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martes, mayo 29, 2007

COMO UN LEON // E.A.POE

COMO UN LEON

EDGAR ALLAN POE


Sátiras del Obispo Hall

...Todo el mundo andaba
Sobre los diez dedos de sus pies de puro asombro.


Yo soy -o mejor dicho fui- un gran hombre; pero no soy ni el autor de Junius ni el Hombre de la Máscara de Hierro, ya que mi nombre, según tengo entendido, es el de Robert Jones, y nací en algún lugar de la ciudad de Fum-Fudge.

El primer acto de mi vida fue el de agarrarme la nariz con ambas manos. Mi madre, al verme, consideró que era un genio; mi padre se puso a llorar de alegria y me regaló un tratado de nasologia. Antes de que empezara a usar pantalones ya me lo conocia a la perfección.

Empezé entonces a tantear mi camino en el terreno de las ciencias, y pronto comprendi que un hombre que tuviera una nariz lo suficientemente conspicua podria, por el simple expediente de seguirla, llegar a conseguir la filiación a los Leones. Pero mis intereses llegaban más allá de la teoria. Todas las mañanas le daba a mi probóscide un buen tirón y me tragaba media docena de copas de aguardiente.

Cuando fui mayor de edad, mi padre me preguntó un dia si querria acompañarle a su estudio.

-Hijo mio -dijo una vez que nos hubimos sentado-, ¿cual es el objetivo final de tu existencia?

-Padre mio -le respondi-, el estudio de la Nasologia.

-¿Y qué es, Robert -me preguntó-, la Nasologia?

-Señor -le dije-, es la Ciencia que estudia las Narices.

-¿Y podrias explicarme -me dijo- cuál es el significado de una nariz?

-La nariz, padre mio -le dije muy conmovido-, ha sido definida de diversas formas por aproximadamente un millar de autores -en ese punto saqué mi reloj-. Es ya mediodia, sobre poco más o menos. De aqui a medianoche tendremos tiempo de repasar todas ellas. Por lo tanto, para empezar, la nariz, según Bartholinus, es aquella protuberancia, aquel bulto, aquella excrecencia, que...

-Ya es suficiente, Robert -me interrumpió el bondadoso anciano caballero-. Estoy asombrado por la extensión de tus conocimientos... te aseguro... por mi alma -aqui cerró los ojos, poniéndose la mano sobre el corazón-. ¡Ven aqui! -aqui me cogió del brazo-. Ya se puede considerar que tu educación ha sido completa; ya va siendo hora de que empieces a desenvolverte por tu cuenta, y lo mejor que puedes hacer es seguir tu nariz... de modo que... de modo que... de modo que... -aqui me echó escaleras abajo de una patada, y sali por la puerta-. De modo que fuera de mi casa, ¡y que Dios te bendiga!

Al sentir en mi el divino afflatus consideré que aquel accidente habia sido más afortunado que otra cosa. Decidi aceptar el consejo paterno. Decidi seguir a mi nariz. Le pegué uno o dos tirones alli mismo y más adelante escribi un panfleto sobre Nasologia.

Toda la ciudad de Fum-Fudge estaba alborotada.

-¡Un genio soberbio! -decia el Quarterly.

-¡Un soberbio fisiólogo! -decia el Westminster.

-¡Un individuo inteligente! -decia el Foreign.

-¡Un magnifico escritor! -decia el Edinburgh.

-¡Un pensador profundo! -decia el Dublin.

-¡Un gran hombre! -decia Bentley.

-¡Un alma divina! -decia Fraser.

-¡Uno de nosotros! -dijo Blackwood.

-¿Quién podrá ser? -dijo Mrs. Bas-Bleu.

-¿Qué podrá ser? -dijo miss Bas-Bleu la Mayor.

-¿Dónde podrá estar? -dijo mis Bas-Bleu la Pequeña.

Pero no presté ninguna atención a toda esta gente; me limité a entrar en el estudio de un artista.

La Duquesa de Dios-me-Bendiga estaba posando para su retrato; el Marqués de Esto-y-lo-Otro cuidaba del perrito de lanas de la Duquesa; el conde de Esto-y-Aquello jugueteaba con sus sales, y su Alteza Real del Mirame-y-No-me-Toques estaba recostada contra el respaldo de su silla.

Me aproximé al artista y alcé la nariz.

-¡Oh, maravillosa! -suspiró su Gracia.

-¡Oh, cielos! -ceceó el Marqués.

-¡Oh, escandaloso! -gimió el Conde.

-¡Oh, abominable! -gruñó su Alteza Real.

-¿Cuánto quiere por ella? -preguntó el artista.

-¡Por su nariz! -gritó su Gracia.

-Mil libras -dije yo sentándome.

-¿Mil libras? -inquirió el artista meditativamente.

-Mil libras-dije yo.

-¿Me la garantizaria usted? -dijo él, poniendo mi nariz a la luz.

-Si -dije, hinchándola bien.

-¿Es realmente un original? -inquirió, tocándola con reverencia.

-¡Humph! -dije yo, echándola a un lado.

-¿No se le ha sacado ninguna copia? -me exigió, examinándola al microscopio.

-Ninguna -dije yo, alzándola.

-Admirable -exclamó, desarmado por la belleza de la maniobra.

-Mil libras -dije yo.

-¿Mil libras? -dijo él.

-Exactamente -dije yo.

-Entonces las tendrá -dijo él-. ¡Qué pieza de virtu!

De modo que me firmó un cheque alli mismo e hizo un boceto de mi nariz. Alquilé unas habitaciones en Jermyn Street, y le mandé a su majestad la noventa y nueve edición de mi "Nasologia", junto con un retrato de mi probóscide. El pequeño y patético calavera del principe de Gales me invitó a cenar.

Eramos todos leones y recherches.

Habia un platonista moderno. Citaba a Porphirio, Iamblico, Plotino, Procio, Hierocles, Máximo, Tyrio y a Syriano.

Habia un hombre entusiasmado por la hipótesis de la perfectabilidad humana. Citaba a Turgôt, Price, Priestley, Condorcet, De Staël y "El estudiante Ambicioso en Mal Estado De Salud".

Estaba también sir Paradoja Positiva. Observó que todos los tontos eran filósofos, y que todos los filósofos eran tontos.

Estaba Aestheticus Ethix. Habló acerca del fuego, de la unidad y de los átomos; del alma dual y del alma pre-existente; de la afinidad y la discordia; de la inteligencia primitiva y de la homeomeria.

También estaban Teólogos Teologia. Habló acerca de Eusebio y Ariano, de la herejia y el Concilio de Niza, del Puseyismo y el consubtancialismo, de Homousies y Homoiousios.

Estaba Fricassée del Rocher de Cancale. Mencionó al Muriton de lengua escarlata, las coliflores con salsa velouté, la ternera à la Ste. Menehold, el escabeche à la S. Florentin y la gelatina de naranja en mosaiques.

Estaba Bibulus O´Bumper. Tocó el tema de Latour y Markbrünnen, del Mousseux y el Cambertin, del Richbour y el St. George, del Haubrion, Leonville y Medoc, del Barac y el Preignac, del Grâve, del Sauterne, del Lafitte y del St. Peray. Negaba con la cabeza ante el Clos de Vougeot, y era capaz de distinguir con los ojos cerrados entre un Jerez y un Amontillado.

Estaba el Señor Tintontintino de Florencia. El habló en su discurso acerca de Cimabue, Carpaccio y Argoostino. Acerca de la tristeza de Caravaggio, de la amenidad de Albano, de los colores de Tiziano, de las fraus de Rubens y de las bufonadas de Jan Steen.

Estaba también el presidente de la universidad de Fum-Fudge. El mantenia la opinión de que en Tracia, la luna recibia el nombre de Bendis, el de Buqbastis en Egipto, el de Diana en Roma y el de Artemisa en Grecia.

Estaba un Gran Turco de Estambul. No podia evitar el pensar que los ángeles eran caballos, gallos y toros, que alguien en el sexto cielo tenia setenta mil cabezas, y que la tierra estaba sustentada por una vaca azul celeste, que tenia un incalculable número de cuernos verdes.

Estaba Delphinus Poliglota. Nos contó lo que habia ocurrido con ochenta y tres tragedias desaparecidas de Esquilo, con las cincuenta y cuatro oraciones de Isaias, con los trescientos noventa y un discursos de Lysias, con los ciento ochenta tratados de Teofrasto, con el octavo libro de las secciones cónicas de Apolonio, con los himnos de Pindaro y con sus ditirambos, y con las cuarenta y cinco tragedias de Homero junior.

Estaba Ferdinand Fitz-Fossillus Feldespato. Nos habló acerca de los fuegos internos y las formaciones del terciario, acerca de los aeriformes, fluidiformes y solidiformes; acerca del cuarzo y la marga, acerca de los esquistos y la turmalina, acerca del yeso y el basalto, acerca del talco y las rosas calcáreas, acerca de la blenda y la hornblenda, acerca de la mica y de los aglomerados, acerca de la cianita y la lepidolita, acerca de la hematita y la tremolita, acerca del antimonio y la calcedonia, acerca del manganeso y de todo lo que se les puede ocurrir.

También estaba yo. Hablé acerca de mi mismo, de mi mismo, de mi mismo; acerca de la Nasologia, de mi panfleto y de mi mismo. Alcé mi nariz y hablé acerca de mi mismo.

-¡Un hombre maravillosamente inteligente! -dijo el Principe.

-¡Soberbio! -dijeron sus invitados, y a la mañana siguiente, su Gracia de Dios-me-Bendiga me hizo una visita.

-¿Querrá usted ir a mi casa de Almack, preciosa criatura? -me preguntó, dándome golpecitos en la sotabarba.

-Será un honor para mi -repliqué yo.

-¿Con nariz y todo? -me preguntó.

-¡Por mi vida! -le repliqué.

-Entonces, aqui tiene usted una tarjeta, mi vida. ¿Puedo entonces decir que irá usted?

-Mi querida Duquesa, de todo corazón.

-¡Bah! Eso no me vale... Pero ¿de toda nariz?

-Hasta la última particula de ella, amor mio -dije yo; de modo que le di un par de estrujones y me encontré en Almack´s.

Las habitaciones estaban sofocantemente llenas.

-¡Ahi viene! -dijo alguien desde la escalera.

-¡Ahi viene! -dijo alguien desde más arriba.

-¡Ahi viene! -dijo alguien desde todavia más lejos.

-¡Ha venido! -exclamó la Duquesa-. ¡Ha venido, el muy amorcito -y agarrándome con firmeza las dos manos, me dio tres besos en la nariz.

Esto produjo verdadera sensación.

-¡Diavolo! -exclamó el Conde Capricornutti.

-¡Dios me guarde! - murmuró Don Stilete.

-¡Mille tonnerres! -exclamó el principe de Grenouille.

-¡Tousand teufel! - gruñó el Elector de Bluddennuff.

Aquello no se podia soportar. Me enfadé. Me puse grosero con Bluddennuff.

-¡Señor! -le dije- es usted un babuino.

-¡Señor -replicó él, después de una pausa-, Donner und Blitzen!

Esto era más de lo que se podia esperar. Intercambiamos nuestras tarjetas. En Chalk, a la mañana siguiente, le arranqué la nariz de un disparo, y después fui a visitar a mis amigos.

-¡Bète! -dijo el primero.

-¡Bobo! -dijo el segundo.

-¡Imbécil! -dijo el tercero.

-¡Asno! -dijo el cuarto.

-¡Mentecato! -dijo el quinto.

-¡Simplón! -dijo el sexto.

-¡Lárgate! -dijo el séptimo.

A la vista de aquello, empecé a sentirme mortificado, y, en consecuencia, fui a ver a mi padre.

-Padre -le pregunté-, ¿cuál es el objetivo fundamental de mi vida?

-Hijo mio -me replicó-, sigue siendo el estudio de la Nasologia, pero al acertarle en la nariz al elector has ido más allá de lo deseable. Tú tienes una magnifica nariz, eso es cierto, pero, por otro lado, Bluddennuff no tiene nariz. Tú has sido condenado, y él se ha convertido en el héroe de la jornada. Concedido que en Fum-Fudge, la grandeza de un león se mide en razón al tamaño de su probóscide, pero ¡el cielo me valga! ¿Cómo se puede competir con un león que no la tiene en absoluto?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Merecido lo tenía el truhán. ¿Quién asegura que no eliminó a un futuro Cyrano de Bergerac? Bellaco.

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