queda en una cosa. 120 Pero digo que acompañen y lleguen hasta la huesa con su dueño: por eso nos engañen, pues se va la vida apriesa 125 como sueño; y los deleites de acá son, en que nos deleitamos, temporales, y los tormentos de allá, 130 que por ellos esperamos, eternales. Los placeres y dulzores de esta vida trabajada que tenemos, 135 no son sino corredores, y la muerte, la celada en que caemos. No mirando nuestro daño, corremos a rienda suelta 140 sin parar; desque vemos el engaño y queremos dar la vuelta, no hay lugar. Si fuese en nuestro poder 145 hacer la cara hermosa corporal, como podemos hacer el alma tan glorïosa, angelical, 150 ¡qué diligencia tan viva tuviéramos toda hora, y tan presta, en componer la cativa, dejándonos la señora 155 descompuesta! Esos reyes poderosos que vemos por escrituras ya pasadas, por casos tristes, llorosos, 160 fueron sus buenas venturas trastornadas; así que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores y prelados, 165 así los trata la muerte como a los pobres pastores de ganados. Dejemos a los troyanos, que sus males no los vimos 170 ni sus glorias; dejemos a los romanos, aunque oímos y leímos sus historias. No curemos de saber 175 lo de aquel siglo pasado qué fue de ello; vengamos a lo de ayer, que también es olvidado como aquello. 180 ¿Qué se hizo el rey don Juan? Los infantes de Aragón ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué fue de tanta invención 185 como trajeron? Las justas y los torneos, paramentos, bordaduras y cimeras, ¿fueron sino devaneos? 190 ¿qué fueron sino verduras de las eras? ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores? 195 ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas 200 que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían? Pues el otro, su heredero, 205 don Enrique, ¡qué poderes alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán halaguero el mundo con sus placeres se le daba! 210 Mas verás cuán enemigo, cuán contrario, cuán cruel se le mostró; habiéndole sido amigo, ¡cuán poco duró con él 215 lo que le dio! Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vajillas tan febridas, 220 los enriques y reales del tesoro; los jaeces, los caballos de sus gentes y atavíos tan sobrados, 225 ¿dónde iremos a buscallos? ¿qué fueron sino rocíos de los prados? Pues su hermano el inocente, que en su vida sucesor 230 se llamó, ¡qué corte tan excelente tuvo y cuánto gran señor le siguió! Mas, como fuese mortal, 235 metióle la muerte luego en su fragua. ¡Oh, juïcio divinal, cuando más ardía el fuego, echaste agua! 240 Pues aquel gran Condestable, maestre que conocimos tan privado, no cumple que de él se hable, sino sólo que lo vimos 245 degollado. Sus infinitos tesoros, sus villas y sus lugares, su mandar, ¿qué le fueron sino lloros? 250 ¿Qué fueron sino pesares al dejar? Y los otros dos hermanos, maestres tan prosperados como reyes, 255 que a los grandes y medianos trajeron tan sojuzgados a sus leyes; aquella prosperidad que tan alta fue subida 260 y ensalzada, ¿qué fue sino claridad que cuando más encendida fue amatada? Tantos duques excelentes, 265 tantos marqueses y condes y varones como vimos tan potentes, di, muerte, ¿dó los escondes y traspones? 270 Y las sus claras hazañas que hicieron en las guerras y en las paces, cuando tú, cruda, te ensañas, con tu fuerza las atierras 275 y deshaces. Las huestes innumerables, los pendones, estandartes y banderas, los castillos impugnables, 280 los muros y baluartes y barreras, la cava honda, chapada, o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha? 285 que si tú vienes airada, todo lo pasas de claro con tu flecha. Aquél de buenos abrigo, amado por virtuoso 290 de la gente, el maestre don Rodrigo Manrique, tanto famoso y tan valiente; sus hechos grandes y claros 295 no cumple que los alabe, pues los vieron, ni los quiero hacer caros pues que el mundo todo sabe cuáles fueron. 300 Amigo de sus amigos, ¡qué señor para criados y parientes! ¡Qué enemigo de enemigos! ¡Qué maestro de esforzados 305 y valientes! ¡Qué seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Cuán benigno a los sujetos! 310 ¡A los bravos y dañosos, qué león! En ventura Octaviano; Julio César en vencer y batallar; 315 en la virtud, Africano; Aníbal en el saber y trabajar; en la bondad, un Trajano; Tito en liberalidad 320 con alegría; en su brazo, Aureliano; Marco Tulio en la verdad que prometía. Antonio Pío en clemencia; 325 Marco Aurelio en igualdad del semblante; Adriano en elocuencia; Teodosio en humanidad y buen talante; 330 Aurelio Alejandro fue en disciplina y rigor de la guerra; un Constantino en la fe, Camilo en el gran amor 335 de su tierra. No dejó grandes tesoros, ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas hizo guerra a los moros, 340 ganando sus fortalezas y sus villas; y en las lides que venció, muchos moros y caballos se perdieron; 345 y en este oficio ganó las rentas y los vasallos que le dieron. Pues por su honra y estado, en otros tiempos pasados, 350 ¿cómo se hubo? Quedando desamparado, con hermanos y criados se sostuvo. Después que hechos famosos 355 hizo en esta misma guerra que hacía, hizo tratos tan honrosos que le dieron aún más tierra que tenía. 360 Estas sus viejas historias que con su brazo pintó en juventud, con otras nuevas victorias ahora las renovó 365 en senectud. Por su grande habilidad, por méritos y ancianía bien gastada, alcanzó la dignidad 370 de la gran Caballería de la Espada. Y sus villas y sus tierras ocupadas de tiranos las halló; 375 mas por cercos y por guerras y por fuerza de sus manos las cobró. Pues nuestro rey natural, si de las obras que obró 380 fue servido, dígalo el de Portugal y en Castilla quien siguió su partido. Después de puesta la vida 385 tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero: 390 después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la muerte a llamar 395 a su puerta, diciendo: «Buen caballero, dejad el mundo engañoso y su halago; vuestro corazón de acero, 400 muestre su esfuerzo famoso en este trago; y pues de vida y salud hicisteis tan poca cuenta por la fama, 405 esfuércese la virtud para sufrir esta afrenta que os llama. No se os haga tan amarga la batalla temerosa 410 que esperáis, pues otra vida más larga de la fama glorïosa acá dejáis, (aunque esta vida de honor 415 tampoco no es eternal ni verdadera); mas, con todo, es muy mejor que la otra temporal perecedera. 420 El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales, ni con vida deleitable en que moran los pecados 425 infernales; mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones y con lloros; los caballeros famosos, 430 con trabajos y aflicciones contra moros. Y pues vos, claro varón, tanta sangre derramasteis de paganos, 435 esperad el galardón que en este mundo ganasteis por las manos; y con esta confianza y con la fe tan entera 440 que tenéis, partid con buena esperanza, que esta otra vida tercera ganaréis.» «No tengamos tiempo ya 445 en esta vida mezquina por tal modo, que mi voluntad está conforme con la divina para todo; 450 y consiento en mi morir con voluntad placentera, clara y pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera 455 es locura. Oración: Tú, que por nuestra maldad, tomaste forma servil y bajo nombre; tú, que a tu divinidad 460 juntaste cosa tan vil como es el hombre; tú, que tan grandes tormentos sufriste sin resistencia en tu persona, 465 no por mis merecimientos, mas por tu sola clemencia me perdona.» Fin: Así, con tal entender, todos sentidos humanos 470 conservados, cercado de su mujer y de sus hijos y hermanos y criados, dio el alma a quien se la dio 475 (en cual la dio en el cielo en su gloria), que aunque la vida perdió dejónos harto consuelo su memoria. 480

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