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lunes, abril 30, 2007

RABINDRANATH TAGORE // POEMAS DE KABIR

RABINDRANATH TAGORE

POEMAS DE KABIR



I

¿Dónde me buscas, oh, servidor mío? ¡Mírame! Estoy junto a ti.
No estoy en el templo ni en la mezquita, ni en el santuario de La Meca, ni en la mo­rada de las divinidades hindúes.
No estoy en los ritos y las ceremonias; ni en el ascetismo y sus renunciaciones.
Si me buscas de veras me verás enseguida; y llegará el momento en que me encuentres.

Kabir dice:
Dios, ¡oh, Santo!, es el aliento de todo lo que respira.



II



Inútil preguntar a un santo cuál es la casta a que pertenece; puesto que los sacerdotes, los
guerreros, los mercaderes y las treinta y seis cas­tas de la India, todos aspiran igualmente a Dios. Hasta resulta una locura preguntar cuál puede ser la casta de un santo; barberos, la­vanderas, carpinteros, todos buscan a Dios. El propio Raidas era un buscador de Dios. El Rishi Swapacha pertenecía a la casta de los curtidores.
Hindúes y musulmanes, también ellos al­canzaron el límite donde se borran todas las marcas diferenciales.


III


¡Oh, amigo! Espera en El durante tu vida, conoce durante tu vida, comprende durante tu vida, pues en la vida está tu liberación.
Si no desatas tus ligaduras durante la vida, ¿qué esperanza de liberación tendrás en la muerte?
Creer que el alma se unirá a El sólo porque ha­ya abandonado el cuerpo, es una idea absurda. Si lo hallamos ahora, lo hallaremos luego. De lo contrario, permaneceremos en la ciudad de la muerte.
Si te unes a El en el presente, lo estarás en la Eternidad.
Báñate en la Verdad; conoce al Maestro Verdadero; ten fe en su Nombre.


Kabir dice:
Lo que nos socorre es el Espíritu de bús­queda constante; soy esclavo de ese Espíritu.



IV



No vayas al jardín florido, no vayas, ¡oh, amigo!
En ti están el jardín y sus flores.
Inclínate sobre el loto de los mil pétalos y contempla allí la Infinita Belleza.


V


¿Cómo podré, ¡oh, hermano!, renunciar a Maya?
Cuando deshice el nudo de mis cintas to­davía se me quedó más sujeto el vestido; cuando me quité el vestido, aún me cubrían el cuerpo sus pliegues.
Y así, cuando abandono mis pasiones, mi cólera persiste.
Y cuando renuncio a la cólera aún queda la envidia.
Y cuando venzo a la envidia todavía per­sisten mi vanidad y mi orgullo.
Cuando el espíritu se libera, arrojando a Maya, aún se queda prendido en la letra.

Kabir dice:
Òyeme bien, querido Sadhu: la verdadera senda no es fácil de encontrar.


VI



La luna brilla en mi interior; pero mis ojos ciegos no pueden verla.
La luna está en mí, lo mismo que el sol. Sin que lo toquen, el tambor de la eterni­dad resuena en mi interior; pero mis oídos sordos no pueden oírlo.
Así, en tanto que el hombre reclame el Yo y lo Mío, sus obras serán como cero. Cuando todo amor del yo y de lo mío ha­ya muerto, entonces es cuando se consuma­rá la obra del Señor.
Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.
Alcanzado el conocimiento, déjese el afán. El afán de la flor es el fruto; cuando el fru­to madura, la flor se marchita.
El ciervo contiene el almizcle, aunque no lo busca en sí mismo sino husmeándolo en la hierba.


VII


Cuando se revela a sí mismo, Brahma des­cubre lo invisible.
Como el grano está en la planta; como la sombra en el árbol; como el espacio en el cielo; como infinidad de formas están en el espacio, así, desde el más allá del Infinito, el Infinito viene, y el infinito se prolonga en lo finito.
la caricatura está en Brahma y Brahma es­tá en la caricatura; son para siempre distin­tos; aunque estén para siempre unidos.
El mismo es el árbol, el grano y el germen. El mismo es la flor, el fruto y la sombra. El es el sol, la luz y todo lo que se ilumina. Es Brahma, la criatura y la ilusión.
Es la forma múltiple, el espacio infinito. Es el aliento, la palabra, la idea.
Es lo limitado y lo ilimitado, y más allá de lo limitado y de lo ilimitado, es el Ser puro.
Es el espíritu inmanente en Brahma y en la criatura.
El Alma suprema se ve en el interior del al­ma.
El punto último se ve en el Alma suprema. Y en ese punto aún se reflejan las creacio­nes.
Kabir es bendito porque goza de esta vi­sión suprema.


VIII


El vaso terrestre acuna las campiñas y los boscajes; en él se halla el Creador.
En ese vaso están los siete océanos y las in­numerables estrellas. Dentro están el artífice y su piedra de toque.
En él resuena la voz del Eterno, que hace surgir la primavera.

Kabir dice:
Oyeme, amigo mío: mi Señor bienamado se halla en ese vaso.



IX



¿Cómo podría yo jamás pronunciar esas palabras misteriosas?
¿Cómo podría yo decir: El no es como es­to y es como aquello?
Si digo que El está en mí, el universo se es­candaliza de mis palabras.
Si digo que está fuera de mí, miento.
De los mundos internos y externos, El ha­ce una unidad indivisible.
Lo consciente y lo inconsciente son los ta­buretes de sus pies.
Ni se manifiesta ni se oculta; no es revela­do ni irrevelado.
No hay palabras para decir lo que El es.


X

Atrajiste mi corazón hacia ti, ¡oh, Fakir! Me hallaba dormido en mi alcoba y tú me despertaste con tu impresionante voz, ¡oh, Fakir!
Me hundía en las profundidades del océa­no de este mundo y Tú me has salvado, sos­teniéndome en tu brazo, ¡oh, Fakir!
Una sola palabra de Ti, no dos, y me libe­ras de todas las cadenas, ¡oh, Fakir!

Kabir dice:
Has unido tu corazón a mi corazón, ¡oh, Fakir!



XI



Yo, antes, jugaba día y noche con mis compañeras, y ahora tengo miedo.
El palacio de mi Señor está tan alto, que mi corazón tiembla de subir; pero no debo ser miedosa si quiero gozar de Su amor.
Mi corazón ha de buscar a mi Bienamado, he de quitarme el velo y unir a El todo mi ser. Mis ojos serán dos lámparas de amor.

Kabir dice:
Oyeme, amiga mía. El comprende quién lo ama. Si no languideces de amor por el Único Bienamado, es inútil que adornes tu cuerpo; es en vano que te pongas ungüento sobre los párpados.


XII


Cuéntame, ¡oh, cisne!, tu antigua historia. ¿De qué país vienes?, ¡oh, cisne!
¿Hacia qué riberas encaminas tu vuelo? ¿Dónde descansarás, ¡oh, cisne!, y qué es lo que buscas?
Despiértate esta misma mañana, ¡oh, cis­ne!, levántate y sígueme.
Hay un país donde no imperan ni la duda ni la tristeza; donde ya no existe el terror de la muerte.
Allí, los bosques primaverales están en flo­res y la brisa nos trae un perfume que dice: "El soy Yo".
Allí, la abeja del corazón penetra profun­damente en la flor, sin aspirar a otro goce.


XIII


¿Quién te servirá, oh, Señor increado? Cada fiel adora al Dios que él se crea; ca­da día recibe sus favores.
Algunos no lo buscan a El, al Perfecto, a Brahma, al indivisible Señor.
Creen en diez Avatares; pero un Avatar que sufra las consecuencias de sus actos, no puede ser el Espíritu infinito.
El Uno Supremo debe ser otro.
Los yoguis, los sanyasi, los ascetas, dispú­tanse entre sí.


Kabir dice:
¡Oh, hermano!, aquel que ha visto la irra­diación de Su amor, ese está salvado.




XIV



El río y sus olas forman una misma superficie: ¿Qué diferencia hay entre el río y sus olas? Cuando la ola se levanta, es agua, y al caer, sigue siendo agua.
Decidme dónde está la diferencia.
Porque la hayan nombrado ola, ¿ya no se la considerará como agua?
En el seno del Supremo Brahma, los mun­dos se engarzan como las cuentas de un ro­sario.
Contempla ese rosario con los ojos de la sabiduría.

XV


Donde reina la Primavera, señora de las es­taciones, se escucha una música misteriosa. Torrentes de luz caen por doquiera.
Pocos hombres pueden alcanzar esas riberas, donde millones de Krishna se mantienen cruzados de brazos; donde millones de Vish­nú se prosternan; donde millones de brah­manes leen los Vedas; donde millones de Shiva se abstraen en la contemplación.
Allí, millones de Indra y de innumerables semidioses tienen al cielo por morada.
Allí, millones de Saraswati, diosas de la música, tañen la vina.
Allí, mi Señor se revela a Sí mismo, y el perfume del sándalo y de las flores se espar­ce en todos los dominios del espacio.


XVI


Entre los polos de lo consciente y de lo in­consciente, el espíritu oscila.
Columpio donde están suspendidos todos los seres y todos los mundos y cuya oscila­ción nunca cesa.
A él se aferran millones de seres; en él se
columpian la luna y el sol en su carrera. Transcurren millones de edades y el co­lumpio sigue en su movimiento.
Todo oscila: el cielo y la tierra, y el aire y el agua, y el Señor mismo, ahí personificado. Y la visión de todo ello ha hecho de Kabir el servidor de su Dios.


XVII


La luz del sol, de la luna y de las estrellas fulgura con vivo resplandor: la melodía amorosa asciende cada vez más, acompasa­da al ritmo del amor puro.
Día y noche, el coro llena los cielos; y Ka­bir dice:
Mi único Bienamado me deslumbra co­mo el relámpago.
¿Sabéis cómo dicen su adoración los instantes?
Blandiendo su círculo de luces, el univer­so, día y noche, canta adorando. Allí-dice Kabir-, la adoración no cesa jamás.
Allí está en su trono el Señor del universo. El mundo entero ejecuta su obra y comete sus yerros; pero pocos son los amantes que conocen al Bienamado.
Como se mezclan las aguas del Ganges y del Jumna, así se mezclan en el corazón del hombre piadoso las dos corrientes del amor y del sacrificio.
En su corazón, el agua sagrada se esparce día y noche, y así concluye el ciclo de los natalicios y de los óbitos.
¡Qué inefable reposo en el Espíritu Supre­mo! Sólo lo goza quien lo busca.
Sujeto por las cuerdas del amor; va y vie­ne el columpio oceánico del gozo, y hay un
potente estallido de canciones.
¡Ved aquel loto que florece sin agua! Y Kabir dice:
La abeja de mi corazón liba su néctar. ¡Maravilloso loto florecido en el corazón del universo!
Sólo las almas puras conocen sus delicias verdaderas.
La música vibra por doquiera y el corazón participa en el gozo del mar infinito.

Kabir dice:
Sumérgete en ese océano de dulzura y deja que vuelen lejos todos los errores de la vida y de la muerte.


Ya ves cómo aquí se sacia la sed de los cinco sentidos; ya no existen las tres formas de la miseria.


Kabir dice:
Estamos en lo Inaccesible; miraos aden­tro y veréis cómo brillan en vosotros los ra­yos de luna de Dios escondido.


Ahí late el ritmo de la vida y de la muerte. Ahí surgen los arrobamientos, todo el es­pacio radiante de luz.
Ahí se escucha la misteriosa música que es la del amor de los tres mundos.
Ahí arden los millones de lámparas del sol y de la luna.
Ahí resuenan por doquiera los amorosos cánticos, llueven ondas de luz y el adorador saborea con delicias el celeste néctar.
Ved la vida y la muerte: ya no hay entre ellas separación alguna.


Kabir dice:

El sabio enmudecerá, pues la Verdad no puede hallarse en los libros ni en los Vedas. Me he asociado al armonioso equilibrio del Uno.
He bebido la copa de lo inefable. Encontré la clave del misterio. Alcancé la raíz de la Unión.
Viajando sin camino llegué al país sin do­lor, y la gracia del Gran Señor ha descendi­do, dulcísima, en mí.
Se canta al Dios infinito como si fuera inaccesible; pero en mis meditaciones, sin mis ojos, yo lo he visto.
Es, de cierto, el país sin sufrimientos, y nadie sabe el camino que a El conduce.
Sólo aquel que encontró ese camino va más allá de la región de los dolores. Maravilloso país, que no puede pagarse con ningún mérito.
El sabio lo ve; el sabio lo canta.
Tal es la última palabra; pero ¿cómo ex­presar su maravilloso sabor?

Aquel que la saborea una vez, sólo él sabe el gozo que puede dar.


Kabir dice:
Al conocerla, el ignorante se convierte en sabio y el sabio se queda mudo, en silencio­sa adoración.

El adorador se embriaga totalmente.
Su sabiduría y su desprendimiento son per­fectos.
Bebe en la copa de las inspiraciones y de las aspiraciones del amor.
Allí, todo el cielo se llena de armonías y la música suena sin cuerdas y sin pulsaciones. Allí, no cesa nunca el juego de la alegría y del dolor.

Kabir dice:
Si te sumerges en el océano de vida, vivi­rás en el país de la suprema felicidad.

¡Qué frenesí de éxtasis contiene cada ho­ra! El adorador exprime y bebe la esencia de las horas. Vive con la vida de Brahma... Digo la verdad porque acepté la verdad en mi vida.
Estoy consagrado a la verdad porque ahu­yenté lejos de mí todas las falsas apariencias.

Kabir dice:
Así se libra el adorador, de todo miedo, así lo abandonan todas las ideas erróneas so­bre la vida y sobre la muerte.


Allí, el cielo se llena de música. Allí, llueve néctar.
Allí, vibran las cuerdas del arpa y suenan los tambores.
¡Qué secreto esplendor irradia ese castillo del cielo!
Ya no hay amaneceres ni puestas de sol. En el océano de revelaciones que es la luz del amor, el día y la noche no forman más que uno.
Alegría eterna; ni dolor ni luchas.
Allí he bebido, llena hasta los bordes, la copa de la dicha, de la dicha perfecta.
No hay lugar allí para el error.


Kabir dice:
Allí he sido testigo de los juegos de la única felicidad.
He conocido en mí mismo el juego del universo; he escapado al error de este mun­do.
Lo externo y lo interno se han hecho para mí un solo cielo.


Lo infinito y lo finito se han unido. Me embriago con la visión del Todo.
La luz invade el universo; es la lámpara del amor ardiendo en el candelero del saber.


Kabir dice:
Allí no puede deslizarse error alguno, y ya no existe el conflicto de la vida con la muerte.


XVIII



La región central del cielo, donde el espí­ritu reposa, está radiante de una música de luz.
Allí, florece la pura y cándida armonía, donde mi Señor halla sus delicias.
En el prodigioso esplendor de su cabellera piérdese el fulgor de millones de soles y de lunas.

Kabir dice:
Ven, ¡oh, Dharmadas! y contempla el triun­fo de mi Señor omnipotente.


¿Dónde la acción y el reposo en esa ribera? No hay agua a la vista; ni barco, ni marino. No hay ni una sola cuerda para empujar el barco ni hombre alguno para sirgar.
Ni tierra, ni cielo, ni tiempo; nada existe ahí: ni río, ni ribera.
No hay ahí ni cuerpo, ni espíritu.
¿Dónde podrías aplacar la sed de tu alma? Nada encontrarás en esa nada.
Sé fuerte y vuélvete a ti mismo. Ahí te ha­llarás en tierra firme
Considera esto, ¡oh, corazón mío! No te vayas a ninguna otra parte.


XIX



¡Oh, corazón mío! El Espíritu Supremo, el Dueño omnipotente está junto a ti. ¡Despierta, despiértate!
Corre a echarte a los pies de tu Biena­mado, pues tu Señor está muy cerca. Estuviste dormido durante siglos innumerables, ¿y no quieres despertar esta mañana?


XX

¿Qué ribera quieres alcanzar, corazón mío? Ningún viajero ante ti. Ningún camino.

Kabir dice:
Rechaza toda imaginación y fortalécete en lo que eres.




XXI

Cada morada enciende sus lámparas. Co­mo eres ciego, no las ves.
Un día tus ojos se abrirán de pronto y ve­rás; y las cadenas de la muerte caerán por sí solas.
Nada que decir, nada que escuchar, nada que hacer.
Aquel que vive, aunque muerto, no mori­rá jamás.
Porque vive en soledad, dice el asceta que Su casa está muy lejos.
Tu Señor está junto a ti y, sin embargo, tre­pas a lo alto de la palmera para buscarlo. El sacerdote brahmán va de casa en casa, para iniciar al pueblo en la fe.
Pero ¡ay!, la verdadera fuente de vida está a tu lado mientras te pones a adorar la pie­dra que tú mismo levantaste.

Kabir dice:
No puedo decir cuán adorable es mi Se­ñor. El ascetismo, el rosario, las virtudes y los vicios, nada de todo ello existe para El.


XXII



Mi corazón suspira, ¡oh, hermano!, por el verdadero Dueño que llena la copa del amor para ofrecérmela tras de haber bebido.
Levanta el velo y Brahma se revela a mis ojos.
Descubre en El los mundos y me hace oír la música misteriosa. Me muestra que las alegrías y las penas son una misma cosa. Todas sus palabras están llenas de amor.
Kabir dice:
En verdad, nada ha de temer quien posea semejante Dueño para llevarlo a seguro re­fugio.


XXIII


Las sombras de la noche. caen espesas y profundas; ensombrecen el corazón y en­vuelven el cuerpo y el espíritu.
Abre tu ventana al poniente y piérdete en el cielo del amor.
Bebe la miel azucarada que destilan los
pétalos del loto del corazón.
Déjate penetrar en las olas del mar. ¡Húndete en su esplendor!
Escucha y oye el rumor de las caracolas y de las campanas.

Kabir dice:
Contempla, ¡oh, hermano!, al Señor en ese vaso, que es mi cuerpo.



XXIV


Llevo en el fondo del corazón aquel amor que me hace vivir en este mundo una vida sin límites.
Así vive el loto en el agua, y en el agua flo­rece.
Aunque el agua no pueda tocar sus pétalos abiertos por sobre su nivel.
Así vive la esposa que penetra en las llamas de la pira, al mandato del amor.
Arde y deja gemir a sus compañeras; pero jamás deshonra al amor.
Difícil es cruzar el océano del mundo; sus aguas son muy profundas.
Kabir dice:
Oyeme, ¡oh, Santo hombre! Pocos son los que logran llegar a la otra orilla.


XXV



Mi Señor se oculta y, a maravilla, mi Señor se revela.
Mi Señor me aherroja duramente y mi Se­ñor hace que caigan mis cadenas.
Mi Señor me trae voces de tristeza y voces de alegría, y es El mismo quien dosifica los contrastes.
Ofrendaré a mi Señor mi cuerpo y mi es­píritu.
Daré mi vida antes que olvidar a mi Señor.

XXVI


Todas las cosas están creadas por Dios. El Amor es Su cuerpo.
No tiene forma, ni cualidad, ni decaden­cia.
Trata de unirte a El.
Ese Dios indeterminado toma millares de formas a los ojos de las criaturas:
Es puro e indestructible.
Su forma es infinita e insondable.
Danza extasiado y Su danza describe mil formas vaporosas.
El cuerpo y el espíritu desbordan felicidad cuando los toca Su gozo infinito.
Está inmerso en toda conciencia, en todo júbilo, en todo dolor.
No tiene principio ni fin.
Contiénese entero en su Beatitud.


XXVII


La misericordia de mi verdadero Maestro es la que me ha dado a conocer lo descono­cido.
Por El sé caminar sin pies, ver sin ojos, oír sin orejas, beber sin labios, volar sin alas. En el país donde no hay ni sol, ni luna, ni noche, ni día, he amado y he meditado. Sin comer he saboreado la dulzura del néctar; sin agua he aplacado mi sed.
El gozo compartido es la plenitud del go­zo. ¿Ante quién podía expresarse jamás? Kabir dice:
Mi Maestro es más grande que los mun­dos, e inmensa la buena ventura de su discí­pulo.


XXVIII


Ante lo incondicionado danza lo con­dicionado.
"Tú y yo no somos más que uno", procla­man las trompetas.
El Maestro avanza y saluda a su discípulo: tal es la mayor de las maravillas. Gorakhmatte le pregunta a Kabir:
-Dime, ¡oh, Kabir!, ¿cuándo comenzó tu vocación?
¿Dónde nació tu amor? Kabir responde:
-Cuando Aquel cuyas formas son múlti­ples aún no había empezado su representa­ción; cuando no había ni maestro ni discí­pulo; cuando todavía no existía el mundo,
cuando el Uno supremo estaba solo, enton­ces fue cuando me hice asceta; entonces, ¡oh, Gorakh! Brahma atrajo mi corazón a El.
Cuando me instruí en la doctrina de los ascetas, Brahma no estaba coronado, ni Vishnú ungido de rey, ni había nacido aún la potencia de Shiva.
Fue en Benarés donde tuve una revela­ción repentina, y Ramananda me iluminó. Traía conmigo la sed del infinito, he acu­dido a la cita de mi Dios.
Con toda simplicidad me uniré con la simple Unidad.
Y surgirá mi amor.
¡Marcha, oh, Gorakh, al ritmo de esa mú­sica!


XXX


Sobre ese árbol hay un ave; danza en el gozo de la vida.
Nadie sabe dónde está.
¿Y quién podrá decir el estribillo de su canción?
Entre lo más espeso y sombrío del ramaje, allí tiene su nido. Viene de noche y echa a volar por la mañana. Yo no la comprendo.
Nadie puede decirme qué ave es esa, la que canta en mi alma.
Sus plumas no tienen color ni dejan de te­nerlo.
No tiene forma ni perfil.
Se guarece a la sombra del amor.
Duerme en el seno de lo inaccesible, de lo infinito y de lo eterno, y nadie sabe cuándo echa a volar; y nadie sabe cuándo ha de volver. Kabir dice:
Profundo es el misterio, ¡oh, santo her­mano! Deja que los sabios descubran la morada del ave.


XXXI


Día y noche me apesadumbra una cruel angustia y no puedo dormir.
Suspiro pensando en la cita que ha de dar­me mi Bienamado y ya no siento el placer de vivir en la casa paterna.
Las puertas del cielo están abiertas; entro en el templo; encuentro a mi Esposo y de­posito a sus pies la ofrenda de mi cuerpo y de mi espíritu.


XXXII


¡Danza, corazón mío! Danza hoy de gozo. Los cánticos de amor llenan de música los días y las noches, y el mundo vive atento a sus melodías.
Locas de júbilo, la vida y la muerte danzan
al ritmo de esa música.
Los montes, el océano y la tierra danzan. Entre sollozos y carcajadas la humanidad danza.
Tu Señor está en ti; ¿a qué abrir los ojos ha­cia el mundo exterior?
Kabir dice:
Oyeme, hermano mío: mi Señor me ha arrebatado y me ha unido a El.


XXXIII


¿Cómo podría quebrarse el amor que nos une?
Cual la hoja del loto reposando sobre el agua, así eres tú, mi Señor, y yo soy tu es­clavo.
Cual el ave nocturna contempla la luna en la noche, así eres tú, mi Señor, y yo soy tu esclavo.
Desde el comienzo hasta el fin de los tiem­pos está el amor entre Tú y yo. ¿Cómo po­dría extinguirse ese amor?

Kabir dice:
Cual el río penetra en el océano, así mi corazón penetra en ti.


XXXIV


¡Tristes están mi espíritu y mi cuerpo! Te necesitan.
Ven a mi casa, ¡oh, mi Bienamado! Cuando me llaman "tu prometida" me avergüenzo de que mi corazón aún no haya poseído tu corazón.
¿Qué amor es, pues, este amor mío?
No tengo hambre; no tengo sueño; nunca hallo reposo, ni en El ni fuera de El.
Como el agua para el sediento, así es el
Novio para la novia.
¿Quién le llevará el mensaje a mi Biena­mado?
Kabir está angustiado. Agoniza de no ha­berlo visto.


XXXV


¡Despierta, oh, amiga, no duermas más! Se acabó la noche; ¿quieres perder tam­bién la jornada?
Otras que despertaron a tiempo, ya reci­bieron sus joyas.
Todo lo perdiste tú, ¡oh, loca!, durante el sueño.
Tu Amado es prudente, y tú insensata, ¡oh, mujer!
Nunca preparaste el lecho de tu esposo. Te pasaste los días en inútiles juegos.
Tu juventud se ha marchitado en vano, puesto que no has conocido a tu Señor.
¡Despierta, despiértate! Mira: tu lecho está vacío. Durante la noche, El te ha abandonado.

Kabir dice:
Sólo despierta aquella cuyo corazón está traspasado por las flechas de su palabra.


XXXVI



Cuando el sol brilla, ¿dónde está la noche? Y es de noche cuando el sol ha retirado su luz.
Donde hay conocimiento, ¿puede persistir la ignorancia? Y si hay ignorancia, el cono­cimiento debe perecer.
Si hay lujuria, ¿cómo puede haber amor? Donde está el amor, no existe la lujuria. Empuña la espada y corre a la batalla. Com­bate, ¡oh, hermano!, mientras dure tu vida. Corta la cabeza de tu enemigo para darle
así una muerte rápida. Vuélvete luego, para inclinar la frente ante el triunfo de tu Rey. El hombre valiente no abandona jamás el combate; el que huye no es un verdadero combatiente.
En el coto cerrado de nuestro cuerpo se li­bra una gran guerra contra las pasiones, la cólera, el orgullo y la envidia.
Donde más arrecia la batalla es en el Rei­no de la Verdad, del contentamiento y de la pureza, y la espada más activa es la tizona que lleva su nombre.

Kabir dice:
Cuando un valeroso caballero entra en li­za, la multitud de los cobardes se pone en fuga.
Denodado y áspero combate el que libra aquel que busca la Verdad.
Su voto es más difícil de cumplir que el del guerrero o el de la viuda que quiere reu­nirse con su esposo.
Pues el guerrero combate durante unas horas y la lucha de la vida con la muerte concluye muy pronto.
Pero la batalla de aquel que busca la Ver­dad prosigue día y noche, y sin que cese mientras dura su vida.


XXXVII


La cerradura del error cierra la cancela: ábrela con la llave del amor.
Al abrir la puerta, despertarás al Bienamado. Kabir dice:
No pases, ¡oh, hermano!, sin aprovechar tan buena ventura.


XXXVIII


El cuerpo, ¡oh, amigo!, es Su lira.
Tiende las cuerdas y hace sonar la melodía de Brahma.
Si las clavijas se aflojan o las cuerdas se rompen, entonces, instrumento de polvo, vuel­ve el cuerpo al polvo.

Kabir dice:
Sólo Brahma y ningún otro puede crear semejantes melodías.


XXXIX



Amo muy de veras a quien puede devolver su hogar al viajero extraviado.
En el hogar está la verdadera unión, en el hogar está la dicha de la vida.
¿Por qué abandonaré mi hogar para andar errante por el bosque?
Si Brahma me hace alcanzar la verdad, ha­llaré en el hogar la servidumbre y la libertad a un tiempo.
Amo a quien tiene el poder de hundirse profundamente en el seno de Brahma, a quien posee la facultad de sumirse en la contemplación.
Amo a quien conoce a Brahma y puede quedarse en meditación sobre su suprema Verdad.
Amo a quien puede ejecutar la melodía del infinito, uniendo en su vida el amor y el sacrificio.

Kabir dice:
El hogar es la morada verdadera; en el hogar está lo real, el hogar hace que al­cancemos a Aquel que es realidad.
Quédate, pues, donde estás y todo lo ten­drás a su tiempo.



XL


Nada mejor, ¡oh, santo hombre!, que unir­se simplemente a El.
Desde el día en que hallé a mi Dios, los juegos de nuestro amor ya no han cesado. No cierro los ojos, no tapo mis oídos, no mortifico mi cuerpo.
Miro con los ojos muy abiertos, sonrío, y por doquiera contemplo Su hermosura. Murmuro su nombre, y todo cuanto veo me habla de El.
Todos mis actos constituyen un culto que rindo a mi Dios.
La aurora y el crepúsculo me parecen iguales.
Las contradicciones ya no existen para mí. Por doquiera que voy, en El me afano.
Todo cuanto hago lo hago en Su servicio. Al acostarme me prosterno a Sus pies. Sólo El es adorable a mis ojos; no conoz­co otro.
De mi boca ya no salen palabras impuras. Día y noche canto Sus alabanzas.
De pie o sentado, no puedo olvidarlo, porque el ritmo de Su canción lo llevo en mis oídos.

Kabir dice:
Un gozo frenético abrasa mi corazón y descubre todos los misterios ocultos en mi alma. Estoy sumergido en una inmensa feli­cidad que supera toda alegría y todo dolor.




XLI

En los baños sagrados no hay más que agua, y sé de su ineficacia, pues me he ba­ñado en ellos.
Las sagradas imágenes carecen de vida; no pueden hablar; lo sé, puesto que las he con­vocado a gritos.
Los Puranas y el Corán, no son más que palabras; aparté el velo y lo vi.
Kabir deja que hable la experiencia; todo el resto es mentira, lo sabe muy bien.


XLII


Me río cuando oigo decir que el pez tiene sed en el agua.
No alcanzas a ver que lo real está en tu ho­gar y andas errante de bosque en bosque. ¡En ti está la Verdad! Donde quiera que va­yas, a Benarés o a Mathura, si no encuentras tu alma, el mundo no tendrá realidad para ti.


XLIII

El pendón oculto se halla izado en el templo del cielo.
Allí se despliega el baldaquín azul adorna­do de luna y constelado de brillantes.
Allí brilla la luz del sol y de la luna. Sosiégate, alma, y contempla ese esplendor en silencio.

Kabir dice:
Quien bebe de ese néctar cae en el delirio.


XLIV


¿Quién eres? ¿Y de dónde vienes?
¿Dónde reside el Espíritu Supremo y cómo puede mezclarse en todos los juegos de la Creación?
El fuego está en la madera; pero ¿quién lo despierta de súbito?
La madera conviértese en cenizas; y, ¿adón­de va la fuerza del fuego?
El verdadero Maestro nos enseña que el Espíritu no tiene límite ni fin.

Kabir dice:
Brahma adapta su palabra a la inteli­gencia de sus oyentes.




XLV


¡Oh, santo!, purifica tu cuerpo con toda simplicidad.
Como el grano está en el bananero; como las flores, los frutos y la sombra de las hojas están en el grano, así el germen está en el cuerpo, y en ese germen el cuerpo se en­cuentra a sí mismo.
El fuego, el aire, el agua, la tierra y el éter no están fuera de El.
Considera esto, ¡oh, Kazi; oh, Pundit! ¿Qué cosa hay que no esté en nuestra alma?
El cántaro lleno de agua flota en el agua, contiene agua y está rodeado de agua.
No hay que darle a esto nombre alguno, no vaya a despertarse el error del dualismo. Kabir dice:
Escucha la palabra, la verdadera, que es tu esencia; El se dice la palabra a Sí mismo, y El mismo es el Creador.


XLVI


Es un árbol extraño; crece sin raíces y lle­va frutos sin haber dado flores.
No tiene ramas ni hojas; es un loto puro. En él cantan dos aves: una es el Maestro; la otra, su discípulo.
El discípulo escoge los abundantes frutos de la vida y los saborea; el Maestro lo con­templa gozoso.
Lo que Kabir dice es difícil de comprender: El ave no puede ser alcanzada, aunque resulta claramente visible. El que no tiene forma está en el seno de todas las formas.


XLVII


He aplacado la angustia de mi alma y mi corazón se regocija. En el estado en que es­toy, he visto al Supremo Camarada.
Permaneciendo esclavo me liberé; me des­prendí de las garras de toda mezquindad. Kabir dice:
Alcancé lo inaccesible y en mi corazón tornasolan los colores del amor.


XLVIII


Lo que tú ves no existe, y para lo que exis­te no tienes palabras.
A menos de ver, no crees; lo que te dicen no puedes admitirlo.
Quien tiene discernimiento aprende por las palabras, y el ignorante se queda con la boca abierta.
Algunos contemplan lo Informe y otros meditan sobre la forma; pero el sabio sabe que Brahma está por encima de ambos.
La hermosura de Brahma no puede verse con los ojos. La vibración de su palabra no puede llegar hasta el oído.

Kabir dice:
Aquel que ha encontrado a la vez el amor y el sacrificio, no se abisma jamás en la muerte.



XLIX



La flauta del Infinito toca sin jamás inte­rrumpirse, y canta Su amor.
Cuando el Amor renuncia a todo límite, al­canza la Verdad.
¡Cuán lejos se esparce su perfume! No tie­ne fin; ningún obstáculo se le opone.
La forma de su melodía brilla como un mi­llón de soles.
La vina hace vibrar incomparablemente las notas de la verdad.


L



¡Me acucia, caro amigo, encontrar a mi Bienamado!
Mi juventud ha florecido y el dolor de ver­me separada de El me oprime el seno. Yerro sin rumbo por los senderos del saber, aunque he recibido noticias Suyas a través
de esos senderos.
Tengo una carta de mi Bienamado; en esa carta hay un mensaje inefable, y ahora ya no le temo a la muerte.


Kabir dice:
¡Oh, mi caro amigo! He recibido como presente al Único Inmortal.


LI


Cuando estoy separada de mi Bienamado mi corazón se llena de tristeza.
Ningún reposo durante el día, ningún sue­ño durante la noche.
¿A quién confiaré mis penas?
La noche es oscura. Las horas transcurren sin que El vuelva.
La ausencia de mi Señor hace que me es­tremezca y tiemble de miedo.


Kabir dice:
¡Oyeme, amiga mía! No hay júbilo como el de encontrar al Bienamado.



LII


¿Qué flauta es esa cuya música me llena de alegría?
La llama arde sin lámpara. El loto florece sin raíces.
Las flores se abren en los claustros. El ave nocturna vuela hacia la luna. El ave de lluvia apetece la lluvia.
Pero, la que amor consagra su vida el eter­nal Amante?



LIII



¿No has oído los acordes de la misteriosa música?
En medio de la cámara suena, gentil y dul­cemente pulsada, el arpa de la dicha.
No hay que salir para escucharla.
Si no has saboreado el néctar del Único Amor, ¿de qué te servirá purificarte de toda mancha?
El kazi investiga el sentido de los ver­sículos del Corán e instruye a los hombres; pero si su corazón no está anegado en el amor divino, ¿de qué le servirá ser maestro?
El yogui tiñe de rojo sus vestiduras; pero si no conoce los colores del amor, ¿de qué le servirá el color de sus vestidos?


Kabir dice:
Ya esté en el templo o en el balcón de mi morada, en un campo o en un jardín de flo­res, os digo, en verdad, que en todo mo­mento mi Señor se deleita conmigo.


LIV



¡Sutil es el sendero del amor!
No hay en él preguntas ni silencios; toda criatura se aniquila a sus pies, se hunde en el gozo de buscarlo a El, se sumerge en las profundidades de su amor como el pez en el agua.
El enamorado siempre está dispuesto a ofrecer su vida en servicio de su Señor. Kabir revela el secreto de ese amor.


LV


Es verdadero Santo aquel que puede reve­lar a ojos humanos la forma de lo informe. Es verdadero Santo aquel que enseña el camino simple que ha de seguirse para al­canzarlo a El sin ocuparse de ritos ni de ce­remonias.
Es verdadero Santo aquel que no te hace
cerrar las puertas, ni retener el aliento, ni re­nunciar al mundo; el que te hace ver al Es­píritu Supremo doquiera haya inteligencia; el que te enseña a conservar la calma en me­dio de la actividad.
Inmerso para siempre en la felicidad y sin temor alguno en el corazón, el Santo mantie­ne, en medio de los placeres, la armonía de su vida.
La infinita presencia del Ser infinito está en todas partes: en la tierra, en el agua, en el cielo, en el aire.
Tan firme como el trueno, la sede del bus­cador se halla establecida por sobre el vacío del espacio.
El que está en el interior, está en el exterior. Lo veo a El y a ningún otro.


LVI


Recibe la palabra de donde surgió el universo.
Esta palabra es: Maestro. Lo he escuchado y me he convertido en discípulo.
¿Cuántos son los que han comprendido es­ta palabra?
Trata tú de comprenderla, ¡oh, Santo! Los Vedas y los Puranas la proclaman. El mundo se asienta en ella.
Los rishis y los devotos la dicen; pero na­die conoce su misterio.
El padre de familia abandona su hogar cuando la escucha.
Los seis filósofos la comentan.
El espíritu de renunciación emana de ella. De esa palabra nació el mundo de las formas. Esa palabra lo revela todo.

Kabir dice:
¡Pero quién sabe de dónde viene esa pa­labra!




LVII



¡Vacía la copa! ¡Embriágate! ¡Bebe el divi­no néctar de Su nombre!
Kabir dice:
Oyeme, querido Sadhu: desde la coroni­lla a la planta de los pies, el hombre está en­venenado por la inteligencia.




LVIII



Si no conoces a tu propio Señor, ¿de qué te enorgulleces?
Renuncia a toda elocuencia. jamás te uni­rán a El las simples palabras.
No te dejes engañar por el testimonio de las Escrituras.
El amor difiere mucho de la letra, y el que con toda sinceridad lo busca, lo encuentra.



LIX



La dulzura de vagar sobre el océano de la vida inmortal me ha liberado de todo vano parloteo.
Como el árbol está en el grano, todos los males están en la charlatanería.


LX


Cuando, al fin, hayas encontrado el océa­no de la felicidad, no te vayas sediento. Vuelve en ti y no seas loco; la muerte te acecha.
Aquí tienes, ante ti, el agua pura. Bébela hasta saciarte.
No persigas el espejismo; ten sed de néctar. Dhruva, Prahlad y Shukadeva bebieron de él. Raidas lo probó.
Los santos se embriagan de amor; tienen sed de amor.
Kabir dice:
Escucha, hermano mío: la guarida del miedo se ha desplomado.

Ni por un instante miraste al mundo fren­te a frente.
Con la falsedad tejes tu esclavitud; tus pa­labras están llenas de engaños.
Con el fardo de deseos que llevas en la cabeza, ¿cómo podrías andar ligero?

Kabir sigue diciendo:
Guarda en ti la verdad, el espíritu de sa­crificio y el amor.


LXI


¿Quién le ha enseñado a la viuda a dejar consumir su cuerpo sobre la hoguera de su esposo difunto?
¿Y quién le ha enseñado al amor a encon­trar su felicidad en el sacrificio?


LXII


¿Por qué, corazón mío, eres tan impaciente? Aquel que vela por las aves, por las beste­zuelas y por los insectos.
Aquel que cuidaba de ti cuando todavía estabas en el seno de tu madre: ¿dejará de protegerte ahora que ya saliste de él?
¿Cómo puedes, ¡oh, corazón mío!, apar­tarte de la sonrisa de tu Dios y andar errante tan lejos de El?
Abandonaste a tu Bienamado para pensar en futilezas, ¿y te asombras de la banalidad de tu obra?


LXIII

¡Cuán difícil me es encontrar a mi Señor!
El pájaro de lluvia, alterado, llama a la llu­via a grandes gritos. Morirá en la espera an­tes que beber de otra agua.
Atraído por los sones de la música, la cer­vatilla se acerca; arriesga la vida para escu­charlos; pero el temor no la hace retroceder.
La viuda se queda sentada junto al cuerpo de su esposo; el fuego no le da miedo. ¡No sientas temor alguno por esa miseria que es tu cuerpo!



LXIV


Cuando ya me extraviaba, ¡oh, hermano!, el verdadero Maestro me enseñó el camino. Entonces dejé los ritos y las ceremonias; ya no volví a sumergirme en las aguas sagradas. Comprendí que sólo yo era el loco; que to­do el mundo a mi alrededor estaba cuerdo y que yo era motivo de escándalo y de befa.
A partir de ese día, ya no ruedo por el pol­vo en señal de obediencia; ya no toco la campana del templo; ya no coloco ningún ídolo en su trono; ya no pongo flores ante las imágenes en signo de adoración.
Lo que le place al Señor no son las auste­ridades ni las mortificaciones de la carne. No le eres grato porque andes casi en cue­ros y mortifiques tus sentidos.
El hombre bueno y leal que permanece se­reno en medio de la agitación del mundo, el que ama como a sí mismo a todas las criatu­ras de la tierra, ese hombre alcanza al Ser In­mortal, y el verdadero Dios está con él.

Kabir dice:
Aquel cuyas palabras son puras y que no tiene orgullo ni envidia, conoce Su verdade­ro Nombre
.



LXV



El asceta tiñe sus vestiduras, en lugar de te­ñirse el alma, con los colores del amor. Permanece sentado en el templo, abando­nando a Brahma, para adorar una piedra; se agujerea las orejas; lleva una larga barba y sórdidos andrajos; parece un chivo.
Anda por el desierto yugulándose el deseo, y acaba pareciéndose al eunuco.
Se rapa la cabeza y tiñe sus vestidos; lee el Gita y se convierte en un charlatán.

Kabir dice:
Tú, que obras como él, marchas hacia las puertas de la muerte atado de pies y manos.


LXVI



No sé cuál es mi Dios.
El mullah grita hacia El. ¿Por qué?
¿Está sordo el Señor? Pues bien que oye re­sonar hasta las sutiles articulaciones del in­secto que marcha...
Reza tu rosario; píntate en la frente la cifra de tu Dios; envuélvete en andrajos mancha­dos y vistosos...
Si en tu corazón hay un arma de muerte, ¿cómo podrás poseer a Dios?


LXVII


Cuando escucho la melodía de su flauta ya no soy dueño de mí.
La flor se abre sin que la primavera haya llegado, y ya la abeja ha recibido su perfu­mado mensaje.
Retumba el trueno, fulgen los relámpagos; en mi corazón saltan las olas.
Cae la lluvia y mi alma languidece pen­sando en mi Señor.
Allí donde el ritmo del mundo nace y muere a la vez, allí es donde mi corazón lo alcanza.
Allí flotan al viento los pendones ocultos. Kabir dice:
Mi corazón se muere de vivir.


LXVIII



Si Dios está en la mezquita, ¿a quién per­tenece el mundo?
Si Rama, ¡oh, peregrino!, está en la imagen que tú adoras, ¿qué ocurre allí donde no hay imágenes?
Hari está en Oriente; Alá, en Occidente. Mírate el corazón y allí encontrarás a la vez a Karim y a Rama.
Todos los hombres y todas las mujeres del mundo son sus formas vivientes.

Kabir es el hijo de Alá y de Rama.
El es mi Maestro; El es mi mentor espiri­tual
.


LXIX



Aquel que es modesto y se conforma con su suerte; aquel que es justo; aquel cuyo es­píritu está henchido de resignación y de paz.
Aquel que lo ha visto y lo ha tocado, es el que se halla libre de temor y de angustia. Para él, la idea de Dios es como un un­güento de sándalo esparcido por la piel. Para él no hay otro goce que esa idea. Una bella armonía rige su trabajo y su re-
poso; de él emana un resplandor de amores. Kabir dice:
Toca los pies de Aquel que es uno, indi­visible, inmutable, apacible, de Aquel que llena de desbordante alegría los vasos terres­tres y cuya forma es el amor.


LXX


Reúnete con los buenos, donde el Biena­mado tiene su morada.
Aprende de ellos todas tus ideas, todo tu amor y todo tu saber.
¡Redúzcase a cenizas la asamblea en que Su Nombre no sea pronunciado!
No vaciles más; piensa sólo en el Bienamado. Que tu corazón no adore a otros dioses. No es bueno adorar a otros dueños.

Kabir reflexiona y dice:
Si obras de otro modo jamás encontrarás al Bienamado.



LXXI



La joya se ha perdido en el fango y todos quieren encontrarla. Estos la buscan por un lado, aquellos por otro; algunos la ven en el agua, otros entre las piedras.
Pero el discípulo Kabir, que la aprecia en su verdadero valor, la ha envuelto cuidado­samente en su corazón como en los pliegues de su manto.


LXXII


El palanquín ha venido por mí, para lle­varme a la morada de mi esposo; un temblor
de felicidad me agita el corazón.
Mas los portadores me han conducido a un bosque solitario, donde no conozco a na­die.
Beso suplicante vuestros pies, ¡oh, portado­res! Aguardad un momento todavía. Dejadme volver a casa de mis padres y de mis amigos para despedirme de ellos.
El discípulo Kabir canta:
Abandona tus ventas y tus compras, ¡oh, santo l, deja ahí tus beneficios y tus pérdidas pues no hay tiendas ni mercados en el país adonde te encaminas.



LXIII


No conoces, ¡oh, corazón mío!, todos los secretos de esta ciudad de amor. Ignorante
viniste, ignorante te vas.
¿Qué hiciste de esta vida?, ¡oh, amigo mío! Cargaste sobre tu cabeza un pesado fardo de piedras, ¿quién te aliviará de esa carga? Tu Amigo se encuentra en la otra orilla y nunca me preguntas cómo podrías llegar hasta su encuentro.
El barco se ha roto; mientras, tú sigues sen­tado en el banco, sin avanzar y a merced del oleaje.
¿A quién tendrás al final por Amigo?, te pregunta el servidor Kabir. Estás solo, sin compañeros, y as¡ habrás de soportar las consecuencias de tus actos.


LXXIV


Los Vedas dicen que lo incondicionado es­tá por encima del mundo de las condiciones. ¿Qué ganas, ¡oh, mujer!, con discutir si El
está por encima de todo o si está en todo? Brahma se te revelará día y noche, vestido de luz, sentado en un trono de luz.

Kabir dice:
El verdadero Maestro es todo luz.


LXXV


¡Abre tus ojos de enamorado y contémpla­lo a El, que reina en el universo! Considera el universo y persuádete de que ese es tu país.
Cuando hayas encontrado a tu verdadero Maestro, El despertará tu corazón.
El te dirá los secretos del amor y del sacri­ficio, y conocerás entonces que El sobrepa­sa al universo.
Ese mundo es la ciudad de la Verdad; el laberinto de sus senderos fascina el corazón.
Podemos alcanzar la meta sin cruzar la ru­ta, en un deporte que no acaba jamás.
Allí donde el círculo de los múltiples goces danza en torno del Creador, allí están los juegos de la eterna felicidad.
Cuando los conozcamos concluirá el ciclo de todas nuestras aceptaciones y renunciamientos. Entonces dejará de quemarnos la llama de la concupiscencia.
Es el reposo último y sin límite.
El ha extendido sobre el mundo entero las formas de Su amor.
Del resplandor, que es Verdad, surgen per­petuamente las ondas de las formas nuevas, y El penetra esas formas.
Todos los jardines, todos los boscajes, to­das las masas de vegetación están pobladas de flores, y el aire juguetea con ellas.
Allí, el cisne juega un juego maravilloso. Allí, los sones de la misteriosa música giran en torno de la infinita Unidad.
Allí brilla, en el punto central, el trono de Aquel que contiene todas las cosas y donde el Gran Ser tiene su sede.
La luz de millones de soles se desvanece, confusa, ante el esplendor de uno solo de sus cabellos.
Por el camino, ¡qué dulces melodías hace oír el arpa! Sus notas traspasan el corazón. La eterna fontana de vida deja correr su cho­rro donde juegan sin fin el nacer y el morir.
Y se llama nada Aquel que es la Verdad de las verdades, Aquel en quien están conteni­das todas las verdades.


LXXVI


En El se perpetúa la creación, superior a to­da filosofía y que ninguna filosofía podría concebir.
Hay un mundo sin fin, ¡oh, hermano mío!,
y hay el Ser sin nombre, de quien sólo pue­de hablarse en silencio.
El mundo ilimitado sólo es conocido de aquel que lo alcanzó. Es muy otro de cuan­to se ha dicho y escuchado.
Ni formas, ni cuerpo, ni extensión, ni aliento existe en él. ¿Cómo podría decirte lo que es? Está en el camino de lo infinito, sobre el que desciende la gracia del Señor, y el que lo alcanza queda liberado de nacer y de morir.

Kabir dice:
Estos sentimientos no pueden expresarse con palabras de la boca: como tampoco pue­den escribirse en el papel.


LXXVII


¡Oh, corazón mío! ¡Vámonos al país don­de mora el Bienamado!
La enamorada llena allí su cántaro en el pozo y, sin embargo, no tiene cuerda para retirarlo del agua.
En ese país las nubes no cubren el cielo; pero la lluvia cae allí en ráfagas suavísimas. ¡Oh, espíritu puro! No te quedes sentado en el umbral de tu puerta.
Sal y báñate en esa linfa bienhechora. Maravillosa comarca donde reina un per­petuo claro de luna. Nunca está sombría. ¿Y quién habla de un solo sol? Ese país está iluminado por los rayos de millones de astros.



LXXVIII


Kabir dice:
¡Oh, Sadhu! Escucha mis inmortales pa­labras. Si quieres tu bien, presta mucha aten­ción: te has separado del Creador, de quien tú has nacido; has perdido la razón; has me­recído la muerte.
Todas las doctrinas, todas las enseñanzas vienen de El; en El se regocijan. Tenlo por cier­to y no tengas miedo.
¡Deja que te dé noticias de esta gran ver­dad!
¿Qué nombre salmodias? ¿En qué meditas? ¡Sal de semejante laberinto!
El está en el corazón de todas las cosas. ¿Por qué refugiarte en una vana desolación? Si colocas al Maestro lejos de ti, lo único que honras es su alejamiento.
Si realmente el Maestro está lejos, ¿qué es lo que creó este mundo?
Por no creer que El esté aquí andas erran­te, cada vez más lejos, y lo buscas en vano y entre lágrimas.
Allí donde El está lejos no se lo puede al­canzar; donde está cerca, El es la verdadera felicidad.
Temeroso de que su servidor sufra, El lo penetra profundamente.
Conócete, pues, ¡oh, Sadhu!, pues El está en ti desde la coronilla hasta los pies. Canta de alegría y afiánzate inquebranta­ble en tu corazón.


LXXIX


No soy ni piadoso ni ateo.
No vivo ni según los mandamientos ni se­gún mi corazón.
Ni hablo ni escucho.
No soy libre ni prisionero.
No tengo afecciones ni desafecciones.
No estoy lejos de nadie; no estoy cerca de nadie.
No iré al infierno ni al cielo.
Me afano por todo, aunque estoy ausente de todo afán.
Pocos me comprenden; que Aquel que me entiende halle la paz.
Kabir no trata jamás de crear ni de destruir.


LXXX



El verdadero Nombre no se parece a nin­gun otro.
Distinguir entre lo condicionado y lo incon­dicionado no es más que cuestión de palabras. Lo incondicionado es el grano; lo condi­cionado es la flor y el fruto.
El saber es la rama; el Nombre la raíz. Busca la raíz. Serás feliz cuando la en­cuentres.
La raíz te llevará a la rama, a la hoja, a la flor y al fruto.
Será tu encuentro con el Señor, será la rea­lización de tu gozo; será la reconciliación de lo condicionado y de lo incondicionado.


LXXXI


En el comienzo, El estaba solo y se basta­ba a sí mismo.
No había entonces ni comienzo, ni me­dio, ni fin.
No había ojos, ni noche, ni día.
No había tierra, ni aire, ni cielo, ni fuego, ni agua, ni ríos como el Ganges y el Jumna; ni mares, ni océanos, ni olas.
No había vicios ni virtudes, ni libros sagra­dos como los Vedas, los Puranas o el Corán.
Kabir reflexiona y dice:

Todo era entonces silencio y paz. El Ser Supremo permanecía inmerso en el seno profundo de sí mismo.
El Dueño no come, ni bebe, ni vive, ni muere.
No tiene forma, ni color, ni vestido.
No pertenece a un clan, ni a una casta, ni a nada...
¿Cómo podría yo describir su gloria?
No tiene forma y, sin embargo, no está sin formas.
No tiene nombre.
Carece de color y no es incoloro. No tiene morada.


LXXXII


Kabir medita y dice:
El que no tiene casta ni país, ni forma, ni cualidad, llena el espacio.
El Creador ha puesto en el Ser el juego de la dicha, y de la palabra "Om" nació la creación. La tierra es su gozo; su gozo es el cielo. Su gozo es el esplendor del sol y de la luna.
Su gozo es el comienzo, el medio y el fin. Su gozo es visión, sombra y luz.
Los océanos y las olas son su gozo.
Su gozo, las Saraswati, el Jumna y el Gan­ges.
El Dueño es uno: vida y muerte, unión y separación son los juegos de su gozo.
Sus juegos son el sol y el agua y el univer­so entero.
Sus juegos, la tierra y el cielo.
En el juego se desarrolla la creación; en el juego se establece.
El mundo entero -dice Kabir- reposa so­bre su juego; pero el jugador permanece des­conocido.


LXXXIII


El arpa difunde una suave música y la danza continúa sin danzantes.
La música se toca sin tañerla; se escucha sin oídos, pues El es el oído y El escucha. La puerta está cerrada; pero el incienso es­tá en el interior y nadie ve la cita.
El sabio comprende estas palabras.


LXXXIV


El Mendigo mendiga, pero no alcanzo a verlo.
¿Qué le pediré al Mendigo? Me da sin que yo le pida nada.

Kabir dice:
Soy suyo, y dejo que se cumpla el destino.


LXXXV



Mi corazón reclama la morada de mi Bie­namado.
A la que pierde la ciudad de su esposo, igual le da el gran camino que el abrigo de un techo.
Mi corazón de nada se alegra; mi espíritu y mi cuerpo divagan sin cesar.
Su palacio tiene un millón de puertas; pe­ro entre El y yo media un vasto océano. ¿Cómo lo cruzaré? No tiene fin, ¡oh, ami­go!, la extensión de esa ruta.
¡Qué maravillosa obra es esa lira!
Bien templada, arrebata el corazón; pero rotas las clavijas o distendidas las cuerdas, ya no interesa a nadie.
Les digo, riendo, a mis padres: "Es preciso que vaya a ver esta misma mañana a mi Se­ñor".
Ellos se encolerizan, no quieren dejarme ir y dicen: "Esta criatura cree haber adquirido tan gran dominio sobre su Esposo como pa­ra obtener de El todo cuanto quiere; de ahí
su impaciencia por encontrar a su Señor.
Ahora, querido amigo, alza ligeramente mi velo, que es esta mi noche de amor.

Kabir dice:
¡Escúchame! Mi corazón está impaciente por encontrar a mi Bienamado, permanezco en mi lecho, sin sueño. Acuérdate de mí cuando despunte el alba.


LXXXVI


Sirve a tu Dios, presente en este templo, que es la vida.
No seas loco, pues las sombras de la no­che pronto se espesan.
Me ha esperado durante la eternidad de las edades; por amor a mí, El ha perdido su
corazón.
¡Y yo ignoraba la felicidad que tan cerca tenía! Mi amor aún no se había despertado. Pero ahora mi amante me ha dado a co­nocer el sentido de los sones que percibie­ron mis oídos.
Ahora he realizado mi felicidad.

Kabir dice:
¡Contempla cuán grande es mi ventura! ¡He recibido la infinita caricia de mi Bie­namado!



LXXXVII


La tormenta se acumula en el cielo. Escucha la honda voz de su fragor.
La lluvia viene del Oriente y murmura su monótono plañir.
Presta atención a tus cercados, para que la
lluvia no los invada y los arrase.
Prepara el suelo de la liberación y deja que sólo se ahoguen bajo la tormenta los pa­rásitos del amor y del sacrificio.
Sólo el labrador precavido podrá festejar el fin de la cosecha. Sólo él podrá llenar de grano sus vasijas y alimentar a los sabios y a los santos.


LXXXVIII


Este día me es caro entre todos los días, porque hoy mi Señor bienamado es huésped de mi casa.
Mi cámara y mi corazón resplandecen con Su presencia.
Mis ardientes deseos cantan Su nombre y se pierden en Su infinita belleza.
Lavo Sus pies, contemplo Su rostro y ante El me prosterno, llevándole como ofrendas
mi cuerpo, mi alma y todo cuanto tengo. ¡Qué día de felicidad es este en que mi Bienamado, mi tesoro, viene a mi casa! Todos los malos pensamientos huyen volan­do de mi corazón cuando diviso a mi Señor. Mi amor lo ha conmovido, mi corazón languidece por Su nombre, que es la Verdad. Así canta Kabir, el servidor de todos sus servidores.


LXXXIX


¿Qué sabio podría escuchar la música so­lemne que se eleva hacia el cielo?
El es la fuente de toda música; El llena con ese surtidor, hasta los bordes, todos los vasos hu­manos, permaneciendo desbordante El mismo.
Aquel que vive corporalmente siempre es­tá sediento, porque el objeto de sus afanes es
imperfecto, aunque siempre surgen en él, y cada vez más hondas, estas palabras, donde van fusionados el amor y el sacrificio: "El es esto; esto es El".

Kabir dice:
Esas son, ¡oh, hermano !, las palabras su­premas.


XC


¿Dónde iré que aprenda a conocer a mi Bienamado?

Kabir dice:
Jamás hallarás el bosque si no conoces el árbol, jamás lo encontrarás si lo buscas en las abstracciones.


XCI


He aprendido el sánscrito; deja, pues, que todos los hombres me llamen sabio.
Pero ¿de qué me valdrá todo mi saber si yerro a la ventura, si mi garganta se reseca de sed, si me abrasa el ardor de mi deseo? Kabir dice:
Resulta perfectamente inútil que lleves en la cabeza toda esa carga de orgullo y vani­dad, tírala al polvo y corre al encuentro del Bienamado. Dirígete a El como a tu Señor que es.


XCII


Separada de su amado, la mujer hila en su rueca.
La ciudad de su cuerpo, con el palacio de
su espíritu, se alza en su hermosura.
La rueca del amor, hecha con las joyas del saber, gira en el cielo.
¡Qué hilos tan sutiles teje la mujer y cómo los refina su amor y su respeto!

Kabir dice:
Trenzo la guirnalda de los días y de las noches; cuando venga mi Amado y toque yo Sus pies, le ofrendaré mis lágrimas.


XCIII


Bajo el gran quitasol de mi Rey brillan mi­llones de soles, de lunas y de estrellas.
El es el Espíritu de mi espíritu; El es la Pu­pila de mis pupilas.
¡Que mi espíritu y mis ojos no formen más que uno! ¡Que mi amor alcance a mi Bienamado!
¡Que la fiebre ardiente de mi corazón pue­da encontrar alivio!

Kabir dice:
Cuando el amor y el Amado se unen, es cuando el amor alcanza la perfección.



XCIV


Mi país, ¡oh, santo!, es un país sin dolor. Les clamo a todos a gritos: al rey como al mendigo, al emperador como al fakir. ¡Quien quiera que busque abrigo junto al Altísimo, que venga a mi país!
¡Que venga el triste y fatigado y que depo­site allí su fardo!
Ven aquí, hermano, para que puedas pasar más fácilmente a la otra orilla.
Este es un país sin tierra ni cielo, sin luna ni estrellas. La radiante Verdad es lo único que brilla en el triunfo de mi Señor.

Kabir dice:
¡Oh, hermano amadísimo! Nada es esen­cial sino la Verdad.


XCV



Estuve con mi Señor en la casa de mi Se­ñor; pero no viví con El; ignoré Sus caricias y mi juventud pasó como un sueño.
En la noche de mis bodas, mis amigas can­taban a coro; me ungieron con los ungüen­tos de la alegría y del dolor.
Pero al concluir la ceremonia abandoné a mi Señor y me fui; mis amigas, en el cami­no, intentaron en vano consolarme.

Kabir dice:
Iré a la casa de mi Señor con mi Amado a mi lado, y haré entonces que suene la trompeta del triunfo.


XCVI



Reflexiona bien, ¡oh, dulce amigo de mi corazón! Si verdaderamente amas, ¿por qué duermes?
Si lo has encontrado, date a El enteramen­te y únete a El.
¿Por qué lo pierdes después de haberlo ha­llado?
Si una profunda necesidad de sueño cierra tus ojos, ¿por qué perder el tiempo haciendo la cama y arreglando las almohadas?

Kabir dice:
Te he enseñado las vías del amor. Aunque hubieras de ofrendar tu cabeza, ¿para qué llorar?


XCVII


El Señor está en mí, el Señor está en ti, co­mo la vida está en cada simiente. Renuncia a un falso orgullo, ¡oh, mi servidor!, y busca en ti a tu Señor.
Un millón de soles irradia Su luz.
Un océano azul se extiende en el cielo. La fiebre de la vida se aplaca y todos mis pecados se lavan cuando permanezco en el seno mismo del mundo.
Escucha las campanas y los tambores de la Eternidad. ¡Regocíjate en el amor!
La lluvia cae sin agua y los ríos son torren­tes de luz.
Sólo el Amor puede penetrar al mundo, y
pocos son los que saben estas cosas.
Están ciegos los que quieren verlas a la luz de la razón, de esa misma razón que es la causa del alejamiento.
¡El Palacio está tan distante de la razón! ¡Bendito Kabir, que puede, en el seno de la dicha infinita, cantar en sí mismo el cántico del encuentro del alma con el Alma, el cán­tico del olvido de las penas, el cántico que supera todo cuanto penetra en nosotros y to­do cuanto emana de nosotros!


XCVIII


Se acerca el mes de marzo. ¿Quién me unirá a mi Bienamado?
¿Cómo encontraré palabras para expresar la hermosura de mi Amado? El y la belleza son una misma cosa.
Su color está en todas las imágenes del
mundo; es un hechizo del cuerpo y del es­píritu.
Quienes conocen su hermosura saben cuán inefables son los juegos de Su creación. Kabir dice:
Oyeme, hermano mío, pocos son los que han hecho ese descubrimiento.


XCIX


Sé, ¡oh, Narad!, que mi Amado no puede estar lejos.
Cuando mi Amado se despierta, yo me despierto; cuando El duerme, yo duermo. ¡Aniquilado sea quien aflija a mi Biena­mado!
Allí donde se cantan Sus alabanzas, allí vi­vo yo.
Cuando El camina, yo camino ante El. Mi corazón suspira por mi Bienamado. Una peregrinación sin fin se sucede a Sus pies y millones de devotos se prosternan so­bre ellos.

Kabir dice:
El Bienamado revela, El mismo, la gloria del verdadero amor.


C


¡Cuelga hoy mismo el columpio del amor! Suspende tu cuerpo y tu espíritu entre los brazos del Bienamado, para un éxtasis de los goces del amor.
Acerca los ojos al torrente de lágrimas de los nubarrones cargados de lluvia, y cúbrete el corazón con las sombras de la noche.
Aproxima el rostro a Su oído y murmúrale las más hondas aspiraciones de tu alma. Kabir dice:
¡Escúchame, hermano! Lleva la visión de tu Bienamado en el corazón.


sábado, abril 28, 2007

15 CONSEJOS PARA VIVIR TRANQUILAMENTE

15 consejos para vivir tranquilamente

CONSEJOS

1.- Nunca le lleves la contra a tu familia, si piensas diferente cállatelo y no se los hagas saber.

2.- Nunca confíes mucho en alguien. Te podría traicionar y entonces conocería tus puntos débiles.

3.- Miente lo menos posible, así evitaras meterte en tantos problemas.

4.- Aquel que te hostigue con tanta saña... destrúyelo.

5.- Nunca esperes nada de nadie, así evitaras muchas decepciones.

6.- No te enamores de una persona que no merezca tu amor.

7.- Saca provecho de toda situación, busca la forma en la que puedas beneficiarte de algo.

8.- No caigas en las patrañas de la iglesia, te ahorrara mucho dinero.

9.- La amistad es lo único valioso que tienes, no la destruyas por una estupidez.

10.- Siempre que te propongas algo, se el mejor en ello y cierra la boca de los incrédulos.

11.- La familia puede ser un arma de dos filos, nunca les cuentes tus secretos.

12.- Lo único que sobra en la vida es el tiempo, si hay algo por lo que valga la pena esperar, no dudes en hacerlo-

13.- Si hay algo que te moleste de una persona, hacelo saber.

14.- Nunca te quedes con la duda, siempre busca las respuestas.

15.- Nunca dudes en hacer lo que sea para conseguir lo que quieres.

jueves, abril 26, 2007

POEMAS VARIOS / VICTOR HUGO

Victor Hugo / Poemas Varios


Claro de Luna

Per amica silentia lunae.


Virgilio

Era clara la luna y jugaba en el agua.
La ventana ya libre está abierta a la brisa,
la sultana se asoma y a lo lejos el mar
al romper borda en plata los islotes negruzcos.
De sus dedos se escapa la vibrante guitarra.
Oye un ruido apagado que despierta los ecos.
¿Una nave turquesa que procede de Cos ,
con sus tártaros remos por el griego archipiélago?
¿O son cuervos marinos descendiendo hasta el agua,
que resbala en sus alas al volar como perlas?
¿Es un djinn que en los aires silba con voz aguda
y que al mar precipita las más altas almenas?
¿Quién así turba el agua cerca del gran serrallo?
Ni es el cuervo marino, ni las olas mecidas,
ni las piedras del muro, ni el batir cadencioso
de una nave que avanza por el mar con sus remos.
Son tan sólo unos sacos, dentro se oyen sollozos.
Si sondearan el mar, dentro de ellos veríase
como formas humanas que se agitan convulsas.
Era clara la luna y jugaba en el agua.

De «Las orientales»


A Virgilio

¡Oh, Virgilio! ¡Oh, poeta, mi divino maestro!
Ven, salgamos por fin de esta triste ciudad
de clamores siniestros y tan vanos, gigante
incapaz de cerrar ni un momento sus párpados,
y que encauza la espuma de un gran mar en sus piedras,
la pequeña Lutecia en la edad de los césares,
y que hoy, llena de carros, tiene más resplandor,
con el nombre brillante que hoy el mundo le da,
que la Atenas de antaño, y más ruido que Roma.
Para ti que en los bosques, como el agua del cielo,
haces que de hoja en hoja caiga un verso secreto,
para ti, cuya hondura llena mi ensueño vago,
he encontrado allí donde ríen hierbas y flores,
entre Buc y Meudon , olvidada de todos
—y si digo Meudon, tú imagínate Tívoli —,
mi poeta, he encontrado un castísimo valle

que se mezcla al azar con risueñas colinas,
un asilo amistoso para ocultos amantes,
hecho de aguas dormidas y ramaje encorvado,
donde el sol baña en vano con sus rayos sin número
esta gruta y el bosque, fresco amparo de sombra.
Para ti lo he buscado, orgulloso y alegre,
con amor en el pecho y en los ojos el alba;
para ti lo he buscado en la dulce compaña
de quien todo secreto de mí mismo conoce,
y que, sola conmigo en la espesa floresta,
si yo fuera tu Galo ella fuese mi Lícoris .
Porque en ella hay la flor grande y pura, el amor
misterioso y sin tiempo de la naturaleza.
Se complace, maestro, al igual que nosotros,
en las voces suavísimas, el rumor de los nidos
tan alegres que sale de los bosques oscuros,
en el lago espejeante al revés las colinas,
y ya cuando el poniente ha perdido el color,
los pantanos que turban las pisadas intrusas,
y la humilde cabaña y la cueva que oculta
el verdor de la hierba, y que a mí me parece
una boca que se abre con terror para el grito,
y las aguas, los prados, las montañas, las chozas
y el inmenso horizonte inundado de brillos.
¡Oh, maestro! Ya estamos en la dulce estación
de la hierba doncella, y así, pues, si consientes,
cada noche, escuchando el rumor de la fronda
sin que un eco despierten nuestros pies temerarios
vagaremos los tres, mejor dicho, los dos,
por lo agreste del valle, visionarios de aquella
soledad, sorprendiendo su secreto semblante.
Y en el fosco calvero donde el árbol nudoso
es de noche un perfil entre el monstruo y el honabre,
dejaremos humear una hoguera que vaya
lentamente apagándose sin pastor que la avive,
y tendiendo el oído a sus vagas canciones,
en la sombra y al claro de la luna, a través
de las brechas veremos a hurtadillas los sátiros
danzarines que imita aquel tu Alfesibeo .

De «Las contemplaciones»

Sale al campo el poeta; allí admira y adora
escuchando la lira que en su pecho resuena;
cuando ven que se acerca, hete aquí que las flores,
las que pálido dejan el color del rubí,
más vistosas incluso que los pavos reales,
o, doradas o azules, las minúsculas flores,
le reciben moviendo en el aire sus tallos,
se ensimisman, coquetas, sin dejar de mirarlo,
y, beldades al fin, dando cierta confianza.
—Mira, dicen, ahí viene quien suspira por vernos.
Y entre luces y sombras, y entre voces confusas,
esos árboles altos habitantes del bosque,
cual profundos ancianos, arces, tejos y tilos,
sauces llenos de arrugas, venerables encinas,
olmos negros con musgo que se pega a su cuerpo,
como ulemas sumisos al pasar el muftí ,
le saludan rendidos inclinando hasta el suelo
sus cabezas de fronda y sus barbas de hiedra
contemplando su frente de fulgores serenos
y susurran: ¡Es él! ¡Es aquel soñador!

A André Chénier

Sí, mi verso bien puede, sin temor de ir a menos,
adoptar de la prosa la llaneza de estilo.
Es verdad, André, yo a veces mezclo risas al canto.
¿Que por qué? Siendo joven y al tratar de leer
en el libro espantable de las aguas y bosques
yo vivía en un parque muy sombrío en el cual
parloteaban los pájaros, donde el llanto sonreía
en los ojos azules de la hierba doncella.
Cierto día en que yo solitario soñaba
entre el verde ramaje, un pardillo encargado
de la crónica agreste fue a decirme: También
hay que andar por la tierra. La Natura es burlona
si rodea a los hombres; oh, poeta, tus cantos,
pues los nombras así, fueran más parecidos
deshinchando la voz. Porque piensa que el bosque
desde luego suspira, mas también silba a veces.
El azul brilla cuando lo desgarra la risa.
No decae el Olimpo cuando ríe a sus anchas;
no, no creas que mengua del poeta el talento
cuando dejas pasar entre dos versos nobles
una alada palabra danzarina sin más.
Porque no es un llorón el delirio del viento;
como el mar y sus olas no desgranan romanzas.
Entre siglos y noches la creación hermanando
lo risueño y lo grave, Rabelais y Alighieri,
el siniestro Ugolino al titán Grandgousier ,
une al llanto del mundo risotadas inmensas.

Lise

Yo tenía doce años; dieciséis ella al menos.
Alguien que era mayor cuando yo era pequeño.
Al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas,
esperaba el momento en que se iba su madre;
luego con una silla me acercaba a su silla,
al caer de la tarde, para hablarle a mis anchas.
¡Cuánta flor la de aquellas primaveras marchitas,
cuánta hoguera sin fuego, cuánta tumba cerrada!
¿Quién se acuerda de aquellos corazones de antaño?
¿Quién se acuerda de rosas florecidas ayer?
Yo sé que ella me amaba. Yo la amaba también.
Fuimos dos niños puros, dos perfumes, dos luces.
Ángel, hada y princesa la hizo Dios. Dado que era
ya persona mayor, yo le hacía preguntas
de manera incesante por el solo placer
de decirle: ¿Por qué? Y recuerdo que a veces,
temerosa, evitaba mi mirada pletórica
de mis sueños, y entonces se quedaba abstraída.
Yo quería lucir mi saber infantil,
la pelota, mis juegos y mis ágiles trompos;
me sentía orgulloso de aprender mi latín;
le enseñaba mi Fedro, mi Virgilio, la vida
era un reto, imposible que algo me hiciera daño.
Puesto que era mi padre general, presumía.
Las mujeres también necesitan leer
en la iglesia en latín, deletreando y soñando;
y yo le traducía algún que otro versículo,
inclinándome así sobre su libro abierto.
El domingo, en las vísperas, desplegar su ala blanca
sobre nuestras cabezas yo veía a los ángeles.
De mí siempre decía: ¡Todavía es un niño!
Yo solía llamarla mademoiselle Lise.
Y a menudo en la iglesia, ante un salmo difícil,
me inclinaba feliz sobre su libro abierto.
Y hasta un día, ¡Dios mío, Tú lo viste!, mis labios
hechos fuego rozaron sus mejillas en flor.
Juveniles amores, que duraron tan poco,
sois el alba de nuestro corazón, hechizad
a aquel niño que fuimos con un éxtasis único.
Y al caer de la tarde, cuando llega el dolor,
consolad nuestras almas, deslumbradas aún,
juveniles amores, que duraron tan poco.

De «Las contemplaciones»

Feliz es quien se ocupa del eterno destino
y, viajero que parte con las luces del alba,
se despierta, aún el alma pululante de sueños
y ya desde la aurora reza y lee. Nace el día
lentamente, a medida que adelanta en las páginas,
y amanece en el cielo y en su mente a la vez.
Claramente distingue en aquella luz pálida
lo que existe en su alcoba, lo que existe en sí mismo;
todo duerme en la casa , él supone estar solo
y no obstante , sellando con un dedo sus labios,
a su espalda, y al tiempo que él se embriaga con éxtasis
sobre el libro se inclinan sonrientes los ángeles.


Victor Hugo: De «Las contemplaciones»

Él decía a su amada: Si pudiéramos ir
los dos juntos, el alma rebosante de fe,
con fulgores extraños en el fiel corazón,
ebrios de éxtasis dulces y de melancolía,
hasta hacer que se rompan los mil nudos con que ata
la ciudad nuestra vida; si nos fuera posible
salir de este París triste y loco, huiríamos;
no se adónde, a cualquier ignorado lugar,
lejos de vanos ruidos, de los odios y envidias,
a buscar un rincón donde crece la hierba,
donde hay árboles y hay una casa chiquita
con sus flores y un poco de silencio, y también
soledad, y en la altura cielo azul y la música
de algún pájaro que se ha posado en las tejas,
y un alivio de sombra... ¿Crees que acaso podemos
tener necesidad de otra cosa en el mundo?

De «Las contemplaciones»

Adquirió la costumbre cuando aún era muy niña
de entrar cada mañana un ratito en mi cuarto;
la esperaba lo mismo que a la luz de la aurora;
ella entraba y decía: Buenos días, papá;
y cogía mi pluma y hojeaba mis libros,
se sentaba en mi cama, revolvía papeles,
se reía; de pronto decidía marcharse
como haciéndome ver que era un ave de paso.
Reanudaba yo entonces, algo menos cansado,
mi tarea, y a veces, cuando estaba escribiendo,
entre mis manuscritos encontraba algún raro
arabesco bien suyo, y a menudo arrugadas
muchas páginas blancas donde, no sé por qué,
versos míos nacían de una música dulce.
Dios, las flores, los astros y los prados amaba,
era más un espíritu que una simple mujer.
En sus ojos había claridades de su alma,
me pedía consejo sobre todas las cosas.
¡Cuántas noches de invierno deliciosas, radiantes
conversando de historia, de gramática y lengua,
apiñados los cuatro junto a mí, muy cercana
de mis hijos su madre, y a la vera del fuego
un corrillo de amigos! ¡Yo llamaba a esta vida
contentarse con poco! ¡Y pensar que ella ha muerto!
¡Ay de mí, Dios me asista! Yo no pude tener
alegría jamás viendo en ella tristeza;
taciturno quedaba en mitad de los bailes
de haber visto al salir una sombra en sus ojos.

Noviembre de 1846, día de difuntos.

Veni, vidi, vixi

Demasiado he vivido, ya que en medio de lutos
ando sin encontrar el apoyo de un brazo,
ya que apenas sonrío cuando estoy entre niños,
ya que ver unas flores ni siquiera me alegra.
Ya que cuando en abril Dios convida a su fiesta,
taciturno presencio tan espléndido amor;
porque ya soy un hombre que rehuye la luz
y que siente de todo la tristeza secreta.
Ya que ha sido vencida la esperanza en mí mismo;
ya que en esta estación de perfumes y rosas
¡oh, hija mía! , suspiro por tu oscuro reposo.
Muerto está el corazón, demasiado he vivido.
No he querido negarme al quehacer en la tierra.
¿Surco propio? Aquí está. ¿Mi gavilla? Ésta es.
Sonriendo he vivido, cada vez más humano,
siempre en pie, más mirando hacia donde hay misterio.
Hice cuanto podía: he servido, he velado,
se han reído a menudo de mi pena y esfuerzo.
Me asombraba saber que era objeto del odio
tras de mucho sufrir, tras de mucho trabajo.
En la cárcel terrena donde no hay ala abierta.
sin quejarme, sangrando y caído por tierra,
triste, exhausto, el escarnio de los otros forzados
yo llevé mi eslabón de la eterna cadena.
Pero ahora tan sólo entreabro los ojos,
ni me vuelvo siquiera cuando me oigo nombrar;
el hastío y el pasmo me dominan, como alguien
que abandona su lecho sin haberse dormido.
En mi amarga pereza no me digno increpar
a la boca envidiosa que conmigo se ensaña.
¡Oh, Señor! Que las puertas de la noche se me abran,
para que al fin me vaya, para que me oscurezca.

De «Las contemplaciones»

Con el alba, mañana, cuando el campo blanquee,
voy a irme. Sé bien que me estás esperando.
Andaré por los bosques, cruzaré las montañas.
Porque lejos de ti ya no puedo seguir.
Andaré con los ojos fijos en lo que piense,
sin ver nada de fuera, sin oír ningún ruido,
solitario, encorvado, con las manos cruzadas,
triste, anónimo, el día será igual que la noche.
No veré ni los oros de la tarde que cae,
ni a lo lejos las velas dirigiéndome a Harfleur,
y al llegar dejaré en tu tumba unas ramas
del acebo más verde y de brezos en flor.

De «Las contemplaciones»

Caía de la roca el manantial
gota a gota en el pavoroso mar.
El océano que es fatal al nauta,
le dijo: Di, llorona, ¿tú que quieres?
Yo soy la tempestad, soy el espanto;
termino allí donde comienza el cielo.
¿Te necesito acaso siendo tú
tan pequeña cuando yo soy inmenso?
Respondió el manantial al mar amargo:
Sin gloria y sin estrépito te doy,
oh vasto mar, lo que tú nunca tienes:
un poco de agua para que alguien beba.

Victor Hugo: El mendigo

Era un pobre que andaba en la escarcha y el viento.
Golpeé mi cristal; se detuvo delante
de mi puerta, que abrí con un gesto cortés.
Regresaban los asnos del mercado del pueblo,
con labriegos sentados en las toscas albardas.
Era el viejo que vive en aquella casucha
que está al pie de la cuesta, y que sueña esperando,
solitario, una luz de ese cielo tan triste,
de la tierra unos céntimos, el que tiende sus manos
hacia el hombre y las junta conversando con Dios.
Le grité: Puede entrar y caliéntese un poco.
Quise saber su nombre. Él tan sólo me dijo:
Yo me llamo el mendigo. Le cogí de la mano:
Adelante, buen hombre. Y ordené que trajeran
una jarra de leche. El anciano temblaba
por el frío; me hablaba, mientras yo, pensativo,
aunque hablándole, no conseguía escucharle.
Viene todo empapado, dije, tienda su ropa
aquí junto al hogar. Se arrimó más al fuego.
Vi su abrigo comido por polillas, que antaño
fuera azul, desplegado al calor de las llamas,
con mil puntos brillantes agujeros de luz
que mostraba el fulgor, ante la chimenea
como un cielo nocturno salpicado de estrellas.
Y entretanto secaba sus andrajos, chorreantes
de la lluvia y del agua de las hondas barrancas,
le veía como alguien que rebosa oraciones
y miraba, insensible a lo que ambos decíamos,
su sayal, refulgente de mil constelaciones.

Ave, dea, moriturus te salutat

A Judith Gautier

La belleza y la muerte son dos cosas profundas,
con tal parte de sombra y de azul que diríanse
dos hermanas terribles a la par que fecundas,
con el mismo secreto, con idéntico enigma.
Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,
trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened
luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,
aves hechas de luz en los bosques sombríos.
Más cercanos, Judith, están nuestros destinos
de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;
el abismo divino aparece en tus ojos,
y yo siento la sima estrellada en el alma;
mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,
tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

domingo, abril 22, 2007

ESOPO // FABULAS // 201-300

ESOPO - FABULAS - 201-300


INDICE

201 – Los viandantes y el cuervo.
202 – Los viandantes y el hacha.
203 – Los viandantes y el oso.
204 – Los sacerdotes de Cibeles.
205 – El jardinero y el perro.
206 – El jardinero y las hortalizas.
207 – Diógenes de viaje.
208 – Diógenes y elcalvo.
209 – El labrador y el águila.
210 – El labrador y el árbol.
211 – El labrador y la fortuna.

212 – El labrador y la serpiente.
213 – El labrador y la víbora.
214 – El labrador y los perros.
215 – El labrador y sus hijos.
216 – Hércules y Atenea.
217 – Hércules y Plutón.
218 – Hermes y el leñador.
219 – La carreta de Hermes y los malvados.
220 – Hermes y el escultor.
221 – Hermes y la tierra.
222 – Hermes y Tiresias.
223 – Zeus juez.
224 – Zeus y Apolo.
225 – Zeus y el pudor.
226 – Zeus y el tonel de los bienes.
227 – Zeus y la serpiente.
228 – Zeus y la tortuga.
229 – Zeus y la zorra.
230 – Zeus y las abejas.
231 – Zeus y los hombres.
232 – Zeus y los robles.
233 – Zeus, Prometeo, Atenea y Momo.
234 – Afrodita y la gata.
235 – Los bienes y los males.
236 – El canoso y sus dos pretendientes.
237 – El batanero y el carbonero.
238 – El guerrero y los cuervos.
239 – Las gallinas y la comadreja.
240 – El deudor ateniense.
241 – Dos hombres disputando acerca de los dioses.
242 – El ciego.
243 – El homicida.
244 – El embustero.
245 – El hombre negro.
246 – El pícaro.
247 – El fanfarrón.
248 – Hércules y el boyero.
249 – El hombre y la hormiga.
250 – Zeus, los animales y los hombres.
251 – El mercader de estatuas.
252 – La mujer intratable.
253 – El náufrago.
254 – Los pescadores y el atún.
255 – Prometer lo imposible.

256 – La liebre y la tortuga.
257 – El viajero y su perro.
258 – El niño ciego y su madre.
259 – La granada, el manzano y el espino.
260 – El labrador y la cigüeña.
261 – El joven y el escorpión.
262 – El plumaje de la golondrina y el cuervo.
263 – El asno y la zorra encuentran al león.
264 – La tortuga y el águila.
265 – El labrador y las grullas.
266 – El perro en el pajar.
267 – La paloma sedienta.
268 – El avaro y el oro.
269 – El niño y los dulces.
270 – El lobo con piel de oveja.
271 – Los jóvenes y las ranas.
272 – El ciervo enfermo y sus acompañantes.
273 – El mercader de sal y el asno.
274 – Los bueyes contra los carniceros.
275 – El niño y el gusano de ortiga.
276 – La lecherita.
277 – Los ratones poniendo el cascabel al gato.
278 – La viña y la cabra.
279 – Zeus y la mona madre.
280 – El joven pastor anunciando al lobo.
281 – Androcles y el león.
282 – El pastor y el joven lobo.
283 – El padre y sus dos hijas.
284 – La golondrina, la serpiente y la Corte.
285 – El ladrón y su madre.
286 – Los dos recipientes.
287 – El cazador y el pescador.
288 – La anciana y el recipiente de vino.
289 – El ciervo en el pesebre de los bueyes.
290 – Las palomas, el milano y el halcón.
291 – La viuda y su oveja.
292 – El pastor y el mar.
293 – El asno, el gallo y el león.
294 – Los ríos y el mar.
295 – El asno juguetón.
296 – Los tres protectores.
297 – El lobo y los pastores cenando.
298 – El asno que cargaba una imagen.
299 – El viejo perro cazador.
300 – Las liebres y los leones.






201 – Los viandantes y el cuervo.


Viajaban unas gentes para cierto asunto, cuando encontraron a un cuervo que había perdido un ojo.
Volvieron hacia el cuervo sus miradas, y uno de los viandantes aconsejó el regreso, pues en su opinión hacerlo era lo que aconsejaba el presagio. Pero otro de los caminantes tomó la palabra y dijo:
-¿Cómo podría este cuervo predecirnos el Futuro si él mismo no ha podido prever, para evitarlo, la pérdida de su ojo?
Quien no puede cuidar de sí mismo, menos indicado está para aconsejar al prójimo.

202 – Los viandantes y el hacha.

Caminaban dos hombres en compañía. Habiendo encontrado uno de ellos un hacha, el otro dijo:
-Hemos encontrado un hacha.
-No digas -repuso el primero- "hemos encontrado", sino: "has encontrado".
Instantes después fueron alcanzados por el hombre que había perdido el hacha; y el que la llevaba, al verse perdido, dijo a su compañero:
-Estamos perdidos.
-No digas -replicó éste- "estamos perdidos", sino: "estoy perdido", porque cuando encontraste el hacha no me has admitido como parte en tu hallazgo.
Si no estamos dispuestos a compartir nuestros éxitos, tampoco esperemos que nos soporten en la desgracia.

203 – Los viandantes y el oso.

Marchaban dos amigos por el mismo camino. De repente se les apareció un oso.
Uno se subió rápidamente a un árbol ocultándose en él; el otro, a punto de ser atrapado, se tiró al suelo, fingiéndose muerto.
Acercó el oso su hocico, oliéndole por todas partes, pero el hombre contenía su respiración, por que se dice que el oso no toca a un cadáver.
Cuando se hubo alejado el oso, el hombre escondido en el árbol bajó de éste y preguntó a su compañero qué le había dicho el oso al oído.
-Que no viaje en el futuro con amigos que huyen ante el peligro- le respondió.
La verdadera amistad se comprueba en los momentos de peligro.

204 – Los sacerdotes de Cibeles.

Unos sacerdotes de Cibeles tenían un asno al que cargaban con sus bultos cuando se ponían en viaje.
Un día por fatiga se murió el asno, y desollándolo, hicieron con su piel unos tambores, de los cuales se sirvieron.
Habiéndoles encontrado otros sacerdotes de Cibeles, les preguntaron que dónde estaba su asno.
-Muerto - les dijeron -; pero recibe más golpes ahora que los que recibió en su vida.
Mucha gente dice haberse retirado de su hábito, pero no se da cuenta de que su hábito no se retiró nunca de él.

205 – El jardinero y el perro.

El perro de un jardinero había caído en un pozo.
El jardinero, por salvarle, descendió también. Creyendo el perro que bajaba para hundirlo más todavía, se volvió y le mordió.
El jardinero, sufriendo con la herida, volvió a salir del pozo, diciendo:
-Me está muy bien empleado; ¿quién me llamaba para salvar a un animal que quería suicidarse?
Cuando te veas en peligro o necesidad, no maltrates la mano de quien viene en tu ayuda.

La Hormiga

Insecto que vive en una sociedad organizada instintivamente, llamada hormiguero. En ella cada miembro tiene una misión que cumplir, y la cumple al “pie de la letra”, lo que les ha dado fama de grandes trabajadoras que no reniegan de su obligación. Existen diferentes variedades o grupos de hormigas, según sus características y formas de vida. Las hay carnívoras y vegetarianas. Y las hay que viven en el monte y otras en los hogares humanos. En proporción al tamaño de su cuerpo poseen una fuerza y vitalidad asombrosa.

206 – El jardinero y las hortalizas.

Un hombre se detuvo cerca de un jardinero que trabajaba con sus legumbres, preguntándole por qué las legumbres silvestres crecían lozanas y vigorosas, y las cultivadas flojas y desnutridas.
-Porque la tierra-repuso el jardinero-, para unos es dedicada madre y para otros descuidada madrastra.
Del interés que se ponga en un asunto, así se desarrollará y así será el fruto que se recoja.

207 – Diógenes de viaje.

Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acercó a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó complaciente a la otra orilla.
Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportóigualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:
-No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo que no lo haces por razonamiento, sino por manía.
Cuando servimos por igual a personas de buen agradecimiento, así como a personas desagradecidas, sin duda que nos calificarán, no como buena gente, sino como ingenuos o tontos. Pero no debemos desanimarnos por ello, tarde o temprano, el bien paga siempre con creces.

208 – Diógenes y elcalvo.

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:
-¡Los dioses me libren de responderte con insultos! ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!
Si regalamos un insulto, no esperemos de regreso un regalo menor.

209 – El labrador y el águila

Encontró un labrador un águila presa en su cepo, y, seducido por su belleza, la soltó y le dio la libertad.
El águila, que no fue ingrata con su bienhechor, viéndole sentado al pie de un muro que amenazaba derrumbarse, voló hasta él y le arrebató con sus garras la cinta con que se ceñía su cabeza.
Se levantó el hombre para perseguirla. El águila dejó caer la cinta; la tomó el labriego, y al volver sobre sus pasos halló desplomado el muro en el lugar donde antes estaba sentado, quedando muy sorprendido y agradecido de haber sido pagado así por el águila.
Siempre debemos ser agradecidos con nuestros bienhechores y agradecer un favor con otro.

210 – El labrador y el árbol.

En el campo de un labriego había un árbol estéril que únicamente servía de refugio a los gorriones y a las cigarras ruidosas.
El labrador, viendo su esterilidad, se dispuso a abatirlo y descargó contra él su hacha.
Suplicáronle los gorriones y las cigarras que no abatiera su asilo, para que en él pudieran cantar y agradarle a él mismo. Más sin hacerles caso, le asestó un segundo golpe, luego un tercero.
Rajado el árbol, vio un panal de abejas y probó y gustó su miel, con lo que arrojó el hacha, honrando y cuidando desde entonces el árbol con gran esmero, como si fuera sagrado.
Mucha gente hay que hace un bien sólo si de él recoge beneficio, no por amor y respeto a lo que es justo. Haz el bien por el bien mismo, no porque de él vayas a sacar provecho.

El Leñador

Persona que se dedica a la corta de árboles para la posterior utilización de su madera como leña, confección de muebles o de habitaciones. Cuando no existía la sierra, su única herramienta era el hacha, por que debía gozar de buena musculatura y salud para su buen manejo, además de permanecer durante varios días en los bosques realizando su trabajo.

211 – El labrador y la fortuna.

Removiendo un labrador con su pala el suelo, encontró un paquete de oro. Todos los días, pues, ofrendaba a la Tierra un presente, creyendo que era a ésta a quien le debía tan gran favor.
Pero se le apareció la Fortuna y le dijo:- oye, amigo: ¿por qué agradeces a la Tierra los dones que yo te he dado para enriquecerte? Si los tiempos cambian y el oro pasa a otras manos, entonces echarás la culpa a la Fortuna.
Cuando recibamos un beneficio, veamos bien de donde proviene antes de juzgar indebidamente.

212 – El labrador y la serpiente.

Una serpiente se acercó arrastrándose a donde estaba el hijo de un labrador, y lo mató.
Sintió el labrador un dolor terrible y, cogiendo un hacha, se puso al acecho junto al nido de la serpiente, dispuesto a matarla tan pronto como saliera.
Asomó la serpiente la cabeza y el labrador abatió su hacha, pero falló el golpe, partiendo en dos a la vecina piedra.
Temiendo después la venganza de la serpiente, dispúsose a reconciliarse con ella; más ésta repuso:
-Ni yo puedo alimentar hacia ti buenos sentimientos viendo el hachazo de la piedra, ni tú hacia mí contemplando la tumba de tu hijo.
No es tarea fácil deshacer grandes odios.

213 – El labrador y la víbora.

Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose morir, exclamó:
-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!
No te confíes del malvado, creyendo que haciéndole un favor vas a cambiarle su naturaleza.

214 – El labrador y los perros.

Aprisionó el mal tiempo a un labrador en su cuadra.
No pudiendo salir para buscar comida, empezó por devorar a sus carneros; luego, como el mal tiempo seguía, comió también a las cabras; y en fin, como no paraba el temporal, acabó con sus propios bueyes. Viendo entonces los perros lo que pasaba se dijeron entre ellos:
-Larguémonos de aquí, pues, si el amo ha sacrificado los bueyes que trabajan con él, ¿cómo nos perdonaría a nosotros?
Cuídate muy en especial de aquellos que no temen en maltratar a sus mejores amigos.

215 – El labrador y sus hijos.

A punto de acabar su vida, quiso un labrador dejar experimentados a sus hijos en la agricultura.
Así, les llamó y les dijo:-Hijos míos: voy a dejar este mundo; buscad lo que he escondido en la viña, y lo hallaréis todo.
Creyendo sus descendientes que había enterrado un tesoro, después de la muerte de su padre, con gran afán removieron profundamente el suelo de la viña.
Tesoro no hallaron ninguno, pero la viña, tan bien removida quedó, que multiplicó su fruto.
El mejor tesoro siempre lo encontrarás en el trabajo adecuado.

La Golondrina

Ave de alas largas, pico corto y patas pequeñas. De color generalmente azulado. Vive tanto en el campo como en las ciudades pequeñas o aldeas. Su alimentación básica es de insectos voladores que captura durante el vuelo. Generalmente vuela en pequeños grupos y gusta de aprovechar las corrientes de aire.

216 – Hércules y Atenea.

Avanzaba Hércules a lo largo de un estrecho camino.
Vio por tierra un objeto parecido a una manzana e intentó aplastarlo. El objeto duplicó su volumen. Al ver esto, Hércules lo pisó con más violencia todavía, golpeándole además con su maza. Pero el objeto siguió creciendo, cerrando con su gran volumen el camino. El héroe lanzó entonces su maza, y quedó plantado presa del mayor asombro.
En esto se le apareció Atenea y de dijo:
-Escucha, hermano; este objeto es el espíritu de la disputa y de la discordia; si se le deja tranquilo, permanece como estaba al principio; pero si se le toca, ¡mira cómo crece!
La disputa y la discordia son causa de grandes males a la humanidad. Nunca las estimules.

217 – Hércules y Plutón.

Recibido Hércules entre los dioses y admitido a la mesa de Zeus, saludaba con mucha cortesía a cada uno de los dioses.
Llegó Plutón de último, y Hércules, bajando la vista al suelo, se alejó de él.
Sorprendido Zeus por su actitud, le preguntó por qué apartaba los ojos de Plutón después de haber saludado tan amablemente a todos los otros dioses.
-Porque, -contestó Hércules- en los tiempos en que yo me encontraba entre los hombres, casi siempre le veía en compañía de los bribones; por eso aparto la mirada de él.
No hagas amistad con quien conoces que no ha actuado correctamente.

218 – Hermes y el leñador.

Un leñador que a la orilla de un río cortaba leña, perdió su hacha. Sin saber que hacer, se sentó llorando a la orilla.
Compadecido Hermes de su tristeza, se arrojó al río y volvió con un hacha de oro, preguntando si era esa la que había perdido. Le contestó el leñador que no, y volvió Hermes a sumergirse, regresando con una de plata. El leñador otra vez dijo que no era suya, por lo que Hermes se sumergió de nuevo, volviendo con el hacha perdida. Entonces el hombre le dijo que sí era esa la de él.
Hermes, seducido por su honradez, le dio las tres hachas.
Al volver con sus compañeros, les contó el leñador su aventura. Uno de ellos se propuso conseguir otro tanto. Dirigióse a la orilla del río y lanzó su hacha en la corriente, sentándose luego a llorar.
Entonces Hermes se le apareció también y, sabiendo el motivo de su llanto, se arrojó al río y le presentó igualmente un hacha de oro, preguntándole si era la que había perdido. El bribón, muy contento exclamó:
-¡Sí, ésa es!
Pero el dios horrorizado por su desvergüenza, no sólo se quedó con el hacha de oro, sino que tampoco le devolvió la suya.
La divinidad no sólo ayuda a quien es honrado, sino que castiga a los deshonestos.

219 – La carreta de Hermes y los malvados.

Conducía Hermes un día por toda la tierra una carreta cargada de mentiras, engaños y malas artes, distribuyendo en cada país una pequeña cantidad de su cargamento.
Más al llegar al país de los malvados, los astutos y los aprovechados, la carreta, según dicen, se atascó de pronto, y los habitantes del país, como si se tratara de una carga preciosa, saquearon el contenido de la carreta, sin dejar a Hermes seguir a los otros pueblos, dejándose para ellos todo su contenido.
Por eso los malvados, los astutos y los aprovechados son los mayores mentirosos de la tierra.

220 – Hermes y el escultor.

Quiso Hermes saber hasta dónde le estimaban los hombres, y, tomando la figura de un mortal, se presentó en el taller de un escultor.
Viendo una estatua de Zeus, preguntó cuánto valía.-Un dracma-le respondieron.
Sonrió y volvió a preguntar:¿Y la estatua de Hera cuánto?-Vale más-le dijeron.
Viendo luego una estatua que le representaba a él mismo, pensó que, siendo al propio tiempo el mensajero de Zeus y el dios de las ganancias, estaría muy considerado entre los hombres; por lo que preguntó su precio.
El escultor contestó:-No te costará nada. Si compras las otras dos, te regalaré ésta.
Nuestra propia vanidad siempre nos lleva a pasar por terribles desilusiones.

El Camello

Mamífero rumiante de gran tamaño, de provecho para transporte en largos recorridos especialmente en regiones desérticas como en África, Oriente Medio y Asia. Su estómago consta de tres cavidades que le sirven incluso para almacenar buenas reservas de agua que le rinden por varios días. Entre sus características más particulares están sus dos o una joroba, según la variedad, y en las cuales almacenan grasa como reserva energética.

221 – Hermes y la tierra.

Modeló Zeus al hombre y a la mujer y encargó a Hermes que los bajara a la Tierra para enseñarles dónde tenían que cavar el suelo a fin de procurarse alimentos.
Cumplió Hermes el encargo; la Tierra, al principio, se resistió; pero Hermes insistió, diciendo que era una orden de Zeus.
-Esta bien dijo la Tierra-; que caven todo lo que quieran. ¡Ya me lo pagarán con sus lágrimas y lamentos!
No hay frutos ni recompensa si no hay sacrificio y esfuerzo.

222 – Hermes y Tiresias.

Hermes quiso comprobar si el arte adivinatorio de Tiresias era verdadero; para lo cual le robó sus bueyes en el campo y luego, bajo la figura de un mortal, se fue a la ciudad y entró en la casa de Tiresias.
Cuando supo la pérdida de su yunta, Tiresias se trasladó a las afueras con Hermes para observar un augurio en el vuelo de las aves, rogando a Hermes le dijera el pájaro que apareciese.
Hermes vio un águila que pasaba volando de izquierda a derecha y se lo dijo. Respondió Tiresias que ese pájaro no les importaba.
A la segunda vez, vio el dios una corneja encaramada en un árbol que ora alzaba los ojos al cielo, ora se inclinaba hacia la Tierra, y así se lo dijo. Entonces el adivino contestó:
-¡Esa corneja jura por el cielo y por la tierra que depende de ti que vuelva a encontrar mis bueyes!
El ladrón gusta volver a visitar el lugar de su robo.

223 – Zeus juez.

Decidió Zeus en pasados tiempos que Hermes grabase en conchas las faltas de los hombres, depositando estas conchas a su lado en un cofre para hacer justicia a cada uno.
Pero las conchas se mezclaron unas con otras, y unas que llegaron después que otras, pasaron antes por manos de Zeus para sufrir sus justas sentencias.
Por eso no nos incomodemos cuando los malhechores no reciben pronto su merecido castigo. Tarde o temprano les llegará su turno.

224 – Zeus y Apolo.

Disputaban Zeus y Apolo sobre el tiro al arco.
Tendió Apolo el suyo y disparó su flecha; pero Zeus extendió la pierna tan lejos como había Apolo lanzado su flecha, haciendo ver que no llegó más allá de donde se encontraba él.
Cuando competimos con rivales mucho más poderosos, no sólo no los pasaremos, sino que además se burlarán de nosotros.

225 – Zeus y el pudor.

Cuando Zeus modeló al hombre, le dotó en el acto de todas las inclinaciones pero olvidó dotarle del pudor.
No sabiendo por dónde introducirlo, le ordenó que entrara sin que se notara su llegada. El pudor se revolvió contra la orden de Zeus, mas al fin, ante sus ruegos apremiantes, dijo:
Está bien, entraré; pero a condición de que Eros no entre donde yo esté; si entra él, yo saldré enseguida.
Desde entonces a Eros y el pudor no se les volvió a ver juntos.

El Cuervo

Ave cazadora de pequeños animales e insectos y consume también carnes en descomposición y cereales. Es de predominante plumaje negro pero existen variedades con otros colores. Posee un pico fuerte. Anida en las cumbres de los árboles altos tanto de ciudad como de campo. Su graznido causaba temor en los antiguos habitantes europeos.

226 – Zeus y el tonel de los bienes.

Encerró Zeus todos los bienes en un tonel, dejándolo entre las manos de un hombre.
Este hombre, que era un curioso, levantó la tapa del tonel porque quería saber lo que había dentro, y al hacerlo, todos los bienes volaron hacia los dioses, menos la Esperanza.
De ahí que la esperanza sea la satisfacción de los humanos, que les promete el regreso de los bienes desaparecidos.

227 – Zeus y la serpiente.

Anunciadas las bodas de Zeus, todos los animales le honraron con presentes, cada uno según sus medios.
La serpiente subió hasta Zeus arrastrándose, con una rosa en la boca. Más al verla dijo Zeus:
-De todos acepto sus presentes, pero no los quiero de tu boca.
No debemos confiarnos de las aparentes bondades de los malvados.

228 – Zeus y la tortuga.

Para celebrar sus bodas, Zeus invitó a todos los animales. Sólo faltó la tortuga.
Intrigado por su ausencia, le preguntó al día siguiente:
- ¿Cómo solamente tú entre todos los animales
no viniste a mi festín?
-¡Hogar familiar, hogar ideal!-respondió la tortuga.
Zeus, indignado contra ella, la condenó a llevar eternamente la casa a cuestas.
No nos encerremos en nuestro pequeño mundo. Ampliemos nuestro horizonte compartiendo sanamente con nuestro alrededor.

229 – Zeus y la zorra.

Admirado Zeus de la inteligencia y finura de la zorra, le confirió el reinado sobre los animales.
Quiso, no obstante, saber si al cambiar de fortuna había mudado también de inclinaciones, y, hallándose el nuevo rey de paseo en su litera, dejó Zeus caer un escarabajo ante sus ojos.
Entonces la zorra, incapaz de contenerse, viendo al escarabajo revolotear alrededor de su litera, saltó fuera de ésta y, despreciando las conveniencias, intentó atrapar al escarabajo.
Molesto Zeus por su conducta, volvió a la zorra a su antiguo estado.
La naturaleza, o modo de ser de las personas, no se cambian al cambiar de título.

230 – Zeus y las abejas.

Envidiosas las abejas a causa de la miel que les arrebataban los hombres, fueron en busca de Zeus y le suplicaron que les diera fuerza bastante para matar con las punzadas de su aguijón a los que se acercaran a sus panales.
Zeus, indignado al verlas envidiosas, las condenó a perder su dardo cuantas veces hirieran a alguno y a morir ellas mismas después.
La envidia no es buena consejera, más bien nos puede llevar a perder lo que ya poseemos.

El Gato

Mamífero carnívoro de la familia de los félidos. Existen variedades de gatos monteses así como domésticas. Su atracción por los roedores como ratas y ratones, lo hizo ser altamente apreciado por las primeras civilizaciones como protector de sus graneros, lo que motivó su efectiva domesticación. También es tenido en muchos hogares como simple mascota, pero debe tenérsele con cuidado porque puede transmitir algunas enfermedades a los humanos.

231 – Zeus y los hombres.

Zeus, después de modelar a los hombres, encargó a Hermes que les distribuyera la inteligencia.
Hermes partió la inteligencia en partes iguales para todos y vertió a cada uno la suya.
Sucedió con esto que los hombres de poca estatura, llenos por su porción, fueron hombres sesudos, mientras que a los hombres de gran talla, debido a que la porción no llegaba a todas las partes de su cuerpo, les correspondió menos inteligencia que a los otros.
No es la apariencia de grandeza lo que confiere grandeza, es lo que está por dentro y no se aparenta lo que nos hace ser lo que realmente somos.

232 – Zeus y los robles.

Quejábanse los robles a Zeus en estos términos:
-En vano vemos la luz, pues estamos expuestos, más que todos los demás árboles, a los golpes brutales del hacha.
-Vosotros mismos sois los autores de vuestra desgracia respondió Zeus-; si no dierais la madera para fabricar los mangos, las vigas y los arados, el hacha os respetaría.
Antes de culpar a otros de nuestros males, veamos antes si no los causamos nosotros mismos.

233 – Zeus, Prometeo, Atenea y Momo

Zeus hizo un toro, Prometeo un hombre, Atenea una casa, y llamaron a Momo como juez.
Momo, celoso de sus obras, empezó a decir que Zeus había cometido un error al no colocar los ojos del toro en los cuernos, a fin de que pudiera ver dónde hería, y Prometeo otro al no suspender el corazón del hombre fuera de su pecho para que la maldad no estuviera escondida y todos pudieran ver lo que hay en el espíritu.
En cuanto a Atenea, que debía haber colocado su casa sobre ruedas, con objeto de que si un malvado se instalaba en la vecindad, sus moradores pudieran trasladarse fácilmente.
Zeus, enojado por su envidia, arrojó a Momo del Olimpo.
Cualquier obra que se haga, por más perfecta que parezca, siempre alguien encontrará alguna razón para criticarla. Así que nunca nos desanimemos por lo que juzguen de nuestras obras; nunca faltará quien le encuentre defectos.

234 – Afrodita y la gata.

Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.
Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba.
Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.
El cambio de estado de una persona, no la hace cambiar de sus instintos.

235 – Los bienes y los males.

Prevaliéndose de la debilidad de los Bienes, los Males los expulsaron de la Tierra, y los Bienes entonces subieron a los Cielos.
Una vez estando allí preguntaron a Zeus cuál debía ser su conducta con respecto a los hombres. Les respondió el dios que no se presentaran a los mortales todos en conjunto, sino uno tras otro.
Esta es la razón por la que los Males, que viven continuamente entre los hombres, los asedian sin descanso, mientras que los Bienes, como descienden de los cielos, sólo se les acercan de vez en cuando.
Tengamos siempre presente que estamos continuamente acechados por los males para su acción inmediata, mientras que para recibir los bienes, debemos tener paciencia.

El Ganso

Ave de tamaño relativamente grande, y que se alimenta principalmente de hierbas. Existen algunas variedades en estado silvestre, pero son más conocidas las variedades domesticadas, en especial por sus características de proveer buena carne y huevos. Además es un excelente guardián de la propiedad donde habita, pues persigue a los intrusos y con su pico produce un fuerte mordisco.

236 – El canoso y sus dos pretendientes.

Un hombre ya canoso tenía dos pretendientes, una joven y otra más vieja.
Apenada la de mayor edad de tratar con un hombre más joven que ella, cada vez que él la visitaba le quitaba los cabellos negros.
A su vez la más joven, no queriendo tener por amante a un hombre viejo, le arrancaba los cabellos canos.
Con esto sucedió que el hombre, pelado alternativamente por una y por la otra, se quedó completamente calvo.
Lo que mal se distribuye, mal se retribuye.

237 – El batanero y el carbonero.

Un carbonero que hacía su trabajo en cierta casa visitó a un batanero que trabajaba no muy lejos de él, invitándole a trabajar en un mismo local, pues de este modo, además de mayor amistad vivirían con menos gastos al usar solamente una casa. Pero le respondió el batanero:
-Eso para mí es imposible, pues todo lo que yo blanqueara, tú lo ennegrecerías de hollín al instante.
No debemos asociar actividades de naturalezas contradictorias.

238 – El guerrero y los cuervos.

Partió un hombre para la guerra, pero en el camino, oyendo graznar a los cuervos, tiró sus armas al suelo y se detuvo.
Las tomó al rato nuevamente y prosiguió su marcha; más otra vez graznaron los cuervos. De nuevo se detuvo y entonces les dijo:
-¡Pueden gritar cuanto les venga en gana, pero no tendrán un banquete con mi carne!
Cuando no se tiene determinación en las acciones, éstas nunca se llegan a realizar.

239 – Las gallinas y la comadreja.

Supo una comadreja de que en un corral había unas gallinas enfermas, y disfrazándose de médico, cogió los instrumentos del oficio y se acercó al gallinero. Ya en la puerta, preguntó a las gallinas que cómo les iba con su salud.
-¡Mucho mejor si tú te largas!- le respondieron.
Si somos precavidos, podremos descubrir las falsas poses de los malvados.

240 – El deudor ateniense.

Un ateniense endeudado, apremiado por su acreedor para que le pagara su deuda, le pidió a éste que le concediera un corto plazo con el pretexto de que se hallaba en apuro; mas no logrando convencerle, trajo la única marrana que poseía, disponiéndose a venderla en presencia de su acreedor.
Llegó un comprador preguntando si la marrana era fecunda.
-Tan fecunda es - respondió el deudor- que hasta es extraordinaria: en los Misterios pare hembras y en las Panateneas pare machos.
-¡No te asombres tanto aún, porque esta marrana, además, te dará cabritos en las Dionisíacas!
La desesperación es causa de grandes mentiras.

El Murciélago

Mamífero volador de la familia de los quirópteros. Es de costumbres nocturnas, cuando aprovechan para cazar su alimento por medio de emisiones de ultrasonidos con los cuales detectan a su víctima. El feo aspecto de su cara ha hecho que la fantasía popular los asocie con brujas y duendes. Hoy en día se reconoce su función benéfica en la naturaleza y se están emitiendo leyes y directrices para su debida protección. Durante el día descansan. Se cuelgan de sus patas en una posición cabeza abajo cuando no están en actividad.

241 – Dos hombres disputando acerca de los dioses.

Se encontraban disputando dos hombres sobre cuál de los dioses, Hércules o Teseo era el más grande.
Pero los dioses, irritados contra ellos, se vengaron cada uno en el país del otro.
Cuando los inferiores disputan sobre sus superiores, no tardarán éstos en reaccionar contra ellos.

242 – El ciego.

Érase una vez un ciego muy hábil para reconocer al tacto cualquier animal al alcance de su mano, diciendo de qué especie era. Le presentaron un día un lobezno, lo palpó y quedó indeciso.
-No acierto - dijo, si es hijo de una loba, de una zorra o de otro animal de su misma cualidad; pero lo que sí sé es que no ha nacido para vivir en un rebaño de corderos.
La naturaleza de la maldad se puede notar en una sola de sus características.

243 – El homicida.

Un hombre que había cometido un homicidio era perseguido por los familiares de la víctima.
Despertó la liebre ante los ruidos de la persecución, y no esperando más, emprendió su huída.
Pero llegando a orillas de un río, tropezó con un lobo, y huyéndole, se subió a un árbol de la orilla; y cuando estaba allí subido miró una serpiente que trepaba hacia él, por lo que optó por tirarse al río, donde terminó en la boca de un cocodrilo.
La naturaleza es enemiga de los malvados.

244 – El embustero.

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte. Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con sebo y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:
-¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!
Los dioses decidieron también burlarse entonces a su vez del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.
No pudiendo contener su alegría, el hombre corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue así como encontró las mil monedas de plata.
Quien trata de engañar, al final termina engañado.

245 – El hombre negro.

Cierto patrón llevó a trabajar a su propiedad a un hombre negro, pensando que su color provenía a causa de un descuido de su anterior propietario.
Una vez en su casa, probó todas las jabonadas posibles, intentó toda clase de trucos para blanquearlo, pero de ninguna manera pudo cambiar su color y terminó poniendo enfermo al negro a fuerza de tantos intentos.
Lo que la naturaleza diseña, se mantiene firme.

La Almeja

Molusco acéfalo comestible y que vive en el mar sobre todo en fondos lodosos. Está cubierto por una coraza llamada concha que lo protege. Existe en diversas formas en su presentación. Su carne es muy apreciada por los que gustan de los mariscos y se cultivan artificialmente en muchos lugares del mundo.

246 – El pícaro.

Un pícaro se comprometió a demostrar que el oráculo de Delfos mentía.
Llegó el día señalado y el pícaro tomó un pajarito y, escondiéndolo bajo de su manto, se dirigió al templo.
Encarándose ante el oráculo preguntó si lo que tenía en la mano era un ser vivo o era inanimado.
Si el dios decía «inanimado», el hombre mostraría al pajarito vivo; si decía «vivo», lo enseñaría muerto, después de haberlo ahorcado.
Pero el dios, viendo de lo que se trataba con esa malvada intención, respondió:
Deja tu engaño, pícaro, pues bien sabes que de ti depende que lo que tienes en la mano se muestre muerto o vivo.
El poder divino no es para llevarle al engaño.

247 – El fanfarrón.

Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.
Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.
Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:
-Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.
Si no puedes probar con los hechos lo que dices, no estás diciendo nada.

248 – Hércules y el boyero.

Conducía un boyero una carreta hacia una aldea, y la carreta se despeñó a un barranco profundo.
El boyero, en lugar de ayudar a los bueyes a salir de aquel trance, se quedó allí cruzado de brazos, invocando entre todos los dioses a Hércules, que era el de su mayor devoción. Llegó entonces Hércules y le dijo:
-¡Toma una rueda, hostiga a los bueyes y no invoques a los dioses si no hay esfuerzo de tu parte!
- Si no lo haces así, nos invocarás en vano.
La oración debe acompañarse siempre previamente de la acción.

249 – El hombre y la hormiga.

Se fue a pique un día un navío con todo y sus pasajeros, y un hombre, testigo del naufragio, decía que no eran correctas las decisiones de los dioses, puesto que, por castigar a un solo impío, habían condenado también a muchos otros inocentes.
Mientras seguía su discurso, sentado en un sitio plagado de hormigas, una de ellas lo mordió, y entonces, para vengarse, las aplastó a todas.
Se le apareció al momento Hermes, y golpeándole con su caduceo, le dijo:
-Aceptarás ahora que nosotros juzgamos a los hombres del mismo modo que tu juzgas a las hormigas.
Antes de juzgar el actuar ajeno, juzga primero el tuyo.

250 – Zeus, los animales y los hombres.

Dicen que Zeus modeló a los animales primero y que les concedió la fuerza a uno, a otro la rapidez, al de más allá las alas; pero al hombre lo dejó desnudo y éste dijo:
- ¡Sólo a mí me has dejado sin ningún favor!
-No te das cuenta del presente que te he hecho - repuso Zeus-, y es el más importante, pues has recibido la razón, poderosa entre los dioses y los hombres, más poderosa que los animales más poderosos, más veloz que las aves más veloces.
Entonces el hombre, reconociendo el presente recibido de Zeus se alejó adorando y dando gracias al dios.
Que las grandezas que observamos en las criaturas de la naturaleza, no nos hagan olvidar que fuimos obsequiados con la mayor de todas ellas.

La Langosta de Tierra

Insecto ortóptero con sus dos extremidades posteriores muy desarrolladas que le permite dar grandes saltos, además de ser volador en bandadas. Es un insecto altamente devorador sobre todo de hierbas y granos, que cuando se multiplica en forma de plaga, desbasta totalmente grandes extensiones de sembradíos dejándolos como un desierto. Cuando la plaga es demasiado grande llegan incluso a devorar los contenidos de bodegas y casas de habitación. Familiar de ellas pero mucho más pacífico es el chapulín o saltamontes.

251 – El mercader de estatuas.

Un hombre hizo una estatuilla de un Hermes en madera y la llevó a la plaza para su venta.
Como nadie llegaba a comprarla, se le ocurrió llamar la atención anunciando que vendía un dios que obsequiaba bondades y beneficios. Entonces uno de los curiosos le dijo:
- Oye, si tan bueno es, ¿por qué la vendes y no te aprovechas de su ayuda?
- Porque yo, contestó aquél- necesito la ayuda inmediatamente, y él nunca se apura en conceder sus beneficios.
Nunca dejes que el momentáneo interés material predomine sobre el espíritu.

252 – La mujer intratable.

Tenía un hombre una esposa siempre malhumorada con todas las gentes de su casa. Queriendo saber si sería de igual humor con los criados de su padre, la envió a casa de éste con un pretexto cualquiera.
De regreso después de unos días, le preguntó el marido cómo la habían tratado los criados en casa de su padre, y ella respondió:
-Los pastores y los boyeros sólo me miraban de reojo.
-Pues si tan mal te miraban, los que salen con los rebaños al despuntar el día y no vuelven hasta el empezar la noche, ¿cómo te mirarían todos aquellos con quienes pasabas el día entero?
Pequeños signos nos señalan grandes cosas, y débiles luces nos muestran secretos ocultos.

253 – El náufrago.

Navegaba un rico ateniense en una nave junto con otros pasajeros. De pronto, a causa de una súbita y violenta tempestad, empezó rápidamente a hacer agua el navío.
Y mientras los demás pasajeros, con su esfuerzo, trataban de salvarse a nado, el rico ateniense, invocando a cada instante a la diosa Atenea, le prometía efusivamente toda clase de ofrendas si por su medio lograba salvarse.
Uno de los náufragos que lo oía a su lado le dijo:
-Pide a Atenea, pero también a tus brazos.
Cuando pidas ayuda en tus problemas, primero demuestra que ya estás trabajando para solucionarlos.

254 – Los pescadores y el atún.

Salieron a pescar al mar unos pescadores y luego de largo rato sin coger nada, se sentaron en su barca, entregándose a la desesperación.
De pronto, un atún perseguido y que huía ruidosamente, saltó y cayó por error a su barca; lo tomaron entonces los pescadores y lo vendieron en la plaza de la ciudad.
Existen extraños momentos en que por circunstancias del azar, obtenemos lo que no se pudo con el arte.

255 – Prometer lo imposible.


Un hombre pobre se hallaba gravemente enfermo. Viendo que no podrían los médicos salvarle, se dirigió a los dioses, prometiendo ofrendarles una hecatombe y consagrarles múltiples exvotos si lograba restablecerse.
Le oyó su mujer, que lo acompañaba a su lado, y le preguntó:
-¿Y de dónde sacarás tanto dinero para cubrir todo eso?
-¿Y crees tú que los dioses me lo van a reclamar si me restableciera?-repuso el enfermo.
Nunca hagas promesas que de antemano ya sabes que será imposible cumplirlas.

El Gavilán

Ave rapaz de actividad diurna y vida solitaria. Se alimenta de animales de poco tamaño como roedores, reptiles y otras aves más pequeñas. Donde hay crías de gallinas, los polluelos de éstas son una fuerte atracción para su cacería.

256 – La liebre y la tortuga.

Cierto día una liebre se burlaba de las cortas patas y lentitud al caminar de una tortuga. Pero ésta, riéndose, le replicó:
-Puede que seas veloz como el viento, pero yo te ganaría en una competencia.
Y la liebre, totalmente segura de que aquello era imposible, aceptó el reto, y propusieron a la zorra que señalara el camino y la meta.
Llegado el día de la carrera, arrancaron ambas al mismo tiempo. La tortuga nunca dejó de caminar y a su lento paso pero constante, avanzaba tranquila hacia la meta. En cambio, la liebre, que a ratos se echaba a descansar en el camino, se quedó dormida.
Cuando despertó, y moviéndose lo más veloz que pudo, vio como la tortuga había llegado de primera al final y obtenido la victoria.
Con seguridad, constancia y paciencia, aunque a veces parezcamos lentos, obtendremos siempre el éxito.

257 – El viajero y su perro.

Un viajero listo para salir de gira, vio a su perro en el portal de su casa estirándose y bostezando. Le preguntó con energía:
-¿Por qué estás ahí vagabundeando?, todo está listo menos tú, así que ven conmigo al instante.
El perro, meneando su cola replicó:
- Oh patrón, yo ya estoy listo, más bien es a ti a quien yo estoy esperando.
El perezoso siempre culpa de los retrasos a sus seres más cercanos.

258 – El niño ciego y su madre.

Un niño ciego de nacimiento, dijo una vez a su madre:- ¡Yo estoy seguro de que puedo ver!
Y con el deseo de probarle a él su error, su madre puso delante de él unos granos de aromoso incienso y le preguntó:- ¿Qué es eso?
El niño contestó:- Una piedra.
A lo que su madre exclamó:- Oh mi hijo, temo que no sólo estás ciego, sino que tampoco tienes olfato.
No nos engañemos creyendo que nuestras ilusiones son realidades, pues podríamos luego encontrar que nuestra situación era peor de lo supuesto.

259 – La granada, el manzano y el espino.

La granada y el manzano disputaban sobre quien de ellos era el máximo.
Cuando la discusión estaba en lo más ardiente, un espino, desde su vecindad alzó su voz diciendo severamente:
- Por favor, mis amigos, en mi presencia, al menos déjense de esas vanas discusiones.
Quien tiene el poder de castigar, termina siendo el máximo.

260 – El labrador y la cigüeña.

Un Labrador colocó trampas en su terreno recién sembrado y capturó un número de grullas que venían a comerse las semillas. Pero entre ellas se encontraba una cigüeña, la cual se había fracturado una pata en la trampa y que insistentemente le rogaba al labrador le conservara la vida:
- Te ruego me liberes, amo – decía, - sólo por esta vez. Mi quebradura exaltará tu piedad, y además, yo no soy grulla, soy una cigüeña, un ave de excelente carácter, y soy muy buena hija. Mira también mis plumas, que no son como las de esas grullas.
El labrador riéndose dijo:
- Será todo como lo dices, pero yo sólo sé esto:Te capturé junto con estas ladronas, las grullas, y por lo tanto te corresponde morir junto con ellas.
Quien se asocia con el malvado, con él perece.

El Cerdo

Mamífero de la familia de los suídos. Sus carnes son de alto consumo mundial en la actualidad, pues es el proveedor de los jamones y embutidos. También se aprovechan de él las grasas que yacen bajo su piel. Existen diferentes razas, pero casi todas en forma domesticada para su explotación, aunque aún quedan algunas en estado salvaje.

261 – El joven y el escorpión.

Un joven andaba cazando saltamontes. Ya había capturado un buen número cuando trató de tomar a un escorpión equivocadamente.
Y el escorpión, mostrándole su ponzoña le dijo:
- Si me hubieras tocado, me hubieras perdido, pero tú también a todos tus saltamontes.
Cuando hayas hecho un capital con tu trabajo, cuida de no perderlo por tratar de tomar lo que no debes.

262 – El plumaje de la golondrina y el cuervo.

La golondrina y el cuervo discutían acerca de su plumaje. El cuervo terminó la discusión alegando:
- Tus plumas serán muy bonitas en el verano, pero las mías me cobijan contra el invierno.
Lo que sólo sirve para presumir, no es valioso en realidad.

263 – El asno y la zorra encuentran al león.

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.
No anduvieron mucho cuando encontraron un león.
La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.
Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.
El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.
Nunca traiciones a tu amigo por temor al enemigo, pues al final, tú también saldrás traicionado.

264 – La tortuga y el águila.

Una tortuga que se recreaba al sol, se quejaba a las aves marinas de su triste destino, y de que nadie le había querido enseñar a volar.
Un águila que paseaba a la deriva por ahí, oyó su lamento y le preguntó con qué le pagaba si ella la alzaba y la llevaba por los aires.
- Te daré – dijo – todas las riquezas del Mar Rojo.
- Entonces te enseñaré al volar – replicó el águila.
Y tomándola por los pies la llevó casi hasta las nubes, y soltándola de pronto, la dejó ir, cayendo la pobre tortuga en una soberbia montaña, haciéndose añicos su coraza. Al verse moribunda, la tortuga exclamó:
- Renegué de mi suerte natural. ¿Qué tengo yo que ver con vientos y nubes, cuando con dificultad apenas me muevo sobre la tierra?
Si fácilmente adquiriéramos todo lo que deseamos, fácilmente llegaríamos a la desgracia.

265 – El labrador y las grullas.

Algunas grullas escarbaban sobre terrenos recién sembrados con trigo. Durante algún tiempo el labrador blandía una honda vacía, ahuyentándolas por el pánico que les producía.
Pero cuando las aves se dieron cuenta del truco, ya no se alejaban de su comida. El labrador, viendo esto, cargó su honda con piedras y mató muchas de las grullas.
Las supervivientes inmediatamente abandonaron el lugar, lamentándose diciendo unas a otras:
-Mejor nos vamos a Liliput, pues este hombre ya no contento con asustarnos, ha empezado a mostrarnos lo que realmente puede hacer.
Cuando las palabras no dan a entender, la acción sí lo hará.

La mosca común

Insecto díptero cuyo desarrollo comienza como huevo, siguiendo la larva, luego la pupa y por fin el insecto perfecto. En sus primeras etapas de crecimiento, vive parásito dentro de otros animales, frutas o materias en descomposición. Una vez que llega a insecto volador, visita cuanto resto biológico encuentra para su alimentación, por lo que es un gran agente de transmisión de enfermedades.

266 – El perro en el pajar.

Un perro metido en un pajar gruñía y ladraba impidiendo a los bueyes comerse la paja que había sido colocada para ellos.
– ¡Que egoísta perro!- Dijo un buey a sus compañeros -
- Él no come de esa paja, y todavía pretende que los que sí comemos, no lo hagamos.
Respeta siempre los derechos ajenos, para que así puedas exigir el respeto a los tuyos.

267 – La paloma sedienta.

Una paloma, incómoda por la molesta sed, vio una charca de agua pintada sobre un rótulo.
Pero sin darse cuenta de que sólo era un dibujo, voló hacia ella a toda velocidad e inevitablemente chocó contra el rótulo, hiriéndose lastimosamente.
Habiéndose quebrado las alas por el golpe, cayó a tierra donde fue capturada por uno de los transeúntes.
No dejes que el fervor, entusiasmo o necesidad nublen tu discreción.

268 – El avaro y el oro.

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.
El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.
Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:
- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo el que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.
Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan

269 – El niño y los dulces.

Un niño metió su mano en un recipiente lleno de dulces. Y tomó lo más que pudo, pero cuando trató de sacar la mano, el cuello del recipiente no le permitió hacerlo.
Como tampoco quería perder aquellos dulces, lloraba amargamente su desilusión.
Un amigo que estaba cerca le dijo: - Confórmate solamente con la mitad y podrás sacar la mano con los dulces-.
Nunca trates de abarcar más de lo debido, pues te frenarás.

270 – El lobo con piel de oveja.

Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la obtención de su comida. Se metió entonces en una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.
Al atardecer, para su protección, fue llevado junto con todo el rebaño a un encierro, quedando la puerta asegurada.
Pero en la noche, buscando el pastor su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante.
Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

El Tordo o Zorzal

Ave de bello y melodioso canto. Muy útil en la agricultura pues se alimenta de babosas, caracoles de tierra, gusanos y toda clase de insectos y larvas. También gusta de pequeñas frutas. Hace su nido con ramitas, barro, y estiércol.

271 – Los jóvenes y las ranas.

Varios jóvenes, jugando cerca de un estanque, vieron un grupo de ranas en el agua y comenzaron a apedrearlas.
Habían matado a varias, cuando una de las ranas, sacando su cabeza gritó:
- Por favor, paren muchachos, que lo que es diversión para ustedes, es muerte y tristeza para nosotras.
Antes de tomar una acción que creas te beneficia, ve primero que no perjudique a otros.

272 – El ciervo enfermo y sus acompañantes.

Yacía un ciervo enfermo en una esquina de su terreno de pastos.
Llegaron entonces sus amigos en gran número a preguntar por su salud, y mientras hablaban, cada visitante mordisqueaba parte del pasto del ciervo.
Al final, el pobre ciervo murió, no por su enfermedad sino porque no ya no tenía de donde comer.
Más vale estar solo que mal acompañado.

273 – El mercader de sal y el asno.

Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal.
En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, el asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido.
Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior.
Cuando llegaron otra vez al río y el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.
Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal.
Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.
Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.
Tratar de evitar el deber haciendo trucos, sólo nos dañara a nosotros mismos.

274 – Los bueyes contra los carniceros.

Decidieron un día los bueyes destruir a los carniceros, quienes, decían los bueyes, estaban acabando con su gremio.
Se reunieron entonces para llevar a cabo su objetivo, y afilaron finamente sus cuernos.
Pero uno de ellos, el más viejo, un experimentado arador de tierras, les dijo:
- Esos carniceros, es cierto, nos matan y destrozan, pero lo hacen con manos preparadas, y sin causarnos dolor. Si nos deshacemos de ellos, caeremos en manos de operadores inexpertos y entonces sí que sufriríamos una doble muerte. Y les aseguro, que aunque ya no haya ni un solo carnicero, los humanos seguirán buscando nuestra carne.
Nunca trates de cambiar un mal por otro peor.

275 – El niño y el gusano de ortiga.

Un niño fue herido por un gusano de ortiga. Corrió a su casa y dijo a su madre:
- Me ortigó fuertemente, pero yo solamente lo toqué con suavidad.
- Por eso te ortigó – dijo la madre -, la próxima vez que te acerques a un gusano de esos, agárralo con decisión, sin caricias, y entonces será tan suave como seda, y no te maltratará de nuevo.
Al insolente, irrespetuoso, o delincuente, debe demostrársele siempre que la autoridad prevalece sobre él.

El Milano

Ave rapaz aquílida, buena pescadora que se encuentra frecuentemente cerca de ríos o pantanos, pero que sin embargo gusta más de cazar palomas, perdices, pollitos y otras aves pequeñas., con las que no tiene piedad.

276 – La lecherita.

La hija de un granjero llevaba un recipiente lleno de leche a vender al pueblo, y empezó a hacer planes futuros:
-Cuando venda esta leche, compraré trescientos huevos. Los huevos, descartando los que no nazcan, me darán al menos doscientos pollos. Los pollos estarán listos para mercadearlos cuando los precios de ellos estén en lo más alto, de modo que para fin de año tendré suficiente dinero para comprarme el mejor vestido para asistir a las fiestas donde todos los muchachos me pretenderán, y yo los valoraré uno a uno.-
Pero en ese momento tropezó con una piedra, cayendo junto con la vasija de leche al suelo, regando su contenido. Y así todos sus planes acabaron en un instante.
No te ilusiones con lo que aún no tienes.

277 – Los ratones poniendo el cascabel al gato.

Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio y no había otro. Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una excelente solución. Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.
-- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!-- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!
En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.
Nunca busques soluciones imposibles de realizar.

278 – La viña y la cabra.

Una viña se encontraba exuberante en los días de la cosecha con hojas y uvas. Una cabra que pasaba por ahí mordisqueó sus zarcillos y tiernas hojas. La viña le reclamó:
-¿Por qué me maltratas sin causa y comes mis hojas? ¿No ves que hay zacate suficiente? Pero no tendré que esperar demasiado por mi venganza, pues si sigues comiendo mis hojas y me maltratas hasta la raíz, yo proveeré el vino que echarán sobre ti cuando seas la víctima del sacrificio.
Los maltratos hechos con intención, tarde o temprano regresan a quien los hizo, muchas veces bajo otra vestidura.

279 – Zeus y la mona madre.

Hizo Zeus una proclama a todos los animales prometiendo una recompensa a quien su hijo sea juzgado como el más guapo.
Vino entonces la señora mona junto con los demás animales y presentó, con toda la ternura de madre, un monito con nariz chata, sin pelo, y enfermizo, como su candidato para ganar el premio.
Una gran risa fue el saludo general en su presentación. Y ella orgullosamente dijo:
-Yo no sé si Zeus pondrá su premio sobre mi hijo, pero sí sé muy bien, de que al menos en mis ojos, los de su madre, él es el más querido, el más guapo y bello de todos.
Debemos estar siempre orgullosos de lo que amamos, y no tener pena en publicarlo.

280 – El joven pastor anunciando al lobo.

Un joven pastor, que cuidaba un rebaño de ovejas cerca de una villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando
-¡El lobo, el lobo!
Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se reía viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un día de tantos, sí llegó de verdad. El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:
- Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.
Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.
Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

El Caracol

Molusco invertebrado. Existen terrestres, fluviales y marinos. Están cubiertos por una coraza que puede tener diferentes formas, aunque la más conocida es la que tiene conformación en espiral. Su tamaño varía desde unos milímetros hasta algunos con más de treinta centímetros. Sus colores son diversos, pero los marinos son los más hermosos, con tonos nacarados. Mucha gente se alimenta con ellos.

281 – Androcles y el león.

Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.
Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:
-Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.
Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.
Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.
Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.
Los buenos actos siempre son recompensados.

282 – El pastor y el joven lobo.

Encontró un pastor un joven lobo y se lo llevó. Enseguida le enseñó como robar ovejas de los rebaños vecinos. Y el lobo, ya crecido y demostrándose como un excelente alumno, dijo al pastor:
-Puesto que me has enseñado muy bien a robar, pon buena atención en tu vigilancia, o perderás parte de tu rebaño también.
Quien enseña a hacer el mal, tiene que cuidarse de sus propios discípulos.

283 – El padre y sus dos hijas.

Un padre tenía dos hijas. Una casó con un hortelano y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el hortelano, y le preguntó sobre su situación. Ella dijo:
-Todo está de maravilla conmigo, pero sí tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua.
Pocos días después visitó a su otra hija, también preguntándole sobre su estado. Y ella le dijo:
-No tengo quejas, solamente un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia, con sol brillante, para que así los ladrillos sequen y endurezcan muy bien.
El padre meditó: si una desea lluvia, y la otra tiempo seco, ¿a cual de las dos le adjunto mis deseos?
No trates nunca de complacer y quedar bien con todo el mundo. Te será imposible.

284 – La golondrina, la serpiente y la Corte.

Una golondrina que retornaba de su largo viaje, se encontraba feliz de convivir de nuevo entre los hombres.
Construyó entonces su nido sobre el alero de una pared de una Corte de Justicia y allí incubó y cuidaba a sus polluelos. Pasó un día por ahí una serpiente, y acercándose al nido devoró a los indefensos polluelos. La golondrina al encontrar su nido vacío se lamentó:
-Desdichada de mí, que en este lugar donde protegen los derechos de los demás, yo soy la única que debo sufrir equivocadamente.
No todo lo que beneficia a otros lo beneficia a uno.

285 – El ladrón y su madre.

Un joven adolescente robó un libro a uno de sus compañeros de escuela y se lo mostró a su madre. Ella no solamente se abstuvo de castigarlo, sino más bien lo estimuló. A la siguiente oportunidad se robó una capa y se la llevó a su madre quien de nuevo lo alabó.
El joven creció y ya adulto fue robando cada vez cosas de más valor hasta que un día fue capturado en el acto, y con las manos atadas fue conducido al cadalso para su ejecución pública.
Su madre lo siguió entre la multitud y se golpeaba violentamente su pecho de tristeza. Al verla el ladrón dijo:
-Deseo decirle algo a mi madre en su oído.
Ella acercó su oído a él, y éste rápidamente mordió su oreja cortándosela. Su madre le reclamó que era un hijo desnaturalizado, a lo que él replicó:
-¡Ah! Si me hubieras reprendido en mi primer robo del libro aquel, nunca hubiera llegado a esto y ser condenado a una ingrata muerte.
Al nuevo árbol se le endereza tierno para que crezca derecho.

El Castor

Mamífero roedor que construye sus habitaciones a orillas de riachuelos o de pequeños estanques, con barro, raíces y ramas que corta con sus dientes y luego arrastra hasta el sitio seleccionado. Durante años ha sido muy perseguido por sus pieles.


286 – Los dos recipientes.

Arrastraba un río en sus aguas a dos recipientes, uno de barro cocido y otro de bronce. El de barro le dijo al de bronce:
-Por favor mantente a distancia de mí, pues si me tocas aunque sea suavemente, me haré pedazos. Y además, de ninguna manera deseo estar cerca de ti.
La amistad no se consolida fácilmente entre disímiles.

287 – El cazador y el pescador.

Regresaba un cazador con sus perros y su producto, cuando topó con un pescador que también regresaba de su pesca, ambos con sus cestas llenas.
Deseó el cazador tener los peces, y el dueño de los peces, las carnes. Pronto convinieron en intercambiarse las cestas. Los dos quedaron tan complacidos de su trato que durante mucho tiempo lo siguieron haciendo día a día.
Finalmente un vecino les aconsejó:
-Si siguen así, llegará el momento en por tan frecuente intercambio, arruinarán el placer de ello, y cada uno deseará quedarse solamente con lo que obtuvo.
Varía y alterna tus actividades para disfrutar mejor.

288 – La anciana y el recipiente de vino.

Una anciana encontró un recipiente vacío que había sido llenado con el mejor de los vinos y que aún retenía la fragancia de su antiguo contenido.
Ella insaciablemente lo llevaba su nariz, y acercándolo y alejándolo decía:
-¡Que delicioso aroma¡ ¡Qué maravilloso debió haber sido el vino que dejó en su vasija tan encantador perfume¡
La memoria de todo lo bueno es perdurable.
289 – El ciervo en el pesebre de los bueyes.
Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:
-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?
Y replicó el ciervo:-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.
Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:
-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.
Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:
-¿Por qué falta paja aquí? ¡Ni siquiera hay para que se echen!-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!
Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.
Nunca te refugies en los terrenos del enemigo.

290 – Las palomas, el milano y el halcón.

Unas palomas, aterrorizadas por la presencia de un milano, llamaron al halcón para que las defendiera.
Inmediatamente él aceptó.
Cuando ya ellas lo habían admitido dentro de su palomar, se dieron cuenta que hacía mucho más estragos y matanzas en un día, que lo que haría un milano en un año.
Evita los remedios que son peores que la enfermedad.

La Gaviota

Ave que habita en las costas y considerada como el ave marina por excelencia. Muy diestra tanto al volar como al nadar. Vive en nutridas colonias, y sus nidos los confecciona con toda clase de materia vegetal. Se alimenta básicamente de insectos, gusanos, moluscos y crustáceos.

291 – La viuda y su oveja.

Una pobre viuda tenía una única oveja. Al tiempo de la trasquila, y deseando tomar su lana en forma económica, la trasquiló ella misma, pero usaba la herramienta en tan mala forma que junto con la lana le cortaba también la carne. La oveja acongojada y con dolor, le dijo:
-¿Por qué me maltratas así, ama? ¿En que te puede beneficiar el agregar mi sangre a la lana? Si quieres mi carne, llama al carnicero quien me matará al instante sin sufrimiento, pero si lo que deseas es mi lana, ahí está el esquilador, quien me esquilará sin herirme.
Antes de ejercer una actividad, prepárate y entrénate adecuadamente para ejecutarla bien.

292 – El pastor y el mar.

Un pastor que cuidaba su rebaño en las costas, veía al mar muy calmado y suave, y planeaba con hacer un viaje de comercio.
Entonces vendió todo su rebaño y lo invirtió en un cargamento de dátiles, y se echó a la mar. Pero vino una fuerte tempestad, y estando en peligro de hundirse la nave, tiro por la borda toda la mercancía, y escasamente escapó con vida en la barca vacía.
No mucho tiempo después cuando alguien pasaba y observaba la ordenada calma del mar, él le interrumpía y le decía:
-De nuevo está el mar deseando dátiles y por eso luce calmado.
Nunca generalices conclusiones basándote en un solo suceso.

293 – El asno, el gallo y el león.

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.
El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito.
No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.
Ten siempre presente que las cualidades de tu prójimo no son necesariamente las tuyas.

294 – Los ríos y el mar.

Se juntaron los ríos para quejarse ante el mar diciéndole:
-¿Por qué si nosotros te entregamos agua dulce y potable, haces tal trabajo, que conviertes nuestras aguas en saladas e imposibles de beber?
El mar, percibiendo que querían echarle la culpa del asunto, dijo:
- Por favor, dejen de darme agua y entonces ya no volverán a salarse sus aguas.
Antes de culpar a otros, fíjate primero si no eres el verdadero culpable.

295 – El asno juguetón.

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:
-¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?
Trabaja siempre para lo que te has preparado, no hagas lo que no es de tu campo.

El Sol

Es la razón material de nuestra existencia en la tierra. Su irradiante energía es la que llena de vida a todos los organismos. Su distancia a la tierra está en un punto único y excepcional para que se desarrollara la vida tal como la conocemos, eso aunado a la rotación de la tierra que permite un balance de la temperatura en todo a su alrededor.

296 – Los tres protectores.

Una gran ciudad estaba siendo sitiada, y sus habitantes se reunieron para considerar el mejor medio de protegerse.
Un ladrillero acaloradamente recomendaba a los ladrillos como la mejor adquisición para la más efectiva resistencia.
Un carpintero, con igual entusiasmo, proponía la madera como un método preferible para la defensa.
En eso un curtidor de cueros se levantó y dijo:
-Compañeros, yo difiero de todos ustedes, y advierto que por nada cambiaré de opinión. Les afirmo que están muy equivocados: para resistir, no existe nada mejor que el cubrirse con pieles, y para eso nada tan bueno como los cueros.
Los irresponsables, los ignorantes, y los agitadores, nunca aceptan que otros puedan tener la razón, y defienden siempre intransigentemente sólo su punto de vista, aunque no tengan el menor conocimiento del tema, sin importarles las consecuencias del momento o del futuro.

297 – El lobo y los pastores cenando.

Un lobo que pasaba cerca de un palenque, vio allí a unos pastores que cenaban las carnes de un cordero. Acercándoseles, les dijo:
-¡Qué escándalo habría ya si fuera yo quien estuviera haciendo lo que ustedes hacen!
Una cosa es lo que el dueño con todo derecho decida sobre su propiedad, y otra lo que haga el ladrón con lo que no le pertenece.

298 – El asno que cargaba una imagen.

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen.
El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más.
El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:
-¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!
Nunca tomes como tuyos los méritos ajenos.

299 – El viejo perro cazador.

Un viejo perro cazador, que en sus días de juventud y fortaleza jamás se rindió ante ninguna bestia de la foresta, encontró en sus ancianos días a un jabalí en una cacería. Y lo agarró por la oreja, pero no pudo retenerlo por la debilidad de sus dientes, de modo que el jabalí escapó.
Su amo, llegando rápidamente, se mostró muy disgustado, y groseramente reprendió al perro.
El perro lo miró lastimosamente y le dijo:
-Mi amo, mi espíritu está tan bueno como siempre, pero no puedo sobreponerme a mis flaquezas del cuerpo. Yo prefiero que me alabes por lo que he sido, y no que me maltrates por lo que ahora soy.
Respeta siempre a tus ancianos, que aunque ya no puedan hacer de todo, dieron lo mejor de su vida para tu beneficio.

300 – Las liebres y los leones.

Las liebres arengaban en la asamblea y argüían que todos deberían ser iguales. Los leones entonces replicaron:
-Sus palabras, señoras liebres, son buenas, pero carecen de garras y colmillos como los que tenemos nosotros.
Acepta que todos tenemos diferentes cualidades para diferentes circunstancias.

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