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martes, diciembre 18, 2007

PENSAMIENTOS Y MEDITACIONES // GIBRÁN KHALIL GIBRÁN


GIBRÁN KHALIL GIBRÁN

PENSAMIENTOS Y MEDITACIONES
(1961)


EL RETORNO DEL AMADO

Al caer la noche el enemigo huyó con cortes de espada y heridas de lanza grabados en su espalda. Nuestros héroes hicieron ondear banderas de triunfo y entonaron cantos de victoria al ritmo de los cascos de sus caballos, que resonaban en; las piedras del valle.
La luna ya se había levantado de atrás de Fam El Mizab. Las rocas, enormes y elevadas, parecían alzarse con el espí­ritu del pueblo, y el bosque de cedros semejaba una medalla de honor en el pecho del Líbano.
Continuaron su marcha, y la luna brilló por encima de sus armas. Las lejanas cavernas resonaron repitiendo sus cánticos de alabanza y victoria hasta que, al pie de una cuesta, los detuvo el relincho de un caballo que se erguía entre las rocas grises como esculpido en ellas.
En las cercanías del caballo encontraron un cuerpo, cuya sangre había manchado la tierra en que yacía.
.Mostradme su espada y os diré quién es su dueño -gritó el jefe del escuadrón.
Algunos soldados desmontaron y rodearon al muerto. Uno de ellos dijo al jefe:
-Sus dedos cogen la empuñadura con toda su fuerza. Sería afrentoso quitarle la espada.
Otro dijo:
-La espada está cubierta por la sangre de la vida que huía y que ahora oculta su metal.
Un tercero agregó:
-La sangre coaguló tanto sobre la mano como sobre la empuñadura, e hizo de ellas una sola pieza.
El jefe, entonces, desmontó y caminó hacia el cuerpo.
-Levantad su cabeza -dijo-, y dejad que la luna ilumine su rostro, de modo que podamos saber quién es.
Los hombres hicieron lo ordenado y el rostro del muerto apareció detrás del Velo de la Muerte, con signos de valor y nobleza. Era el rostro de un poderoso caballero y trasuntaba virilidad. Era el rostro de alguien que había chocado valiente­mente contra el enemigo y se enfrentaba a la muerte sonrien­do. El rostro de un héroe libanés que, ese día, había dado testimonio del triunfo pero no había vivido para marchar y cantar y celebrar la victoria con sus camaradas.
Cuando sacaron el paño de seda de su pálido rostro y le limpiaron el polvo de la batalla, el jefe, como en agonía, gritó:
- ¡Es el hijo de Assaaby! ¡Qué terrible pérdida!
Y los hombres repitieron ese nombre, suspirando. El silencio, entonces, los cubrió, y sus corazones, embriagados por el néctar de la victoria, recuperaron la sobriedad, porque habían visto algo más grande que la gloria del triunfo en la pérdida de un héroe.
En esa escena de espanto se erguían como estatuas de mármol, y sus lenguas, tiesas, se encontraban mudas y sin voz. Esto es lo que la muerte hace con las almas de los héroes: llorar y lamentarse es cosa de mujeres, quejarse y gritar es propio de niños. Para el dolor de los hombres de armas lo único digno es el silencio, que atenaza el corazón con tanta fuerza como las garras del águila la garganta de su presa. Es ese silencio que se eleva por encima de las lágrimas y gemidos el que, en su majestad, agrega pavor y angustia a la desgracia, ese silencio que hace que el alma descienda de la cima de la montaña al abismo. Ese silencio que anuncia la llegada de la tempestad. Y cuando la tempestad no se hace presente es porque el silencio resulta más fuerte que ella.
Quitaron entonces la ropa al joven héroe para ver dónde había clavado la muerte sus aceradas garras y en, su pecho aparecieron las heridas, como labios que hablaban en la sere nidad de la noche proclamando la valentía de los hombres.
El jefe se acercó al cuerpo y cayó de rodillas. Mirando mejor al guerrero muerto encontró un pañuelo bordado cofa hilos de oro atado en torno a su brazo y reconoció la mano que había hilado la seda, y los dedos que habían tejido su hebra. Lo guardó debajo de sus ropas y se apartó lentamente, ocultando con mano temblorosa su rostro agobiado. Hasta entonces esa mano había arrancado, con su fuerza, las cabe­zas del enemigo. Pero en ese momento temblaba porque había tocado el borde de un pañuelo atado por dedos aman­tes en torno del brazo de un héroe ya muerto, un héroe que volvería a ella sin vida, sobre las espaldas de sus camaradas.
Mientras el espíritu del jefe fluctuaba analizando tanto la tiranía de la muerte cuanto los secretos del amor, uno de­los hombres propuso:
-Cavemos una tumba debajo de aquel roble, para que las raíces puedan beber su sangre y las ramas reciban alimento de- sus despojos. Ganará en fuerza y se volverá inmortal; que­dará como símbolo que proclame a montes y valles su valen­tía y su fuerza.
-Llevémoslo al bosque de cedros y sepultémoslo al lado de la iglesia -agregó otro-: allí sus huesos estarán eterna­mente custodiados por la sombra de la cruz.
-Enterrémoslo aquí -dijo otro-, donde su sangre ya se ha mezclado con la tierra. Y dejemos que la espada perma­nezca en su diestra. Coloquemos su lanza a su lado y sacrifi­quemos su caballo sobre la tumba. Y que sus armas sean su alegría en la soledad.
Pero uno objetó:
-No enterremos una espada manchada con la sangre del enemigo ni sacrifiquemos un corcel que resistió a la muerte en el campo de batalla. No abandonemos en la soledad armas habituadas a la acción y a la fuerza: llevémosles a sus parien­tes como buena y grande herencia.
-Arrodillémonos a su lado y recemos las plegarias del Nazareno para que Dios quiera perdonarlo y bendecir nuestra victoria -dijo otro.
-Levantémoslo sobre nuestras espaldas en un féretro Formado por nuestros escudos y lanzas y recorramos otra vez este valle de nuestra victoria con él en andas para que los labios de sus heridas sonrían antes de verse envueltos por la tierra de la tumba -propuso un camarada.
Y otro:
-Montéenoslo en su corcel y, sosteniéndolo con las cala­veras de los enemigos muertos y ciñéndoles su lanza, conduz­cámoslo a la aldea como vencedor. No cedió a la muerte hasta después de cargarla con el peso de las almas de los enemigos.
-Vamos -dijo uno-, enterrémoslo al pie de esta monta­ña. El eco de las grutas será su acompañante y el murmullo del arroyo su trovador. Sus huesos deben reposar en el desier­to, donde los pasos de la noche silenciosa son leves y suaves.
Otro objetó:
-No. No lo dejemos aquí, porque aquí habitan el tedio y la soledad. Llevémoslo al camposanto de la aldea. Los espíri­tus de nuestros antepasados lo acompañarán y hablarán con él en el silencio de la noche, y le narrarán las historias de sus guerras y las sagas de sus glorias.
El jefe caminó entonces hacia el centro y pidió silencio. Suspiró y dijo:
-No lo fastidiemos con historias de guerra ni repitamos a los oídos de su alma, que ronda por encima de nosotros, las narraciones de espadas y lanzas. Mejor llevémoslo tranquila y silenciosamente a su lugar de nacimiento, donde un alma amorosa espera su regreso al hogar... el alma de una doncella que espera su retorno del campo de batalla. Devolvámoslo para que no pierda la última mirada a su rostro y el último beso a su frente.
Así, lo cargaron sobre sus espaldas y marcharon en silen­cio, gachas las cabezas y caídos los ojos. Su caballo, apenado, se afanaba detrás de ellos arrastrando las riendas por el suelo y profiriendo, de tanto en tanto, un relincho desolado que retumbaba en las cavernas como si ellas tuviesen corazón y compartieran su tristeza.
El cortejo triunfal marchó tras la cabalgata de la muerte por el espinoso sendero del valle, iluminado por la luna, y el espíritu del Amor señaló el camino arrastrando sus alas rotas.

UNIÓN

Cuando la noche embelleció el ropaje del cielo con las joyas de las estrellas, una hurí se remontó desde el valle del Nilo y revoloteó en el cielo con alas invisibles. Se sentó en un trono de niebla que colgaba entre el cielo y el mar, mientras delante de ella pasaba una multitud de ángeles que cantaban al unísono: "Gloria, gloria, gloria a la hija del Egipto, cuya grandeza llena el orbe."
Entonces, en la cima de Fam El Mizab, circundada por el bosque de cedros, las manos de los serafines alzaron a una joven sombra, que se sentó en el trono al lado de la hurí. Los espíritus los rodearon cantando: "Gloria, gloria, gloria al joven del Líbano, cuya magnificencia llena los tiempos."
Y cuando el novio tomó las manos de su amada y miró en sus ojos, las olas y el viento esparcieron su comunión por todo el universo:
¡Qué perfecto es tu esplendor, hija de Isis, y qué enorme mi adoración por ti!
¡Qué elegante eres entre los jóvenes, hijo de Astarté, cuán poderosamente te deseo!
Mi amor es tan fuerte como tus pirámides, y el tiempo no podrá destruirlo.
Mi amor es tan firme como tus Cedros Sagrados, y los elementos no podrán con él.
Sabios de todas las naciones de oriente y occidente vienen a beber de tu sabiduría y a descifrar tus signos.
Eruditos de todos los reinos del mundo vienen a embria­garse con el néctar de tu belleza y con la magia de tu voz. Tus palabras son fuentes de abundancia.
Tus brazos son manantiales de agua pura y tu aliento una brisa refrescante.
Los palacios y los templos del Nilo anuncian tu gloria y la Esfinge da fe de tu grandeza.
Los cedros de tu pecho son como medallas de honor y las torres que te rodean son señal de tu valentía y fortaleza. ¡Qué dulce es tu amor, y qué maravillosa la esperanza que alientas!
¡Qué generoso compañero eres. Y qué esposo leal has mostrado ser. Qué sublimes son tus dones y tu sacrificio! Me enviaste jóvenes que eran como el. despertar después de un profundo sueño. Me diste hombres llenos de osadía para conquistar la debilidad de mi pueblo, humanistas para exaltarlo y genios que enriquecieran sus poderes.
De las semillas que te envié hiciste brotar flores; de los renuevos, árboles. Porque tú eres una pradera virgen en la que crecen rosas y lirios y se levantan cipreses y cedros.
Veo tristeza en tus ojos, amor mío, ¿acaso te apena estar a mi lado?
Tengo hijos e hijas que emigraron al otro lado de los mares y me dejaron llorando y añorando su regreso.
¿Es que tienes miedo, hija del Nilo y preferida de todas las naciones?
Temo que se me acerque un tirano de voz dulce que, luego, me domine con la fuerza de sus brazos.
La vida de las naciones es, amor mío, como la vida de los individuos: se alegra con la esperanza y es una con el temor, la acosan los deseos y la angustia la desesperación.
Los amantes se abrazaron y se besaron y de las copas del amor bebieron el fragante vino de los tiempos. Y el coro de ángeles cantó: "Gloria, gloria, gloria, la gloria del amor llena los cielos y la tierra."

MI ALMA ME HABLÓ

Mi alma me habló y me enseñó a amar lo que el pueblo aborrece y a proteger lo que denigra.
Mi alma me mostró que el amor se enorgullece no sólo del ser que ama sino también del amado.
Antes de que mi alma me hablara, en mi corazón el amor era como una delgada cuerda ajustada entre dos clavijas. Pero ahora el amor se ha transformado en un halo cuyo comienzo es su final y cuyo final es su comienzo. Rodea a todos los seres y se difunde lentamente hasta abrazar todo lo que existe.
Mi alma me advirtió y me hizo percibir la belleza oculta de la piel, la forma y el matiz. Me enseñó a meditar sobre lo que la gente llama feo hasta que aparece su verdadero encan­to y deleite.
Antes de que mi alma me aconsejara, para mí la belleza era una antorcha temblorosa entre columnas de humo. Ahora que se desvaneció el humo no veo sino la llama.
Mí alma me habló y me hizo oír voces que no pronuncian la lengua, la laringe ni los labios.
Antes de que mi alma me hablara yo no oía más que gritos y gemidos. Pero ahora, ansiosamente, puedo oír el silencio y escucho sus coros cantando los himnos de los tiempos y los cánticos del firmamento, que anuncian los secretos de lo oculto.
Mi alma me habló y me enseñó a beber el vino que no procede de lagares ni puede escanciarse de copas que puedan levantar las manos ni tocar los labios.
Antes de que mi alma me hablara, mi sed era como una chispa confusa escondida bajo las cenizas que pueda apagar un sorbo de agua.
Mi alma me habló y me enseñó a tocar lo que aún no se ha encarnado; ella reveló que todo lo qúe tocamos es parte de nuestro deseo.
Pero ahora mis dedos se transformaron en bruma que penetra en lo que se ve del universo y se confunde con lo invisible.
Mi alma me enseñó a aspirar el perfume que no emiten el mirto ni el incienso. Antes de que mi alma me hablara yo deseaba aspirar la fragancia del perfume en los jardines, en los frascos o en los incensarios.
Pero ahora puedo gustar del incienso que no se quema como ofrenda en sacrificio. Y lleno mi corazón con una fra­gancia que ninguna brisa condujo a través del espacio.
Mi alma me habló y me enseñó a decir "Estoy listo" cuando lo desconocido y el peligro me llaman.
Antes de que mi alma me hablara yo no respondía a ninguna voz, salvo a la del pregonero que conocía, y sólo caminaba por el sendero cómodo y fácil.
Ahora lo desconocido es un corcel que puedo montar para conocerlo, y la llanura se volvió escalera y por sus peldaños trepó a la cima.
Mi alma me habló y me dijo: "No midas el tiempo dicien­do: Hubo un ayer y habrá un mañana."
Antes de que mi alma me hablara creía que el pasado era una época que nunca volvería y que el futuro nunca podía ser alcanzado.
Ahora me doy cuenta de que el presente contiene a todo tiempo y que en el se encuentra todo lo que puede esperar­se, todo lo realizado y todo lo cumplido.
Mi alma me habló exhortándome a no limitar el espacio diciendo: "Aquí, allí, allá."
Antes de que mi alma me hablara yo sentía que por cualquier parte que caminaba estaba lejos de todo otro espa­cio.
Ahora comprendo que en cualquier lugar que esté se encuentran todos los lugares y que la distancia que camino abarca todas las distancias.
Mi alma me enseñó a estar despierto mientras otros duermen y a entregarme al sueño cuando otros están en movi­miento.
Antes de que mi alma me hablara yo no distinguía sus sueños al dormirse ni ellos advertían mis fantasías.
Ahora yo nunca zarpo en el buque de mis sueños a menos que ellos me vigilen, y ellos nunca se remontan por el cielo de sus fantasías a menos que yo las comparta en su libertad.

Mi alma me habló y dijo: "No te alegres con el elogio y no te angusties con el reproche."
Antes de que mi alma me aconsejara yo dudaba del méri­to de mi trabajo.
Ahora me doy cuenta de que los árboles florecen en primavera y dan sus frutos en verano sin esperar elogio, y dejan caer sus hojas en otoño y quedan desnudos en invierno sin temor al reproche.
Mi alma me habló y me hizo ver que no soy más que el enano ni menos que el gigante.
Antes de que mi alma me hablara yo veía a la humanidad dividida en dos clases de hombres: una débil, de la que me compadecía, y una fuerte, a la que seguía o resistía desa­fiante.
Pero ahora aprendí que soy como ambos y estoy hecho de los mismos elementos. Mi origen es su origen, mi con­ciencia es su conciencia, mi pretensión su pretensión y mi peregrinaje su peregrinaje.

Mi alma me habló y me dijo: la linterna que llevas no es tuya y la canción que cantas no fue compuesta en lo profun­do de tu corazón, porque aunque sostengas la luz no eres la luz, y aunque seas un laúd con las cuerdas tensas no eres el ejecutante.

Mi alma me habló, hermana, y me enseñó muchas cosas. Y tu alma también te ha hablado y también te ha enseñado. Porque tú y yo somos uno y no hay diferencia entre noso­tros, salvo que yo haya proclamado lo que hay en mi ser íntimo, mientras tú lo guardas como un secreto de tu inti­midad. Pero en tu reserva hay una especie de virtud.

VISIÓN

Cuando llegó la Noche y el Sueño desplegó su manto sobre la faz de la Tierra, abandoné mi lecho y caminé hacia el mar diciendo: "El mar nunca duerme, y en su vigilia hay consuelo para el alma despierta."
Cuando llegué a la playa, la bruma de las montañas había cubierto la región como un velo que adorna el rostro de una joven. Miré las múltiples olas y escuché la plegaria de Dios;
medité entonces sobre el poder eterno que ellas encierran, ese poder que se despliega con la tempestad, crece con el volcán, sonríe a través de los labios de las rosas y canta con los arroyos.
Entonces, sentados en una roca, vi tres espectros. Avancé a los tumbos, como si algún poder me empujara contra mi voluntad.
Me detuve a pocos pasos de ellos, como dominado aún por una fuerza mágica. Uno de los espectros se levantó en ese momento y, con una voz que parecía surgir del fondo del mar, dijo:
-La vida sin Amor es como un árbol sin flores ni frutos. Y el Amor sin Belleza es como una flor sin perfume o un fruto sin semilla... La Vida, el Amor y la Belleza son tres oersonas en una, que no pueden separarse ni cambiar.
Un segundo espectro, con voz, rugiente como agua torren­tosa, dijo:
-La Vida sin Rebelión es como las estaciones sin prima­vera. Y la Rebelión sin justicia es como la primavera en un desierto árido... Vida, Rebelión y Justicia son una sola y no pueden cambiarse ni separarse.
El tercer espectro habló entonces con voz sonora como el resonar del trueno:
-La Vida sin Libertad es como un cuerpo sin alma, y la Libertad sin Reflexionar es como un espíritu confuso... Vida, Libertad y Reflexión son una sola y eterna y no pasan.
Luego los tres espectros se levantaron y con voz tremenda dijeron:

Lo que engendra el Amor
Lo que crea la Rebelión,
Lo que exalta la Libertar
Son tres manifestaciones de Dios
Y Dios es la expresión
De la inteligencia del Universo.

El susurro de alas invisibles y el temblor de cuerpos etéreos se mezcló entonces con el Silencio que prevaleció y se enseñoreó.
Cerré mis ojos y escuché el eco de lo que acababa de oír; cuando volví a abrirlos sólo vi el mar envuelto en niebla. Me acerqué a la roca en la que se habían sentado los tres espec­tros y encontré solamente un hilo de humo de incienso que trepaba hacia el cielo.

COMUNIÓN DE ESPÍRITUS

¡Despierta, amor, despierta!, que mi espíritu te saluda desde el otro lado del mar y te ofrece sus alas por encima de las olas furiosas.
Despierta, que el silencio suspendió el estruendo de las pezuñas de los caballos y de las pisadas de los caminantes. El sueño abrazó los espíritus de los hombres, pero yo, sólo yo, permanezco despierto: el deseo me redime del sueño que todo lo envuelve.
El amor acerca a ti, pero, entonces, me aleja la ansiedad. Amor mío, abandoné mi lecho atemorizado por el fantasma del olvido que se esconde entre las mantas.
¡Dejé de lado mi libro porque mis visiones acallaban las palabras y volvían blancas las páginas, para mis ojos! Despierta. Despierta, amor mío y escúchame.
¡Te oigo, amor! Oigo tu llamado del otro lado del mar y siento el dulce contacto de tus alas. Abandoné mi cama y caminé por el pasto, y el rocío de la noche mojó mis pies y el borde de mi vestido. Aquí estoy, bajo las flores del almen­dro, escuchando el llamado de tu espíritu.
Háblame, amor, y deja que tu hálito cabalgue sobre la brisa que me llega de los valles del Líbano. Habla, sólo yo escucho; la noche retiene en sus alcobas a todos lós demás.
Amor mío, el cielo tejió un velo de luz de luna y lo des­plegó sobre el Líbano.
Con las sombras de la noche el cielo formó un grueso telón, forrado con el humo de los talleres y el soplo de la Muerte y lo colocó, amor mío, sobre la ciudad.
Los aldeanos se han dormido en sus chozas, rodeadas de sauces y nogales, sus espíritus, mi amor, ya partieron para la tierra de los sueños.
Los hombres se inclinan bajo el peso del oro y el empi­nado de hierba afloja sus rodillas. La inquietud y el aburrimiento oprime sus ojos, y los fantasmas del Miedo y la Deses­peración los llevan a refugiarse en sus camas.
Los fantasmas de edades pasadas caminan por los valles y los espíritus de reyes y profetas rondan por montes y coli­nas. Mis visiones, guiadas por la memoria, me muestran el poder de los caldeos, el esplendor de los asirios y la nobleza de los árabes.
Por las siniestras callejuelas pasan los espíritus torvos de los ladrones; en las grietas de los muros aparecen las víboras de la lujuria, y el escalofrío de la enfermedad, mezclado con la agonía de la Muerte, se estremece por las calles. La memo­ria arrancó el velo del olvido de mis ojos y me muestran las abominaciones de Sodoma y los pecados de Gomorra.
Amor mío, las ramas se ,inclinan y su crujido se une al murmullo del arroyo en el valle, repitiendo para nuestros oídos los cánticos de Salomón, las melodías del arpa de David y los cantos de Ishak al-Mausili.
Tiemblan las almas de los niños hambrientos en sus casas; la visión de las madres acunando lechos de miseria y desesperación ya llegó al cielo. Sueños de ansiedad afligen los corazones de los enfermizos. Oigo sus amargos lamentos. La fragancia de las flores se mezcló con el punzante hálito de los cedros. Transportada ponla brisa juguetona por encima de las colinas, llena el alma con afecto e inspira ansias, de volar.
Pero también surgen las miasmas enfermas de los panta­nos y, como agudas flechas secretas, penetran los sentidos y emponzoñan el aire.
Amor mío, ya llegó la mañana y los dulces dedos de la vigilia acarician los ojos de los soñadores. Los rayos de luz llaman a abrir las persianas y descubrir la determinación y gloria de la vida. Las aldeas, que se recuestan, pacíficas y tranquilas, sobre las espaldas del valle, despiertan de su sueño; las campanas de las iglesias llenan el aire con sus placenteros llamados a la plegaria matutina. Y desde las cuevas el repi­queteo se repite en eco, como si toda la Naturaleza se uniera en plegaria reverente. Los terneros ya abandonaron sus esta­blos y las ovejas y las cabras sus cobertizos, para pacer en la hierba resplandeciente por el rocío. Los pastores les prece­den, tocando su caramillo, y detrás van las doncellas, cantan­do como pájaros que saludan el nuevo día.
Y ahora la pesada mano del día se ha asentado sobre la ciudad. Ya se han corrido las cortinas de las ventanas,y las puertas están abiertas. En los talleres asoman los ojos fatiga­dos y los rostros ojerosos de los trabajadores. Sienten que la muerte se inmiscuye en sus vidas, y en sus semblantes arruga­dos aparecen el Temor y la Desesperación. Almas anhelantes y apuradas congestionan las calles, y por todas partes se oye el repiqueteo del hierro, el rechinar de las ruedas y el silbido del vapor. La ciudad se ha vuelto un campo de batalla, en el que el fuerte domina al débil y el rico explota y tiraniza al pobre.
Qué hermosa es la vida, amor mío; es como el corazón del poeta, lleno de luz y ternura.
"Y qué cruel es la vida, amor mío; es como el corazón de un criminal, palpitante de vicio y temor.

BAJO EL SOL

Contemplé todas las obras que se hacen bajó el sol,
y he aquí que todas ellas son vanidad y aflicción
del espíritu.

Eclesiastés

¡Oh espíritu de Salomón, que rondas por el reino etéreo! Tú, que desechaste los harapos de la materia y dejaste detrás de ti esas palabras que, nacidas de la debilidad y la miseria, desalientan a quienes aún son prisioneros de sus cuerpos.
Tú sabes que esta vida tiene un sentido que la Muerte no oculta. Pero ¿cómo puede acceder la humanidad a un cono­cimiento que sólo se logra cuando el alma se libera de las ataduras?
Ahora comprendes que la vida no es una aflicción del espíritu, que no todo lo que se hace bajo el sol es vanidad, que de algún modo todo se dirigió siempre y siempre se diri. gira hacia la Verdad. Nosotros, miserables criaturas acepta­mos tu decir terrenal como palabras de gran sabiduría. Sin embargo son puertas que oscurecen la mente y anulan la esperanza.
Ahora comprendes que la ignorancia, la maldad y el despotismo tienen sus causas y que la Belleza es revelación de la sabiduría, producto de la virtud y fruto de la justicia.
Ahora sabes que el dolor y la pobreza purifican el cora­zón del hombre; aunque nuestras débiles voluntades no. ven en el universo nada de más valor que el ocio y la felicidad.
Ahora puedes ver que el espíritu avanza hacia la luz a pesar de las privaciones terrenas. Sin embargo repetimos tus palabras,- que. enseñan que un hombre no es más que un juguete en manos de lo desconocido.
Te has lamentado de haber sembrado en nuestros cora­zones desaliento frente a la vida en el mundo y temor frente a la vida en el más allá. 'Sin embargo, seguimos prestando oídos a tus palabras mundanas.
¡Oh espíritu de Salomón, que ahora habitas la Eternidad! Manifiéstate a los amantes de la sabiduría y enséñales a no transitar el sendero de la herejía y la miseria. Quizás sirva como reparación por un error no intencional.

UNA MIRADA AL FUTURO

Desde atrás del muro del Presente oí los himnos de la humanidad. Oí el sonido de las campanas que anunciaban el comienzo de la plegaria en el templo de la Belleza. Campanas moldeadas con el metal de la emoción y suspendidas sobre el altar sagrado, el corazón humano.
Desde atrás del Futuro vi multitudes que cumplían con su culto en el seno de la Naturaleza, sus rostros vueltos al Oriente, esperando la inundación de la luz de la mañana, la mañana de la Verdad.
Vi la ciudad en ruinas y que nada quedaba para hablar al hombre de la derrota de la Ignorancia y del tiempo de la Luz.
Vi a los ancianos sentados a la sombra de los cipreses y de los sauces, rodeados por jóvenes que oían sus narraciones de otros tiempos.
Vi a los jóvenes rasgueando sus guitarras y tocando sus caramillos, y a las doncellas bailando bajo los jazmines, con las trenzas al viento.
Vi a los hombres cosechando trigo y a sus esposa reunien­do las gavillas y cantando alegres canciones.
Vi a una mujer que se adornaba con una corona de lilas. Vi que la amistad entre el hombre y todas las criaturas se estrechaba, y familias de pájaros y mariposas, confiadas y seguras, que volaban hacia los arroyos.
Vi que no había pobreza; tampoco encontré exceso. Vi que la fraternidad y la igualdad reinaban entre los hombres.
Vi que no había médicos, porque cada uno tenía los medios y el conocimiento para curarse a sí mismo.
Encontré que no había sacerdotes, porque la conciencia había llegado a ser el Supremo Sacerdote. Tampoco vi aboga­dos, porque la Naturaleza había tomado el lugar de los tribu­nales y regían tratados de amistad y unión.
Vi que el hombre sabía que él es la piedra fundamental de la creación y que se ha elevado por encima de la pequeñez y bajeza y ha arrancado el velo de la confusión de los ojos del alma. Este alma ahora lee lo que las nubes escriben en el cielo y lo que la brisa dibuja sobre la superficie del agua; ahora entiende el significado del perfume de las flores y las modu­laciones del ruiseñor.
Desde atrás del muro del Presente, sobre la plataforma de las edades venideras, vi a la Belleza como a una novia y al Espíritu como a un novio; la Vida era la Noche ceremonial del
Kedre[L1] .

LA DIOSA DE LA FANTASIA

Y después de un fatigoso viaje, llegué a las ruinas de Pal­mira. Exhausto, caí sobre la hierba que crecía entre las columnas rotas y arrasadas por el tiempo, semejantes a restos abandonados por ejércitos invasores.
Al caer la tarde, cuando el oscuro manto de silencio abra­zaba a todas las criaturas, sentí un extraño perfume en el aire, tan fragante como el incienso y tan embriagador como el vino. Mi espíritu se abrió para libar ese néctar etéreo. Pare­ció entonces que una pesada mano presionaba mis sentidos: mis párpados pesaron mientras mi espíritu se sentía libre de sus cadenas.
Entonces la tierra tambaleó a mis pies, el cielo tembló encima de mí y me vi levantado como por un poder mágico. Me encontré entonces en una pradera como nadie nunca había imaginado, en medio de una multitud de vírgenes que no usaban otros vestidos que la belleza que Dios les había dado. Caminaron alrededor de mí, pero sus pies no tocaban la hierba. Cantaron himnos que expresaban sueños de amor. Cada doncella tocaba un laúd de marfil con cuerdas de oro.
Me encontré en un gran claro en cuyo centro se hallaba un trono tachonado con piedras preciosas e iluminado por los rayos del arco iris. A sus lados había doncellas que levan­taban sus voces mientras miraban hacia el sitio de donde provenía un perfume de mirra e incienso. Los árboles estaban en flor y, de entre sus ramas, cargadas de capullos, apareció una reina que caminó majestuosamente hacia el trono. Al sentarse, una bandada de palomas blancas como la nieve descendió y se ubicó en torno de sus pies, formando una medialuna, mientras las doncellas cantaban himnos de gloria. Y yo permanecí mirando lo que los ojos de ningún hombre habían visto.
Entonces la reina hizo una señal que movió a silencio. Con voz que provocó en mi espíritu un estremecimiento similar al de las cuerdas del laús en manos de un músico, dijo:
-Hombre, te he llamado porque soy la Diosa de la Fanta­sía. Te he concedido el honor de presentarte ante mí, la Reina de las praderas de los sueños. Escucha mis órdenes, porque te designo para que las prediques a toda la raza huma­na: explica a los hombres que la ciudad de los sueños es una fiesta de casamiento a cuya puerta se halla de guardia un poderoso gigante. Nadie puede entrar si no usa ropas de casa­miento. Haz saber que esta ciudad es un paraíso cuyo centi­nela es el ángel del Amor; ningún ser humano puede entrar si no lleva inscripto en la frente el signo del Amor. Descríbe­les estos hermosos campos, cuyos ríos fluyen con néctar y vino, cuyos pájaros navegan por los cielos y cantan con los ángeles. Describe el perfume aromático de sus flores y comu­nica que sólo el Hijo del Sueño puede pisar su muelle pasto.
"Haz saber que di al hombre una copa de alegría, pero que él, en su ignorancia, la derramó. Entonces los angeles de la Oscuridad penaron la copa con el brebaje de la aflicción, que el hombre bebió hasta embriagarse.
"Di que nadie puede tocar la lira de la Vida a menos que yo haya bendecido sus dedos y que la visión de mi trono haya santificado sus ojos.
"Isaías escribió palabras sabias como collar de piedras preciosas. montado en la cadena de oro de mi amor. San Juan refirió su visión en mi nombre y Dante pudo explorar el puerto de las almas sólo con mi guía. Soy una metáfora que abarca la realidad y soy la realidad que revela la unidad del espíritu y un testigo que confirma los hechos de los dioses.
"En verdad te digo que las ideas tienen una morada supe­rior al mundo visible y que en sus cielos no navegan las nubes de fa sensualidad. La imaginación se abre camino al reino de los dioses, donde el hombre puede vislumbrar lo que hay después de la liberación del alma del mundo de la sustancia. Y la diosa de la Fantasía me atrajo hacia ella con su magi­ca mirada, imprimió un beso sobre mis labios ardientes y dijo:
-Proclama que quien no pasa sus días en el reino de los sueños es esclavo de los días.
Luego las voces de las vírgenes se alzaron nuevamente y la columna de incienso ascendió. Entonces la tierra comenzó a tambalear nuevamente y el, cielo tembló y súbitamente me encontré otra vez entre las tristes ruinas de Palmira.
El amanecer, sonriente, ya se había hecho presente, y entre mi lengua y mis labios se hallaban las palabras "Quien no pasa sus días en el reino de los sueños es esclavo de los días."

HISTORIA Y NACIÓN

A orillas de un arroyo que serpenteaba entre las rocas, al pie del Monte Líbano, se sentó una pastora, rodeada por su rebaño de ovejas flacas que pacían la hierba' seca. Miró hacia el crepúsculo distante como si el futuro estuviera pasando por delante de ella; las lágrimas habían enjoyado sus ojos como gotas de rocío que adornan las flores. La pena le había entreabierto los labios para penetrar en ella y ocupar su cora­zón suspirante.
Después de la puesta del sol, cuando lomas y sierras se ocultaban entre las sombras, la Historia se plantó ante la doncella. Era un anciano cuyo cabello blanco caía como nieve sobre su pecho y sus hombros y en su mano derecha llevaba una hoz afilada. Con voz rugiente como el mar dijo:
-La paz sea contigo,
Siria[L2] .
La doncella se levantó, temblando temerosa, y preguntó:
-¿Qué quieres de mí, Historia?-Señaló entonces a sus ovejas y dijo:-Esto es lo que queda de un saludable rebaño que una vez llenó este valle. Esto es todo lo que tu codicia me dejó. ¿Ahora has venido a saciar tu gula en ello?
"Tus pies atropelladores pisotearon estas tierras que una vez fueron tan fértiles hasta reducirlas a polvo estéril. Mis ovejas, que antes pacían flores y producían leche abun­dante, roen ahora cardos que las dejan flacas y secas.
"Ten temor de Dios, Historia, y no me aflijas más. Tu sola presencia me ha llevado a detestar la vida y la crueldad de tu hoz me hizo amar a la Muerte.
"Deja que en mi soledad apure la copa de la amargura, mi mejor vino. Vete, Historia, al Occidente, donde se celebra la fiesta de matrimonio de la vida. Deja que aquí lamente el desamparo en que me has dejado.
Escondiendo la hoz entre los pliegues de su vestidura, la Historia la miró como un padre amante a su hijo y dijo:
-Oh Siria, lo que he tomado de ti eran mis propios dones. Debes saber que las naciones hermanas tienen derecho a parte de la gloria que era tuya. Debo darles lo que te di. Tu condición es como la de Egipto, Persia o Grecia, porque todas ellas tienen rebaños flacos y pastos secos. Oh Siria,, lo que llamas degradación es un sueño indispensable del que sacarás fuerzas. La flor vuelve a la vida a través de la muerte y el amor no florece sino después de la separación.
El anciano se acercó a la doncella, le extendió la mano y dijo:
-Estrecha mi mano, Hija de los Profetas.
Y ella estrechó su mano y lo miró desde atrás de un velo de lágrimas y dijo:
-Adiós, Historia, adiós.
-Hasta que nos volvamos a encontrar, Siria -respondió él-, hasta que nos volvamos a encontrar.
Y el anciano desapareció como repentino relámpago, y la pastora llamó a sus ovejas y retomó su camino diciendo para sí misma: "¿Habrá realmente otro encuentro?"

EL ANIMAL SILENCIOSO

En la mirada del animal silencioso hay un discurso que sólo el alma del sabio puede comprender verda­deramente.

un poeta indio

En el crepúsculo de un hermoso día, cuando la fantasía se apodera de mi mente, pasé por el borde de la ciudad y me detuve ante las ruinas de una casa abandonada, de la que sólo quedaban las piedras.
Entre las ruinas vi un perro que yacía sobre suciedad y cenizas. Su piel estaba cubierta de úlceras y la enfermedad atormentaba su cuerpo débil. Sus ojos tristes miraban una y otra vez al sol poniente y expresaban humillación, desespe­ranza y miseria.
Me acerqué a él con el deseo de saber el lenguaje animal para que mi compasión pudiera consolarlo. Pero solo logré aterrorizarlo, e intentó levantarse sobre sus patas paralizadas. Cayéndose, me echó una mirada en la que se mezclaba la ira impotente con la súplica. En esa mirada había un discurso más lúcido que el del hombre y más conmovedor que las lágrimas de la mujer. Esto es lo que entendí que decía:
-Hombre, sufrí la enfermedad que causó tu brutalidad y persecución.
"Huí de tú pie rudo y me refugié aquí, porque el polvo y las cenizas son más dulces que el corazón del hombre y estas ruinas menos tristes que su alma. Vete, intruso del mundo del desgobierno y la injusticia.
"Soy una miserable criatura que sirvió al hijo de Adán con fe y lealtad. Era el más fiel compañero del hombre; lo cuidaba noche y día. Me afligía en su ausencia y lo recibía con alegría a su regreso. Me contentaba con las migajas que caían de su mesa y me alegraba con los huesos que sus dientes habían despojado de carne. Pero cuando me volví viejo y enfermo, me sacó de su hogar y me abandonó a los despia­dados jóvenes de las callejuelas.
"Oh hijo de Adán, veo el paralelismo que existe entre mi caso y el de tus prójimos imposibilitados por la edad. Hay soldados que lucharon por su país cuando estaban en la flor de la vida y que luego labraron su suelo. Pero ahora que ha llegado el invierno de sus vidas y ya no son útiles se ven desechados.
"También veo un parecido entre mi suerte y la de una mujer que, en los días dé su adorable juventud, alegró el corazón de un joven y que después, como madre, dedicó su vida a sus hijos. Pero ahora, ya anciana, es ignorada y eludida ¡Qué tiránico eres, hijo de Adán. Y qué cruel!
Así habló el silencioso animal, y mi corazónlo comprendió

POETAS Y POEMAS

Si mis hermanos los poetas se hubieran imaginado que los collares de versos que compusieron y que las estrofas que formaron y reunieron algún día serían riendas para contener el talento, habrían roto sus manuscritos.
Si Al-
Mutanabbi [L3] el profeta, hubiera profetizado y Al Fard[L4] , el vidente, hubiera previsto que lo que ellos habían escrito llegaría a ser fuente donde beben quienes no tienen nada que decir y guía forzada para nuestros poetas de hoy, habrían derramado su tinta en el pozo del Olvido y habrían roto sus plumas con manos negligentes.
Si los espíritus de Homero, Virgilio, Al-
Maary [L5] y Milton hubieran sabido que la poesía se convertiría en el perrito faldero del rico, habrían renegado de un mundo en el que eso pudiera ocurrir.
Me aflige oír el lenguaje de los espíritus bastardeado por la lengua de los ignorantes. Cuando veo que el vino de las musas se derrama por la pluma de los pretensiosos siento que mi alma desfallece.
Tampoco me encuentro aislado en el valle del Resenti­miento, porque soy sólo uno de los muchos que ven que la rana se hincha para imitar al búfalo.
La poesía, queridos amigos, es la encarnación sagrada de una sonrisa. La poesía es un suspiro que seca las lágrimas. La poesía es un espíritu que mora en el alma; su alimento es el corazón y su vino el afecto. La poesía que no se presenta así es un falso mesías.
¡Oh espíritus de los poetas, que veláis por nosotros desde el cielo de la Eternidad!, nos dirigimos a los altares que habéis adornado con las perlas de vuestros pensamientos y las gemas de vuestras almas porque estamos oprimidos por el repique­teo del acero y el estruendo de las fábricas. Por eso nuestros poemas son tan pesados como trenes de carga y tan fastidio­sos como silbatos de locomotoras.
Y vosotros, verdaderos poetas, olvidadnos. Pertenecemos al Nuevo Mundo, en el que los hombres corren tras de bienes terrenos y en el que, hoy, la poesía también es una mercan­cía y no un hálito de inmortalidad.

ENTRE LAS RUINAS

La luna desplegó su diáfano velo sobre los Jardines de la Ciudad del
Sol [L6] y el silencio cubrió a todos los seres. Los palacios derrumbados miraban amenazadoramente, como monstruos despectivos.
A esa hora dos fantasmas, como vapor que emerge de las aguas del lago, se sentaron sobre una columna de mármol, examinando la escena, que parecía mágica. Uno de ellos levantó la cabeza y, con una voz que retumbó en ecos, dijo:
-Estos son los restos de los templos que construí para ti, mi amor, y estas las piedras de un palacio que levanté para tu alegría. No queda nada más que hable a las-naciones de la gloria a la que dediqué mi vida y de la pompa por la que exploté al débil.
"Amor mío, piensa y reflexiona acerca de los hechos que finalmente vencieron sobre mi ciudad y en torno del Tiempo que destruyó mis esfuerzos.
"El olvido ya borró el imperio que establecí: de él sólo quedan los átomos de amor que creó tu belleza y los efectos de la belleza que animó tu amor.
"Erigí un templo en Jerusalén; los sacerdotes lo santifica­ron, pero el tiempo lo destruyó. Sin embargo, Dios consagró el altar que, para el amor, construí en mi corazón; allí se mantiene a salvo de los poderes de la destrucción.
"Los hombres dijeron de mí: ‘Qué rey sabio’; los ángeles, en cambio: ‘Qué insignificante es su sabiduría.’ Pero los ángeles se alegraron cuando te encontré, amor mío, y cantaron para ti el cántico de Amor y deseo; sin embargo, los hombres no oyeron mi himno...
"Los días de mi reino eran barrera que impedía que com­prendieran al Amor y la belleza de la vida, pero cuando te vi. despertó el Amor y derribó esas barreras; entonces lamenté la vida que había perdido pensando que todo lo que existía bajo el sol era vanidad.
"Cuando el Amor me iluminó, me volví humilde, tanto ante las tribus que habían temido mi poder militar como ante mi propio pueblo.
"Pero cuando llegó la muerte, enterró mis armas mortífe­ras en la tierra y condujo mi amor hacia Dios.
Y el otro fantasma dijo:
-Tal como la flor adquiere vida y perfume aromático che la tierra, el alma saca sabiduría y fuerza de la debilidad y los errores de la materia.
Entonces, ambos, fundidos en uno, se fueron diciendo:

La Eternidad sóla salva al Amor,
Porque el Amor es como la Eternidad.

A LA PUERTA DEL TEMPLO

Para hablar del Amor purifiqué mis labios con el fuego sagrado, pero no pude encontrar palabras adecuadas.
Cuando conocí el amor, las palabras se diluyeron en un lánguido jadeo y el canto de mi corazón en un profundo silencio.
¡Oh vosotros que me habéis preguntado acerca del Amor, vosotros, a los que persuadí de sus misterios y maravillas, ahora, desde que el Amor me envolvió con su velo, tengo que preguntaros sobre el rumbo del Amor y su mérito.
¿Quién puede responder a mis preguntas? Pregunto sobre lo que hay en mi interior: quiero enterarme por mí mismo. ¿Quién de vosotros puede revelarme a mí mismo mi yo más profundo, mi alma a mi alma?
Decidme, por el amor de Bios, qué es la llama que arde en mi corazón devorando mis fuerzas y anulando mi voluntad. ¿Qué son esas suaves y ásperas manos escondidas que aprietan mi alma; qué es ese vino que, mezcla de felicidad y dulce pena, baña mi corazón?
¿Qué son esas alas que rondan mi almohada en el silencio de la noche, manteniéndome despierto mirando nadie sabe a qué?
¿Qué es ese algo invisible en el que clavo la mirada, qué ese algo incomprensible que rumio, qué el sentimiento que no puede ser percibido?
En mis visiones hay un sentimiento más hermoso que el eco dula risa y más arrobador que la felicidad.
¿Por qué me rindo a un poder desconocido que me mata y me vuelve a la vida hasta que apunta la aurora y llena mi habitación con su luz?
Los fantasmas de la vigilia tiemblan entre mis párpados secos y las sombras de los sueños rondan mi duro lecho. ¿Qué es lo que llamamos Amor? Decidme, ¿qué es ese secreto escondido en el tiempo que afecta todos los sentidos? ¿Qué es ese sentido que aparece a la vez como origen y resultado de todo?
¿Qué es esta vigilia que de la vida y la muerte hace un sueño más extraño que la vida y más grave que la muerte? Decidme, amigos, ¿alguno de vosotros no despertaría del sueño de la Vida si el Amor tocara su alma con la punta de su dedo?
¿Quién de vosotros no abandonaría padre y madre al lla­mado de la doncella amada de su corazón?
¿Quién de vosotros no navegaría mares distantes, cruza­ría desiertos y treparía el pico más alto para encontrarse con la mujer que su alma eligió?
¿Qué alma juvenil no seguiría hasta el fin del mundo a la doncella que con su hálito aromático, su dulce voz y manos mágicamente suaves enajenó su alma?
¿Qué ser no quemaría su corazón como incienso ante un dios que escucha sus súplicas y accede a sus plegarias?
Ayer me detuve a la puerta del templo e interrogué a quienes pasaban sobre el misterio y el mérito del Amor.
Y por delante de mí pasó un anciano de rostro delgado y melancólico que suspiró y dijo:
-El amor es una debilidad natural que nos legó el primer hombre.
Pero un joven viril replicó:
-El amor une nuestro presente con el pasado y el futuro. Entonces una mujer de cara trágica agregó:
-El amor es un veneno mortífero que inyectan víboras negras que se arrastran desde las cuevas del inrierno. El vene­no parece fresco como el rocío y el alma sedienta lo bebe anhelante; después de una pasajera embriaguez, el bebedor enferma y muere una muerte lenta.
Luego, una jovencita de mejillas rosadas dijo sonriendo:
-El amor es el vino que sirven las novias del amanecer: fortifica las almas fuertes y les permite ascender a las estrellas. Después de ella, un hombre vestido de negro y con barba, frunciendo el ceño arguyó:
-El amor es la ciega ignorancia con la que comienza y termina la juventud.
Otro, sonriendo, declaró:
-El amor es un conocimiento divino que permite que el hombre vea tanto como los dioses.
Tanteando el camino con su bastón, un ciego dijo enton­ces:
-El amor es una niebla enceguecedora que impide que el alma perciba el secreto de la existencia, de modo que el corazón sólo ve fantasmas temblorosos de deseo entre los cerros y sólo oye ecos de gritos en los valles mudos.
Un joven, tocando su viola, cantó:
-El amor es un rayo mágico que emite el núcleo ardien­te del alma y que ilumina la tierra circundante. Hace que percibamos la vida como un hermoso sueño entre un des­pertar y otro.
Y un anciano enfermizo, que arrastraba sus pies como andrajos, dijo temblorosamente:
-El amor es el descanso del cuerpo en el silencio de la tumba, la tranquilidad del alma en el abismo de la Eternidad. Después dé él, un niño de cinco años afirmó riendo:
-El amor es mi papá y mi mamá y nadie conoce el amor más que mi papá y mi mamá.
Y así cada uno de los que pasó dio del Amor la imagen de sus esperanzas y frustraciones, dejándolo en el misterio como antes.
Entonces oí una voz en el interior del templo:
-La vida está dividida en dos mitades, una helada, la otra ardiente.; la mitad ardiente es el Amor.
Luego entré al templo, me arrodillé y alegrándome, recé:

Haz de mí, oh Dios, comida
Para la llama inflamada...
Haz de mí, oh Señor, alimento
Para el fuego sagrado... Amén.

NARCÓTICOS Y ESCALPELOS

"Es inmoderado y fanático hasta la locura. Aunque es un idealista, su finalidad literaria consiste en envenenar la mente de los jóvenes... Si hombres y mujeres siguieran los consejos de Gibran sobre el matrimonio, se romperían los lazos familiares, la sociedad sucumbiría y el mundo se volve­ría un infierno poblado de diablos y demonios.
"Su estilo es hermosamente seductor, lo que significa el peligro de este inveterado enemigo de la humanidad. A los habitantes de esta montaña sagrada (el monte Líbano) les aconsejamos que rechacen las insidiosas enseñanzas de este hereje anarquista y que quemen sus libros, para que sus doc­trinas no lleven por el mal camino a los inocentes. Leímos Alas Rotas y verificamos que era veneno cubierto de miel."
Eso es lo que la gente dice de mí, y está en lo cierto, porque soy muy fanático y siendo predilección tanto por la destrucción como por la construcción. Mi corazón odia lo que mis detractores santifican y ama lo que ellos rechazan. Y si pudiera desarraigar algunas costumbres, creencias y tradi­ciones de la gente, lo haría sin dudar. Cuando afirman que mis libros son un veneno, dicen la verdad, porque lo que yo digo es veneno para ellos. Pero mienten cuando dicen que lo mezclo con miel, porque yo uso el veneno en toda su poten­cia y lo sirvo en un vaso transparente. Los que me llaman dealista que anda en las nubes son los mismos que se alejan del vaso transparente que contiene lo que llaman veneno, porque saben que sus estómagos no lo resisten.
Puede sonar truculento, pero ¿acaso la truculencia no es preferible a la simulación seductora?
Los pueblos del Oriente quieren que el escritor sea como una abeja y esté siempre libando miel. Glotones de mil, la prefieren a cualquier otro alimento.
Los pueblos del Oriente quieren que sus poetas se quemen como incienso ante sus sultanes. Los cielos orientales están nauseabundos de incienso, pero los pueblos de Oriente no tienen bastante.
Quieren que el mundo aprenda su historia, estudie sus antigüedades, costumbres y tradiciones y qué adquiera su lengua. También cuentan con que los que los conocen no repetirán las palabras de Baidaba el filósofo, Ben Rished, Ephraim Al-Cyriani y Juan de Damasco.
Los pueblos del Oriente, en síntesis, quieren hacer de su pasado una justificación y un lecho de ocio. Huyen del pensa­miento positivo y de las enseñanzas positivas y de cualquier conocimiento de la realidad que pueda aguijonearlos y des­pertarlos de su sueño.
El Oriente está enfermo, pero está tan acostumbrado a sus dolencias que ha llegado a considerarlas naturales y hasta nobles cualidades que lo distinguen de otros pueblos.
Considera que quien no tiene esas cualidades está incompleto y es inepto para recibir el don divino de la perfección.
En Oriente los médicos de la sociedad son muchos, y muchos los pacientes que siguen sin curarse, pero parecen aliviados de sus enfermedades porque se encuentran bajo los efectos de narcóticos sociales. Pero esos tranquilizantes ¡ólo enmascaran los síntomas.
Varias son las fuentes de las que se destilan esos narcó­ticos, pero la principal es la filosofía oriental de la sumisión al destino (la obra de Dios). Otra fuente es la cobardía de los médicos sociales qué temen aumentar el dolor administrando medicinas drásticas.
Vayan algunos ejemplos de esos tranquilizantes sociales: Una pareja de esposos descubre que, por razones sustan­ciales, el odio ha reemplazado al amor entre ellos. Después de un largo tormento, mutuo se separan. Inmediatamente sus padres se reúnen y llegan a algún acuerdo para reconciliar a la pareja deshecha. Primero acosan a la mujer con falseda­des; luego ablandan al marido con engaños similares. No convencen a ninguno de los dos, pero ambos se humillan en una ficción de paz. Sin embargo, esta situación no dura: los efectos del narcótico social se disipan pronto y la miserable pareja vuelve por nuevas dosis.
O bien un grupo o un partido se rebela contra un gobier­no despótico y propone reformas políticas para liberar de sus cadenas a los oprimidos. Distribuye manifiestos, pronuncia feroces discursos y publica artículos punzantes. Pero al mes siguiente nos enteramos de que el gobierno puso preso a su dirigente o lo silenció dándole un importante rango. Y no se oyó más nada.
O una secta se rebéla contra su jefe religioso, acusándolo de cometer delitos y amenazando con adoptar otra religión, más humana y libre de supersticiones. Pero poco después nos enteramos de que los hombres sabios del país lograron la reconciliación del pastor y la grey aplicando narcóticos so­ciales.
Criando un débil se queja de la opresión del fuerte, su prójimo lo calmará: "Calla y alégrate, así lo dispone el Des­tino."
Cuando un aldeano duda de la santidad del sacerdote, le dirán: "Atiende sólo a sus enseñanzas y olvida sus defectos y fechorías."
Cuando un maestro reprende a un estudiante, suele decir: "Las excusas que inventa un joven perezoso suelen ser, peores que el mismo delito."
Si una hija se niega a adherir a las costumbres de la madre, ésta dirá: "La hija no es mejor que la madre: en con­secuencia debe seguir los pasos maternos."
Si un joven pide a un sacerdote que le explique el signi­ficado de un viejo rito, el predicador lo reprobará, diciendo: "Hijo, el que no mire la religión con los ojos de la fe no verá nada más que niebla y humo."
De ese modo el Oriente descansa sobre su lecho mullido. El que duerme despierta un momento cuando lo pica una pulga y:luego retoma su sueño narcótico.
Y si alguien intenta despertarlos, los que duermen lo acusan de comportarse groseramente y de no dormir ni dejar dormir. Luego cierran nuevamente los ojos y susurran a los oídos de sus almas: "Es un infiel que envenena la mente de los jóvenes y socava los fundamentos eternos."
Muchas veces pregunté a mi alma: "¿Soy uno de esos rebeldes despiertos que rechazan los narcóticos?" Y mi alma respondió crípticamente. Pero cuando oigo que injurian mi nombre y mis principios, me siento seguro de que estoy despierto y de que puedo contarme entre los que no se rinden a los sueños de la droga, que pertenezco a aquellos fuertes de corazón que caminan por senderos estrechos y espinosos en los que también se pueden encontrar flores, en medio de lobos que aúllan y de ruiseñores que cantan.
Si el despertar fuera una virtud, la modestia me impediría proclamarla. Pero no es una virtud sino una realidad que aparece súbitamente a quienes tienen la fuerza de levantarse. Ser modesto al decir la verdad es una hipocresía. Pero los orientales lo llaman educación.
No me sorprendería que los "pensadores" dijeran de mí: "Es un hombre que predica excesos y ve el lado malo de la vida; sólo aporta tinieblas y lamentos."
A ellos respondo: "Deploro vuestra actitud oriental que evade la realidad de la debilidad y el dolor.
"Me aflige cuando veo que mi querido país canta, pero no de alegría sino para detener los estremecimientos de temor.
"En la lucha contra el demonio, el exceso es bueno. Porque el que es moderado en el anuncio de la verdad presen­ta la verdad a medias. Oculta la otra mitad por temor a la cólera de la gente.
"Detesto la inteligencia que se alimenta de zarroña; su hedor trastorna mi estómago y no la agasajaré con dulces ni licores.
"Sin embargo, cambiaría alegremente mis gritos por joviales carcajadas, pronunciaría elogios en lugar de acusa­ciones, reemplazaría el exceso por la moderación siempre y cuando vosotros me mostrarais un gobernante justo, un abo­gado íntegro, un jerarca religioso que practique lo que predi­ca, un marido que cuide a su mujer como a sí mismo.
"Si quieres que baile, que haga sonar la trompeta o batir el tambor, invítame a una fiesta de bodas y apártame del cementerio."

FUERA DE LA TIERRA

Colérica y violentamente la tierra sale de la tierra
Y graciosa y majestuosamente la tierra camina sobre la tierra.
La tierra construye palacios con la tierra y erige torres y Templos.
Y la tierra en la tierra urde leyendas, doctrinas y leyes.
La tierra, entonces, se cansa de las acciones de la tierra
Y se corona con su aureola, sueños y fantasías.
Y el sueño de la tierra seduce a los ojos de la tierra,
Que descansan largamente.
Y la tierra llama- a la tierra:
"Soy el útero y el sepulcro
Y seré útero y sepulcro
Hasta que los planetas ya no existan
Y el sol se diluya en cenizas."

TIERRA

¡Qué hermosa eres, Tierra, y qué sublime!
¡Qué perfecta es tu obediencia a la luz
Y qué noble tu sumisión al sol!
¡Qué adorable eres, velada en la sombra,
Y qué encantador es 'tu rostro, cubierto por la oscuridad!
¡Qué reconfortante es el cántico de tu amanecer
Y qué ásperas las loas de tu atardecer!
¡Qué perfecta eres, Tierra, y qué majestuosa!

Caminé por tus praderas y trepé tus montañas pedregosas,
Descendí a tus valles
Y entré a tus cavernas.
En las praderas encontré tu sueño,
En la montaña tu orgullo,
En.el valle fui testigo de tu tranquilidad,
En las rocas, de tu resolución,
En las cavernas, de tu secreto.
Eres débil y poderosa y humilde y arrogante:
Eres flexible y rígida. Diáfana y secreta.
Surqué tus mares y exploré tus ríos y seguí tus arroyos.
Oí a la Eternidad hablar en los flujos y reflujos de tus aguas
Y a los tiempos repetir tus cantos entre las colinas.
Oí a la vida llamando a la vida
En tus pasos montañosos
Y a lo largo de -tus laderas.
Eres boca y labios de la Eternidad,
Nervio y dedos del Tiempo,
Misterio y solución de la Vida.
Tu Primavera me despertó y me llevó a los campos,
Donde tu aliento perfumado se expande como incienso.
Vi los frutos de tu tarea veraniega.
En otoño,
Vi tu sangre fluir como vino en los viñedos.
El invierno me condujo a tu cama,
En la que la nieve da testimonio de tu pureza.
En tu primavera eres una esencia aromática;
En tu verano generoso;
En otoño fuente de abundancia.
Una noche calma y clara
Abrí las puertas y ventanas de mi alma:
Salí a verte.
Tenso el corazón de deseo y anhelos.
Y te vi con la vista clavada en las estrellas,
Que te sonreían.
Y tiré mis cadenas
Porque encontré que la vivienda del alma es tu espacio.
Sus deseos crecen con tus deseos,
Su paz se encuentra en tu paz,
Y la felicidad
En el dorado polvo que las estrellas esparcen sobre tu cuerpo.
Una noche,
Cuando las estrellas se volvían grises,
Y mi alma estaba cansada y ansiosa,
Salí hacia ti.
Y te me apareciste como urí gigante,
Armada con furiosas tempestades,
Combatiendo el pasado con el presente,
Reemplazando lo viejo con lo nuevo
Y dejando que el fuerte dispersara al débil.
Entonces aprendí que la ley del pueblo es nuestra ley.
Aprendí que quien no rompe sus ramas secas con su tempestad
Morirá aburrido,
Para despojarse de sus hojas secas,
Perecerá lentamente.
Qué generosa eres,
Y qué poderosa es tu añoranza
Por tus hijos,
Perdidos entre lo que alcanzaron,
Y lo que no pudieron obtener.
Nosotros gritamos y tú sonríes
¡Nosotros pasamos, pero tú quedas!
Nosotros blasfemamos y tú santificas
Nosotros dormimos sin soñar,
Pero tú sueñas en tu vigilia eterna.
Nosotros atravesamos tu pecho con espadas y lanzas
Y tú curas nuestras heridas con aceite y bálsamo.
Nosotros sembramos tus campos de huesos y calaveras,
Y tú, de ellos, levantas cipreses y sauces.
Nosotros vaciamos nuestros desperdicios en tu seno
Y tú llenas nuestros campos segados con gavillas de trigo
Y nuestros lagares con uvas.
Nosotros extraemos tus entrañas para hacer cañones y bombas,
Pero con nuestras entrañas tú creas lirios y rosas.
¡Qué sufrida eres, y qué misericordiosa!
¿Eres un átomo de polvo
Que levantó el pie de Dios
Cuando recorrió el Universo, de Este a Oeste?
¿O una chispa,
Proyectada del horno de la Eternidad?
¿Eres una semilla
Abandonada en el campo del firmamento
Para llegar a ser el árbol de Dios
Que alcance los cielos con sus ramas celestiales?
¿O eres una gota de sangre
En las venas del gigante entre los gigantes,
O una perla de sudor en su frente?
¿Eres una fruta madurada por el sol?
¿Creces del árbol del Conocimiento Absoluto
Cuyas raíces se extienden por la Eternidad
Y cuyas ramas se remontan al Infinito?
¿Eres una joya
Que el Dios del Tiempo colocó en la palma del Dios del Espacio?
¿Quién eres, Tierra, y qué eres?
¡Tú eres "yo", Tierra!
Tú eres mi vista y mi discernimiento.
Tú eres mi conocimiento y mi sueño.
Tú eres mi hambre y mi sed.
Tú eres mi tristeza y mi alegría.
Tú eres mi descuido y mi alerta.
Tú eres la belleza que vive en mis ojos,
El deseo de mi corazón,
La vida eterna de mi alma.
Tú eres "yo", Tierra.
Si no fuera por mi existencia,
Tú no existirías.

PERFECCIÓN

Hermano,
Me preguntas cuándo alcanzará la perfección el hombre.
Te respondo.
El hombre se acerca a la perfección
Cuando siente que es un espacio infinito,
Un mar sin orillas.
Un fuego eterno, una luz inextinguible.
Un viento calmo o una tempestad rabiosa,
Un cielo tronante o un firmameíito lluvioso.
Un arroyo cantarín o un riachuelo gimiente,
Un árbol florido en primavera
O un brote desnudo en otoño.
Una montaña altiva o un valle profundo.
Una fértil pradera o un desierto.
Cuando el hombre siente todo esto
Ya ha recorrido la mitad del camino hacia la perfección.
Para lograr su objetivo debe comprender,
En consecuencia,
Que es un niño que depende de su madre,
Un padre responsable por su familia,
Un joven entregado al amor,
Un anciano que lucha con su pasado,
Un fiel en su templo,
Un criminal en prisión
Un estudioso entre sus papeles,
Un alma ignorante
Que oscila entre la oscuridad de su noche y la negrura de su día,
Una monja que sufre
Entre las flores de su fe y las espinas de su soledad,
Una prostituta
Encerrada entre los colmillos de su debilidad y las garras de sus necesidades.
Un hombre pobre atrapado entre su amargura y su sumisión,
Un hombre rico entre su codicia y su conciencia,
Un poeta entre la bruma de su crepúsculo y las rosas de su amanecer.
El que puede experimentar, ver y comprender
Estos hechos,
Puede alcanzar la perfección
Y llegar a ser una sombra
De la Sombra de Dios.

HISTORIA DE UN AMIGO

Y dije:
¡Qué extraña mujer! Y él dijo:
Cuando lo conocí era un joven perdido en los caminos de la vida, estimulado por un impulso salvaje y fiel a la muerte en la obtención de sus deseos.
Cuando lo conocí era una delicada flor que los vientos de la imprudencia conducían al mar de la lujuria.
Cuando lo encontré en esa aldea era un niño desnatura­lizado que, con manos crueles, desgarraba los nidos de los pájaros y mataba los pichones mientras pisoteaba las hermo­sas coronas de dulces flores.
Cuando lo encontré en la escuela era un adolescente alejado del estudio, arrogante y enemigo de la paz.
Cuando lo encontré en la ciudad era un joven que traficaba con el honor paterno en mercados siniestros, gastaba el dinero del padre en casas de mala fama y rendía su mente al fruto del vino.
Sin embargo lo amaba. Y mi amor por él era una mezcla de pena y simpatía. Lo amaba porque sus pecados no nacían de un espíritu pequeño: eran más bien las acciones de un alma perdida y desesperada.
El espíritu, queridos hermanos, se desvía del sendero de la sabiduría sin quererlo, pero vuelve a él voluntariamente. Cuando los torbellinos de la juventud soplan polvo y arena, los ojos quedan enceguecidos por un tiempo.
Amé esa juventud porque vi la paloma de su conciencia luchando contra el halcón de sus maldades. Y vi que la palo­ma resultaba dominada no por cobardía sino por la fuerza de su enemigo.
La conciencia es un juez justo pero; débil. La debilidad lo hace impotente para cumplir su juicio.
Di,1e que lo arpaba. Y el amor adopta diversas figuras. A veces la de la sabiduría, otras la de la justicia, frecuentemente la de la esperanza. Mi amor por él mantenía mi esperanza de ver que la luz triunfara en él sobre la oscuridad. Pero no sabía dónde ni cuándo su vicio se transformaría en pureza, su brutalidad en mansedumbre, su imprudencia en sabiduría. El hombre no sabe cómo hace el alma para liberarse de la esclavitud de la materia hasta después de encontrarse libre. Tampoco sabe cómo sonríen las flores hasta que llega la mañana.
Pasaron los días, que seguían a las noches, y seguía acor­dándome dolorosamente del joven; repetía su nombre con tanto afecto que mi corazón sangraba. Entonces, ayer, llegó una carta de él que decía: "Ven a verme, amigo, pues quiero que conozcas a un joven. Tu corazón se sentirá contento de encontrarlo y tu alma renovada al verlo."
Dije: "Pobre de mí. ¿Acaso trata de mezclar su triste amistad con otra similar? ¿El solo no es suficiente ejemplo de error y pecado para el mundo? ¿Ahora querrá reforzar sus errores con los de su compañero para que pueda verlos en una oscuridad doble?"
Pero luego reflexioné: "Debo ir; quizás el alma, que es sabia, coseche peras del olmo, y el alma amante haga luz de las tinieblas." .
Cuando llegó la noche lo encontré solo en su habitación, leyendo un libro de versos.
-¿Dónde está el nuevo amigo? -le pregunté.
-Soy yo, amigo -contestó-. Y mostró una calma que nunca antes había visto en él. En sus ojos ahora podía ver una extraña luz que penetraba el corazón. Esos ojos en los que antes había visto crueldad, estaban radiantes con la luz de la bondad. Entonces, con una voz que parecía provenir de otra persona, dijo-:El joven que conociste en la niñez y con el que fuiste a la escuela está muerto. Con su muerte nací yo. Soy tu nuevo amigo: toma mi mano.
Cuando estreché su mano percibí la existencia de un espí­ritu benigno que circulaba en su sangre. Su mano de hierro se había vuelto blanda y bondadosa. Sus dedos que ayer mismo eran como garras de tigre, hoy acariciaban el corazón. Entonces hablé otra vez:
-¿Quién eres y qué ha sucedido? ¿Cómo has llegado a ser así? ¿Acaso el Espíritu Santo penetró en tu corazón y santi­ficó tu alma? ¿O estás representando un papel, creación de un poeta?
-Ay, amigo -respondió, el espíritu descendió sobre mí y me bendijo. Un gran amor transformó mi corazón en un altar sagrado. Es una mujer, amigo mío, una mujer que hasta ayer yo juzgaba un juguete en las manos del hombre, la que me sacó de la oscuridad del infierno y la que abrió para mí las puertas del Paraíso, al que entré. Una verdadera mujer que me condujo al río Jordán de su amor y me bautizó. La mujer a cuya hermana yo, en mi i norancia, había tratado irreveren­temente, me ha exaltado aT trono de gloria. La mujer a cuyo compañero yo había desafiado con mi maldad purificó mi corazón con su afecto. La mujer cuya suerte yo había escla­vizado con el dinero de mi padre me ha liberado con su belleza. La mujer que alejó a Adán del Paraíso con la fuerza de su voluntad me reintegró a mí al Paraíso con su ternura y mi obediencia.


[L1]Noche de la Cuaresma musulmana, durante la cual se espera que Dios cumpla los deseos del devoto.

[L2]Cuando se escribió esta historia El Líbano y Siria eran un solo país llamado, precisamente, Siria.

[L3]Al-Mutanabbi fue un famoso poeta árabe. Su nombre quiere decir adivino o vate.

[L4]Destacado poeta y filósofo árabe.

[L5]Poeta árabe del siglo IX. Quedó ciego a los cuarenta años y fue consi­derado un genio.

[L6]La ciudad de Baalbek.

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