D E S D E E L M A R…
Joanna Escuder
La inspiración…
Con los pies llenos de arena, el salitre apelmazado en mi piel bronceada, camino,
despacio, observando como mis huellas quedan atrapadas por unos segundos, hasta
que una descarada ola se las llevaba, para borrar mi paso por este curioso paraíso.
Aún así, no consigo detenerme, es esa energía que fluye y se transforma de repente
en un ánimo inusitado por dejar fluir las ideas que se agolpan en mi mente. Es algo
singular que me ocurre a menudo y que mantiene su efervescencia cuando camino
descalza, humedeciendo mis pies en esa espuma blanca que burbujea
constantemente, colmándome de tranquilidad, provocándome un peculiar estado de
clarividencia. Puedo ver las imágenes y palpar los sentimientos…
Los temores…
Tengo que aprender a amar la soledad de las palabras. De estos textos que revierten
entre el silencio de las paredes de la habitación. Donde paso horas de intimidad, con
ellos y conmigo misma. Es aquí donde transformo y doy forma a esos pensamientos
que transcurren tan rápidos y al mismo tiempo tan lentos, lo suficiente para ser
saboreados en su justa medida. Tengo que aprender a respetar el temor a la
imaginación y a esos textos que reprimo plasmar por miedo a mostrar la realidad.
Tengo que aprender a volar para poder expresar lo que se ve desde allá arriba. Donde
la amplitud de los sentidos, sentimientos y emociones se diversifica hasta alcanzar
cotas inimaginables. Donde se puede palpar la libertad de pensamiento. Allí donde la
conciencia se nutre de todo conocimiento. El justo y el suficiente, para después ser
plasmado sin coraza, tampoco con excesivo empeño, pero si con esfuerzo. A éste es
al único al que no tengo miedo.
Tengo que aprender tantas cosas…
Trilogía empírica:
Es esta una trilogía empírica de poemas animados por el murmullo de esas olas que
siempre me acompañan y que me transportan desde las profundidades del océano a
las alturas del cielo. Guiándome por el azul más intenso que uno pueda imaginar. Ese
azul que palidece o se intensifica según el tono de mi mirada. Apartando esas
inoportunas nubes que en ocasiones no me dejan gozar del verdadero color del
lamento.
Azul dulce y agrio que en ocasiones calla… pero que también habla…
Con dolor… de Sensaciones y … Recuerdos…
C O N D O L O R…
Luz
Flamante luz que invade con toda fuerza el valle,
camina y corre en balde, escondida entre las calles.
Luz fugitiva que huyes, que te llaman y no acudes,
haces sordos los azules, claros ojos que te aluden.
Mirada sincera y turbia, que en su mano zurda,
refleja el dolor que angustia, el lamento que me ensucia.
No fue tarea balde, huir de aquellas calles,
para llegar hasta el valle, allí donde me invades.
Cada día acudo, te escucho y no huyo,
aunque se me haga un nudo, cada vez que te aludo.
Fue tu mano diestra… la que lució presta,
y tu mano siniestra… la que me dejó neta.
Sentencia la mano que oculta la luz, no permitas a la sombra nublar tu belleza.
Insistencia
Una daga atravesó mi mente, lo adiviné en tu mirada.
Escuché en mi alma latente, la agonía que la quebraba
Fui sincero y cándido, recibí silencio y desprecio,
amagué mi semblante pálido, por no parecer necio.
El dolor rasgó mi entereza, lloré sangre y lágrimas,
descansé tu amarga belleza, en tu dura y fría almohada.
En la sombra me cobijo, dando rienda a mis anhelos,
mientras suspiro aún percibo, los destellos de tu cabello.
Flagrante designio el no poder tenerte.
Incomprensión
Desperté de madrugada, observé los veleros cruzar,
sobre un azul que embrujaba, desde tierra hasta ultramar.
Percibí en la lontananza, un grito de desesperación,
supe de tu destemplanza, de tu amargura y sinrazón.
Acudí a tu llamada, clamabas amor y tesón,
zurcí en vano una pluma, con tu nombre y un corazón.
Volví de nuevo la mirada, huyendo de tu devenir,
calcé mi alma ignorada, por no volver a sufrir.
En el cielo dibujaré, una rosa color púrpura,
cuando la mires sabré, si es cierta tu amargura.
Huye de mezquindades, nunca te harán feliz. Amar es sinónimo de libertad.
Lamento
Revierte el sonido que retumba en mis venas
y reclama pasión a gritos desesperados.
No sé cuanto tiempo más podré resistir.
Dejo que las profundas notas del ocaso,
fluyan desde el suburbio de mí ser hasta alcanzar mi herido corazón,
el que agoniza intrépido, cabizbajo, siniestro…
No concibo en estos momentos gratitud alguna,
la perversión de mi pereza y de mi injusta tristeza,
aflige hasta los pétalos del recuerdo.
Unos ojos que vibran de desesperación,
concisos, vagos, sin expresión.
No me perturba el sueño, el escondrijo de la pasión.
Sereno mi mente y exijo un letargo, el descanso del dolor.
Siento meticuloso tu aliento, frágil, incierto,
en un último intento por penetrar en el refugio
en el que conservo las débiles estrellas,
esas que un día me brindaste y que ahora en un tris de esfumarse,
luchan con desesperación por no quemar la última chispa,
el suspiro final. Un suspiro perdido, la melodía de un lamento…
No agotes tus anhelos en vano. Conserva siempre la esperanza.
Vergel
Desde el altozano oteo,
no pierdo el respeto.
Es un murmullo que palpita dentro,
que mece el viento y marea el recuerdo.
Atiza los valles hasta alumbrar al detalle
cada brizna de color.
Es ese tu vergel…
El oasis de mi melancolía,
el que tercio cada día,
en un sufrir incapaz de desmoronar su faz
y desproteger a capricho el diezmo que me aflige.
Todo por no saber.
Es ese tu vergel…
Es quizás la esperanza aquello que te aflora el ánimo y no te deja perder la batalla.
Trágica paciencia
Tu cuerpo sabe a hiel, no es digno… es infiel.
Tu mirada, triste y cruel, me hace perecer.
Aumenta el dolor del alma, la nostalgia caducada.
Un leve roce de ternura, aparece hoy en tu cara.
Sensación que no dura… se esfuma perturbada.
Canto sereno y dolido, soneto de culpa y temor.
Espero cándido y perdido, a que se marchite tu dolor.
Ingrata insolencia, me aprieta y ahoga.
Trágica paciencia, la que nunca… se agota.
No es saludable tener paciencia pero si benigno.
Sereno dolor
Vi tu dulce música, escuché tu suave mirada,
palpé tu voz y el deseo, de tu faz enamorada.
Caminabas sobre el azul del cielo, respirabas luces y destellos,
aprendías del murmullo, de las aguas de tu silencio.
Fue grácil tu danzar, de tu nado me prodigo,
delicado tu cantar, el recuerdo tu escondrijo.
Adiviné tu estampa… entre las olas del mar,
limpié mi alma con espuma blanca, para poderte olvidar.
Sin ti no volverá… ni el sonido ni la luz.
No sé si resistiré… el peso de esta cruz.
Es labor difícil el desprenderse de una profunda herida de muerte.
Soñé
Soñé con un mar abatido de olas,
carente de equipaje,
sin vuelta ni regreso posible,
sin fuerza ni coraje visible... yo que soñé.
Soñé de nuevo con mi desdicha,
para embarcarme con prisas
sin detener la sinrazón
sin ocultar el dolor que causa el anhelo,
siempre triste, siempre escueto,
lejano del alcance de mi mano
que me prolonga en un sin vivir.
Yo que soñé… arisca,
llena de rabia, de fuerza, de energía,
que suave y terca acaricia
mi siniestra mejilla,
adorado horizonte de placer.
Soñé… soñé con él y no pude por más que dejar de soñar,
hasta conseguir encontrar
la clave de mi sensatez.
Y busqué…
La intensidad del amor es directamente proporcional a tu locura.
Esclava
No se cierne el coraje que delata la mirada,
agria faz inhumana,
que clama el recuerdo voraz.
Oh! Esclava. Esclava de tu sonrisa,
lamento cruel, imperecedero,
reflejo de la agonía,
que me arrastra mar adentro.
Oh esclava. Esclava de esa maravilla,
que me arropa y me cobija,
manteniendo a buen recaudo,
el baúl de mi equipaje,
hasta que mi mente frágil,
recupere el valor
de saber que sólo soy esclava,
absurda esclava del amor.
Saber que no eres posesión de nadie es la mayor libertad.
Orgullo
No permitas que tu orgullo te ofenda
o te inculque la bajeza del ser humano,
hasta el amanecer de los días venideros,
en los que el perfil de las sombras que te cobijan
caigan de su talento amargo y siniestro.
Tú, coraza de amargura,
incapaz de detener el tesón
de tu fugaz marinero
ese que se halla sin barco y sin corazón,
luchando entre las tinieblas duras,
sutiles, triviales y sin razón.
Tú, que careces de prestigio,
de quien es venidero tu devenir,
tu alegre mancillez
que se envaina sola por el coraje
y no logra alejar las sombras que alertan francas.
Tú que ignoras, ¿dime porqué?
Recrearse en el lamento es lo más adecuado para no avanzar nunca.
En extremo
Levanté mi mirada… enturbiada por el fuego de mis sombras.
Distinguí un palpitante astro, del que caían estrellas.
Dibujé tu nombre ausente, sobre una alfombra de arena.
Hasta que el agua salada alejó la marea.
Me desgarra el dolor que cubre mi lamento.
Escondí mi tesoro en las profundidades de mi pena.
Decidí caminar en un mundo de amnesia.
Hasta poder reparar las heridas de esta cruda dolencia.
Si permites que el dolor se adueñe de tu alma necesitarás milenios para repararla.
Tu música
Es este soneto, tu música y tu talento…
Es tu melodía, tu compás y tu armonía.
Es la poesía, el ritmo de tu sabiduría.
Son todos los acordes, los que te hacen noble.
Es la melancolía, quien me transporta cada día.
El recuerdo de tu voz… el latido de mi corazón.
A los viejos amigos a aquellos a los que no se puede olvidar.
S E N S A C I O N E S…
Oleaje
Cierro los ojos y escucho:
Tu murmullo lento, tu bravura suave,
tu oleaje… de vértigo.
Abro los sentidos al viento:
Tu sonido latente, tu fuerza palpitante,
tu oleaje… deslumbrante.
Noto el dulce roce de la brisa:
Que me sonríe perpleja, sin exclamar una queja,
tu oleaje… embriagador.
La humedad en mis venas:
El desgaste de la razón, que no dirime condición,
tu oleaje… salvaje.
Cierro los ojos y escucho:
Tu versátil movimiento, tu caminar rápido y a veces tan lento
Tu oleaje… me cierne… me subyuga…
me calma… y me abruma.
Es por ti y tú lo sabes.
Reencuentro
Anochecía en la playa mientras un crudo silencio embargaba.
Presentí aquella noche, la noche más larga.
Busqué con desesperación acechando el recuerdo de tu voz.
Luché por deshacerme de este miedo atroz.
Caminé con paso firme atenuando la desdicha.
No concibo ya la vida sino en tu compañía.
Una luz me deslumbró, era un barco a lo lejos.
La pesadumbre caducó dejando un rastro añejo.
Sobre la arena cálida, me mantuve esperanzada.
Conseguí cruzar nuestra mirada y derrotar la añoranza.
Sentí tu mano tierna, posarse en mi cara.
Supe que sería eterna… tu mirada enamorada.
Nada es más cruel y más dichoso en la vida que tener la fortuna de encontrar el amor verdadero.
Incapaz
Incapaz…
Incapaz de razonar me siento.
Siento ese murmullo, que aparece tras la sombra de la bruma.
La bruma que no se desvanece pese al intento.
Intento estar atenta a ese viento firme que despeje mi memoria.
Memoria para reconocer, para recordar tu gentil morada.
Morada frágil que se esconde entre la urbe.
La urbe del lamento, donde no se puede discernir.
Discernir entre las densas ramas que me ocultan el paso.
Paso firme, pero paso lento, inquietante, febril, agotado…
Agotado por la falta de destreza.
Destreza que se muestra ausente porque a muerto.
Ha muerto, murió en el intento, sintiéndose incapaz.
Incapaz…
Deshazte del grave suplicio del fracaso.
Elementos
Es el placer de sentir, la dulce música de tus palabras,
tu aliento,
la suave brisa del aire…
Como debe ser
Es el placer de disfrutar, la ferviente melodía de tu silencio,
tu olor,
el abrazo de la tierra…
Como debe ser
Es el placer de advertir, el brillo delicado de tus colores,
tu fluidez,
el manto azul del agua…
Como debe ser
Es el placer de tener, un trozo inmenso de tu calor,
tu luz,
el grito acelerado del fuego…
Como debe ser
Abrigo la esperanza de no olvidar nunca vuestra existencia.
Ese cielo
Es el vacío de tu luna,
clamo lucha, clamo al cielo.
Ese azul que no me escucha,
miro al mar y miro al cielo.
Me parece una locura,
cantarle al viento, cantarle al cielo.
Reclamo a mi vida cordura,
bailo su música y le bailo al cielo.
Es el roce de tu brisa,
reconozco esa risa, reconozco ese cielo.
Ese caminar sereno,
aviva la llama… la pasión de mi cielo.
A mi abuelo.
El arte de amar
Prometo, nido o morada.
Arremeto, con fuerza y saña.
Cometo, vanidad insana.
Someto, a duelo mi alma.
Silencio…
no escucho el viento.
Necio…
si te miento.
Admiro, tu belleza y bonanza.
Admito, algo de arrogancia.
Cautivo, de tu voz y tu danza.
Respiro, la sed de tu templanza.
No cejo, en mi empeño.
Ni dejo, agotar el leño.
Rezo, a quien es mi dueño.
Y le mezo…
en todos mis sueños.
Es amar realmente un arte, no siempre ama quien dice que te quiere.
Abismo
En la magnánima fuente del abismo me muevo,
con el dolor ya no puedo…
Cada cuando, miro hacia el suelo.
Cada cuando, te busco y no te encuentro.
Desconocer e ignorar,
no poderte encontrar,
es lo más indigno y difícil de derrotar.
En la insignificante fuente del abismo me muevo,
sin temor… sin anhelo…
Cada cuando, miro y me elevo.
Cada cuando, te alcanzo y gozo con tu consuelo.
Saber que existes,
palpar tu presencia,
admirar lo bueno,
es lo único digno
por lo que vivo… y por lo que muero.
Surgir de las profundidades es renacer a un nuevo mundo.
Suave marea
Suave marea,
cándida aletea,
observa perpleja
la mirada difusa que imprime la razón.
Suave marea,
amor que pelea,
que elige temores
y arranca ilusiones ocultas en el corazón.
Suave marea,
emoción que serena,
acude perdida
motivada por el recuerdo de aquella ocasión.
Suave,
perspicaz pero suave…
Locuaz también suave…
Suave… la marea.
La marea que venera esta dulce canción.
Gozar de tranquilidad de espíritu es poder palpar la relatividad de la vida.
Oculto
Percibí el color de tu perfume, el olor de tu mirada,
pronto supe, que era a ti a quien amaba.
Escribí con letras doradas, el dolor de mi lamento.
Caminé dejando clavadas, las huellas de mi tormento.
Una suave brisa mecía, mi ilusión y la esperanza,
mientras la lluvia caía, dejando oculta tu danza.
Distinguí la luna a lo lejos, me habló con cordura:
Deberás podar los setos, que ocultan tu locura.
Corté con bravura las ramas, dejando desnuda la valla…
Penetró la luz que mi amada, desprende con toda saña.
Se iluminó mi rostro de ti y todo lo que en el corazón guardo.
En mi frágil alma sentí, el calor de tu dulce abrazo.
Es un acto de valentía retirar el opaco velo que oculta la verdad.
Victoria
Presiento el devenir del cáliz de tu boca,
que perece una vez más, triste y abatido.
Silencio que no consigue calmar la tristeza que me embarga mar adentro, desde
tierra hasta la más profunda soledad.
Inquietante oleaje, siniestro,
que sacrifica una risa, una caricia y hasta un beso,
para regodearse en el dolor de esa triste y dura victoria del vencedor.
Exijo de nuevo el cáliz de tu boca,
de tu aliento firme, sereno, sabio y sediento,
que me permite olvidar para poder expresar con libertad de pensamiento, la
lucha imberbe de esta cruda batalla.
No sientas temor si quieres ganar la batalla.
Soñando…
Soñando con la arena… no he podido dormir,
ni el polvo estelar palpar…
No he podido conseguir, el valor para amar.
Soñando con la arena… he conseguido reprimir,
el llanto a mi pesar.
He podido exprimir, la marea hasta cesar…
Soñando con la arena… he podido descubrir,
la tranquilidad encontrar,
He podido esgrimir, el tiempo y cantar.
Soñando con la arena… he podido advertir,
la cercanía del mar.
He podido convertir, su falsa sombra, en un hogar.
La ausencia de fe es lo único que puede derrotar un sueño.
Tu canto
Oí tu canto…
tan claro y sencillo.
Percibí tu encanto…
tu luz y tu brillo.
Vacilé entre tanto…
coraje y cariño.
Estreché tu manto…
percibí el alivio.
Cesó tu llanto...
Para Carmen G.
R E C U E R D O S…
Recuerdo en azul
Dorado de los tonos de la arena… cálido, tan cálido como el sol.
Azul que arrastra una ola… gaviotas que tiñen de color.
Silencio que rompe la paz… canto que envuelve la serenidad.
Persistente aletear voraz… brillo, puro reflejo de claridad.
Alguien camina por la orilla. Alguien que pasea con tristeza.
Mañana amarga y mortecina. Cielo que se levanta con pereza.
Dorado como los rayos del sol… bravo, tan bravo como mi honor.
Azul de los tonos del mar… voraz, tan voraz como mi amor.
Sutil oleaje de madrugada… una nube cubre el cielo.
El resplandor ciega el horizonte… quedo cautivo por el miedo.
La marea arrastra un mensaje, para sorpresa de mi corazón.
No es sólo un pasaje. Es melancolía y desamor.
Dorado de los tonos de la tierra… húmedo, tan húmedo como el océano.
Azul que arrastra una ola… la mañana se ha puesto de duelo.
Lágrimas se mezclan amargas… miel que se torna agria.
La angustia devora mi cuerpo… al presentir la nostalgia.
Suspiraba todos los días, buscando un barco pescador.
Observaba cada día, aquel cielo embriagador.
Dorado de los tonos de tu piel… suave, tan suave como tu sonrisa.
Azul que arrastra una ola… malvada la marea que opina.
En la arena queda la huella… de un rastro sin rumbo.
Una perversa ola la acompaña… hasta lo más profundo.
Océano tu que escondes, mágicas historias de amor.
Mar lleno de enigmas, de misterios y dolor.
La nostalgia, una herida de amor incurable y perversa.
La mecedora
En el silencio del balanceo de tu oleaje… vibro.
Juego con el contoneo, ese movimiento salvaje
que me produce tu memoria, que aviva esa ola,
que me cierne y agota… como una mecedora.
Pido auxilio, ya no puedo, casi me quiebro por el llanto.
Es el silencio hermético en el que me mezo,
buscando una razón para este tormento,
que me sabe a derrota… lloro en mi mecedora.
En el vaivén del abismo me sumerjo,
para adivinar si puedo, el motivo de la desesperación
que me cierne entre sus garras, sin poder pedir perdón.
Sombras que me enojan… recurro a la mecedora.
Es cierto, anulé mi memoria, con una sola intención,
evitar así el dolor de tu recuerdo,
del lujo de tu morada, de la que salí cautivo,
para regresar un día, libre de juicios y perdones,
para que me puedas acunar… siempre en tu mecedora.
No poder creer, no saber estar, no encontrar a quien, es proporcional a carecer y padecer.
Cobardía
Es… la palidez de la sombra, la música del viento,
el susurro de tu desidia, vivo y atento,
esgrimiendo con cautela, generoso…, siniestro.
El murmullo de las estrellas, el brillo del cielo,
verte morando en mi tumba, cálida como el hielo,
el gris opaco de la luna. Aunque aún así… te quiero.
Te cobijas en mi almohada, luchas con uñas de plata,
el celo te arrastra, te sujetas a la tela que tejes con mi araña.
Salta y luce, baila y cruje. Olvida de una vez… mi mugrienta cabaña.
Escucho gritos de dolor, ahora crees perder la razón,
el abismo de tu urbe, se esconde a la emoción,
tiembla tu cuerpo caduco, pidiendo… salvación.
No desestimes nunca, el poder de la fe…
lucha por ese sueño… yo te lo entregaré.
Es de valientes mirar más allá del reflejo que devuelve el espejo.
Azucena
Me derrumba la palidez de tu sonrisa,
la escasez de la brisa
que un buen día sucumbió,
hasta atrapar
el parpadeo de tu mirada.
Esa suave mirada sabia,
que opaca se esconde tras el chubasco
expectante de dolor.
Fuerza oculta enmarañada,
que camina cabizbaja,
azucena de vivo sabor,
que enternece el dorado
estremecimiento de mi pasión.
Azucena no te marchites…
Azucena oh! mi flor.
Regar con agua clara el recuerdo me refugia de temores.
Brisa
Observé… la suave brisa,
agitar las hojas de la encina.
Anhelé tu sonrisa,
bajo la sombra… escondida.
Clara noche, dulce y viva,
no agites la hojas, agita su risa.
Perfuma el viento, de suaves caricias,
desvela mi mirada, con su sonrisa.
Observé de nuevo… la suave brisa,
agitar la risa de mi alegría.
Aprecié el destello,
y como la sombra… se desvanecía.
Venero la soledad que me provoca tu compañía.
Encadenado
Camino encadenado, desesperado.
Vuelco mis anhelos, dando pinceladas, con un ruego.
Te esfumas en la penumbra.
Tu hábito…, deslumbra.
Me agito encadenado, desesperado.
Tiemblo sin consuelo, mi piel lacerada, casi no puedo.
Mi coraje ya no abunda.
Mis lágrimas me derrumban.
Grito encadenado, desesperado.
Pido un único deseo, encontrar tu mirada, grabarla a fuego.
Mi alma… moribunda.
Un quejido, que nadie escucha.
Aquí sigo, encadenado, desesperado… no es sólo un recuerdo.
Es cuando decae el ánimo cuando más oscuro se torna el velo.
Es ese el mejor momento para retirarlo y ver lo que esconde.
Luz de día
Blanco amanecer... dulce como la miel.
Oscuro atardecer... que escuece en la piel.
Luz que invades,
espacios y lares,
luz que iluminas,
y acunas los mares.
Siento tus caricias... como sanas y alivias.
Tu brillo me motiva... me consuela y cobija.
Sol de amanecer,
no me dejes vencer,
que el brusco atardecer,
no ensucie mi piel.
Astro que iluminas... el valle con tu risa.
Tus rayos me acarician... anulando toda avaricia.
El resplandor del ayer es idéntico al de hoy o al de mañana.
Melancolía
Cubría el brillo de su cara,
con un sutil velo de lana.
Gritaba su alma de dolor y celos,
al ver traer al día aquél velero.
Fue fulminante su resplandor,
que la cubrió de fuego y calor,
como si un pájaro espino,
supiera de su destino.
Alzó la mirada lánguida,
elevando sus brazos rápida,
temiendo el inesperado desenlace,
que portaba aquél mensaje.
El alma de lágrimas se cubrió...
una ola con furia borró,
el rastro de un amor
que quebró el latido de su corazón.
Se mancilló de vaho el espejo,
evocando palabras de amor eterno,
detuvo con su mano el destello,
tan intenso como el color de su anhelo.
Las piadosas escrituras del lamento, cubren las emociones del alma.
Mirada frágil
No fue casualidad el conocernos.
Te distinguí, estabas allí, tus ojos tristes, suplicando amparo,
tu mirada frágil, cuando no inquebrantable.
Reparé en tu sonrisa y en esa mirada incierta,
tan incierta como tu tristeza, el suburbio de tu melancolía.
Vacilas entre tanto, no aciertas a encontrarme.
Me detengo ante tu mirada, esa mirada dura y a un tiempo tan frágil.
Desde aquí recojo tus pétalos, uno a uno, tal y como tú querías.
Los reúno todos.
Por fin puedo observar tu serenidad, tu destreza…
y ahora también… tu cálida armonía.
Hace tiempo que descubrí aquello de que no existe la casualidad sólo existe la coincidencia
Pasión
Noté tu turbación latiendo por las esquinas.
Supe de tu pasión, de la sangre de tus heridas.
Ese murmullo intenso que tu voz quebró,
pasión dorada y temible que mi amor confundió.
Gracias a la virtud de saber amar,
puede recuperar el aliento para escapar.
Noté tu turbación latiendo por las esquinas.
La dificultad no impidió, que se cerraran las heridas.
Esa mirada serena que tu voz quebró,
pasión absurda e inconcebible que mi amor confundió.
Gracias a la virtud que me otorga la fe,
pude pensar para dejar de padecer.
Deberíamos saber que la virtud no se crea, ni se adquiere, ni se desarrolla,
porque ella es innata. Uno se traiciona cuando la desvirtúa.
Verde
Verde, sinuoso… eterno.
Verde, verde del aire, verde del bosque,
verde que invades y callas,
el verde de mi lamento.
Un ansiado día conseguí descubrirte,
decidí bajar del cielo, sólo deseaba cubrirte con el verde de mi velo.
Verde, sinuoso… eterno.
Verde, verde de la hierba, verde tu canción,
verde que invades y callas,
el verde de mi dolor.
Permanecí esperanzado el día de tu regreso,
tuve paciencia infinita, sólo deseaba disfrutar del inmenso placer de tu olor.
Verde, sinuoso… eterno.
Verde, verde de lluvia, verde del viento,
verde que lloras y floreces,
dejando patente tu lamento.
Sentirse lacerado por el amor no requiere más que encontrar una turbia caricia.
Tu huella
Recuerdo el jardín de tu abrazo, tu caminar… despacio.
Recuerdo tu desvencijada memoria, tu mirada perentoria.
Recuerdo tu siniestra melancolía, tu imperfecta alegría.
Recuerdo…
Recuerdo la agria miel de tus ojos, el vacío… de tus elogios.
Recuerdo tu huella serena y firme, tu rechazo antes de irme.
Recuerdo tus labios fríos, inertes, los que no consienten decirme…
Adiós…
Lo recuerdo…
Si no consigues deshacerte de un abrazo, calla, el tiempo hablará por ti.
ALGERNON BLACKWOOD EL SACRIFICIO
-
ALGERNON BLACKWOOD EL SACRIFICIO I Limasson era hombre religioso, si bien
no se sabía de qué hondura y calidad, dado que ningún trance de supremo
rigor l...
Hace 10 años
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