Poesías
Antonio Machado
 HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
 He andado muchos caminos,
 he abierto muchas veredas;
 he navegado en cien mares
 y atracado en cien riberas.
 En todas partes he visto
 caravanas de tristeza,
 soberbios y melancólicos
 borrachos de sombra negra,
 y pedantones al paño
 que miran, callan, y piensan
 que saben, porque no beben
 el vino de las tabernas.
 Mala gente que camina
 y va apestando la tierra...
 Y en todas partes he visto
 gente que danzan o juegan,
 cuando pueden, y laboran
 sus cuatro palmos de tierra.
 Nunca, si llegan a un sitio,
 preguntan adónde llegan.
 Cuando caminan, cabalgan
 a lomos de mula vieja,
 y no conocen la prisa
 ni aun en los días de fiesta.
 Donde hay vino, beben vino;
 donde no hay vino, agua fresca.
 Son buenas gentes que viven,
 laboran, pasan y sueñan,
 y en un día como tantos
 descansan bajo la tierra.
 RECUERDO INFANTlL
 Una tarde parda y fría
 de invierno. Los colegiales
 estudian. Monotonía
 de lluvia tras los cristales.
 Es la clase. En un cartel
 se representa a Caín
 fugitivo, y muerto Abel
 junto a una mancha carmín.
 Con timbre sonoro y hueco
 truena el maestro, un anciano
 mal vestido, enjuto y seco,
 que lleva un libro en la mano.
 y todo un coro infantil
 va cantando la lección:
 mil veces ciento, cien mil,
 mil veces mil, un millón.
 Una tarde parda y fría
 de invierno. Los colegiales
 estudian. Monotonía
 de la lluvia en los cristales.
 CANTE HONDO
 Yo meditaba absorto, devanando
 los hilos del hastío y la tristeza,
 cuando llegó a mi oído,
 por la ventana de mi estancia, abierta
 a una caliente noche de verano,
 el plañir de una copla soñolienta,
 quebrada por los trémolos sombríos
 de las músicas magas de mi tierra.
 ...Y era el Amor, como una roja llama...
 -Nerviosa mano en la vibrante cuerda
 ponía un largo suspirar de oro,
 que se trocaba en surtidor de estrellas-.
 ...Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
 el paso largo, torva y esquelética.
 -Tal cuando yo era niño la soñaba-.
 Y en la guitarra resonante y trémula,
 la brusca mano, al golpear, fingía
 el reposar de un ataúd en tierra.
 Y era un plañido solitario el soplo
 que el polvo barre y la ceniza alienta.
 PRELUDIO
 Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
 poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
 Acordaré las notas del órgano severo
 al suspirar fragante del pífano de abril.
 Maduraran su aroma las pomas otoñales,
 la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
 exhalarán su fresco perfume los rosales
 bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.
 Al grave acorde lento de música y aroma,
 la sola y vieja y noble razón de mi rezar
 levantará su vuelo suave de paloma,
 y la palabra blanca se elevará al altar.
 ¿MI AMOR?...
 ¿Mi amor?... ¿Recuerdas, dime,
 aquellos juncos tiernos,
 lánguidos y amarillos
 que hay en el cauce seco?...
 ¿Recuerdas la amapola
 que calcinó el verano,
 la amapola marchita,
 negro crespón del campo?...
 ¿Te acuerdas del sol yerto
 y humilde, en la mañana,
 que brilla y tiembla roto
 sobre una fuente helada?...
 ME DIJO UN ALBA DE LA PRIMAVERA
 Me dijo un alba de la primavera:
 Yo florecí en tu corazón sombrío
 ha muchos años, caminante viejo
 que no cortas las flores del camino.
 Tu corazón de sombra ¿acaso guarda
 el viejo aroma de mis viejos lirios?
 ¿Perfuman aún mis rosas la alba frente
 del hada de tu sueño adamantino?
 Respondí a la mañana:
 Sólo tienen cristal los sueños míos.
 Yo no conozco el hada de mis sueños;
 no sé si está mi corazón florido.
 Pero si aguardas la mañana pura
 que ha de romper el vaso cristalino,
 quizás el hada te dará tus rosas,
 mi corazón tus lirios.
 ES UNA FORMA JUVENIL QUE UN DIA
 Es una forma juvenil que un día
 a nuestra casa llega.
 Nosotros le decimos: ¿por qué tornas
 a la morada vieja?
 Ella abre la ventana, y todo el campo
 en luz y aroma entra.
 En el blanco sendero
 los troncos de los árboles negrean;
 las hojas de sus copas
 son humo verde que a lo lejos sueña.
 Parece una laguna
 el ancho río entre la blanca niebla
 de la mañana. Por los montes cárdenos
 camina otra quimera.
 ME DIJO UNA TARDE 
 Me dijo una tarde
 de la primavera:
 Si buscas caminos
 en flor en la tierra,
 mata tus palabras
 y oye tu alma vieja.
 Que el mismo albo lino
 que te vista, sea
 tu traje de duelo,
 tu traje de fiesta.
 Ama tu alegría
 y ama tu tristeza,
 si buscas caminos
 en flor en la tierra.
 Respondí a la tarde
 de la primavera:
 Tú has dicho el secreto
 que en mi alma reza:
 yo odio la alegría
 por odio a la pena.
 Mas antes que pise
 tu florida senda,
 quisiera traerte
 muerta mi alma vieja.
 LA VIDA HOY TIENEE RITMO
 La vida hoy tiene ritmo
 de ondas que pasan,
 de olitas temblorosas
 que fluyen y se alcanzan.
 La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,
 la risa de las aguas
 que entre los verdes junquerales corren
 y entre las verdes cañas.
 Sueño florido lleva el manso viento;
 bulle la savia joven en las nuevas ramas;
 tiemblan alas y frondas,
 y la mirada sagital del águila
 no encuentra presa... Treme el campo en sueños,
 vibra el sol como un arpa.
 ¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros,
 que por las selvas pasas
 a la hora del cenit: tiemble en mi pecho
 el oro de tu aljaba!
 En tus labios florece la alegría
 de los campos en flor; tu veste alada
 aroman las primeras velloritas,
 las violetas perfuman tus sandalias.
 Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,
 arrebatados tras la corza rápida,
 y los ágiles músculos rosados
 de tus piernas silvestres entre verdes ramas.
 ¡Pasajera ilusión de ojos guerreros
 que por las selvas pasas
 cuando la tierra reverdece y ríen
 los ríos en las cañas!
 ¡Tiemble en mi pecho el oro
 que llevas en tu aljaba!
 LAS MOSCAS
 Vosotras, las familiares,
 inevitables golosas,
 vosotras, moscas vulgares,
 me evocáis todas las cosas.
 ¡Oh viejas moscas voraces
 como abejas en abril,
 viejas moscas pertinaces
 sobre mi calva infantil!
 ¡Moscas del primer hastío
 en el salón familiar,
 las claras tardes de estío
 en que yo empecé a soñar!
 Y en la aborrecida escuela,
 raudas moscas divertidas,
 perseguidas
 por amor de lo que vuela,
 -que todo es volar, -sonoras,
 rebotando en los cristales
 en los días otoñales...
 Moscas de todas las horas,
 de siempre... Moscas vulgares,
 de mi juventud dorada;
 de esta segunda inocencia,
 que da en no creer en nada,
 de siempre... Moscas vulgares,
 que de puro familiares
 no tendréis digno cantor:
 yo sé que os habéis posado
 sobre el juguete encantado,
 sobre el librote cerrado,
 sobre la carta de amor,
 sobre los párpados yertos
 de los muertos.
 Inevitables golosas,
 que ni labráis como abejas,
 ni brilláis cual mariposas;
 pequeñitas, revoltosas,
 vosotras, amigas viejas,
 me evocáis todas las cosas.
 JARDIN
 Lejos de tu jardín quema la tarde
 inciensos de oro en purpurinas llamas,
 tras el bosque de cobre y de ceniza.
 En tu jardín hay dalias.
 ¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece
 la obra de un peluquero,
 con esa pobre palmerilla enana,
 y ese cuadro de mirtos recortados...
 y el naranjito en su tonel... El agua
 de la fuente de piedra
 no cesa de reír sobre la concha blanca.
 HASTIO
 Pasan las horas de hastío
 por la estancia familiar,
 el amplio cuarto sombrío
 donde yo empecé a soñar.
 Del reloj arrinconado,
 que en la penumbra clarea,
 el tictac acompasado
 odiosamente golpea.
 Dice la monotonía
 del agua clara al caer:
 un día es como otro día;
 hoy es lo mismo que ayer.
 Cae la tarde. El viento agita
 el parque mustio y dorado...
 ¡Qué largamente ha llorado
 toda la fronda marchita!
 SUEÑO INFANTIL
 Una clara noche
 de fiesta y de luna,
 noche de mis sueños,
 noche de alegría
 -era luz mi alma,
 que hoy es bruma toda
 no eran mis cabellos
 negros todavía-,
 el hada más joven
 me llevó en sus brazos
 a la alegre fiesta
 que en la plaza ardía.
 So el chisporroteo
 de las luminarias,
 amor sus madejas
 de danza tejía.
 Y en aquella noche
 de fiesta y de luna,
 noche de mis sueños,
 noche de alegría,
 el hada más joven
 besaba mi frente...
 Con su linda mano
 su adiós me decía...
 Todos los rosales
 daban sus aromas,
 todos los amores
 amor entreabría.
 GUITARRA DEL MESON
 Guitarra del mesón que hoy suenas jota,
 mañana petenera,
 según quien llega y tañe
 las empolvadas cuerdas.
 Guitarra del mesón de las caminos,
 no fuiste nunca, ni serás, poeta.
 Tú eres alma que dice su armonía
 solitaria a las almas pasajeras...
 Y siempre que te acucha el caminante
 sueña escuchar un aire de su tierra.
 LA PRIMAVERA BESABA
 La primavera besaba
 suavemente la arboleda
 y el verde nuevo brotaba
 como una verde humareda.
 Las nubes iban pasando
 sobre el campo juvenil...
 Yo vi en las hojas temblando
 las frescas lluvias de abril.
 Bajo ese almendro florido,
 todo cargado de flor
 -recordé-, yo he maldecido
 mi juventud sin amor.
 Hoy, en mitad de la vida.
 me he parado a meditar...
 ¡Juventud nunca vivida,
 quién te volviera a soñar!
 HUMEDO ESTA, BAJO EL LAUREL
 Húmedo está, bajo el laurel, el banco
 de verdinosa piedra;
 lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
 las empolvadas hojas de la hiedra.
 Del viento del otoño el tibio aliento
 los céspedes undula, y la alameda
 conversa con el viento...
 ¡el viento de la tarde en la arboleda!
 Mientras el sol en el ocaso esplende
 que los racimos de la vid orea,
 y el buen burgués, en su balcón, enciende
 la estoica pipa en que el tabaco humea,
 voy recordando versos juveniles...
 ¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
 ¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
 huyendo entre los árboles de oro?
 EN MEDIO DE LA PLAZA
 En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
 el agua brota y brota. En el cercano huerto
 eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
 alto ciprés la mancha de su ramaje yerto.
 La tarde está cayendo frente a los caserones
 de la ancha plaza, en sueños. Relucen las vidrieras
 con ecos mortecinos de sol. En los balcones
 hay formas que parecen confusas calaveras.
 La calma es infinita en la desierta plaza,
 donde pasea el alma su traza de alma en pena.
 El agua brota y brota en la marmórea taza.
 En todo el aire en sombra no más que el agua suena.
 COPLAS MUNDANAS
 Poeta ayer, hoy triste y pobre
 filósofo trasnochado,
 tengo en monedas de cobre
 el oro de ayer cambiado.
 Sin placer y sin fortuna,
 pasó como una quimera
 mi juventud, la primera...
 la sola, no hay más que una:
 la de dentro es la de fuera.
 Pasó como un torbellino,
 bohemia y aborrascada,
 hasta de coplas y vino,
 mi juventud bien amada.
 Y hoy miro a las galerías
 del recuerdo, para hacer
 aleluyas de elegías
 desconsoladas de ayer.
 ¡Adiós, lágrimas cantoras,
 lágrimas que alegremente
 brotabais, como en la fuente
 las limpias aguas sonoras!
 ¡Buenas lágrimas vertidas
 por un amor juvenil,
 cual frescas lluvias caídas
 sobre los campos de abril!
 No canta ya el ruiseñor
 de cierta noche serena;
 sanamos del mal de amor
 que sabe llorar sin pena.
 Poeta ayer, hoy triste y pobre
 filósofo trasnochado,
 tengo en monedas de cobre
 el oro de ayer cambiado.
 RETRATO
 Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
 y un huerto claro donde madura el limonero;
 mi juventud, veinte años en tierra de Castilla,
 mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
 Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
 -ya conoceis mi torpe aliño indumentario-,
 mas recibí la fecha que me asignó Cupido,
 y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
 Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
 pero mi verso brota de manantial sereno;
 y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
 soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
 Adoro la hermosura, y en la moderna estética
 corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
 mas no amo los afeites de la actual cosmética,
 ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
 Desdeño las romanzas de los tenores huecos
 y el coro de los grillos que cantan a la luna.
 A distinguir me paro las voces de los ecos,
 y escucho solamente, entre las voces, una.
 ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
 mi verso, como deja el capitán su espada:
 famosa por la mano viril que la blandiera,
 no por el docto oficio del forjador preciada.
 Converso con el hombre que siempre va conmigo
 -quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
 mi soliloquio es plática con este buen amigo
 que me enseñó el secreto de la filantropía.
 Y al cabo, nada os debo; debéisme cuando he escrito.
 A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
 el traje que me cubre y la mansión que habito,
 el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
 Y cuando llegue el día del último viaje,
 y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
 me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,
 casi desnudo, como los hijos de la mar.
 A UN OLMO SECO
 Al olmo viejo, hendido por el rayo
 y en su mitad podrido,
 con las lluvias de abril y el sol de mayo,
 algunas hojas verdes le han salido.
 ¡El olmo centenario en la colina
 que lame el Duero! Un musgo amarillento
 le mancha la corteza blanquecina
 al tronco carcomido y polvoriento.
 No será, cual los álamos cantores
 que guardan el camino y la ribera,
 habitado de pardos ruiseñores.
 Ejército de hormigas en hilera
 va trepando por él, y en sus entrañas
 urden sus telas grises las arañas.
 Antes que te derribe, olmo del Duero,
 con su hacha el leñador, y el carpintero
 te convierta en melena de campana,
 lanza de carro o yugo de carreta;
 antes que rojo, en el hogar, mañana,
 ardas de alguna mísera caseta,
 al borde de un camino;
 antes que te descuaje un torbellino
 y tronche el soplo de las sierras blancas;
 antes que el río hasta la mar te empuje
 por valles y barrancas,
 olmo, quiero anotar en mi cartera
 la gracia de tu rama verdecida.
 Mi corazón espera
 también, hacia la luz y hacia la vida,
 otro milagro de la primavera.
 LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO
 Al fin, una pulmonía
 mató a don Guido, y están
 las campanas todo el dia
 doblando por él ¡din-dan!
 Murió don Guido, un señor,
 de mozo muy jaranero,
 muy galán y algo torero;
 de viejo, gran rezador.
 Dicen que tuvo un serrallo
 este señor de Sevilla;
 que era diestro
 en manejar el caballo,
 y un maestro
 en refrescar manzanilla.
 Cuando mermó su riqueza,
 era su monomanía
 pensar que pensar debía
 en asentar la cabeza.
 Y asentóla
 de una manera española,
 que fue casarse con una
 doncella de gran fortuna
 y repintar sus blasones,
 hablar de las tradiciones
 de su casa,
 a escándalos y amoríos
 poner tasa,
 sordina a sus desvaríos.
 Gran pagano,
 se hizo hermano
 de una santa cofradía;
 el Jueves Santo salía,
 llevando un cirio en la mano
 -¡aquel trueno!-,
 vestido de nazareno.
 Hoy nos dice la campana
 que han de llevarse mañana
 al buen don Guido, muy serio,
 camino del cementerio.
 Buen don Guido, ya eres ido
 y para siempre jamás...
 Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
 Yo pregunto: ¿Qué llevaste
 al mundo donde hoy estás?
 ¿Tu amor a los alamares
 y a las sedas y a los oros,
 y a la sangre de los toros
 y al humo de los altares?
 Buen don Guido y equipaje
 ¡buen viaje!...
 El acá
 y el allá,
 caballero,
 se ve en tu rostro marchito,
 lo infinito:
 cero, cero.
 ¡Oh las enjutas mejillas,
 amarillas,
 y los párpados de cera,
 y la fina calavera
 en la almohada del lecho!
 ¡Oh fin de una aristocracia!
 La barba canosa y lacia
 sobre el pecho;
 metido en tosco sayal,
 las yertas manos en cruz
 ¡tan formal!
 el caballero andaluz.
 EL MAÑANA EFIMERO
 La España de charanga y pandereta,
 cerrado y sacristía,
 devota de Frascuelo y de María,
 de espíritu burlón y de alma quieta,
 ha de tener su mármol y su día,
 su infalible mañana y su poeta.
 El vano ayer engendrará un mañana
 vacío y ¡por ventura! pasajero.
 Será un joven lechuzo y tarambana,
 un sayón con hechuras de bolero;
 a la moda de Francia realista,
 un poco al uso de París pagano,
 y al estilo de España especialista
 en el vicio al alcance de la mano.
 Esa España inferior que ora y bosteza,
 vieja y tahúr, zaragatera y triste;
 esa España inferior que ora y embiste
 cuando se digna usar de la cabeza,
 aún tendrá luengo parto de varones
 amantes de sagradas tradiciones
 y de sagradas formas y maneras;
 florecerán las barbas apostólicas
 y otras calvas en otras cálaveras
 brillarán, venerables y católicas.
 El vano ayer engendrará un mañana
 vacío y ¡por ventura! pasajero,
 la sombra de un lechuzo tarambana,
 de un sayón con hechuras de bolero,
 el vacuo ayer dará un mañana huero.
 Como la náusea de un borracho ahito
 de vino malo, un rojo sol corona
 de heces turbias las cumbres de granito;
 hay un mañana estomagante escrito
 en la tarde pragmática y dulzona.
 Mas otra España nace,
 la España del cincel y de la maza,
 con esa eterna juventud que se hace
 del pasado macizo de la raza.
 Una España implacable y redentora,
 España que alborea
 con un hacha en la mano vengadora;
 España de la rabia y de la idea.
 PROVERBIOS Y CANTARES
 Nunca perseguí la gloria
 ni dejar en la memoria
 de los hombres mi canción;
 yo amo los mundos sutiles,
 ingrávidos y gentiles
 como pompas de jabón.
 Me gusta verlos pintarse
 de sol y grana, volar
 bajo el cielo azul, temblar
 súbitamente y quebrarse.
 ¿Para qué llamar caminos
 a los surcos del azar?
 Todo el que camina anda,
 como Jesús, sobre el mar.
 A quien nos justifica nuestra desconfianza
 llamamos enemigo, ladrón de una esperanza.
 Jamás perdona el necio si ve la nuez vacía
 que dio a cascar al diente de la sabiduría.
 Nuestras horas son minutos
 cuando esperamos saber,
 y siglos cuando sabemos
 lo que se puede aprender.
 No vale nada el fruto
 cogido sin sazón...
 Ni aunque te elogie un bruto
 ha de tener razón.
 De lo que llaman los hombres
 virtud, justicia y bondad,
 una mitad es envidia,
 y la otra no es caridad.
 Yo he visto garras fieras en las pulidas manos;
 conozco grajos mélicos y líricos marranos...
 El mas truhán se lleva la mano al corazón,
 y el bruto más espeso se carga de razón.
 En preguntar lo que sabes
 el tiempo no has de perder...
 Y a preguntas sin respuesta,
 ¿quién te podrá responder?
 El hombre, a quien el hambre de la rapiña acucia,
 de ingénita malicia y natural astucia,
 formó la inteligencia y acaparó la tierra.
 ¡Y aún la verdad proclama! ¡Supremo ardid de guerra!
 La envidia de la virtud
 hizo a Caín criminal.
 ¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
 es lo que se envidia más.
 La mano del piadoso nos quita siempre honor,
 mas nunca ofende al darnos su mano el lidiador.
 Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
 escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
 porque el valor honrado de todas armas viste:
 no sólo para, hiere, y, más que aguarda, embiste.
 Que la piqueta arruine, y el látigo flagele;
 la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
 y que el buril burile, y que el cincel cincele,
 la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.
 ¡Ojos que a la luz se abrieron
 un día para, después,
 ciegos tornar a la tierra,
 hartos de mirar sin ver!
 Es el mejor de los buenos
 quien sabe que en esta vida
 todo es cuestión de medida:
 un poco más, algo menos...
 Virtud es la alegría que alivia el corazón
 más grave y desarruga el ceño de Catón.
 El bueno es el que guarda, cual venta del camino,
 para el sediento el agua, para el borracho el vino.
 Cantad conmigo en coro: Saber, nada sabemos,
 de arcano mar vinimos, a ignota mar iremos...
 Y entre los dos misterios está el enigma grave;
 tres arcas cierra una desconocida llave.
 La luz nada ilumina y el sabio nada enseña.
 ¿Qué dice la palabra? ¿Qué el agua de la peña?
 El hombre es por natura la bestia paradójica,
 un animal absurdo que necesita lóica.
 Creó de nada un mundo, y su obra terminada,
 "Ya estoy en el secreto -se dijo-, todo es nada".
 El hombre sólo es rico en hipocresía.
 En sus diez mil disfraces para engañar confía;
 y con la doble llave que guarda su mansión
 para la ajena hace ganzúa de ladrón.
 ¡Ah, cuando yo era niño
 soñaba con los héroes de la Ilíada!
 Ayax era más fuerte que Diomedes,
 Héctor, más fuerte que Ayax,
 y Aquiles el más fuerte; porque era
 el más fuerte... ¡Inocencias de la infancia!
 ¡Ah, cuando yo era niño
 soñaba con los héroes de la Ilíada!
 El casca-nueces-vacías,
 Colón de cien vanidades,
 vive de supercherías
 que vende como verdades.
 ¡Teresa, alma de fuego,
 Juan de la Cruz, espíritu de llama,
 por aquí hay mucho frío, padres, nuestros
 corazoncitos de Jesús se apagan!
 Ayer soñé que veía
 a Dios y que a Dios hablaba;
 y soñé que Dios me oía...
 Después soñé que soñaba.
 Cosas de hombres y mujeres,
 los amoríos de ayer,
 casi los tengo olvidados,
 si fueron alguna vez.
 No extrañéis, dulces amigos,
 que esté mi frente arrugada;
 yo vivo en paz con los hombres
 y en guerra con mis entrañas.
 De diez cabezas, nueve
 embisten y una piensa.
 Nunca extrañéis que un bruto
 se descuerne luchando por la idea.
 Las abejas de las flores
 sacan miel, y melodía
 del amor, los ruiseñores;
 Dante y yo -perdón, señores-,
 trocamos -perdón, Lucía-
 el amor en Teología.
 Poned sobre los campos
 un carbonero, un sabio y un poeta.
 Veréis cómo el poeta admira y calla,
 el sabio mira y piensa...
 seguramente, el carbonero busca
 las moras o las setas.
 Llevadlos al teatro
 y sólo el carbonero no bosteza.
 Quien prefiere lo vivo a lo pintado
 es el hombre que piensa, canta o sueña.
 El carbonero tiene
 llena de fantasías la cabeza.
 ¿Dónde está la utilidad
 de nuestras utilidades?
 Volvamos a la verdad:
 vanidad de vanidades.
 Todo hombre tiene dos
 batallas que pelear:
 en sueños lucha con Dios;
 y despierto, con el mar.
 Caminante, son tus huellas
 el camino, y nada más;
 caminante, no hay camino,
 se hace camino al andar.
 Al andar se hace camino,
 y al volver la vista atrás
 se ve la senda que nunca
 se ha de volver a pisar.
 Caminante, no hay camino,
 sino estelas en la mar.
 El que espera desespera,
 dice la voz popular.
 ¡Qué verdad tan verdadera!
 La verdad es lo que es
 y sigue siendo verdad
 aunque se piense al revés.
 Corazón, ayer sonoro,
 ¿ya no suena
 tu monedilla de oro?
 Tu alcancía,
 antes que el tiempo la rompa,
 ¿se irá quedando vacía?
 Confiemos
 en que no será verdad
 nada de lo que sabemos.
 ¡Oh fe del meditabundo!
 ¡Oh fe después del pensar!
 Sólo si viene un corazón al mundo
 rebosa el vaso humano y se hincha el mar.
 Soñé a Dios como como una fragua
 de fuego, que ablanda el hierro,
 como un forjador de espadas,
 como un bruñidor de aceros,
 que iba firmando en las hojas
 de luz: Libertad-Imperio.
 Yo amo a Jesus, que nos dijo:
 Cielo y tierra pasarán.
 Cuando cielo y tierra pasen
 mi palabra quedará.
 ¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
 ¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
 Todas tus palabras fueron
 una palabra: Velad.
 Hay dos modos de conciencia:
 una es luz, y otra, paciencia.
 Una estriba en alumbrar
 un poquito el hondo mar;
 otra, en hacer penitencia
 con caña o red, y esperar
 el pez, como pescador.
 Díme tú: ¿cuál es mejor?
 ¿Conciencia de visionario
 que mira en el hondo acuario
 peces vivos,
 fugitivos,
 que no se pueden pescar,
 o esa maldita faena
 de ir arrojando a la arena,
 muertos, los peces del mar?
 Fe empirista. Ni somos ni seremos.
 Todo nuestro vivir es emprestado.
 Nada trajimos; nada llevaremos.
 ¿Dices que nada se crea?
 No te importe, con el barro
 de la tierra haz una copa
 para que beba tu hermano.
 ¿Dices que nada se crea?
 Alfarero, a tus cacharros.
 Haz tu copa y no te importe
 si no puedes hacer barro.
 Dicen que el ave divina,
 trocada en pobre gallina,
 por obra de las tijeras
 de aquel sabio profesor
 (fue Kant un esquilador
 de las aves altaneras;
 toda su filosofía
 un sport de cetrería),
 dicen que quiere saltar
 las tapias del corralón,
 y volar
 otra vez, hacia Platón.
 ¡Hurra! ¡Sea!
 ¡Feliz será quien lo vea!
 Sí, cada uno y todos sobre la tierra iguales:
 el ómnibus que arrastran dos pencos matalones,
 por el camino, a tumbos, hacia las estaciones,
 el ómnibus completo de viajeros banales,
 y en medio un hombre mudo, hipocondríaco, austero,
 a quien se cuentan cosas y a quien se ofrece vino...
 Y allá, cuando se llegue, ¿descenderá un viajero
 no más? ¿O habránse todos quedado en el camino?
 Bueno es saber que los vasos
 no sirven para beber:
 lo malo es que no sabemos
 para qué sirve la sed.
 ¿Dices que nada se pierde?
 Si esta copa de cristal
 se me rompe, nunca en ella
 beberé, nunca jamás.
 Dices que nada se pierde
 y acaso dices verdad,
 pero todo lo perdemos
 y todo nos perderá.
 Todo pasa y todo queda,
 pero lo nuestro es pasar,
 pasar haciendo caminos,
 caminos sobre la mar.
 Morir... ¿Caer como gota
 de mar en el mar inmenso?
 ¿O ser lo que nunca he sido:
 uno, sin sombra y sin sueño,
 un solitario que avanza
 sin camino y sin espejo?
 Anoche soñé que oía
 a Dios, gritándome: ¡Alerta!
 Luego era Dios quien dormía,
 y yo gritaba: ¡Despierta!
 Cuatro cosas tiene el hombre
 que no sirven en la mar:
 ancla, gobernalle y remos,
 y miedo de naufragar.
 Mirando mi calavera
 un nuevo Hamlet dirá:
 He aquí un lindo fósil de una
 careta de carnaval.
 Ya noto, al paso que me torno viejo,
 que en el inmenso espejo,
 donde orgulloso me miraba un día,
 era el azogue lo que yo ponía.
 Al espejo del fondo de mi casa
 una mano fatal
 va rayando el azogue, y todo pasa
 por él como la luz por el cristal.
 -Nuestro español bosteza.
 ¡Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
 Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
 -El vacío es más bien en la cabeza.
 Luz del alma, luz divina,
 faro, antorcha, estrella, sol...
 Un hombre a tientas camina;
 lleva a la espalda un farol.
 Discutiendo están dos mozos
 si a la fiesta del lugar
 irán por la carretera
 o a campo traviesa irán.
 Discutiendo y disputando
 empiezan a pelear.
 Ya con las trancas de pino
 furiosos golpes se dan;
 ya se tiran de las barbas,
 que se las quieren pelar.
 Ha pasado un carretero,
 que va cantando un cantar:
 "Romero, para ir a Roma,
 lo que importa es caminar;
 a Roma por todas partes,
 por todas partes se va".
 En esta España de los pantalones
 lleva la voz el macho;
 mas si un negocio importa
 lo resuelven las faldas a escobazos.
 Ya hay un español que quiere
 vivir y a vivir empieza,
 entre una España que muere
 y otra España que bosteza.
 Españolito que vlenes
 al mundo, te guarde Dios.
 Una de las dos Españas
 ha de helarte el corazón.
 UNA ESPAÑA JOVEN
 ...Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda,
 la malherida España, de carnaval vestida
 nos la pusieron, pobre y escuálida y beoda,
 para que no acertara la mano con la herida.
 Fue ayer; éramos casi adolescentes; era
 con tiempo malo, en cinta de lúgubres presagios,
 cuando montar quisimos en pelo una quimera,
 mientras la mar dormía ahíta de naufragios.
 Dejamos en el puerto la sórdida galera,
 y en una nave de oro nos plugo navegar
 hacia los altos mares, sin aguardar ribera,
 lanzando velas y anclas y gobernalle al mar.
 Ya entonces, por el fondo de nuestro sueño -herencia
 de un siglo que vencido sin gloria se alejaba-
 un alba entrar quería; con nuestra turbulencia
 la luz de las divinas ideas batallaba.
 Mas cada cual el rumbo siguió de su locura;
 agilitó su brazo, acreditó su brío;
 dejó como un espejo bruñida su armadura
 y dijo: "El hoy es malo, pero el mañana... es mío".
 Y es hoy aquel mañana de ayer... Y España toda,
 con sucios oropeles de carnaval vestida
 aún la tenemos: pobre y escuálida y beoda;
 mas hoy de un vino malo: la sangre de su herida.
 Tú, juventud más joven, si de más alta cumbre
 la voluntad te llega, irás a tu aventura
 despierta y transparente a la divina lumbre,
 como el diamante clara, como el diamante pura.
 ESPAÑA EN PAZ
 En mi rincón moruno, mientras repiquetea
 el agua de la siembra bendita en los cristales,
 yo pienso en la lejana Europa que pelea,
 el fiero norte, envuelto en lluvias otoñales.
 Donde combaten galos, ingleses y teutones
 allá en la vieja Flandes y en una tarde fría,
 sobre jinetes, carros, infantes y cañones
 pondrá la lluvia el velo de su melancolía.
 Envolverá la niebla el rojo expoliario
 -sordina gris al férreo claror del campamento-
 las brumas de la Mancha caerán como un sudario
 de la flamenca duna sobre el fangal sangriento.
 Un César ha ordenado las tropas de Germania
 contra el francés avaro y el triste moscovita,
 y osó hostigar la rubia pantera de Britania.
 Medio planeta en armas contra el teutón milita.
 ¡Señor! La guerra es mala y bárbara; la guerra,
 odiada por las madres, las almas entigrece;
 mientras la guerra pasa, ¿quién sembrará la tierra?
 ¿Quién segará la espiga que junio amarillece?
 Albión acecha y caza las quillas en los mares;
 Germania arruina templos, moradas y talleres;
 la guerra pone un soplo de hielo en los hogares,
 y el hambre en los caminos, y el llanto en las mujeres.
 Es bárbara la guerra y torpe y regresiva;
 ¿por qué otra vez a Europa esta sangrienta racha
 que siega el alma y esta locura acometiva?
 ¿Por qué otra vez el hombre de sangre se emborracha?
 La guerra nos devuelve las podres y las pestes
 del Ultramar cristiano; el vértigo de horrores
 que trajo Atila a Europa con sus feroces huestes;
 las hordas mercenarias, los púnicos rencores;
 la guerra nos devuelve los muertos milenarios
 de cíclopes, centauros, Heracles y Teseos;
 la guerra resucita los sueños cavernarios
 del hombre con peludos mammuthes giganteos.
 ¿Y bien? El mundo en guerra y en paz España sola.
 ¡Salud, oh buen Quijano! Por si este gesto es tuyo,
 yo te saludo. ¡Salve! Salud, paz española,
 si no eres paz cobarde, sino desdén y orgullo.
 Si eres desdén y orgullo, valor de ti, si bruñes
 en esa paz, valiente, la enmohecida espada,
 para tenerla limpia, sin tacha, cuando empuñes
 el arma de tu vieja panoplia arrinconada;
 si pules y acicalas tus hierros para, un día,
 vestir de luz y erguida: heme aquí, pues, España,
 en alma y cuerpo, toda, para una guerra mía,
 heme aquí, pues, vestida para la propia hazaña
 decir, para que diga quien oiga: es voz, no es eco;
 el buen manchego habla palabras de cordura;
 parece que el hidalgo amojamado y seco
 entró en razón, y tiene espada a la cintura;
 entonces, paz de España, yo te saludo.
 Si eres
 verguenza humana de esos rencores cabezudos
 con que se matan miles de avaros mercaderes,
 sobre la madre tierra que los parió desnudos;
 si sabes cómo Europa entera se anegaba
 en una paz sin alma, en un afán sin vida,
 y que una calentura cruel la aniquilaba,
 que es hoy la fiebre de esta pelea fratricida;
 si sabes que esos pueblos arrojan sus riquezas
 al mar y al fuego -todos- para sentirse hermanos
 un día ante el divino altar de la pobreza,
 gabachos y tudescos, latinos y britanos,
 entonces, paz de España, también yo te saludo,
 y a ti, la España fuerte, si en esta paz bendita,
 en tu desdeño esculpes, como sobre un escudo,
 dos ojos que avizoran y un ceño que medita.
 GALERIAS
 En el azul la banda
 de unos pájaros negros
 que chillan, aletean y se pogan
 en el álamo yerto.
 ...En el desnudo álamo,
 las graves chovas, quietas y en silencio,
 cual negras, frías notas
 escritas en la pauta de febrero.
 El monte azul, el río, las erectas
 varas cobrizas de los finos álamos,
 y el blanco del almendro en la colina,
 ¡oh nieve en flor y mariposa en árbol!
 Con el aroma del habar, el viento
 corre en la alegre soledad del campo.
 Una centella blanca
 en la nube de plomo culebrea.
 ¡Los asombrados ojos
 del niño, y juntas cejas
 -está el salón oscuro- de la madre!...
 ¡Oh cerrado balcón a la tormenta!
 El viento aborrascado y el granizo
 en el limpio cristal repiquetean.
 El iris y el balcón.
 Las siete cuerdas
 de la lira del sol vibran en sueños.
 Un tímpano infantil da siete golpes
 -agua y cristal-.
 Acacias con jilgueros.
 Cigeñas en las torres.
 En la plaza,
 lavó la lluvia el mirto polvoriento.
 En el amplio rectángulo ¿quién puso
 ese grupo de vírgenes risueño,
 y arriba, ¡hosanna!, entre la rota nube,
 la palma de oro y el azul sereno?
 Entre montes de almagre y peñas grises,
 el tren devora su raíl de acero.
 La hilera de brillantes ventanillas
 lleva un doble perfil de camafeo,
 tras el cristal de plata, repetido...
 ¿Quién ha punzado el corazon del tiempo?
 ¿Quién puso, entre las rocas de ceniza,
 para la miel del sueño,
 esas retamas de oro
 y esas azules flores del romero?
 La sierra de violeta
 y, en el poniente, el azafrán del cielo
 ¿quién ha pintado? ¡El abejar, la ermita,
 el tajo sobre el río, el sempiterno
 rodar del agua entre las hondas peñas,
 y el rubio verde de los campos nuevos,
 y todo, hasta la tierra blanca y rosa
 al pie de los almendros!
 En el silencio sigue
 la lira pitagórica vibrando,
 el iris en la luz, la luz que llena
 mi estereoscopio vano.
 Han cegado mis ojos las cenizas
 del fuego heraclitano.
 El mundo es, un momento,
 transparente, vacío, ciego, alado.
 LA LUNA, LA SOMBRA Y EL BUFON
 Fuera, la luna platea
 cúpulas, torres, tejados;
 dentro, mi sombra pasea
 por los muros encalados.
 Con esta luna, parece
 que hasta la sombra envejece.
 Ahorremos la serenata
 de una cenestesia ingrata,
 y una vejez intranquila,
 y una luna de hojalata.
 Cierra tu balcón, Lucila.
 Se pintan panza y joroba
 en la pared de mi alcoba.
 Canta el bufón:
 ¡Qué bien van,
 en un rostro de cartón
 unas barbas de azafrán!
 Lucila, cierra el balcón.
 CANCIONES
 Junto a la sierra florida,
 bulle el ancho mar.
 El panal de mis abejas
 tiene granitos de sal.
 Junto al agua negra.
 Olor de mar y jazmines.
 Noche malagueña.
 La primavera ha venido.
 Nadie sabe cómo ha sido.
 La primavera ha venido.
 ¡Aleluyas blancas
 de los zarzales floridos!
 ¡Luna llena, luna llena
 tan oronda, tan redonda
 en esta noche serena
 de marzo, panal de luz
 que labran blancas abejas!
 Noche castellana;
 la canción se dice,
 o, mejor se calla.
 Cuando duerman todos,
 saldré a la ventana.
 Canta, canta en claro rimo,
 el almendro en verde rama
 y el doble sauce del río.
 Canta de la parda encina
 la rama que el hacha corta
 y la flor que nadie mira.
 De los perales del huerto
 la blanca flor, la rosada
 flor del melocotonero.
 Y este olor
 que arranca el viento mojado
 a los habares en flor.
 La fuente y las cuatro
 acacias en flor
 de la plazoleta.
 Ya no quema el sol.
 ¡Tardecita alegre!
 Canta, ruiseñor.
 Es la misma hora
 de mi corazón.
 ¡Blanca hospedería,
 celda de viajero,
 con la sombra mía!
 El acueducto romano
 -canta una voz de mi tierra-
 y el querer que nos tenemos,
 chiquilla, ¡vaya firmeza!
 A las palabras de amor
 les sienta bien su poquito
 de exageración.
 En Santo Domingo,
 la misa mayor.
 Aunque me decían
 hereje y masón,
 rezando contigo
 ¡cuanta devoción!
 Hay fiesta en el prado verde
 -pífano y tambor-.
 Con su cayado florido
 y abarcas de oro vino un pastor.
 Del monte bajé,
 sólo por bailar con ella;
 al monte me tornaré.
 En los árboles del huerto
 hay un ruiseñor;
 canta de noche y de día,
 canta a la luna y al sol.
 Ronco de cantar:
 al huerto vendrá la niña
 y una rosa cortará.
 Entre las negras encinas,
 hay una fuente de piedra,
 y un cantarillo de barro
 que nunca se llena.
 Por el encinar,
 con la blanca luna,
 ella volverá.
 Contigo en Valonsadero,
 fiesta de San Juan,
 mañana en la pampa,
 del otro lado del mar.
 Guárdame la fe,
 que yo volveré.
 Mañana seré pampero,
 y se me irá el corazón
 a orillas del alto Duero.
 Mientras danzáis en corro,
 niñas, cantad:
 Ya están los prados verdes,
 ya vino abril galán.
 A orilla del río
 por el negro encinar,
 sus abarcas de plata
 hemos visto brillar.
 Ya están los prados verdes,
 ya vino abril galán.
 COPLAS
 Papagayo verde,
 lorito real,
 di tú lo que sabes
 al sol que se va.
 Tengo un olvido, Guiomar,
 todo erizado de espinas,
 hoja de nopal.
 Cuando truena el cielo
 (¡qué bonito está
 para la blasfemia!)
 y hay bumo en el mar...
 En los yermos altos
 veo unos chopos de frío
 y un camino blanco.
 En aquella piedra...
 (¡tierra de la luna!)
 ¿nadie lo recuerda?
 Azotan el limonar
 las ráfagas de febrero.
 No duermo por no soñar.
 Sobre la maleza,
 las brujas de Macbeth
 danzan un corro y gritan:
 ¡tú serás rey!
 (¡thou shalt be King, all hail!)
 Y en el ancho llano:
 "me quitarán la ventura
 -dice el viejo hidalgo-
 me quitarán la ventura,
 no el corazón esforzado".
 Con el sol que luce
 más allá del tiempo
 (¿quién ve la corona
 de Macbeth sangriento?)
 los encantadores
 del buen caballero
 bruñen los mohosos
 harapos de hierro.
 EL CRIMEN FUE EN GRANADA
 EL CRIMEN
 Se le vio, caminando entre fusiles,
 por una calle larga,
 salir al campo frío,
 aún con estrellas, de la madrugada.
 Mataron a Federico
 cuando la luz asomaba.
 El pelotón de verdugos
 no osó mirarle la cara.
 Todos cerraron los ojos;
 rezaron: ¡ni Dios te salva!
 Muerto cayó Federico
 -sangre en la frente y plomo en las entrañas-.
 ...Que fue en Granada el crimen
 sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
 EL POETA Y LA MUERTE
 Se le vio caminar solo con Ella,
 sin miedo a su guadaña.
 -Ya el sol en torre y torre; los martillos
 en yunque- yunque y yunque de las fraguas.
 Hablaba Federico,
 requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
 "Porque ayer en mi verso, compañera,
 sonaba el golpe de tus secas palmas,
 y diste el hielo a mi cantar, y el filo
 a mi tragedia de tu hoz de plata,
 te cantaré la carne que no tienes,
 los ojos que te faltan,
 tus cabellos que el viento sacudía,
 los rojos labios donde te besaban...
 Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
 qué bien contigo a solas,
 por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
 Se le vio caminar...
 Labrad, amigos,
 de piedra y sueño, en el Alhambra,
 un túmulo al poeta,
 sobre una fuente donde llore el agua,
 y eternamente diga:
 el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
 LA PRIMAVERA
 Más fuerte que la guerra -espanto y grima-
 cuando con torpe vuelo de avutarda
 el ominoso trimotor se encima
 y sobre el vano techo se retarda,
 hoy tu alegre zalema el campo anima,
 tu claro verde el chopo en yemas guarda.
 Fundida irá la nieve de la cima
 al hielo rojo de la tierra parda.
 Mientras retumba el monte, el mar humea,
 da la sirena el lúgubre alarido,
 y en el azul el avión platea,
 ¡cuán agudo se filtra hasta mi oído,
 niña inmortal, infatigable dea,
 el agrio son de tu rabel florido!
 EL POETA RECUERDA LAS TIERRAS DE SORIA
 ¡Ya su perfil zancudo en el regato,
 en el azul el vuelo de ballesta,
 o, sobre el ancho nido de ginesta,
 en torre, torre y torre, el garabato
 de la cigueña!... En la memoria mía
 tu recuerdo a traición ha florecido;
 y hoy comienza tu campo empedernido,
 el sueño verde de la tierra fría,
 Soria pura, entre montes de violeta.
 Di tú, avión marcial, si el alto Duero
 a donde vas recuerda a su poeta
 al revivir su rojo Romancero:
 ¿o es, otra vez, Caín, sobre el planeta,
 bajo tus alas, moscardón guerrero?
 AMANECER EN VALENCIA
 Estas rachas de marzo, en los desvanes
 -hacia la mar- del tiempo; la paloma
 de pluma tornasol, los tulipanes
 gigantes del jardín, y el sol que asoma,
 bola de fuego entre morada bruma,
 a iluminar la tierra valentina...
 ¡Hervor de leche y plata, añil y espuma,
 y velas blancas en la mar latina!
 Valencia de fecundas primaveras,
 de floridas almunias y arrozales,
 feliz quiero cantarte, como eras,
 domando a un ancho río en tus canales,
 al dios marino con tus albuferas,
 al centauro de amor con tus rosales.
 LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO
 Otra vez en la noche... Es el martillo
 de las fiebre en las sienes bien vendadas
 del niño. -Madre, ¡el pájaro amarillo!
 ¡las mariposas negras y moradas!
 -Duerme, hijo mio- Y la manita oprime
 la madre, junto al lecho. -¡Oh flor de fuego!
 ¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
 Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
 fuera, la oronda luna que blanquea
 cúpula y torre a la ciudad sombría.
 Invisible avión moscardonea.
 -¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
 El cristal del balcón repiquetea.
 -¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!



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