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miércoles, julio 18, 2007

SELECCION DE POEMAS // Andrés Recasens Salvo

Andrés Recasens Salvo

SELECCION DE POEMAS



Cinco Nocturnos




I
Desde mi noche, tibio alero de las sombras,
Los veo a salvo,
Perseverantes,
Siempre en el medio, sin desgarros ni delirios;
Formal cortejo
Sujeto al siete
En cábala sin fin la esfera recorriendo.

Mientras yo, terco asido a rocas desprendidas,
Las manos dentro,
En las entrañas,
Buscando angustiado una imagen fugitiva;
En tanto falta
De aliento lenta
Va agrietándose la coraza en que me guardo.

Un viento ajeno
Entre sus alas
Ciegas trae susurros de nostalgias muertas,
Sus ecos caen
Sobre mi frente
Con el poder que da el tiempo a la fina gota
De horadar rocas,
Igual mi cuerpo
Por un vértigo abatido de sones y olas;
Vence al silencio
La pesadumbre
De un ronco fagot e inicio el regreso al yermo
Que abandonara
Mi sentimiento.

Aquí de nuevo;
Y en un instante
La esperanza rota al pie de insalvables muros.
Punzante acero!
Soberbia erguida
De espaldas a la luz, inerte masa helada!
Espacio atado!
Huida al viento
La risa muerta en noche estéril continuada!
Sueños mezquinos
De coros mudos...,
Los deseos atrapados como si fuesen
Gaviotas presas
En los sargazos.


La brisa plañidera que del sol la muerte
Va pregonando,
Cesó su duelo
Al oír mi queja de no encontrar la esencia
Que compartiera,
Por un instante,
La soledad de mi espíritu dolorido.

Entonces solo, qué importa si errado, el rostro
Aprisa envuelto,
Los pies heridos
Descansando en la sangre seca de un suspiro
Desvanecido,
Junto al perfume
De una rosa muerta en el hueco de mi mano.




II

Niña, deja esa fiesta de máscaras bufas,
Deja esa ronda
De ágiles muslos,
De caprichos hartados que en tu piel se anidan;
Huye del bosque
De húmedos dedos
Que una danza de lirios de tus senos hurtan.

Niña, cierra tu puerta y que no entre la noche
A parir otra
Pena en tu lecho,
Cierra tu puerta y acoge en tu pecho abatido
Un soplo errante
De luna nueva,
Antes que llame al sol un gozo de palomas.

Cuidar deseo
La desventura
De tu cuerpo bajo el sosiego de una estrella,
Buscar los cisnes
Amedrentados
Que una jauría cruel acorraló en tus sueños,
Guardar tus pasos,
Tu boca herida
Que el frío acosa como al junco en el pantano,
Cubrir las llagas
Que cada aurora
Ciñe en tu piel al regresarte una congoja,
Mientras el alma
De bruces llora.

En una fuente
De plumas blancas
Verteré las notas tristes de tus latidos,
El tierno anhelo
Que acecha quedo
Cada vez que al rocío desampara el alba,
También tu llanto
Tenaz prendido
Como un clamor de hojas en la espalda del viento,
Así mis labios
Junto a los tuyos,
Al beber las imágenes de tus angustias,
Harán veloces
Huir las sombras.
Niña, entra a mi jardín a recoger las flores
Nacidas todas
esta mañana,
Ven y deja tu cuerpo yacer en la hierba,
Y goza el juego
De mil colores
Con el que festejan al sol las mariposas.

Niña, juntos iremos a buscar abrigo
Donde se oculta
El amor sereno,
Nos rendiremos al misterio de la vida
En un abrazo
De suave aliento,
Como una cópula de olas sobre la arena.




III

En la tibia oscuridad cosecho los cantos
Sembrados hondo,
Por manos tiernas,
Llegadas a mi cuna al lado de mis sueños,
Notas vertidas
Sobre los surcos
Que inadvertidos jugaron con la semilla.

Así, la rígida escolta de arcanos mitos,
En el principio,
Del umbral mismo,
Envolvió a mi espíritu con violento hechizo,
Y un solo anhelo,
Ansia demente,
Tras una sola flor impulsó a mi destino.

Desde hace mucho
Frente a la higuera
Cautivo espero que me entregue su secreto.
En este instante
Igual que siempre
La estéril muda en la piedra su sombra fija,
Y me señala
Desde sus ramas
Las únicas sendas de sus partidas hojas;
Encadenado
Mi ser vigila
Mientras se agrietan al estar mis ansias secas
Sin haber visto
Brotar su imagen.

Mis pies distantes
De vivas aguas
Que con su música respondan a mis dudas.
Dentro el silencio
Tiembla en la malla.
Rechazado el calor que ofrecerme quisieron
La rosa abierta,
El jazmín grato,
Los cabellos negros cuyo brillo mis labios
Morir dejaron
Al no besarlos,
Así olvidados están la cima y el abismo;
Sólo a la higuera
Su flor mendigo.
Mi cuerpo bajo el nacer y morir continuo
De las estrellas,
Fúnebre andante
De inmóviles horas sobre los nudos ciegos;
Dolida mi alma
Muere en los sueños
Que atesorara en la luna cuando era niño.

La nuca en la piedra, las manos al vacío,
Cortado el vuelo,
Quedó mi origen
Suspendido en mitad de la fatal quimera.
La flor acaso
Se dio un instante,
Cuando, entre un latido y otro, me quedé dormido.






IV

En un hueco de la furia se anida quieta
Una cadencia
De Nochebuena,
Mis manos juegan con la brisa que deshojan
Bronces batidos,
Cantos y rondas,
Mágica velada cubierta de guirnaldas.

Al costado de este instante, el mordiente fuego
Abre las sombras,
Y con su injuria
El cañón se lleva mis cantos y mis manos,
A un torbellino
De labios rotos
Gimiendo en los guijarros que abandonó el agua.

Arrima el niño
Su festiva ansia
A las ramas del árbol de sus regocijos,
Su candor cubre
Las verdes formas
Con un frescor de violetas en primavera.
Y el hombre atado
En la luneta
Ve al ciervo agonizar en la siniestra nube,
Respuesta amarga
A la insolencia
Que el sosiego del átomo quebró imprudente...
Donde el payaso
La araña teje...

La luz que brilla
Sea el lucero
Que su camino señaló a los Reyes Magos,
Y no el cohete,
Gema engastada
Furtivamente entre los frutos de nuestro huerto;
Pues habrá un tiempo
En que los hombres,
Ciegos, se arrastren en el lodo ensangrentado
En pos del cuye,
Ultimo guía
De los que huyan cavando el seno de la tierra...
El asno solo
Cuida el pesebre...



Viste la blanda piel un despiadado acero
Y un villancico
Entusiasmado
Quiere ser contrapunto de marchas guerreras,
Cuando la risa
En la batalla
Con una mueca de espanto perdió su esencia!

Tal vez como el invierno, este glaciar esconda
Un rumor de hojas
Y anhelo de alas
Bajo sus crueles contornos, mas, si de nuevo
El hongo crece
En Hiroshima,
Sólo un muñón tras la luna será la tierra!




V

En un comienzo, cuando el presente moría,
Y de la noche
Se liberaban
Las horas para en su fuga dar vida al tiempo,
Surgió del barro
El ser humano
Pleno de afanes mas la sien a un riel sujeta.

Apenas madurada en su boca la sonrisa,
Y la materia
Humedecida
Por su aliento abría su cofre de colores,
Sintió que el canto
De la inocente
Flauta a un rigor divino estaba sometido.

Ebrio primero
De conocerse,
Acoplar los gritos del alma y de la selva
Para llevarlos
A las estrellas,
Asombro de libertad en su frente presa.
Mas, pidió un Amo
Como mendiga
El nómade un pozo en la sequedad del yermo.
Marcó su anhelo
Milenaria huella,
Y la promesa fue parida entre lamentos
Que un agua triste
Sumió en las sombras.

Soy heredero,
Arena y piedra
Del templo donde hallaron amparo los rezos,
De los suspiros
Amortajados
Cuando el tedio prudente inmoló al infinito,
De los impulsos
Avasallados
Por una danza de empecinados fantasmas,
En las baldosas
De quietud negras,
Hasta sepultar la incógnita del martirio.
Olvidó el Arca
Salvar las flores!
Ah las fieras ráfagas de obstinadas voces!
Lucha enconada
Que ultrajó cuerpos,
Que en alivios de mármol transformó a la esencia,
Y a la fe exhausta
Llevó al exilio
Junto a los santos ecos que en las torres duermen.

Pero sé que el fin será igual al que voy huyendo,
Vendrá la peste
Y alzará su horca
En la que oscilará el cadáver de mis dudas,
Cuatro jinetes
Sobre mi tumba,
Y dará el perdón la ceniza de mis besos.





D i á l o g o s




Con el árbol


Incansable
hacedor de pájaros,
el blanco se llevó a tu verde jubiloso,
cómo esperas abrigarte con alientos
de plumas si también te abandonaron?

Fantasmal
racimo de oboes,
donde el rayo corrige noche a noche
su grabado y el viento gime sus acordes,
bajo un temblor de encajes negros.

Como tú,
fuí ternura brotada una mañana
con la alborada vertida a torrentes
sobre mis formas,
como tú,
vestí antaño imágenes distintas
que el tiempo
nutrió de encendidas horas,
igual que tú,
mis carcajadas de colores
resbalaron
por laderas y quebradas,
y la misma brisa
que impulsó a mi barca
llevó a tu origen
en su cesta de perfumes y alas,
para ser éxtasis
de la tierra germinada
con besos del aire,
sol, agua y luna.

Ahora somos
gasto dramático,
pantomima de esqueletos apartados
que contemplan primaveras ajenas,
cuando los nidos halagan otros brazos.




Ofrezcamos
al rocío mis heridas
y tus surcos para que entre quedo,
en pausado suspiro por las venas,
y cese la siesta de nuestros ardores.

A ti me abrazo
para enlazar mis manos a tus ramas,
mi cuerpo
a tu tronco, mis pies a tus raíces,
y así,
tal vez el fervor comunicado
o un hálito
del vigor dormido,
colmen de matices
nuestras oscurecidas formas,
y los cantos
de mi sangre y de tu savia
encuentren
nuevamente sus amados ecos;
viejo árbol,
venzamos esta angustia
de un ocaso sin hojas,
como hacen las flores,
que al expirar,
imaginan sus mariposas.





Con la roca


Te traía mis furias
para plasmarlas
en tu huraño molde,
e igual
ser avanzada arrogante de la tierra,
puñal hundido
en la danza de los vaivenes verdes!
Vine de noche,
cuando tu forma
la hurtaban las sombras,
mas,
te liberó una estrella
dibujando tu perfil sobre las ondas,
transfigurada,
y ya no eras fiera,
sino lunar
en la blancura gozosa de la espuma,
ni eras fría,
sino beso
ardiente en el húmedo regazo,
ni eras solitaria,
sino refugio
de moluscos apareados sobre las algas.
Me llevo mis iras,
desencantado,
para no ser vasallo
de tu vientre fatigado de corales!
y mendigar las caricias
de un desmayo de olas.






Con el invierno


Velada preñez de la tierra,
luego que una alforja de manos morenas
alimentó de granos
los ansiosos terrones;
invierno,
te dicen imagen de la muerte,
helada miseria,
y no eres muerte,
es que la tierra se ha vestido
de manteles blancos
para la cena de la abundancia,
con reventón de capullos,
alboroto de orugas descubriendo sus alas
y pelajes excitados
reclamando saliva;
no,
tu silencio no es muerte,
es el pudor con que amamantas de savia
las fatigadas cortezas,
en un preludio
de racimos inquietos
trinos y aromas;
no,
tu tempestad no es muerte,
es la febril aseadora
que prepara los escenarios de montes
y valles,
para la danza de exaltadas pezuñas,
de un frenesí de belfos
embistiendo ubres,
de abejas seducidas
por una súplica de pistilos;
no,
tu palidez no es muerte,
es la enagua bordada
con cristales de escarcha
con que cubre su embarazo la tierra,
antes de parir,
otra primavera...!




Con los pájaros y la muerte


Travesura de notas
en el curioso pentagrama
de un espino,
éxodo continuado
de jubilosas nubes tornasoles
en el lomo del viento;
pájaros,
regálenme alientos de sus alas
para refrescar mis sienes.

Muerte, no interrumpas
el beso del sol en los nidos,
no te vistas de serpiente
para asesinar sus críos.

Diálogo insistente
de flautines apilados
en aleros ruinosos
y espléndidos castaños,
afanes de dicha desatada
a ras de las corrientes:
pájaros,
tráiganme rocío de cascadas
para serenar mis anhelos.

Muerte, no interrumpas
el beso del sol en las ramas,
no te vistas de alba nieve
para congelar sus trinos.

Fiesta de amores
sobre un cerezo,
tan tiernos como el roce
de plumas amantes,
como la tenue lluvia
de suspiros blancos:
pájaros,
cúbranme de suaves pétalos
para velar mis temores.

Muerte, no interrumpas
el beso del sol en los arbustos,
no te vistas de negras alas
para coger sus saltarines brotes.

Asombros del aire,
al que despertaron de su sueño
los primeros aleteos
burladores de quebradas,
de cumbres soberbias
e indómitos océanos;
pájaros,
tráiganme la espuma de mar
que supo de mi barco perdido.

Muerte, no interrumpas
el beso del sol sobre las aguas,
no te vistas de acerbo témpano
para ser losa de sus cuerpos.









E P Í S T 0 L A S E S P A C I A L E S







Epístolas De Venus






Epístola primera


Aquí el amor
se vive simplemente
no se halla cautivo
en la trampa de un concepto
se prodiga franco
cuando entibia las manos
para un ritual
de pieles
cuando incuba besos
en su nidal
de ardores
el amor
silba una nota en cada poro
y hace danzar al cuerpo
como hierba
apremiada por el viento

Mi amor
guía mis pasos
en las noches
al lecho de mi amada
y conmueve sus senos
con mis labios
semejando lunas
sorprendidas
por dos brasas

No vengas
aprendiz del aire
no estás maduro todavía










Epístola segunda


Aquí el amor
no está codificado
si abulta el vientre
no es causa de aflicción
es feliz acontecimiento
y ya en las entrañas
el ser se siente
acariciado
aquí el amor
no es fruto del reclamo
con que el jadeo
pide mitigar en un segundo
la fiebre
del celo reprimido
el amor
es euforia que plena el aire
alborozo
de corazones
como si fuesen un bosque
agradecido
que agitase sus flores
fecundadas
para festejar a las alas
y al viento

Mi amor
es un gitano
que hurta gozos
en el temblor
de terciopelos
de mi amada
y juega el éxtasis
sus vértigos
hasta que suplica
ser prisionera
de mi pecho

No vengas
aprendiz del aire
no estás maduro todavía






Epístola tercera


Aquí el amor
no está vuelto
a la sombría complejidad
con que suplician
al orgasmo
los temores
el amor
está trenzado con el sexo
y la ternura
los tres son instancias
primordiales
que convergen a un mismo destino
el ser desde su origen
las trae consigo
y hasta el fin las sirve
diestramente
alentando con ellas
su jornada

Mi amor
despierta al alba
para ofrecer a mi amada
el primer destello
del rocío
en el negro mirar
de los olivos
y el rojo saludo
que bostezan al sol
las granadas

No vengas
aprendiz del aire
no estás maduro todavía










Epístola cuarta

Aquí el amor
no es tan sólo unir vientres
y rodillas
mientras los labios
apresan al deseo
amor
es también cogerse de las manos
fuertemente
hasta blanquear nudillos
aquí el amor
muda en sendero
los más espesos cañaverales
y cada logro
el resultado
de una alianza placentera
amor
es ahuyentar angustias
disipar los recelos
del silencio
trascender la hosca soledad
y compartirla
y si a veces
el amor es llanto
las lágrimas enjuga una caricia

Mi amor
brinda una canción
a mi amada
con las notas
que el sauce
rasguea perezoso
en el arroyo
y la jubilosa
vibración
de un beso
de mariposas

No vengas
aprendiz del aire
no estás maduro todavía






Epístola quinta


Aquí el amor
es dignidad natural
entra y sale de nosotros
cuando nacemos
y morimos
y se queda
para anidarse en otros cuerpos
el amor
es el germen
más precioso
de la especie transformándose
es la energía
que nutre
cada día
el resplandor de la erosfera
aquí el amor
realiza los fines de la vida
es el latido
que conmueve la materia
y como la roca
guarda en sí mismo su vigencia

A mi amor
he sorprendido
arrodillado
implorando al tiempo
que doble
el sordo timbal
de sus horas
sólo en mi cuerpo
y se aparte
de mi amada

No vengas
aprendiz del aire
no estás maduro todavía








Epístolas De Marte






Epístola primera


No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos

Yo aquí
allá mi enemigo
él y yo
los últimos sobrevivientes
de una gran guerra
por millares
se diezmaron
y a medida
que los doblaba la muerte
solas iban quedando las casas
después
la acre oscuridad
en los portales
los muros
entristecidos
vieron extinguirse las pupilas
que entibiaban
sus contornos
inútiles ya
los paneles con flores
en vano proteger
cunas huérfanas
meciendo nada más que al silencio
y con rencor
apretaron sus puños de piedra
sobre el espacio vacío

Aquí la guerra
mostraba su intención
sangrienta
nadie vitoreaba
a nadie
al paso de las botas
no emocionaban los desfiles
ni las armas
por el contrario
eran peñascos las miradas







Epístola segunda


No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos

Un dedo y un botón
un dedo cualquiera
un botón púrpura
una luz titilante
varias luces
muchos botones
infinidad de dedos
los cuerpos adheridos a los tableros
cada botón
un pueblo que brinca al aire
una explosión
una multitud clamando despavorida
un asombro de ojos
arrancados
mirando huir sus talones
temblaban las manos
desprendidas
buscando sujetar sus cabellos
una luz que parpadea
un sonido agudo y frío
como acero
martirizando sienes
otro botón que se hunde
y otro pueblo
pierde sus raíces
las cabezas se voceaban qué pasa
cuando sus hombros
se les perdían
muñones lloraron sangre
impotentes
para recoger sus críos




ah los tableros
incansables
las luces urgían frenéticas
a los botones ardiendo
un mariscal nervioso
mascaba un puro
salivaba tabaco
escupía órdenes
y el horror sumía nuevos pueblos

Aquí la guerra
rehusó la hipocresía
de nobles sentimientos
la piedad estaba desterrada
de sus hechos
no hubo tumba
para el soldado desconocido
ni apagó el fervor
de una oración
el estruendo de las bombas
nadie humedeció sus dedos
para bendecir
la hosca cerviz de un bombardero






Epístola tercera


No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos

Al otro lado
el enemigo no tuvo tableros
luces ni botones
poseyó el rayo y el sismo
dominó el calor y el frío
y cuando un pueblo les volaba
hecho añicos
a uno nuestro convertían en glaciar
o en infierno
si en uno los muertos congelados
yacían en alcobas
cristalinas
en otro permanecía
sólo el quieto mirar
de cuencas calcinadas
algunas veces irrumpía el tornado
sin preguntar quién vive
y estrellaba las casas
como dientes en bocas ateridas
mientras un pueblo
les reventaba hecho trizas
a uno nuestro apresaban conmociones
tan intensas
que los caminos
eran orugas que corrían
nada resistía esa danza
aterradora
las paredes se doblaban
extenuadas
y a cada trecho
mordía el suelo
los cuerpos







Aquí la guerra
no atenuaba su crueldad
con leyendas emotivas
no se empeñaban en las aulas
las manitas
en contar los muertos
de a uno los señores
y de a millones el resto
la guerra
no era heroica
era el arte de matar hermanos
eficientemente
cuando la ocasión lo requería










Epístola cuarta


No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos

Yo y él
mi enemigo
y nadie más
él tiene en sus manos
un rayo perverso
yo tengo una luz
un botón
y un tablero
él no sabe en dónde estoy
yo lo presiento allá lejos
ante mí
el postrer botón
él con su último rayo
las noches tan iguales
se suceden una a una
sin poder cerrar mis ojos
los párpados
inmóviles
vigilan el reclamo inexorable
de la luz
que de un momento
a otro
hará latir al botón
bajo mi dedo

Aquí la guerra
detestaba confundir
su inhumana esencia
con principios generosos
el soldado
un asesino a sueldo
jamás un infeliz embaucado
nadie pretendió
enternecerse
por una condecoración en el pecho
era el cinismo que tapaba
el hedor de sus muertos





Epístola quinta


No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos

No recuerdo
cuánto llevo
espiando un movimiento
ni qué pueblo
comenzó el sacrificio
de palomas
para alimentar fieras
hasta ayer
todos se echaban la culpa
ahora qué importa saberlo
nos ha dado vuelta
la espalda
hastiado
el universo
una por una las estrellas
abandonaron sus asientos
hemos quedado fuera
estamos desamparados
él en alguna parte al frente
yo aquí
en mi desalentado acecho
quién sabe si podríamos parlamentar
dejar él su rayo
y yo sacar del botón mi dedo
pero cuál lo hace primero
sentirá frío
mi enemigo
tendrá temor
allá tan lejos
puede que el rayo caliente sus manos
quizá él ya no esté
tal vez quedo yo solo
se han secado mis dedos
sobre el tablero
mi lengua añora las palabras
que inutilizó el largo silencio


se han pegado tercos
mis labios
a los colmillos
suplicando el remedo de un beso
cómo duele
sentir el vacío del cuerpo
semejante al jergón de un perro
que hace mucho
hubiese muerto

No me distraigas
terrestre
que debo estar con los ojos ciertos








Epístolas De Saturno





Epístola primera


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

En un ciclo
de inciertos testimonios
dos aguijones vacilaban
en la semioscuridad de un buceo
cada uno
una elección distinta
emergiendo de ombligos apartados
dos familias mudando
en la insondable lejanía
al paso lento
del universo
con que transcurren sus milenios

Un tiempo en que la tierra
como niña traviesa
se embadurnaba la cara
con formas novedosas
allá un adorno
un árbol prodigioso
nacido en un mar de helechos
acá un vuelo inesperado
allí pezuñas temibles
haciendo resonar como tambores
las estepas
cada propósito
un ensayo de ambiguos resultados
o una antorcha revelando
nuevos laberintos
en la mansión de la vida






Aconteció
después de convalecer el mundo
de graves convulsiones
antes de enfermar
de sus males de hielo
cuando recobrada la verde hebra
retejió sus tallos
flores y hojas
luego de plasmar en el gredal
alas y pelajes
una vez que se aquietaron las aguas
y las estrellas
volvieron a pintar sus peces





Epístola segunda


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

el ser de la paz
tuvo por morada las llanuras
y colinas
trigueñas de sol
y arcilla
cogía los frutos
en los huertos
que originaban los manantiales
en una tierra
que sin mezquindad
se prodigaba

El hijo de la armonía
acordó servicio
con las bestias mansas
que criaban los pastizales
fue el primero en cargar al bruto
con espigas
y en obtener su ayuda
para abrir los surcos
donde enterrar la semilla

Al atardecer
cuando el silencio
buscaba hospedarse
en una somnolencia de hojas
el ser de la piel desnuda
se sentaba
para atender complacido
a las enseñanzas
de sus ancianos venerables






En las nevadas estaciones
invernales
buscó refugio en las cavernas
y empleaba el tiempo
en ponderar sus actos
enriquecía sus leyendas
cuando una y otra vez
las relataba
y pintó las paredes rocosas
con su nostalgia de mesetas





Epístola tercera


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

El ser de la violencia
tuvo por morada
la selva
bajo el cielo exuberante
de una fronda enmarañada
una forzosa sucesión
de crepúsculos
y noches
donde a ratos sorprendía la luna
al ser de los ojos verdes
torvos y huraños
en los vellos negros
en los vellos rojos
cuando lograba filtrar
sus agudas linternas blancas

El astuto merodeador
sobrevivió a las grandes bestias
a la guadaña despiadada
de las fauces abiertas
cada paso en la conquista
del sustento
una lucha cruenta
y era la sangre
de las víctimas
la que nutría sus impulsos
los feroces carniceros
sus maestros
aprendió a ejercer el derecho
a dentelladas
no hubo ancianos a su vera
cuando las fuerzas decaían
se apersonaba
inconmovible
un definitivo pavor de garras








Epístola cuarta


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

El ser de la reflexión
de continuo meditaba
absorto en algún dios
o en sí mismo
inmerso en una trascendente
interioridad
su avance era calmo
a la medida del prudente
transitar de la tierra

En las noches transparentes
mientras observaba
el firmamento
percibió las distancias
y a los números
fue encontrando
hasta formas las cuentas
del calendario
y la infinitud
de los volúmenes
redujo a simples ecuaciones

El poeta de las llanuras
vivía una posta singular
desechadas las cargas
que lo desviaran del camino
entregaba el cayado
en el límite de sus días
luego de recorrer
el trecho suficiente
y a otro tanto
se obligaba el que seguía




La criatura serena
recibía la muerte sin temor
ni pesadumbre
las honras fúnebres
con sus pétreas formalidades
no perpetuaban la tristeza
sino el testimonio
de una vida singular
era feliz
y estaba bien encaminado





Epístola quinta


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

Durante un implacable
asedio de tormentas
los rayos
vencieron
el enrejado de lianas
castigando los matorrales
que guarecían
al ser de la floresta
y desde ese entonces
vagó prendido
a una extraña desazón
tan perturbadora
que le hacía sentirse diferente
un forastero
en su propia selva

El ser de los ojos tristes
procuró en vano
desasirse
del embrujo
que padecía
cuando la luna
tapizaba los calveros
el trastorno le excitaba
con mayor violencia
capturado por un vértigo
de músculos y nervios
se entregaba a un frenesí
de movimientos
y urgía sus salvajes ritmos
golpeando maderos
en cortezas ahuecadas
y en una oportunidad cualquiera
las cortezas criaron chispas
de las chispas
nacieron llamas
y la selva se transformó en hoguera






Epístola sexta


No emprendas viaje
terrestre
primero has de conocer tu historia

La selva era una hoguera
y a través de los helechos
brillaban asustados
los ojos verdes en los vellos negros
al borde la espesura
atisbaban azorados
los ojos tristes en los vellos rojos
y cuando el calor y el humo
atosigaban
irrumpieron en el llano
golpeando con sus puños
sus potentes pechos

Los sucesos carecieron
de testigos
y las leyendas los han transmitido
de maneras diferentes
mezclando
en una sola brazada
agresores y agredidos
y Caín acometió a Abel
quizás el de los bosques
era hijo de Caín
el hijo de la Eva
acaso hija del Semael
tal vez el de las llanuras
era hijo de Abel
el hijo del Adán
por ventura hijo del Adón








Lo cierto fue que el cazador
sacrificó a los varones
y seducido por las hembras
las conservó
para juntarse a ellas
quiso la naturaleza
que los retoños
no quedaran mulas
sino se multiplicaran
y una especie híbrida pobló la tierra
un nuevo tanteo en las tinieblas
tras posibles corredores
las ramas originales
extinguidas

La hembras de la piel lisa
educaron a sus vástagos
en los preceptos
que guiaron a su pueblo
como si fuesen
leyes inflexibles
sin considerar que habían muerto
aquellos que podían
profesarlos
y así dieron comienzo
al drama existencial
que para siempre
señaló a sus descendientes

El desdichado esclavo
de la herencia dual
recibió los mandamientos
incapaz de cumplirlos
cabalmente
y en el mismo ser
los pasos a que impulsaba la estirpe
del justo
los desbarataba
la simiente del inicuo
la misma rama pudo enaltecerse
y degradarse
el mismo espíritu para el amor
y el egoísmo
la misma alma para la caridad
y el odio




Ahora atiende
terrestre
debes resolver la encrucijada
en que te encuentras
o vives la suma que eres
bajo sólo reglas naturales
sin restarte
alienado
o emprendes la tarea de extirpar
la raíz de Caín
que hay en Abel
pero escucha
terrestre
el hombre nuevo que pretendes
no podrá llegar
si tú no mueres

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